sábado, 9 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 9,35-38.10,1.6-8

 

Evangelio según San Mateo 9,35-38.10,1.6-8
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.

Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.

Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha."

Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.

"Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.

Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente."


RESONAR DE LA PALABRA

Jesús itinerante, el que no tiene dónde reposar la cabeza, ni madriguera a la que volver. Jesús en su esencia de camino y de movimiento que busca, que no se conforma con lo dado. Una vida que sale al encuentro de la de muchos y muchas que nunca irían a otros lugares considerados sagrados porque ni siquiera podrían acercarse.

En su deambular Jesús se cruzaba con “muchedumbres extenuadas y abandonadas”, como “ovejas sin pastor”. Personas y grupos cansadas de tanta injusticia o de tanto dolor. Abandono relacionado con su invisibilidad, con su irrelevancia social, con su pecado público, por su condición sexual… Abandonos y agotamientos que también se dan en la actualidad en todas las sociedades y en nuestro mismo Planeta.

Y Jesús descubre que sólo no puede. Una vez más busca a la comunidad, a los hombres y mujeres con los que comparte vida itinerante y que también son enviados a los caminos, a los cruces, a “extramuros”. Jesús con su misión de cuidar a los demás, a los que no cuentan o a los que se han agotado cuidando a otros. Curar, cuidar, acompañar… Comunitariamente y sin olvidarnos de seguir pidiendo porque solos no podemos, porque la mies se sique perdiendo más allá de nuestros horizontes y porque seguimos siendo pocos en esta misión hermosa.

Y lo más importante viene al final: “Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis”. Ni faja, ni alforja, sin cobrar favores, sin controlar conciencias, sin buscar primeros puestos y reverencias… Gratis, como Dios.

Miguel Tombilla, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 6 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 15,29-37

 

Evangelio según San Mateo 15,29-37
Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó.

Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó.

La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.

Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino".

Los discípulos le dijeron: "¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?".

Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tienen?". Ellos respondieron: "Siete y unos pocos pescados".

El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo;

después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud.

Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.


RESONAR DE LA PALABRA

Jesús una vez más dónde se siente a gusto, en su Galilea de mar abierto, de aires de libertad y fraternidad. Galilea de bienaventuranzas, de curaciones… Allí se encuentra con los últimos que pasan a los primeros puestos, a los del Reino: “tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros”. Todos excluidos por una sociedad que descubría el pecado en muchas de las fragilidades de esa lista de personas y de otras muchas personas que no están en ella. Pureza-impureza, sagrado-profano son los opuestos que limitan la vida de muchos seres humanos y que identifican enfermedad con pecado y pecado con exclusión. Una dinámica perversa que hoy sigue estando algo presente en la actualidad. Jesús cura y reintegra en una nueva realidad que es el Reino y, por eso, la “gente se admiraba”.

Pero por si toda esta actividad fuese poca Jesús aun da un paso más y siente más compasión. Se preocupa por algo que parece que a todo el mundo le pasa desapercibido: esas personas tienen hambre. Y la solución no quiere que sea solo de él, por eso involucra a los discípulos para que dejen de ser meros espectadores. Ellos aportan panes y peces, solo unos pocos, pero todo lo que tienen (como la viuda de Sarepta, como S. Francisco, como tantos otros). Con poco se hace mucho, pero ese poco hay que ponerlo y muchas veces nos cuesta.

Con los panes y los peces se hace eucaristía, alimento que se parte, se reparte y que sacia. Aún más, se desborda hasta tener que recoger las sobras, porque nada se desperdicia en la dinámica del Reino.

Miguel Tombilla, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 5 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 10,21-24

 

Evangelio según San Lucas 10,21-24
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:

"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".

Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!

¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".


RESONAR DE LA PALABRA

Este evangelio lo podríamos considerar como la piedra Rosetta de los demás textos. En él se detalla quienes son los que entienden el mensaje: “los pequeños”. El mensaje llega a muchos, como la semilla que se lanza a boleo sin prever dónde va a caer.

La revelación, el conocimiento profundo (no solo la escucha superficial) la decide el Padre, él es quien toma la iniciativa. Pero no solo la de comunicar, sino también la de “esconder”. Los “sabios y los entendidos” no pueden entender correctamente la Buena Noticia. Y no porque sean incapaces de hacerlo por ellos mismos, sino porque el mensaje les llega codificado por parte del Padre.

De este modo los sabios y entendidos quedan enfrentados a los sencillos. Son dos maneras de vivir y de entender lo que se está viviendo. Dos maneras de acercarse a una imagen u otra de Dios, la Iglesia, a la comunidad y a la sociedad.

Son preciosas las últimas líneas de la narración, la bienaventuranza que también está dirigida a cada uno de nosotros. Vemos y oímos lo que muchos profetas y reyes quisieron ver y oír y no lo consiguieron. Somos bienaventurados, somos profetas y reyes y sacerdotes, todos. Pero todos iguales, esencialmente hermanos y hermanas. Somos lo que Dios quiere que seamos y lo que nosotros queramos aceptar de Dios. Somos o el Padre quiere que seamos sencillos, por lo menos que nos abramos a este regalo.

Miguel Tombilla, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 4 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 8,5-11

 

Evangelio según San Mateo 8,5-11
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole":

"Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente".

Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo".

Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.

Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace".

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.

Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos".


RESONAR DE LA PALABRA


Comenzamos el Adviento y lo hacemos con un personaje que queda en la memoria de los cristianos y cristianas de muchas generaciones. Jesús dijo de él: “En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe”. Un centurión era alguien importante, no por su relevancia moral sino por su poder y su capacidad de generar miedo a su alrededor en nombre del Imperio. Cien soldados estaban a su cargo, sabía lo que era mandar y la debida obediencia, por ello se relaciona con Jesús desde estos parámetros.

Sorprenden varias cosas. Lo primero que su petición de curación es para un criado. En principio, alguien que no tiene por qué tener un lazo afectivo. Pero parece que había algo especial entre ellos, aunque no sepamos qué.

Otra cosa que llama la atención es que el centurión recurre a Jesús, un pagano a un judío. Distintos religiosamente, culturalmente, a nivel de estatus social… A pesar de todo lo busca y, lo más sorprendente, no solo se encuentran, sino que se entienden profundamente.

Y lo último, aunque habría mas detalles, es la frase que queda en el recuerdo de cada uno de nosotros: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para “sanarme”. La salvación que no depende de la dignidad de nadie, La salvación que entra en nuestras casas con la Palabra y en la Palabra. Salvación nunca merecida, pero sí regalada por Jesús que la abre a la Creación entera, a la toda la Casa común: “Vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos”

Miguel Tombilla, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 3 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 13,33-37

 

Evangelio según San Marcos 13,33-37
En aquél tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

"Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento.

Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.

Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana.

No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.

Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".


RESONAR DE LA PALABRA


Velad.

Queridos hermanos, paz y bien.

Feliz Año Nuevo litúrgico. El Adviento nos abre a un nuevo ciclo, en este año 2023 nos corresponde el ciclo B. Cada año, con el comienzo del Adviento, cambiamos de Evangelio en los domingos. En esta ocasión, nos deja Mateo y nos recibe Marcos. Un Evangelio más breve, pero intenso, pensado como un camino catequético. Intenta presentarse no como buena noticia en sí mismo, sino como una presentación de cuál es el "origen de la Buena Noticia de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios" (Mc 1,1), tal como se predica en una comunidad concreta, necesitada de saber en quién han creído.

Empezamos el Adviento, como digo. Es uno de los tiempos fuertes de la Liturgia. La Santa Madre Iglesia, que es muy sabia, nos prepara así para vivir mejor la Navidad, como pasa con la Cuaresma, antes de la Pascua. En este tiempo fuerte sería bueno recurrir con mucha más frecuencia a la Palabra de Dios, que está siempre disponible. Y que esa Palabra de Dios nos supiera a poco.

Porque no agotamos la verdad de esas palabras con una sola lectura. Ojalá volviéramos sobre ellas, ahondando más en su sentido, para extraerles todo el jugo posible, para que nos ayuden a ver más claro, para que nos ayuden a vivir mejor. Son como una fuente. No agotamos el manantial con un solo sorbo, y probablemente tampoco agotamos nuestra sed con un solo sorbo. Que tengamos ganas de beber más, siempre.

La primera lectura nos habla de un pueblo en el exilio que, a pesar de todo, sigue confiando. Han visto cómo Jerusalén era saqueada y ellos mismos llevados al destierro. Todo parece estar en contra. Pero confían. Esperan. Es un pueblo que sabe Quién es su Señor, y no desesperan. Nosotros somos la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano. Cuando todo va mal, sólo queda confiar y orar. Cuando rezamos bien, como Dios quiere, se logra la paz interior, la esperanza, una mirada optimista que ayuda a seguir viviendo. En los brazos de Dios uno puede sentirse seguro, a pesar de todo. Porque Dios no nos abandona. Hay que recordar esto con frecuencia.

Es que no siempre hacemos las cosas bien. A menudo sentimos que somos débiles, que no podemos corregirnos. Parece que estamos llamados a repetir los errores. Confesamos a menudo los mismos pecados. ¿Por qué Dios lo permite? Seguramente, para dejar que ejerzamos nuestra libertad. Para que, cada día, optemos por él. Podemos. Nos lo recuerda san Pablo. No carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él, que comenzó en nosotros la obra buena, la llevará a término. Su fidelidad no depende de nuestra respuesta, Él es siempre fiel. A pesar de nosotros mismos. Si podemos creer en esto, crecerá nuestra esperanza cristiana. En eso consiste el amor de Dios. Amar a pesar de todo. Y a eso estamos llamados nosotros.

El evangelio, otra vez, nos invita a velar. Empezamos el año (litúrgico) como lo terminamos. Para que no se nos olvide. De noche, es difícil velar. Lo sabemos bien en Múrmansk, en mi parroquia. En invierno la noche polar nos envuelve. Muchas horas de oscuridad, muy poca luz. Es pesado. Las ganas de dormir son permanentes. Además, de noche, surgen los miedos, la inquietud. Se puede perder hasta la fe. Porque no vemos claro, porque no sabemos dónde ir. Entonces, ¿qué podemos hacer?

Hay un remedio para no dormir. Se lo dijo Jesús a sus discípulos en Getsemaní. “Velad y orad”. Es lo que significa vigilar. Rezar, hablar con Jesús, en permanente diálogo con Él. Preguntarle, contarle lo que nos pasa, confiarle nuestra vida. Siempre.

Eso sí, tenemos que recordar, quizá en tiempo de Adviento especialmente, que Dios actúa de un modo discreto y silencioso, pero eficaz. No siempre como nos gustaría, no de forma drástica o exagerada, sino como el fermento en la masa. Todo lleva su tiempo. Y el tiempo de Dios no es nuestro tiempo. Eso también tenemos que recordarlo.

Es que Jesús plantó un germen de vida, en lugar de implantar algo imponente y grandioso ya desde el comienzo. Para ayudar al desarrollo de ese germen de vida, cada uno tenemos una tarea. Dio a cada uno de sus criados su tarea. Cuando nos bautizaron, por obra y gracia del Espíritu, entramos a formar parte de ese plan de Jesús. Y fue plantada en nuestro corazón nuestra propia semilla. Deja que esa semilla crezca en tu vida. Con la ayuda de Dios crecerá. Él os mantendrá firmes hasta el final. Y espera. Todo está en marcha. Trabaja, sin prisa, pero sin pausa, con paciencia, y con alegría. Porque nos preparamos para algo grande.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 2 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,34-36

 

Evangelio según San Lucas 21,34-36
Jesús dijo a sus discípulos:

"Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes

como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.

Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".


RESONAR DE LA PALABRA

Corazones embotados

Siguiendo con la lectura del pasaje de Lucas, hoy se nos recomienda no “dormirnos”, no dejar que el corazón quede embotado. A mí la palabra embotado me sugiere una de esas figuras de las historias de Baco, enrojecida por el vino, muy sonriente, pero con una profunda tristeza. Pero, más que nada, un corazón embotado es aquel que no puede re-cordar, es decir, no puede traer nada así mismo porque está rebosante de tonterías, diversiones, preocupaciones, mentiras que se dice a sí mismo.

¡Pero todos necesitamos divertirnos, salir de las preocupaciones, relajarnos! O diremos, con razón, que las preocupaciones no se pueden quitar así de un plumazo, cuando se trata de dar de comer a los hijos, de buscar un futuro, de combatir una enfermedad, de enfrentarse a una pérdida o a una grave dificultad laboral o económica. Por supuesto que nos tenemos que preocupar. Parece que el Señor siempre está pidiendo cosas imposibles, irrealistas o quizá incluso absurdas. O parece, más bien, que lo que trata de enfatizar, una y otra vez es que el centro debe estar en el centro… Es decir, que a veces las diversiones o las preocupaciones de la vida, nos descentran. Nos apartan del centro verdadero de gravedad, y entonces acabamos yéndonos a pique. Cuando el corazón no puede re-cordar, traer lo más importante hacia así, cuando está embotado y desmemoriado por andar demasiado ocupado (incluso con cosas necesarias o buenas), pierde su propia identidad. Un corazón que no puede recordar el principio de su existencia ha dejado, en efecto, de latir apropiadamente.

Porque el problema es ir dejando, casi insensiblemente, que las preocupaciones o las diversiones se adueñen de todo el espacio (del disco duro) y se borre la memoria de la gracia que siempre ha ido acompañando a ese corazón incluso por momentos imposiblemente difíciles y amargos. Y, al borrarse esa memoria de la gracia, ese traer al corazón lo que es importante, lo que ha sido siempre importante en nuestras vidas, nos quedamos desamparados y derrumbados. Y hoy se nos dice de nuevo: “Manteneos de pie ante el Hijo del Hombre”. Mantenerse de pie exige un corazón ligero, no embotado; un corazón que no ha perdido su identidad de hijo y que sabe navegar a través de todas esas preocupaciones de la vida con una inquebrantable confianza en el apoyo de esa gracia imborrable y recordada en todo momento. Un corazón no embotado es el corazón agradecido, ya que el agradecimiento es la memoria del corazón. Es el corazón que ha latido al ritmo de otro Corazón y que recuerda cómo es ese latido, y lo agradece. Porque ahí estará para vivir esas preocupaciones o esas diversiones sin descentrarse.

Carmen Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 1 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,29-33

 

Evangelio según San Lucas 21,29-33
Jesús hizo a sus discípulos esta comparación:

"Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol.

Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano.

Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca.

Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán."


RESONAR DE LA PALABRA

Hay un Todo que no pasará

“Todo pasa y todo llega”, dice la célebre poesía de Machado. Y, algo aparentemente más pesimista que cantamos en Navidad: “Y nosotros nos iremos y no volveremos más…”. El Evangelio de hoy nos lo pone todavía más crudo: cielo y tierra pasarán… Es decir, todo, incluidos nosotros, pasará. Pero en realidad no dice: “todo pasará”, sino “cielo y tierra pasarán…” Lo que no pasará es, precisamente el Todo, el Absoluto. A una mentalidad relativista moderna, esto le puede resultar insultante. Pero es lo que hay. Cielo y tierra, es decir, todo lo que conocemos, pasará. Parece un pensamiento muy sombrío, y sin embargo, no lo es en absoluto. Porque pasará eso, que al fin y al cabo, es solo cielo y tierra. Y que no es todo. Pero permanecerá el Todo… La Palabra.

Todo esto parece muy abstracto. ¿Cómo se vive una cosa expresada en términos tan absolutos? Quizá empiece por la necesaria relativización de las cosas pasajeras, que, al fin y al cabo, pasan, y por la alegre confianza de que hay algo que no pasa. Los problemas pasan, los conflictos diarios pasan, los dolores de cabeza y las dificultades en el trabajo o en la familia… pasan. No pasa todo lo auténtico y verdadero: el amor de Dios y el que nos profesamos unos a otros; las obras de servicio; la generosidad extendida a otros; el bien que se haya podido hacer cada día; la verdad y los actos de justicia. Todo eso no pasa porque está arraigado profundamente en la Palabra de Dios, que es Vida.

“Pero lo nuestro es pasar… no hay camino, se hace camino al andar…” Una vez comentaba estas palabras con un grupo y alguien dijo: “Ahí hay un error: sí que hay camino. Cristo nos dijo que Él es el camino. No hay que inventarse nada.” Tenía razón esta persona, y quizá—sin saltarse las leyes prosódicas—habría que cambiar a algo así como “se descubre el camino al andar”. Se va conociendo más y más del Todo inabarcable. Lo importante, sin embargo, es caminar, seguir caminando. Y seguir caminando en ese descubrimiento de todo lo que es imperecedero: el amor, el servicio, el sacrificio, la justicia, la siembra de la paz…

Y entonces, se nos hace más luminoso el mensaje de hoy. Se nos hace posible una alegre confianza. Podemos andar seguros y serenos a pesar de todo lo terrible que vemos a nuestro alrededor y todas las cosas que pasan, y todos los seres queridos que aparentemente nos dejan. La Palabra no pasará. Su poder es un poder eterno y su reino no tendrá fin.

Carmen Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA