jueves, 18 de enero de 2024

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,7-12

 

Evangelio según San Marcos 3,7-12
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea.

Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.

Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.

Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.

Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!".

Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Una de las páginas más bonitas de la Biblia -el comienzo del capítulo 3 del libro del Eclesiastés- nos recuerda que en la vida hay tiempo para todo. En su amplitud, la existencia nos ofrece tiempo para una cosa y su contraria: llorar y reír; callar y hablar; buscar y perder; amar y aborrecer; destruir y edificar… nacer y morir. Es cierto que en un mundo ideal, a veces pensaríamos en desechar una parte de esas polaridades, quedándonos solo con su lado más amable: reír, amar, edificar… Pero la vida tiene también la parte contraria, que bien vivida, la complementa, le da su valor y nos ayuda a aprender lo que de verdad importa.

En los relatos evangélicos de estos días vemos a Jesús en plena actividad: pensando en quiénes serán sus discípulos, predicando, haciendo signos del Reino, respondiendo a los fariseos… La acción es una nota característica de la vida pública de Jesús, como lo será después en tantos hombres y mujeres de Dios que en el mundo han sido, en las más variadas facetas de la vida (predicación, educación de quien lo necesita, atención a los más vulnerables, investigación para entender y mejorar la existencia…). A la vez, junto a ese “darse” hay también un tiempo de “reservarse”. Es decir, tiempo de pararse, de cultivarse…  Cuidar la raíz de la vida, para que la acción tenga un sentido, un horizonte, y llegue a ser fructífera en el tiempo.

Por eso se nos cuenta que Jesús se apartaba de madrugada para orar o, como dice el relato de hoy, “se retiró con sus discípulos a la orilla del lago”. Necesitaba tiempo y espacio para el diálogo con el Padre y para la conversación con los discípulos. Aunque no siempre era fácil pues, como leemos hoy, la gente le buscaba y, literalmente, “se le echaban encima”.

En la vida hay tiempo para todo. La edad es la que marca en ocasiones cuál puede ser la prioridad: aprender cuando somos jóvenes; entregarnos en la edad madura; aportar serenidad y sabiduría cuando llegamos a ancianos. Aunque siempre hay una mezcla de cosas, a veces contrapuestas y que no siempre son fáciles de armonizar.

Hoy puedes pensar en qué momentos estás llamado a “darte” más, como Jesús: con generosidad, sin esperar nada a cambio, para bien de muchos… Y también, en qué ocasiones necesitas “reservarte” más: para descansar, para orar, para conversar, para dejarte acompañar… No en una reserva egoísta, de quien sólo busca su interés, sino un retiro buscado para cuidar las raíces y favorecer el crecimiento, que nos ayude a seguir dándonos.

Como dice la Palabra en otro momento, “para quienes aman a Dios, todo les sirve para bien” (Romanos 8, 28). Ojalá puedas vivir las polaridades y las tensiones de tu vida como ocasión de crecimiento, porque vivido desde el Señor, todo puede tener un sentido. Todo. Aunque para descubrirlo necesitemos dejar que pase el tiempo, y contemplarlo desde el final, con la mirada de Dios.

Nuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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