sábado, 2 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,34-36

 

Evangelio según San Lucas 21,34-36
Jesús dijo a sus discípulos:

"Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes

como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.

Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".


RESONAR DE LA PALABRA

Corazones embotados

Siguiendo con la lectura del pasaje de Lucas, hoy se nos recomienda no “dormirnos”, no dejar que el corazón quede embotado. A mí la palabra embotado me sugiere una de esas figuras de las historias de Baco, enrojecida por el vino, muy sonriente, pero con una profunda tristeza. Pero, más que nada, un corazón embotado es aquel que no puede re-cordar, es decir, no puede traer nada así mismo porque está rebosante de tonterías, diversiones, preocupaciones, mentiras que se dice a sí mismo.

¡Pero todos necesitamos divertirnos, salir de las preocupaciones, relajarnos! O diremos, con razón, que las preocupaciones no se pueden quitar así de un plumazo, cuando se trata de dar de comer a los hijos, de buscar un futuro, de combatir una enfermedad, de enfrentarse a una pérdida o a una grave dificultad laboral o económica. Por supuesto que nos tenemos que preocupar. Parece que el Señor siempre está pidiendo cosas imposibles, irrealistas o quizá incluso absurdas. O parece, más bien, que lo que trata de enfatizar, una y otra vez es que el centro debe estar en el centro… Es decir, que a veces las diversiones o las preocupaciones de la vida, nos descentran. Nos apartan del centro verdadero de gravedad, y entonces acabamos yéndonos a pique. Cuando el corazón no puede re-cordar, traer lo más importante hacia así, cuando está embotado y desmemoriado por andar demasiado ocupado (incluso con cosas necesarias o buenas), pierde su propia identidad. Un corazón que no puede recordar el principio de su existencia ha dejado, en efecto, de latir apropiadamente.

Porque el problema es ir dejando, casi insensiblemente, que las preocupaciones o las diversiones se adueñen de todo el espacio (del disco duro) y se borre la memoria de la gracia que siempre ha ido acompañando a ese corazón incluso por momentos imposiblemente difíciles y amargos. Y, al borrarse esa memoria de la gracia, ese traer al corazón lo que es importante, lo que ha sido siempre importante en nuestras vidas, nos quedamos desamparados y derrumbados. Y hoy se nos dice de nuevo: “Manteneos de pie ante el Hijo del Hombre”. Mantenerse de pie exige un corazón ligero, no embotado; un corazón que no ha perdido su identidad de hijo y que sabe navegar a través de todas esas preocupaciones de la vida con una inquebrantable confianza en el apoyo de esa gracia imborrable y recordada en todo momento. Un corazón no embotado es el corazón agradecido, ya que el agradecimiento es la memoria del corazón. Es el corazón que ha latido al ritmo de otro Corazón y que recuerda cómo es ese latido, y lo agradece. Porque ahí estará para vivir esas preocupaciones o esas diversiones sin descentrarse.

Carmen Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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