jueves, 23 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 19,41-44

 

Evangelio según San Lucas 19,41-44
Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella,

diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.

Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.

Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos.

- Jesús lloró porque sabía lo que le esperaba a Jerusalén, la ciudad que amaba. Él sabe que en ella están todos los elementos necesarios para realizar el Plan de Dios. Él lloró por un pueblo, al que amaba aún más. Lloró porque sabía cómo ese pueblo buscaba la salvación en todo lugar menos en el lugar donde podría encontrarla.

- Jesús lloró: la incredulidad de Israel traería consecuencias nacionales desastrosas. Estas consecuencias se produjeron en el año 70 dC, cuando Jerusalén fue destruida por los romanos. Tristemente, pero con precisión, la predicción de Jesús aconteció. El día de la “visita del Señor” se perdió.

- Jesús lloró: este llanto de Jesús muestra su tristeza, su amargura y su impotencia. No cabe mayor gesto de compasión y solidaridad que la presencia, el silencio y el llanto. Jesús muestra su desgarro al comprobar la frialdad de un pueblo endurecido que no reconoce la visita de Dios y rechaza su mensaje y a su Mensajero.

- Jesús lloró: por la tragedia de nuestro pecado. Qué poca gente le entendió y le siguió mientras vivió, y ahora cuántos pasan de Él. Entre los que nos llamamos “cristianos” cuantos lo tenemos olvidado o le creemos según nos convenga o nos interese… Somos discípulos “tibios” y “acomodaticios”.

- Jesús lloró: las lágrimas de Jesús son fecundas y pueden hacer que el llanto se convierta en gozo eterno. Decía Santa Teresa: “las lágrimas riegan el alma, como la lluvia riega el jardín”. Miremos hoy cómo está nuestro barrio, nuestra comunidad o nuestro país. Parece que los conflictos se han adueñado de nuestras vidas y quedamos como atrapados. Hoy Jesús también nos mira a nosotros, a nuestro barrio, a nuestra comunidad, y nos pide que busquemos caminos para llegar a la paz. En lo que podamos ser responsables, construyamos una vida de paz y prosperidad para todos. ¿Lloras a veces viendo la situación del mundo, del país o de tu barrio? ¿Hemos sido capaces de reconocer la «visita de Dios» en nuestro entorno?

Nuestro hermano en la fe
José Luis Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 21 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 19,1-10

 

Evangelio según San Lucas 19,1-10
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.

Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.

El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.

Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.

Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".

Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador".

Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".

Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham,

porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos.

El Evangelio de hoy nos habla de Zaqueo, un personaje interesante. Zaqueo era el que recaudaba los impuestos a los judíos para entregarlos a los romanos. ¡Menuda gracia, les sacaba el dinero para darlo a los que ocupaban su territorio! Zaqueo tenía mala fama. Y sin embargo este hombre despreciado “quería ver a Jesús”. Y ese deseo le llevó a buscarlo para encontrarse con El. Y ante el impedimento de la multitud, corrió más adelante y se subió a un sicomoro. Había en su interior una curiosidad que le arrastró hasta encontrarse con el propio Jesús.

Y los ojos de Jesús, al pasar por el sicomoro, se fijaron en Zaqueo y le invitó a bajar del árbol. Pero aquella mirada ya había penetrado en el corazón del recaudador de impuestos y había despertado en él el deseo de cambiar, pero no era un deseo del momento sino radical y total. ¡Qué mirada tan profunda la de Jesús que provocó la conversión de Zaqueo! Como dice el Papa Francisco: “La mirada de Jesús va más allá de los pecados y los prejuicios; mira a la persona con los ojos de Dios, que no se queda en el mal pasado, sino que vislumbra el bien futuro”.

Quien se deja seducir por la mirada bondadosa del Señor se abre a la misericordia del Padre Dios y hace posible que la salvación llegue a su vida y a su casa. Hoy celebramos la Presentación de la Virgen María en el templo: el mejor ejemplo de lo que es capaz de hacer Dios en una criatura que escucha y acoge su Palabra. La actitud de acogida de María hizo que la salvación de Dios habitara en su corazón y en su cuerpo. Y el mundo se llenara de esperanza y alegría. Había surgido algo nuevo y extraordinario.

La mirada de Jesús hizo que Zaqueo bajara del árbol “enseguida”, que Jesús se hospedara en su casa, que Zaqueo le ofreciera un banquete y que le dijera: “Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si he defraudado a alguno le restituyo cuatro veces más". Zaqueo se despojaba de toda la vida anterior y emprendía un camino nuevo. ¡Valía la pena dejar todo por aquella mirada bondadosa y confiada de Jesús! No lo dice el Evangelio, pero seguro que muchos cambiarían de vida ante el ejemplo de Zaqueo. Ojalá que muchas personas que nos miran, también por nuestro testimonio de fe y de vida puedan decir como Zaqueo “quiero conocer a Jesús”.

Zaqueo es un paradigma del que conociendo a Jesús no solo se despoja con prontitud de lo material, sino que permite que también su interior sea transformado por la gracia para comenzar un proyecto nuevo de vida, muy a pesar de quienes tal vez juzgaban que debía purgar de otro modo sus muchos pecados. ¡La gracia de Dios actúa de otra forma! La misericordia divina tiene sus propias reglas y barómetros.

Nuestro hermano en la fe.
José Luis Latorre
Misionero Claretiano.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 20 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 18,35-43

 

Evangelio según San Lucas 18,35-43
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.

Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.

Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.

El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!".

Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".

Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó:

"¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez".

Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado".

En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos.

Hoy san Lucas nos presenta la curación del ciego de Jericó. Es una hermosa catequesis para los discípulos de Jesús de todos los tiempos.

En los versículos anteriores Lucas cuenta que Jesús había anunciado por tercera vez su Pasión-Muerte-Resurrección, y los discípulos seguían sin entender ese mensaje del Maestro. Están ciegos interiormente y son incapaces de ver otra luz que no sea la suya. Están bloqueados por sus propias ideas acerca del Mesías. Necesitan una sanación. El ciego es el modelo que Jesús les propone: el ciego está allí al borde del camino pidiendo limosna, al notar que pasa gente pregunta, le informan y empieza a gritar: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”; le regañan , pero él grita más fuerte. Jesús se para y dice que se lo traigan y le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”. “Señor, que recobre la vista”. “Tu fe te ha salvado”.

Hoy hay muchas formas de andar ciegos por la vida. Y el drama es no reconocer que estamos ciegos. La luz vendrá solo cuando descubramos y aceptemos que estamos ciegos. Entonces empezaremos a ver. Cuando aprendamos a dejar de mirarnos a nosotros mismos, tendremos los ojos preparados para ver más allá de nosotros mismos y de esas montañas que nos rodean.

Cada uno de nosotros , como los discípulos, nos tenemos que hacer como el ciego que pide limosna, es decir, sentirnos profundamente necesitados de la LUZ, ya que somos incapaces de salir de nuestras cegueras . Difícilmente veremos sino gritamos una y otra vez al Señor, aunque nos regañen, es decir, no haciendo caso al orgullo y la soberbia que nos dicen que es inútil insistir tanto al Señor y que mejor buscar en otro lado.

Jesús actúa en el ciego de Jericó porque este se siente necesitado. Y esa necesidad le lleva a gritar una y otra vez porque desea profundamente ser curado. Y esa necesidad le hace acercarse a la luz sin miedo, sino más bien con la esperanza de que será escuchado. En el ciego la fe se hace grito y el grito se hace oración y confianza. Y esa oración se traduce en descubrimiento de la Luz que es Cristo, camino, verdad y vida; y el descubrimiento se traduce en convicción de que solo la luz que viene de lo alto es capaz de disipar las tinieblas de cualquier obscuridad de este mundo.

Y una vez que hayamos captado la Luz –Cristo- ya no podremos dejar de seguirla, como hizo el ciego “que le seguía glorificando a Dios”. El descubrimiento de Jesús lleva necesariamente a anunciarlo como Luz del mundo, como Maestro de la verdad, como único Guía de los hombres. Todo encuentro profundo con Jesús nos hace más misioneros y más valientes para anunciarlo allí donde haga falta sin importarnos lo que diga la gente (le regañaban).

Nuestro hermano en la fe
José Luis Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 19 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,14-30

 

Evangelio según San Mateo 25,14-30
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.

A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,

el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.

De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos,

pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.

Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores.

El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'.

'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.

Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'.

'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.

Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.

Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'.

Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,

tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.

Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,

porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.

Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'.


RESONAR DE LA PALABRA


Siervo fiel y cumplidor.

Queridos hermanos, paz y bien.

El domingo pasado contemplábamos a un grupo de jóvenes que se quedaban sin entrar en el banquete de bodas, sin pasar al Reino, por haber dejado apagar las lámparas y no tener una reserva de aceite. Aquella parábola terminaba con una invitación: «velad, porque no sabéis el día ni la hora». Y para explicarnos en qué consiste estar despiertos, qué quiere decir tener aceite en las lámparas, Jesús nos cuenta una nueva parábola: los talentos. Hoy, parece, se nos dice que tenemos que trabajar. Pues vaya. Es que salvarse está al alcance de todos, pero hay que poner de nuestra parte. Cada uno, con sus dones, o sea, con sus talentos.

Textos tan conocidos pueden ser «peligrosos», Empezamos a leer y, rápidamente pensamos que ya lo sabemos, «ah, esto es lo de los talentos» y casi no terminamos de leer. Y nos perdemos los detalles, que pueden ser importantes.

Parece que el señor que se iba de viaje conocía bien a sus empleados. No les da a todos lo mismo, sino que a cada uno le da lo suyo. Cinco, dos y un talento. Según sus capacidades. Una cantidad enorme de dinero, algo así como veinte años de salario, como quizá ya sepamos. Y me parece muy interesante que el dueño no deja ninguna indicación concreta sobre el modo de obrar con esa suma ingente. Parece que, conociendo a los empleados, les da total libertad, tiene plena y absoluta confianza en que lo harán bien, y sabe que son eficientes, operativos, capaces de rendir.

Dos de los tres siervos se ponen «en seguida» a negociar, y pronto doblan el capital. El otro, confundiendo quizá la prudencia con la cobardía – qué fina es la línea entre estos dos conceptos – opta por no hacer nada. Es muy «conservador». Y no hace nada malo. Aparentemente. En realidad, no hace nada de nada.

La dación de cuentas ante el señor pone a cada uno en su lugar. El amo que vuelve a «su tierra» pide cuentas de los talentos que repartió en su día. Esta es una afirmación de la fe que repetimos en el credo: «desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos». Aquí se nos informa sobre un aspecto: hemos recibido unos talentos que no son nuestros, que pertenecen al Señor, y nos pedirá explicaciones de lo que hayamos hecho con ellos. Hay cristianos que han «decidido» que no hay juicio ni condena, enmendándole la plana al mismísimo Dios. Allá ellos.

Los dos primeros, trabajadores, ven recompensado sus esfuerzos con un «cargo importante». Y reciben la alabanza de su amo. «Siervo fiel y cumplidor». Es una bonita frase. Ojalá siempre nos la pudieran decir a cada uno (aunque luego haya que decir eso de «siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer», pero eso es ya otra historia).

Peor lo pasa el tercero. El que, en principio, no había hecho nada. Sus propias palabras le delatan. Conoce a su señor, sabe que es muy exigente, y llevado por el miedo, entierra lo recibido. Lo de «empleado negligente y holgazán» ya no suena tan bien. Y lo de ser arrojado fuera, tampoco apetece. Llanto y crujir de dientes no es una buena perspectiva. Por miedoso.

Es mala la temeridad, pero también es malo el miedo. Si él gobierna nuestra vida, no damos un solo paso. El miedo ayuda, nos muestra los peligros, y no las oportunidades. Nos vuelve inhibidos y, por tanto, estériles. La seguridad que nos ofrece es a un precio demasiado alto: sencillamente, no nos deja vivir. A veces puede ser una verdadera enfermedad, causa de un gran sufrimiento. A veces puede parecernos que es un buen consejero, porque también podemos pecar de temeridad; pero en ese caso, más que de miedo, hay que hablar de prudencia, de saber calcular los riesgos de una operación de cualquier orden. Lo que es cierto es que nunca debe ser el árbitro de nuestras decisiones. Fue una lección que aprendió tarde y mal aquel empleado.

No es difícil traducir la parábola a nuestras propias vidas. A cada uno de nosotros se nos ha confiado una tarea, para que la riqueza del Señor dé mucho fruto. Según el carisma de cada uno, como nos recuerda san Pablo (1 Cor 12, 28-30). Todos tenemos valores, cualidades, talentos m.as que suficientes. Todos. Y es nuestra responsabilidad hacerlos rendir.

Hay quienes siempre se sienten peores que los demás, que no tienen cualidades, que no sirven para nada, que siempre les parece que estorban o están de más en todas partes; que nunca se atreven a asumir una responsabilidad, a cargarse con complicaciones, que piensan que todos les critican, que nunca se sienten suficientemente queridos, que en el fondo se desprecian. Aunque parezca lo contrario, a esta gente le falta humildad. La humildad bíblica implica valorarse a sí mismo y valorar en su justo término a los demás, y así ni lo inferior de uno mismo abruma, ni molesta lo superior que se ve en los otros. Con frase de Santa Teresa de Jesús, humildad es andar en verdad, reconocer los dones que todos, como hijos, hemos recibido de nuestro Creador, para poderlos poner al servicio de los demás, como nos recuerda esta parábola de los talentos.

Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados. Y aprovechando nuestros talentos.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 18 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 18,1-8

 

Evangelio según San Lucas 18,1-8
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:

"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres;

y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'.

Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres,

pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'".

Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto.

Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?

Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

El tercer evangelista tiene una serie de temas favoritos, entre los que destacan la compasión, el desprendimiento y limosna, la cruz, la oración… y, en general, el seguimiento de Jesús. Mientras que Mateo le presenta como “el catedrático”, majestuoso en su sede y rodeado de discípulos, y Marcos destaca su categoría de redentor que camina hacia la cruz, Lucas dibuja un Jesús modélico, imitable, cuyos rasgos pueden y deben ser copiados por cada uno de los creyentes.

El pasaje evangélico de hoy recoge una exhortación de Jesús a orar sin desfallecer. Y lo hace con una imagen de contraste: compara al Padre, por contraposición, con un juez inicuo. Hasta este desalmado es capaz de oír la súplica perseverante de una viuda ultrajada; “cuánto más vuestro Padre…”, que no es insensible ni perverso. Vale la pena orar, pues hay “Alguien” que nos escucha.

El tercer evangelista presenta ya al Jesús adolescente en la casa de su Padre (Lc 2,49), en el templo, lugar de oración; le presenta igualmente orante mientras es bautizado (3,21); agobiado por los que quieren oírle y ser curados, Jesús se retira a orar en soledad (5,16); antes de elegir a los Doce se pasa la noche en oración (6,12); antes de preguntar a los discípulos qué se piensa de él, se toma también un tiempo de oración a solas (9,18). La transfiguración acontece cuando se ha retirado al monte a orar (9,28); cuando los discípulos regresan de la misión encomendada, Jesús hace una oración de alabanza al Padre por lo que realiza en los pequeños y humildes (10,21). Interrumpiendo su larga oración, los discípulos le piden que los enseñe a ellos a orar (11,1), y él los atiende; de rodillas, en Getsemaní, hace oración de súplica y ofrecimiento al Padre, y con tal intensidad que llega a la somatización, a sudar sangre (22,43). Diríamos que Jesús no sabe dar un paso sin reflexionarlo ante el Padre y consultarlo confidencialmente con él.

El ejemplo de la parábola de hoy es de oración de petición; pero, hemos visto, no es la única que practica Jesús: sabe orar agradeciendo, mostrando disponibilidad… Sin duda oró mucho con los salmos (cita uno desde la cruz: Lc 23,46), el gran libro de oración de Israel, donde hay todo tipo de plegarias.

El tercer evangelista teme por su comunidad, cada vez más alejada de los orígenes y que puede ir perdiendo impulso y entusiasmo. La fe se puede hacer más mortecina y la oración puede parecer inútil para la marcha de la historia, que ya se prevé que tendrá una larga duración. Como pastor, insiste en la necesidad de la constancia, de la huida del aburrimiento o rutina, y se pregunta si cuando vuelva Jesús glorioso encontrará una comunidad de creyentes entusiastas o una caterva de gente tibia y desganada. La advertencia parece escrita expresamente para nuestro tiempo, con su pensamiento débil y su sensibilidad líquida.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 17 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 17,26-37

 

Evangelio según San Lucas 17,26-37
Jesús dijo a sus discípulos:

"En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé.

La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos.

Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía.

Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos.

Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.

En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás.

Acuérdense de la mujer de Lot.

El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.

Les aseguro que en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado;

de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada".

Entonces le preguntaron: «¿Dónde sucederá esto, Señor?»

Jesús les respondió: "Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Jesús no vino a amedrentar. Invitaba a buscar descanso en él, en su compañía. Pero no deseaba el descanso que lleva consigo la inconsciencia o la irreflexión, sino el de quien tiene su existencia debidamente orientada. Es frecuente encontrar a Jesús reprendiendo a auditorios amodarrados, no dispuestos a reaccionar ante nada: “tocamos la flautas y no bailasteis, cantamos elegías y no llorasteis” (Lc 7,32). Jesús detesta una sociedad despistada, adormecida, embriagada con las insignificancias de la cotidianeidad. Ni me imagino qué habría dicho en la actualidad sobre la narcosis colectiva del futbol o la insensibilidad producida por adicciones al sexo, al juego… o por la competitividad económica.

Jesús está convencido de que viene un cambio de época, los tiempos mesiánicos, que llevan consigo inicialmente muchas rupturas, desgarros, tribulaciones: es la forma de abrirse paso el Reino de Dios. Las personas quedan como descolocadas. Él lo pinta con las imágenes de que dispone: una guerra cruel, con secuestros y separaciones, etc. Recurre además a las antiguas narraciones del diluvio anegador, del fuego devorador sobre las ciudades del Mar Muerto… Probablemente el evangelista Lucas, que tiene algo de información sobre la guerra judía en Palestina, completa el cuadro heredado de Jesús con otros rasgos que le son conocidos: no bajar de la azotea, no regresar del campo… El conjunto tiene imaginería apocalíptica, cuyo contenido profundo no es cosmológico (terremotos, maremotos…), sino antropológico: una convulsión interior de la persona que la hace pasar a una situación nueva, casi un proceso de muerte-resurrección. Esto puede vivirse en activo, con entrega y consciencia, o meramente como catástrofe sobrevenida; y esto es lo que Jesús quisiera evitar. Hay que entrar activamente en el Reino.

Cuando Lucas transmite este patrimonio jesuano, en su medio cultural no se cuenta con tales catástrofes cósmicas. Lo que preocupa al evangelista, como a Jesús, es una Iglesia “acostumbrada”, acomodada en el dinero y el bienestar, olvidada de inquietudes trascendentes, y, por supuesto, despistada y desprevenida ante el paso de Jesús. No es importante conocer el cuándo o el dónde, pues Jesús “se revela” (Lc 17,30) a la persona en cualquier lugar y momento, y origina en quien le acoja una época nueva: este es el “fin del mundo” que interesa. El evangelista no alude siquiera al momento de la muerte física; como a Jesús, le interesa otra “muerte”: dejar atrás una existencia sin sentido ni orientación. Cuando se acoge a la persona y la palabra de Jesús en fe, surge un mundo nuevo.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

 

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 16 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 17,20-25

 

Evangelio según San Lucas 17,20-25
Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente,

y no se podrá decir: 'Está aquí' o 'Está allí'. Porque el Reino de Dios está entre ustedes".

Jesús dijo después a sus discípulos: "Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.

Les dirán: 'Está aquí' o 'Está allí', pero no corran a buscarlo.

Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.

Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación."


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Estas especulaciones sobre la fecha de la parusía y los cataclismos cósmicos finales, motivos típicos del género llamado apocalíptico, siguen haciendo las delicias de la espiritualidad de algunos grupos cristianos más bien marginales, nada expertos en las formas literarias bíblicas ni en la hermenéutica de textos antiguos. Un sano deseo de “fidelidad” a la Palabra de Dios, acogida con respeto y evitando la injerencia en ella del pobre saber humano, puede llevar a callejones sin salida. Algunas sectas que en otra época daban cronologías sobre el final (año 1914, año 1960…) se van volviendo más cautas.

En realidad el proceso se dio ya dentro del Nuevo Testamento. La primera generación cristiana estaba convencida de la pronta vuelta de Jesús, que pondría fin al mundo presente. Pero después de la guerra judía contra Roma, en torno al año 70, en vista de que con la destrucción del templo y de la ciudad misma de Jerusalén no había llegado el final esperado, todo el patrimonio de pensamiento cristiano, incluidas ciertas frases de Jesús, tuvo que ser reinterpretado; finalmente, sin negar la temporalidad del cosmos y de la historia humana, se renunció a todo saber cronológico. El escrito pseudónimo conocido como segunda carta de Pedro, probablemente el más reciente del NT, afirma con modestia que “para Dios un día es como mil años y mis años como un día” (2Pe 3,8).

El tercer evangelista quiso ofrecer, actualizados, dichos difíciles de Jesús, y él mismo lo tuvo difícil. Escribe tardíamente, quizá hacia el año 90, cuando ya no se cuenta con una parusía cercana ni se piensa, como algunos contemporáneos de Jesús, que el reino de Dios (o “días del Hijo del Hombre”) consistirá en eliminar el poder político romano.

Para este evangelista, y para nosotros, lo importante es saber que el Reino de Dios transforma el interior de la persona (“acontece[rá] dentro de vosotros”), aunque no se reduce a mero intimismo, sino que se irradia en novedad de vida. Y también desea que el creyente viva una auténtica contemporaneidad con Jesús (“ver los días del Hijo del Hombre”), estando atento en cada momento a su palabra, su presencia, su llamada. Esto lo subraya conservando el “dicho de majestad” de Jesús: la generación contemporánea del Mesías tuvo un privilegio irrepetible, que quizá no supo apreciar y… la ocasión ya no volvió; que el creyente no viva ahora en el despiste, que abra los ojos cada día al paso de Jesús.

A pesar de su reflexión y aplicación pastoral tardía, el evangelista no olvida el carácter futuro de la consumación del Reino (“venga tu Reino”: Lc 11,2), ni tampoco su categoría de plenitud y gloria deslumbradora; pero advierte al creyente que a ellas solo se llega como llegó Jesús: pasando por la humillación, el menosprecio, la entrega de la vida.

Nuestro hermano

Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA