Evangelio según San Lucas 11,37-41
Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa.El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer.Pero el Señor le dijo: "¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia.¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro?Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro.
Queridos hermanos:
Hoy es la Virgen del Pilar. O, si se prefiere, “Día de la Pilarica”. Dicen que el buen aragonés, si se dirige a la Virgen desde la necesidad, la llama “Virgen del Pilar”; pero, si la invoca desde la alegría, se permite el título familiar de “La Pilarica”. ¿A que es gracioso? Esta advocación de María viene envuelta en tradiciones y leyendas, llenas de poesía. (Una noche, a orillas del Ebro, un ejército de ángeles iluminando la noche y María consolando al apóstol Santiago). Los mitos y leyendas constituyen un lenguaje para decir las cosas bellas y sublimes. ¿Por qué no pensar que, de esta manera, miramos a María siempre presente en nuestra vida, como madre? Y no hay que forzar mucho la cosa para sorprender a la Virgen, como en Pentecostés, junto al apóstol, en el origen de la evangelización.
Pero nos paramos en las lecturas de la fiesta. Y vemos a María en la figura bíblica del Arca de la Alianza. Es el signo de la presencia de Dios entre nosotros; en su interior queda guardada la Palabra. Y así resultó ser el seno de la Virgen, lleno de su hijo, lleno de Dios.
Por eso, María es la dichosa. Aquella mujer espontánea, entre la multitud, eleva el grito elogioso: ¡Viva el vientre que te llevó!, ¡Vivan los pechos con que te alimentaste! Sin contradecir a esta mujer, sí que sabemos que antes de engendrarlo en su seno, María engendró al hijo en su corazón por el sí, por su fe. Ese mismo corazón donde, cual arca bendita, guardó la Palabra. Es evidente que María sólo es grande por Jesús.
Nosotros somos dichosos como la Virgen, como las personas dichosas del Evangelio: Bienaventurados por ser sencillos de corazón, por ser misericordiosos; dichosos por haber creído que se cumple lo que dice el Señor; benditos por dar de comer al hambriento y hospitalidad al extranjero.
Por la fe y confianza en el Señor, María sintió que Dios hacía cosas grandes en ella. Superó la cultura de su pueblo oriental, que ponía en la maternidad física la cumbre de una mujer. Nosotros podríamos añadir hoy: superó la tiranía occidental que pone la función sexual como valor casi absoluto.
Santa María del Pilar, sé tú nuestra columna, nuestra roca firme, donde se afiance la fe recibida de los apóstoles.
CR
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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