viernes, 15 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,8-12

 

Evangelio según San Lucas 12,8-12
Les aseguro que aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios.

Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios.

Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.

Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir,

porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. ¡Cuánto me gustaría creerme por completo estas palabras de Jesús , y no preocuparme de lo que tengo que decir (sobre todo, si lo tengo que decir en ruso…) Bromas aparte, tuve un compañero de Noviciado en Loja (Granada, España) de República Dominicana, que se tomaba estas palabras al pie de la letra. De hecho, casi no preparaba las reuniones de catequesis, porque el Espíritu Santo os enseñará lo que tenéis que decir…

Los mártires de los primeros siglos sí entendían estas palabras. Ellos vivían en una sana tensión, esperando la venida de Jesús, y por eso se esforzaban en ser coherentes. Y precisamente por eso, porque eran coherentes, porque su vida y sus palabras estaban entrelazadas, sabían lo que tenían que decir. No vivían en compartimentos estancos. Incluso ante los verdugos. Y más de uno tuvo oportunidad, casi seguro, de dar testimonio, sin abogado defensor y sin derecho al Habeas Corpus.

El sábado es el día que, tradicionalmente, se dedica al recuerdo más concreto de María. Mujer de pocas palabras, pero precisas. Y de grandes obras. Nosotros hablamos y hablamos y hablamos, enviamos SMS, redactamos correos, vemos la tele, oímos la radio… Cada día, miles y miles de palabras salen de nuestros labios o llegan a nuestros oídos. ¿De qué hablamos? ¿Qué escuchamos? ¿Se nota que somos cristianos, también en esta faceta de nuestra vida?

Dejando de lado los momentos en que no queda más remedio que hablar del tiempo (ascensores, salas de espera, colas en la compra…), siempre hay ocasiones para dar testimonio. Con las palabras, pero sobre todo con las obras. Al volante (si conduces), en las aulas (si estudias), en el trabajo, ¿cómo eres? Porque no estamos hablando de dar testimonio en el día del Juicio Final (entonces será un pelín tarde), sino en el día a día, en nuestra vida ordinaria. Ahí se ve cómo está nuestra fe. E igual que se puede pecar de pensamiento, palabra, obra y omisión, también podemos dar testimonio de muchas maneras.

Abrahán creyó. Santa María creyó. ¿Y tú?

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 14 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,1-7


Evangelio según San Lucas 12,1-7
Se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: "Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.

No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido.

Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas.

A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más.

Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese.

¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos.

Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Hemos abandonado la lectura continua para recalar en la lectura propia de Santa Teresa. Maliciosamente, he comprobado que otras mujeres, “Doctoras de la Iglesia”, tienen en su fiesta este mismo texto evangélico. Texto que, curiosamente, no aparece ni siquiera en la lista de evangelios para el “Común de doctores”. ¿Es que sólo las mujeres son las “sencillas”? ¿Por qué no decir de ellas, como de los doctores varones, que son “luz del mundo y sal de la tierra”? Esta observación parece dar la razón al que afirmó: “Fémina inquieta y andariega… enseñando, como maestra, contra lo que San Pablo enseñó mandando que las mujeres no enseñasen” (El nuncio Felipe Sega, 1577). Quede sólo en anécdota curiosa. Menos mal que en su estatua de la Basílica de San Pedro se lee esta inscripción: “Madre de espirituales”. Por eso, un hombre bueno e inteligente, en 1970, la declaró doctora de la Iglesia.

Esta observación nada quita a este texto evangélico tan bello. Podemos distinguir tres tiempos. Comienza en tono de oración al Padre, igual que en el momento sublime de la Última Cena. Jesús se arranca con una acción de gracias al Padre por la actitud de los sencillos de corazón, capaces de abrirse y comprender el don de Dios. Y Dios se revela a los humildes; nos descubre su misterio, su intimidad: El Padre ama y conoce al Hijo, y el Hijo conoce y ama al Padre. Y Jesús, el Hijo, nos descubre al Padre del cielo. Cómo resuena aquí el evangelio de San Juan: “El Padre ama al Hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas”. Desde esta intimidad queda clara la invitación de Jesús: “Venid a mí”. Pongamos rostro y voz a esta invitación del Señor: “Venid a mí”. No hacía falta, pero nos explica la razón: seguir a Jesús es exigente, pero no agobiante; su yugo es suave y su carga ligera. Qué lejos y diferente de los fariseos que echaban fardos pesados, llenos de preceptos inútiles, sobre las espaldas de la gente.

Que el Señor nos haga sencillos de corazón. Así, vacíos de nosotros mismos, nos llenará de la intimidad de su misterio divino. “Quien a Dios tiene nada le falta”, nos recuerda Teresa, la religiosa carmelita. Seguir a Jesús resulta grato, porque a las exigencias del Reino las dulcifica el amor. Y, si alguna vez nos despistamos, pronto sentiremos la voz suave del Maestro: “Venid a mí”.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 13 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,47-54

 

Evangelio según San Lucas 11,47-54
Dijo el Señor:

«¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado!

Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.

Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos.

Así se pedirá cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo:

desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto.

¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden.»

Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas

y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

La tensión es grande entre Jesús y los dirigentes religiosos. Es hora de persecución, de sufrimiento, de martirio. Primero fueron perseguidos los profetas del Antiguo Testamento, luego vino Jesús, llevado a la muerte, y, por fin, los seguidores de Jesús, tantos mártires en la Iglesia.

Los fariseos y maestros de la ley, ahora, quieren honrar a los mismos profetas que sus padres mataron, pero, en el fondo, se comportan de la misma manera: persiguiendo a los profetas, a los enviados de Dios, al mismo Jesús a quien mataron.

Dos “ayes” les dedica hoy Jesús: “¡Ay de vosotros!, que aprobáis lo que hicieron vuestros padres que mataron a los profetas”, “¡Ay de vosotros!, que os habéis quedado con la llave del saber”.

Los dirigentes religiosos identifican la sabiduría de Dios con su humano saber. Se sienten propietarios, no comunicadores, de la verdad de Dios. Por eso, la manipulan, la condicionan, echan a los demás “unos fardos” que ni ellos soportan ni son voluntad de Dios. Estos dirigentes se sienten tan seguros y cerrados sobre sí mismos que persiguen y matan a los profetas, a los enviados por Dios para señalar el camino de Dios, la salvación de todos. No aceptan la novedad que Jesús trae al mundo, metidos como están en sus ritos y formalismos.

Una conclusión elemental es que no siempre los caminos de los hombres se ajustan a los caminos de Dios. Que hay que discernir mucho. Decir en seguida que algo es voluntad de Dios resulta peligroso. Pensar que nuestro juicio moral sobre los acontecimientos sea el mismo de Dios es discutible.

Muchos cristianos son perseguidos, igual que Jesús y los profetas. La vida y la palabra de los profetas y apóstoles, con frecuencia, chocan con los egoísmos mundanos. Entonces, hemos de reflexionar: “Lo mismo hicieron con Jesús”. Y sus seguidores sacamos las consecuencias; necesitamos fe, fortaleza, audacia, perdón y testimonio. Si así lo hacemos, estaremos dispuestos ante lo que hoy se repite en el evangelio: el Señor nos pedirá cuentas.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 12 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,42-46

 

Evangelio según San Lucas 11,42-46
«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.

¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!

¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!".

Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros».

El le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

“Dios no tiene favoritismos”... ¡Gran frase! ¿Y yo? Uff... ¡Yo sí tengo! Pero no sé por qué intuyó que aún siendo una gran verdad, Jesús lo profundiza tanto que lo revoluciona: Jesús sí tenía preferidos. ¿Qué es si no, un amigo? Un favorito, un preferido...

Por eso vuelvo a leer la Palabra de hoy e intuyo que el problema no está en tener favoritos sino en cómo actuamos con el resto: "pasáis por alto el derecho y el amor de Dios". Podemos sentirnos ofendidos, como el jurista del evangelio de hoy, como si nos pareciera que los toques de atención de Dios sólo son para otros... ¡Qué curioso!.. No matamos, no robamos, las faltas que cometemos nos parecen menores... Y sin embargo, se nos olvida que lo que Jesús sigue sin soportar es nuestro empeño por endosar a otros cargas insoportables que nosotros ni tocamos: hacemos juicios, pasamos por alto el amor, nos apegamos a perfiles y reglamentos...

Por supuesto, poco importa si lo hacemos en situaciones cotidianas y aparentemente poco trascendentes o en grandes decisiones... La cuestión es en qué forma me hago presente en el mundo... ¿Jesús me mira y exclama un ¡Ay! doloroso o sonríe y me anima a seguir caminando? Dios no nos ofende al reprendernos… Sólo quiere que seamos aquello que ya somos y tantas veces no nos damos cuenta, enredados en exigencias, normas, cargas y juicios.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 11 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,37-41

 

Evangelio según San Lucas 11,37-41
Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa.

El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer.

Pero el Señor le dijo: "¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia.

¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro?

Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Hoy es la Virgen del Pilar. O, si se prefiere, “Día de la Pilarica”. Dicen que el buen aragonés, si se dirige a la Virgen desde la necesidad, la llama “Virgen del Pilar”; pero, si la invoca desde la alegría, se permite el título familiar de “La Pilarica”. ¿A que es gracioso? Esta advocación de María viene envuelta en tradiciones y leyendas, llenas de poesía. (Una noche, a orillas del Ebro, un ejército de ángeles iluminando la noche y María consolando al apóstol Santiago). Los mitos y leyendas constituyen un lenguaje para decir las cosas bellas y sublimes. ¿Por qué no pensar que, de esta manera, miramos a María siempre presente en nuestra vida, como madre? Y no hay que forzar mucho la cosa para sorprender a la Virgen, como en Pentecostés, junto al apóstol, en el origen de la evangelización.

Pero nos paramos en las lecturas de la fiesta. Y vemos a María en la figura bíblica del Arca de la Alianza. Es el signo de la presencia de Dios entre nosotros; en su interior queda guardada la Palabra. Y así resultó ser el seno de la Virgen, lleno de su hijo, lleno de Dios.

Por eso, María es la dichosa. Aquella mujer espontánea, entre la multitud, eleva el grito elogioso: ¡Viva el vientre que te llevó!, ¡Vivan los pechos con que te alimentaste! Sin contradecir a esta mujer, sí que sabemos que antes de engendrarlo en su seno, María engendró al hijo en su corazón por el sí, por su fe. Ese mismo corazón donde, cual arca bendita, guardó la Palabra. Es evidente que María sólo es grande por Jesús.

Nosotros somos dichosos como la Virgen, como las personas dichosas del Evangelio: Bienaventurados por ser sencillos de corazón, por ser misericordiosos; dichosos por haber creído que se cumple lo que dice el Señor; benditos por dar de comer al hambriento y hospitalidad al extranjero.

Por la fe y confianza en el Señor, María sintió que Dios hacía cosas grandes en ella. Superó la cultura de su pueblo oriental, que ponía en la maternidad física la cumbre de una mujer. Nosotros podríamos añadir hoy: superó la tiranía occidental que pone la función sexual como valor casi absoluto.

Santa María del Pilar, sé tú nuestra columna, nuestra roca firme, donde se afiance la fe recibida de los apóstoles.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 10 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,29-32

 

Evangelio según San Lucas 11,29-32
Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: "Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás.

Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.

El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.

El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

El hombre, desde su libertad, y tocado por la gracia, tiene que decidirse y optar por Jesús, por Dios. Sin embargo, a veces, siente el peso del “silencio de Dios”, le vienen las preguntas; acaso, con tormento interior. Entonces, angustiosamente, quiere asideros, ansía signos y evidencias; cree, ¡ay!, que de esa manera arribará más fácil al puerto de Dios. Peor es el descaro de aquellos a los que Jesús tilda de “generación perversa”. Los jefes religiosos piden signos, pero con “perversas” intenciones.

En el evangelio de hoy, Jesús rechaza los signos espectaculares que le reclaman. Es que Él mismo, Jesús, es la señal, la revelación, la palabra entera de Dios. Incluso, en los milagros, solía repetir “no se lo digáis a nadie”. Lo ilustra con dos ejemplos: Jonás y Salomón; eran menos que Jesús y sin embargo suscitaron la conversión de la frívola Nínive y la admiración de la reina del Sur. Sin embargo, los de casa, los escribas y ancianos, se sabían muy bien la ley y los profetas, pero sus ojos estaban manchados. La luz es el objeto formal de los ojos, pero hiere a los ojos enfermos; como el amor va directamente al corazón, y sin embargo es rechazado por un corazón malévolo. De nada servirían los signos, si no sabemos verlos.

Sólo Jesús es nuestro signo. “La señal del cristiano es la santa cruz”, enseñaba el viejo catecismo. Le fe desnuda en Cristo muerto y resucitado. No hemos de reclamar evidencias y seguridades. “Sólo la fe nos alumbra”.

No caigamos en el afán loco de apariciones y revelaciones portentosas y mágicas (muchas, con voces catastrofistas). Nuestro apoyo y seguridad es el Señor, nada más. Poco creemos en el Señor, cuando acudimos a los sucedáneos.

Incluso, podríamos decir que, hoy, tenemos la gracia de muchos milagros… pero no son “maravillosos”. Son tantos cristianos buenos, tantos mártires, tanta ciencia puesta al servicio de los demás, tantos profetas que nos iluminan el querer de Dios sobre nuestro mundo. ¿Pero los buscamos? ¿Tenemos los ojos limpios para descubrirlos?

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 8 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,27-28

 

Evangelio según San Lucas 11,27-28
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: "¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!".

Jesús le respondió: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Todos dichosos: el vientre y los pechos que criaron, los que escuchan y los que cumplen la palabra de Dios. ¿Por qué insistir tanto en el “pero”? Jesús no desautoriza a la mujer, no rechaza el elogio; simplemente, lo completa, lo perfecciona.

Una mujer del pueblo queda seducida por Jesús, por su palabra, por la integridad de su vida. Tan sencilla como valiente, alza la voz entre la multitud y confiesa su fe; la alabanza es para Jesús pero recae en su madre. (Ojalá toda glorificación de María pase siempre por Jesús). Es algo cautivador contemplar la escena: una mujer humilde se convierte en portavoz de todos, una mujer ensalza a otra mujer por sus encantos maternales que criaron al Maestro que le fascina.

Como buen pedagogo, Jesús pasa del parentesco de la sangre al parentesco del Reino. Con Jesús, las cosas han cambiado. Para una mujer judía la maternidad lo era todo, pero ahora todo es diferente, los valores del Reino son los primeros: escuchar la palabra de Dios y ponerla por obra. En la Virgen María confluían las dos cosas: el vientre y el corazón, la generación del hijo y la fe, el sí de la esclava del Señor y el Verbo que se hace carne en su seno.

María es la primera discípula de Jesús, la primera creyente, la primera que escucha y cumple lo que su hijo anuncia. Como madre, tenía siempre delante la Palabra. “María avanzó en la peregrinación de la fe”, dice el Concilio. Ninguno como María fue sometido a la prueba de la fe: un hijo perseguido, maltratado, muerto. Y en los momentos difíciles de Jesús, ella siempre presente.

Hay muchos hijos de María y de la Iglesia que son ilustres oyentes y cumplidores de la palabra de Jesús y de los preceptos del Señor. Hay mucha tierra buena y esponjosa donde cae y da fruto la Buena Noticia del Evangelio. Muchos que se preguntan: ¿Qué nos dice hoy el Espíritu? Sobre esta gente recae la alabanza de Jesús: sois dichosos. Y todos lo resaltamos, y nos llenamos de esperanza y alegría.

Incluso son muchos los que avanzan en su fe, envueltos en oscuridad y tropiezos, llenos de dudas y pesares. Pero, como la Virgen, son fuertes y pacientes, sólo sostenidos por la confianza en Dios.

Una conclusión elemental sería esta: si Jesús relativiza el título de “madre”, ¿cuánto más hemos de relativizar otros títulos y credenciales con los que nos arropamos los hombres? El gran título del Reino, la gran credencial en la Iglesia es el ser hijo de Dios, el ser trabajador de la viña del Señor, el ser un creyente convencido. Estos sí que son dichosos.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA