jueves, 30 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 4,18-22

 

Evangelio según San Mateo 4,18-22
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.

Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".

Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.

Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.

Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.


RESONAR DE LA PALABRA

Fiesta de San Andrés, Apóstol

¿Cómo creerán si no se les predica? ¿Y cómo predicarán si nadie les envía?

Los servicios de mensajería parece que ya no son tan populares como hace unos años, en que todo se entregaba en mano y en persona. Ahora los emails, whatsapps, scans, y toda clase de tecnología, hacen que “los pies del mensajero”, tan bellos según el profeta, se conviertan en pulsaciones de teclas… Darle a la tecla de enviar y ya está el ángel en marcha. Y nosotros sentados cómodamente ante la pantalla. ¡Qué fácil!

San Andrés, el apóstol que celebramos hoy, es famoso por su convicción de las palabras de Jesús de que el discípulo no puede ser mayor que su maestro… ni siquiera igual. Y, por lo tanto, pidió no ser crucificado de la misma manera, sino de otra algo más difícil… en aspa.

Esto nos deja con un gran dilema. Tenemos que vivir en nuestro mundo y tenemos que usar los medios a nuestro alcance (distintas redes a las que usaba Andrés, claro está, pero redes al fin) para llevar el mensaje que hemos sido enviados a dar; pero no deberíamos buscar lo más fácil. Claro que, pensándolo bien, ¿quién ha dicho que hacer el anuncio de la Buena Noticia de Cristo sea tan fácil como pulsar un botón? ¿Quién ha dicho que nuestro mundo descreído y desmoralizado sea un campo de misión más fácil que el de Andrés y los demás apóstoles?

Sin embargo, a los cristianos que tenemos nuestro nombre bautismal, como a los apóstoles llamados por su nombre por el Señor, no se nos pide en el envío que calculemos lo fácil o difícil que pueda resultar la misión. Sabemos que la misión va a ser difícil, siempre lo ha sido y siempre lo será, sean como sean las redes que utilicemos. Estamos advertidos.

Como cristianos, deseamos cumplir la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios es que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pero, ¿cómo creerán si no conocen, etc…? Y, ¿a quién se envía? A nosotros, los pescadores modernos liados en redes sociales complicadas y a veces llenas de nudos. “Y dejando las redes, lo siguieron”. Un movimiento tan inmediato ahora como en aquel tiempo. Lo que tendremos que hacer es decidir (y ya) cuáles son las redes que tenemos que dejar y cuáles las que debemos tomar al ser enviados. No hay escapatoria; porque, como a Andrés, el Señor nos llama por nuestro nombre a ser mensajeros. Qué hermosos los pies… o los dedos, el corazón, la palabra, el compromiso, el testimonio, la acción, el servicio… de nosotros, los mensajeros que demos el anuncio de fe y salvación. Tan difícil hoy como ayer… tan urgente hoy como ayer…o más.

Carmen Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 29 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,12-19.

 

Evangelio según San Lucas 21,12-19.
Jesús dijo a sus discípulos:

«Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre,

y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.

Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa,

porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.

Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.

Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.

Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.

Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»


RESONAR DE LA PALABRA

Lo escrito en dos muros

Hoy día, cuando se dice que algo está escrito en la pared, significamos que algo desagradable se aproxima. Siguiendo con los titulares de los medios de estos días, las predicciones nos pueden parecer pésimas; no pueden ser peores. Al rey del pasaje de Daniel de las lecturas de hoy, las palabras escritas en el muro le debieron parecer aterrorizantes. “Contado, pesado, dividido”… Se refiere, en ese contexto, a la suerte del reino. Los días están contados, el rey no da el peso apropiado, y el reino está dividido. Pero, ¿qué tal si es nuestro propio muro, nuestra propia pared, nuestro propio reino interior donde encontramos un escrito sombrío? ¿Qué cosas en nuestra vida pueden estar contadas, pesadas o divididas? En estos tiempos nos enfrentamos, sin duda, y somos muy conscientes de ello, a un futuro muy incierto, a la precariedad de nuestra vida y a la fragilidad de las relaciones. Nos enfrentamos quizá, también internamente, a un sentido de ineptitud, a nuestro fallo en dar la medida, a nuestras divisiones internas. ¿Qué temblores sentimos ante eso? ¿En qué momentos pensamos que “no damos la talla”? Puede llegar un momento en la vida en que no importe mucho… O podemos psicoanalizarlo, o espiritualizarlo: ese temor es falta de autoestima, o falta de humildad… hay que superarlo. Y todo eso es verdad. No es sano hacer depender nuestra valía de lo que piensen los demás. Pero también es cierto que, mientras haya amor, habrá temor de decepcionar a quienes queremos, o a quienes han puesto en nosotros su confianza. Esa manera de mirar “lo escrito en el muro” puede no ser tan insana, y menos aún lo será el temor a no responder a Dios, a no dar el peso ni la medida después de tanto recibido. Eso no sería un temor pusilánime ni enfermizo, sino más bien la reverencia y la gratitud debidas al ser amado.

Pero el Evangelio de hoy nos habla de un temor distinto, del que también hay señales por todas partes: a la persecución, al juicio, al acoso. Pero también nos da la receta: perseverancia, firmeza. No os preocupéis de lo que vais a decir: yo os daré palabras y sabiduría. Es una escritura en el muro que, sin perder el sentido realista y agudo, resulta mucho más reconfortante. “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.” Así, ¿sin más? “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. La perseverancia no es fácil. Requiere una decisión diaria que va mucho más allá del sentimiento, la inclinación o el gusto. Pero no es una perseverancia sin apoyos. El apoyo está en la palabra que se nos da. Y esa palabra es un nuevo muro firme, donde no se mide, se pesa y se encuentran deficiencias, sino donde se suplen todas ellas con la sabiduría que se nos regala. Un muro donde se escribe no se escribe contado, pesado, dividido, sino más bien: reconocido, perseverante, unificado. Ni un solo cabello perecerá.

Carmen Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 28 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,5-9

 

Evangelio según San Lucas 21,5-9
Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo:

"De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".

Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?".

Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan.

Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin".


RESONAR DE LA PALABRA

A juzgar por las señales…

Guerra en Ucrania; ataques en Israel; revueltas en África. Hambrunas en lugares remotos. Huracanes, volcanes. Son los titulares estremecedores de nuestros medios de comunicación de los últimos tiempos.

La cosa es que llevamos muchos siglos leyendo y escuchando y hablando de las mismas cosas, anhelando la paz, creando organizaciones por la paz mundial, tratados de intercambio, hablando de diálogo, de controles… Y parece que hayamos llegado a creernos que somos Dios y tenemos el poder de controlarlo todo. Y que lo vamos a conseguir. Y aunque una y otra vez los acontecimientos nos digan que no lo hemos conseguido (aún, nos decimos esperanzados); aunque una y otra vez todos los pronunciamientos y conclusiones de las Naciones Unidas parezcan ser un fracaso estrepitoso, seguimos pensando que podemos detener el fin del mundo.

Para algunos esta evidencia, que parece confirmar el anuncio evangélico, puede ser la señal para hacer preparativos para el “arrebato” o la parusía. Unos preparativos que pasarían por sentarse a esperar, o buscarse un refugio… (cosa rara para cristianos que anhelamos la segunda venida de nuestro Salvador Jesucristo y que lo lógico es que saliéramos jubilosos al encuentro…)

Lo que es cierto es que, es verdad que no quedará piedra sobre piedra. Más precisamente, ya no queda piedra sobre piedra de los grandes edificios de valores e ideales que quizá nos hubiéramos construido en el pasado. Y sin embargo, aquí seguimos. Porque lo que no se sabe es el cuándo de ese momento. Por lo tanto, lo mejor es vigilar y orar; y levantar la cabeza porque la salvación está cercana. Esperar--que no es buscarse un refugio o jugar a ser Dios--sino seguir alumbrando nuestro entorno con la luz de la fe, del amor y la justicia. Porque habrá otro reino que no pasará… Y, aunque todavía no es, ya somos herederos y habitantes de un reino que no pasa. Todavía no, pero ya. Y esta es nuestra esperanza; podemos seguir luchando por algo nuevo y mejor, pero sabiendo que no nos corresponde a nosotros la realización total; que el reino no es nuestro, sino de Dios. Podemos seguir orando y anhelando la paz y la justicia, mientras realizamos acciones de paz en nuestra propia familia y acciones de justicia para quienes están más cercanos; sabiendo que son signos del Reino que habitamos y que habitaremos finalmente. Señales de lo que hace Dios, no de lo que podamos hacer nosotros. Signos de esperanza en la promesa, que no tiene fecha, aunque es segura.

Carmen Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 27 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,1-4

 

Evangelio según San Lucas 21,1-4
Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo.

Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre,

y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie.

Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir."


RESONAR DE LA PALABRA

Dar de lo que no sobra

Llegar a fin de mes es para muchos una empresa difícil, a veces casi imposible, y más en la situación económica actual. Se gasta mucha energía en hacer los equilibrios necesarios sin endeudarse más y más. Por eso, muchos podrían decir que esta viuda del evangelio era una imprudente, una temeraria o una fanática. Las moneditas que puso en el cesto eran las últimas que tenía. ¡Y no sabemos, siquiera, si era fin de mes!

No sabemos tampoco lo que había en el corazón de la mujer, y según su cultura (y la nuestra!) el gesto sí que parece imprudente. Puede ser, como siempre se ha interpretado, y como el propio Jesús alaba, de absoluta generosidad y confianza en la Providencia. Pero es también, tremendamente desafiante y revolucionario. Parece decir, por un lado, a los fariseos y a todos nosotros: “A ver si os atrevéis a superar esto”. Y por otro lado a Dios: “No me vas a dejar desamparada, ¿verdad?”. Me recuerda al Memorare, donde se pretende recordarle a María “que jamás se ha oído decir…” Es un gesto intencionadamente dramático sabiendo que Dios no va a dejar de responder. Aquí está todo lo que tengo y lo que soy: ahora suples tú de tu infinita misericordia y magnificencia.

Y, por otro lado, es un signo subversivo… ¿por qué puede exigir el templo (o quien sea) que una viuda, el estamento más bajo de la sociedad, contribuya?

Pero el gesto de las moneditas va mucho más allá de un aporte meramente monetario. Es un grito desde la más profunda pobreza, de la voluntad de devolverle a Dios todo lo que le pertenece a Él mismo: la misma persona, el tiempo, los recursos, los talentos, todos los dones. Es decir: todo lo que me has dado: multiplícalo tú para tu gloria.

En algunas fechas, el leccionario combina este pasaje con el de la viuda del Antiguo Testamento que, después de entregar su harina y su aceite, se prepara para morir. Y su jarro sigue lleno meses y meses. Por eso, lo más imprudente no parece ser entregar sin pensar que es lo único que se tiene, o que las cosas escasean y hay que guardar por si acaso. Hacerse un colchoncito quizá sirva bien para morir cómodo, pero no tanto para alcanzar la vida eterna. Lo más imprudente quizás sea no entregarlo todo, guardar para un futuro material que quizá no llegue o sea distinto, y mientras tanto desperdiciar lo que se pudiera haber multiplicado para el bien propio y el de todos. Lo que se multiplica para una vida abundante.

Carmen Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 26 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,31-46

 

Evangelio según San Mateo 25,31-46
Jesús dijo a sus discípulos:

"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.

Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,

y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,

porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;

desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.

Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?

¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?

¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.

Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.

Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,

porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;

estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.

Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.

Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.

Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".


RESONAR DE LA PALABRA


Venid vosotros, benditos de mi Padre.

Queridos hermanos, paz y bien.

Se nos acaba el año litúrgico. Parece que fue ayer, cuando nos alegrábamos por la celebración del nacimiento de Jesús, o por su paso (Pascua) de la muerte a la vida. Delante de nosotros se presenta ya el Adviento. Y celebramos hoy la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Pío XI instituyó esta fiesta a principios del siglo XX, cuando en Europa aparecían los nefastos totalitarismos. Ya sabemos el fruto de esas políticas en el siglo XX. El Papa escribió la encíclica “Quas primas” para recordarnos a todos Quién es el verdadero Rey del Universo. Y que es Cristo quien debe reinar en nuestros corazones.

Es que ha habido muchos reyes que intentaron gobernar sobre bases equivocadas. Sobre la violencia o la fuerza, la mentira o la falta de respeto a los derechos más elementales no se edifica nada bueno. Una sociedad así construida es un gigante con pies de barro. Y no puede acabar bien. Nada bien. Multitudes de víctimas inocentes nos lo recuerdan. En el siglo XX y en el siglo XXI, que ha empezado también prometiendo mucho…

Frente a estos reyezuelos con ínfulas de eternidad, se nos presenta la vida de nuestro Rey, Jesús. No tenía ni poder económico, ni ejército, ni corte glamurosa. No nació en un palacio, sino en un pesebre. No vivía de las rentas, sino que trabajaba para ganarse el pan. No tenía el respaldo de un banco central, sino solo el poder de convicción de su Palabra. No se basaba en la fuerza, sino en el enamoramiento, en el dejarse encontrar y querer por todos. Mateo, la samaritana, Zaqueo… Muchos se convencieron por el ejemplo y el testimonio de Cristo. Un Rey muy especial.

Puede que a ti te haya pasado lo mismo, por cierto. Es muy posible que muchos de nosotros también nos hayamos dejado ganar por Jesús y su mensaje. Un mensaje que habla de amor y, sobre todo, del Reino. Es un rey al servicio del Reino de Dios. El Reino es el centro de su predicación y de su vida entera. El centro de su mensaje es ese Reino y la transmisión de la Buena Nueva, de que Dios está de nuestra parte siempre, hasta el punto de hacerse uno de nosotros.

No se debe perder de vista el final del camino. Lo que con palabros teológicos se llama la “dimensión escatológica”: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el "juicio final". La conclusión del año litúrgico nos debe hacer reflexionar sobre el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Porque la vida tiene dos tiempos, el terrenal, tiempo propicio, de salvación (cf. 2 Cor 6,2), donde decidimos cómo vivir, siguiendo a Cristo, el Buen Pastor o no, para salvarnos o no – que de nosotros depende, está en nuestras manos – y el final, cuando Cristo se siente a juzgar a vivos y muertos, como recordamos en el Credo, y dé a cada uno lo suyo, según hayamos vivido.

La Palabra de Dios de este último domingo del año litúrgico nos llama a esta reflexión. Sabiendo que el Señor es nuestro Pastor, que nada nos falta con Él. Porque la parábola de hoy está escrita para saber cómo comportarnos hoy. No mañana, ni dentro de unos meses o de unos años, sino hoy y aquí. Mientras estamos en el tiempo terrenal, podemos acoger o no la Palabra. Dejar que penetre en nuestro corazón, o endurecerlo para no complicarnos la vida, con eso de “no hagas de tu problema mi problema”. Tranquilidad aquí, quizá, pero después…

Es que sólo tenemos una vida, esta vida, para hacer lo que Dios quiere. Para entregarnos a los demás, para hacer todo el bien que podamos, como hizo Jesús. Usando los talentos que Dios nos ha dado, y siempre vigilando, en guardia, para poder reconocer la llegada del Novio. Esta vida es un regalo muy valioso, y Jesús nos sugiere cómo podemos vivirla plenamente.

Llama la atención en el texto la sorpresa de todos, tanto de los buenos como de los malos, cuando el Hijo del Hombre dicta su sentencia. Ninguno es consciente de haber atendido a Cristo en los hermanos o de no haberlo hecho. Ahí hay un buen punto para la reflexión. Se trata de, como dice el refrán, de “hacer el bien y no mirar a quién”. Desinteresadamente, sin buscar recompensa o reconocimiento. Amar por amar, como nos enseñó el Maestro.

Cada año, durante el Adviento, en mi parroquia se confiesa muchísima gente. Además de reconocerse pecadores, los animo a dar gracias por todo lo bueno que hay en sus vidas, para ser justos con Dios. Es darse cuenta de que somos, a veces, ovejas y a veces, cabras. Se trata de ver que somos ovejas al hacer el bien, y cabras cuando no. Y, aunque seas una cabra muy grande, siempre se puede cambiar. Se puede dejar de ser pecador, se puede llegar a vivir bien, a ser santo incluso, cuando nos apoyamos en Cristo. Por Cristo vuelve la vida. Sabemos que nos va a juzgar, sí, pero con amor. Y sabemos lo que tenemos que hacer. Por así decirlo, tenemos las preguntas del examen final, el más importante de nuestra vida. El sueño de todo estudiante. Se trata de aplicarse, de poner todo de nuestra parte y de elegir.

De ti depende, amigo, decidir. Seguir postrados o hacer algo ¿Quieres ser parte de una historia llena de esperanza? Está terminando el año litúrgico. Revisa tu vida, y prepárate para que el Adviento, que está llamando a las puertas, no te sorprenda desprevenido. Puedes ser amigo de un Rey que no inspira miedo, sino dulzura; que no busca castigarte, sino hacerte feliz; que no limita tu libertad, sino que la desarrolla hasta el máximo... Un Rey distinto, que te invita a ser de los suyos. Él te espera. Tú decides.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 25 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 20,27-40

 

Evangelio según San Lucas 20,27-40
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección,

y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.

Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.

El segundo

se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia.

Finalmente, también murió la mujer.

Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".

Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan,

pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán.

Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.

Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.

Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él".

Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien".

Y ya no se atrevían a preguntarle nada.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos

La cuestión que le plantean a Jesús los saduceos le sirve al Señor para darnos una catequesis sobre la vida eterna. La gran afirmación de Jesús es “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Él todos están vivos”. Dios es Dios de vida y no de muerte. Dios nos creó para vivir. Y así dice S. Ireneo “la gloria de Dios es que el hombre viva”.

El máximo enigma de la vida humana es la muerte. No es la vida terrena la que explica la eterna sino que es la vida eterna la que ilumina y da esperanza a la vida terrena de cada uno de nosotros. Somos peregrinos de la vida a la vida en plenitud. En la resurrección ya no habrá necesidad de una serie de cosas que eran necesarias al ser humano en esta vida, ya que la resurrección no es la simple prolongación de esta vida con sus necesidades y deficiencias, sino un estado de vida absolutamente pleno donde ya no habrá necesidades que satisfacer. “La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, ya no existirá el matrimonio, que está vinculado a nuestra existencia en este mundo. Los resucitados —dice Jesús— serán como los ángeles, y vivirán en un estado diverso, que ahora no podemos experimentar y ni siquiera imaginar. Así lo explica Jesús” (Papa Francisco).

La vocación del hombre es llegar a compartir esa vida plena con Dios. Y “en Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y gracias a Él todos tienen la esperanza de una vida aún más auténtica que ésta. La vida que Dios nos prepara no es un sencillo embellecimiento de esta vida actual: ella supera nuestra imaginación, porque Dios nos sorprende continuamente con su amor y con su misericordia” (Papa Francisco).

Y sigue diciendo el Papa Francisco: ”Nosotros estamos en camino, en peregrinación hacia la vida plena, y esa vida plena es la que ilumina nuestro camino. Por lo tanto, la muerte está detrás, a la espalda, no delante de nosotros. Delante de nosotros está el Dios de los vivientes, el Dios de la alianza, el Dios que lleva mi nombre, nuestro nombre, como Él dijo: «Yo soy el Dios de Abrahán, Isaac, Jacob», también el Dios con mi nombre, con tu nombre..., con nuestro nombre. ¡Dios de los vivientes! ... Está la derrota definitiva del pecado y de la muerte, el inicio de un nuevo tiempo de alegría y luz sin fin. Pero ya en esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la fraternidad, encontramos a Jesús y su amor, y así podemos pregustar algo de la vida resucitada. La experiencia que hacemos de su amor y de su fidelidad enciende como un fuego en nuestro corazón y aumenta nuestra fe en la resurrección. En efecto, si Dios es fiel y ama, no puede serlo a tiempo limitado: la fidelidad es eterna, no puede cambiar. El amor de Dios es eterno, no puede cambiar. No es a tiempo limitado: es para siempre. Es para seguir adelante. Él es fiel para siempre y Él nos espera a cada uno de nosotros y acompaña a cada uno de nosotros con esta fidelidad eterna”.

En el Credo decimos: “Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna”. Creemos en la palabra de Jesús que dice “Yo soy la resurrección y la vida”; en Dios que nos ha prometido estar para siempre con él; y esperamos que nuestra vida de ahora tiene un sentido pleno, eterno, que sólo será visible totalmente en el futuro. El sentido pleno lo tiene ya, -la eternidad la vivimos ya-, pero sólo será desvelada completamente cuando estemos junto a Dios y junto a nuestros seres queridos para siempre.

Nuestro hermano en la fe
José Luis Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 24 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 19,45-48

 

Evangelio según San Lucas 19,45-48
Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores,

diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones".

Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo.

Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos

-Dice el Evangelio de hoy que Jesús “se enfadó”: contra la manipulación, la adulteración y la profanación del Templo, como lugar del encuentro de la comunidad con su Dios. La actividad comercial y especulativa había convertido el templo en una cueva de ladrones y lo había desprovisto de su única y exclusiva función: el encuentro con la presencia de Dios. ¡Hasta donde llegó la degradación: hacer de la casa de Dios un lugar de negocios! Este es un momento fuerte de la vida de Jesús. Pero lo sabemos también nosotros: muchos se aprovechan de la Casa de Dios, de su Iglesia, de su Nombre, para hacer negocios, para beneficiarse, para esconder sus instintos más bajos y desplegar sus ambiciones. Jesús exige un cambio de rumbo: purificar el templo de todas las negatividades humanas y conducirlo a su función originaria: rendir verdadero servicio a Dios.

-El templo es el lugar donde se vive la comunión y el perdón; donde se actúa en clave de servicio y gratuidad, se celebra la fe y la vida, se anuncia el Reino y su justicia. El templo es casa y escuela de santidad. Pero hay también otra Iglesia, “la Iglesia doméstica”: la familia, el hogar donde sentimos amor y paz, donde intentamos hacer lo que Jesús enseñó y vivir en santidad dando el lugar que le corresponde a Dios y no permitir que “otros dioses” desplacen a Dios, como pueden ser el lujo, la avaricia, la superficialidad, la mundanidad, la indiferencia religiosa.

- Dice el Papa Francisco: “Los explotadores, los comerciantes en el templo, explotan también el lugar sagrado de Dios para hacer negocios: cambian las monedas, venden los animales para el sacrificio, también entre ellos se vuelven como un sindicato para defender.

Esto no solo era tolerado, sino también permitido por los sacerdotes del templo. Son los que hacen de la religión un negocio. En la Biblia está la historia de los hijos de un sacerdote que empujaban a la gente a dar ofrendas y ganaban mucho, también de los pobres. Y Jesús dice: Mi casa será llamada casa de oración. Vosotros, sin embargo, la habéis convertido en una cueva de ladrones.

De este modo, la gente que iba en peregrinación allí a pedir la bendición del Señor, a hacer un sacrificio, era explotada. Los sacerdotes allí no enseñaban a rezar, no les daban catequesis… Era una cueva de ladrones. No sé si nos hará bien pensar si con nosotros ocurre algo parecido. No lo sé. Es utilizar las cosas de Dios por el propio beneficio”.

¿Qué querrá decirnos Jesús con esto? Quizás esté pensando en cada discípulo suyo que frecuenta los sacramentos y no se acaba de convencer que lo importante verdaderamente es servir sin ser visto, sin sacar tajada, sin que nadie lo note. Quizá el Señor nos esté diciendo que hay otro templo sagrado para Él “el hombre”, y que debemos actuar con fuerza ante cualquier situación que atente contra la dignidad de la persona, ante cualquier situación de injusticia y maldad; que el celo por el amor de Dios debe ser el mismo, y con la misma intensidad, que el que tengamos para defender a los demás hasta las últimas consecuencias.

Nuestro hermano en la fe
José Luis Latorre
Misionero Claretiano.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 23 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 19,41-44

 

Evangelio según San Lucas 19,41-44
Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella,

diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.

Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.

Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos.

- Jesús lloró porque sabía lo que le esperaba a Jerusalén, la ciudad que amaba. Él sabe que en ella están todos los elementos necesarios para realizar el Plan de Dios. Él lloró por un pueblo, al que amaba aún más. Lloró porque sabía cómo ese pueblo buscaba la salvación en todo lugar menos en el lugar donde podría encontrarla.

- Jesús lloró: la incredulidad de Israel traería consecuencias nacionales desastrosas. Estas consecuencias se produjeron en el año 70 dC, cuando Jerusalén fue destruida por los romanos. Tristemente, pero con precisión, la predicción de Jesús aconteció. El día de la “visita del Señor” se perdió.

- Jesús lloró: este llanto de Jesús muestra su tristeza, su amargura y su impotencia. No cabe mayor gesto de compasión y solidaridad que la presencia, el silencio y el llanto. Jesús muestra su desgarro al comprobar la frialdad de un pueblo endurecido que no reconoce la visita de Dios y rechaza su mensaje y a su Mensajero.

- Jesús lloró: por la tragedia de nuestro pecado. Qué poca gente le entendió y le siguió mientras vivió, y ahora cuántos pasan de Él. Entre los que nos llamamos “cristianos” cuantos lo tenemos olvidado o le creemos según nos convenga o nos interese… Somos discípulos “tibios” y “acomodaticios”.

- Jesús lloró: las lágrimas de Jesús son fecundas y pueden hacer que el llanto se convierta en gozo eterno. Decía Santa Teresa: “las lágrimas riegan el alma, como la lluvia riega el jardín”. Miremos hoy cómo está nuestro barrio, nuestra comunidad o nuestro país. Parece que los conflictos se han adueñado de nuestras vidas y quedamos como atrapados. Hoy Jesús también nos mira a nosotros, a nuestro barrio, a nuestra comunidad, y nos pide que busquemos caminos para llegar a la paz. En lo que podamos ser responsables, construyamos una vida de paz y prosperidad para todos. ¿Lloras a veces viendo la situación del mundo, del país o de tu barrio? ¿Hemos sido capaces de reconocer la «visita de Dios» en nuestro entorno?

Nuestro hermano en la fe
José Luis Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 21 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 19,1-10

 

Evangelio según San Lucas 19,1-10
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.

Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.

El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.

Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.

Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".

Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador".

Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".

Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham,

porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos.

El Evangelio de hoy nos habla de Zaqueo, un personaje interesante. Zaqueo era el que recaudaba los impuestos a los judíos para entregarlos a los romanos. ¡Menuda gracia, les sacaba el dinero para darlo a los que ocupaban su territorio! Zaqueo tenía mala fama. Y sin embargo este hombre despreciado “quería ver a Jesús”. Y ese deseo le llevó a buscarlo para encontrarse con El. Y ante el impedimento de la multitud, corrió más adelante y se subió a un sicomoro. Había en su interior una curiosidad que le arrastró hasta encontrarse con el propio Jesús.

Y los ojos de Jesús, al pasar por el sicomoro, se fijaron en Zaqueo y le invitó a bajar del árbol. Pero aquella mirada ya había penetrado en el corazón del recaudador de impuestos y había despertado en él el deseo de cambiar, pero no era un deseo del momento sino radical y total. ¡Qué mirada tan profunda la de Jesús que provocó la conversión de Zaqueo! Como dice el Papa Francisco: “La mirada de Jesús va más allá de los pecados y los prejuicios; mira a la persona con los ojos de Dios, que no se queda en el mal pasado, sino que vislumbra el bien futuro”.

Quien se deja seducir por la mirada bondadosa del Señor se abre a la misericordia del Padre Dios y hace posible que la salvación llegue a su vida y a su casa. Hoy celebramos la Presentación de la Virgen María en el templo: el mejor ejemplo de lo que es capaz de hacer Dios en una criatura que escucha y acoge su Palabra. La actitud de acogida de María hizo que la salvación de Dios habitara en su corazón y en su cuerpo. Y el mundo se llenara de esperanza y alegría. Había surgido algo nuevo y extraordinario.

La mirada de Jesús hizo que Zaqueo bajara del árbol “enseguida”, que Jesús se hospedara en su casa, que Zaqueo le ofreciera un banquete y que le dijera: “Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si he defraudado a alguno le restituyo cuatro veces más". Zaqueo se despojaba de toda la vida anterior y emprendía un camino nuevo. ¡Valía la pena dejar todo por aquella mirada bondadosa y confiada de Jesús! No lo dice el Evangelio, pero seguro que muchos cambiarían de vida ante el ejemplo de Zaqueo. Ojalá que muchas personas que nos miran, también por nuestro testimonio de fe y de vida puedan decir como Zaqueo “quiero conocer a Jesús”.

Zaqueo es un paradigma del que conociendo a Jesús no solo se despoja con prontitud de lo material, sino que permite que también su interior sea transformado por la gracia para comenzar un proyecto nuevo de vida, muy a pesar de quienes tal vez juzgaban que debía purgar de otro modo sus muchos pecados. ¡La gracia de Dios actúa de otra forma! La misericordia divina tiene sus propias reglas y barómetros.

Nuestro hermano en la fe.
José Luis Latorre
Misionero Claretiano.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 20 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 18,35-43

 

Evangelio según San Lucas 18,35-43
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.

Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.

Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.

El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!".

Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".

Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó:

"¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez".

Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado".

En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos.

Hoy san Lucas nos presenta la curación del ciego de Jericó. Es una hermosa catequesis para los discípulos de Jesús de todos los tiempos.

En los versículos anteriores Lucas cuenta que Jesús había anunciado por tercera vez su Pasión-Muerte-Resurrección, y los discípulos seguían sin entender ese mensaje del Maestro. Están ciegos interiormente y son incapaces de ver otra luz que no sea la suya. Están bloqueados por sus propias ideas acerca del Mesías. Necesitan una sanación. El ciego es el modelo que Jesús les propone: el ciego está allí al borde del camino pidiendo limosna, al notar que pasa gente pregunta, le informan y empieza a gritar: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”; le regañan , pero él grita más fuerte. Jesús se para y dice que se lo traigan y le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”. “Señor, que recobre la vista”. “Tu fe te ha salvado”.

Hoy hay muchas formas de andar ciegos por la vida. Y el drama es no reconocer que estamos ciegos. La luz vendrá solo cuando descubramos y aceptemos que estamos ciegos. Entonces empezaremos a ver. Cuando aprendamos a dejar de mirarnos a nosotros mismos, tendremos los ojos preparados para ver más allá de nosotros mismos y de esas montañas que nos rodean.

Cada uno de nosotros , como los discípulos, nos tenemos que hacer como el ciego que pide limosna, es decir, sentirnos profundamente necesitados de la LUZ, ya que somos incapaces de salir de nuestras cegueras . Difícilmente veremos sino gritamos una y otra vez al Señor, aunque nos regañen, es decir, no haciendo caso al orgullo y la soberbia que nos dicen que es inútil insistir tanto al Señor y que mejor buscar en otro lado.

Jesús actúa en el ciego de Jericó porque este se siente necesitado. Y esa necesidad le lleva a gritar una y otra vez porque desea profundamente ser curado. Y esa necesidad le hace acercarse a la luz sin miedo, sino más bien con la esperanza de que será escuchado. En el ciego la fe se hace grito y el grito se hace oración y confianza. Y esa oración se traduce en descubrimiento de la Luz que es Cristo, camino, verdad y vida; y el descubrimiento se traduce en convicción de que solo la luz que viene de lo alto es capaz de disipar las tinieblas de cualquier obscuridad de este mundo.

Y una vez que hayamos captado la Luz –Cristo- ya no podremos dejar de seguirla, como hizo el ciego “que le seguía glorificando a Dios”. El descubrimiento de Jesús lleva necesariamente a anunciarlo como Luz del mundo, como Maestro de la verdad, como único Guía de los hombres. Todo encuentro profundo con Jesús nos hace más misioneros y más valientes para anunciarlo allí donde haga falta sin importarnos lo que diga la gente (le regañaban).

Nuestro hermano en la fe
José Luis Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 19 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,14-30

 

Evangelio según San Mateo 25,14-30
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.

A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,

el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.

De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos,

pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.

Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores.

El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'.

'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.

Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'.

'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.

Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.

Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'.

Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,

tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.

Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,

porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.

Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'.


RESONAR DE LA PALABRA


Siervo fiel y cumplidor.

Queridos hermanos, paz y bien.

El domingo pasado contemplábamos a un grupo de jóvenes que se quedaban sin entrar en el banquete de bodas, sin pasar al Reino, por haber dejado apagar las lámparas y no tener una reserva de aceite. Aquella parábola terminaba con una invitación: «velad, porque no sabéis el día ni la hora». Y para explicarnos en qué consiste estar despiertos, qué quiere decir tener aceite en las lámparas, Jesús nos cuenta una nueva parábola: los talentos. Hoy, parece, se nos dice que tenemos que trabajar. Pues vaya. Es que salvarse está al alcance de todos, pero hay que poner de nuestra parte. Cada uno, con sus dones, o sea, con sus talentos.

Textos tan conocidos pueden ser «peligrosos», Empezamos a leer y, rápidamente pensamos que ya lo sabemos, «ah, esto es lo de los talentos» y casi no terminamos de leer. Y nos perdemos los detalles, que pueden ser importantes.

Parece que el señor que se iba de viaje conocía bien a sus empleados. No les da a todos lo mismo, sino que a cada uno le da lo suyo. Cinco, dos y un talento. Según sus capacidades. Una cantidad enorme de dinero, algo así como veinte años de salario, como quizá ya sepamos. Y me parece muy interesante que el dueño no deja ninguna indicación concreta sobre el modo de obrar con esa suma ingente. Parece que, conociendo a los empleados, les da total libertad, tiene plena y absoluta confianza en que lo harán bien, y sabe que son eficientes, operativos, capaces de rendir.

Dos de los tres siervos se ponen «en seguida» a negociar, y pronto doblan el capital. El otro, confundiendo quizá la prudencia con la cobardía – qué fina es la línea entre estos dos conceptos – opta por no hacer nada. Es muy «conservador». Y no hace nada malo. Aparentemente. En realidad, no hace nada de nada.

La dación de cuentas ante el señor pone a cada uno en su lugar. El amo que vuelve a «su tierra» pide cuentas de los talentos que repartió en su día. Esta es una afirmación de la fe que repetimos en el credo: «desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos». Aquí se nos informa sobre un aspecto: hemos recibido unos talentos que no son nuestros, que pertenecen al Señor, y nos pedirá explicaciones de lo que hayamos hecho con ellos. Hay cristianos que han «decidido» que no hay juicio ni condena, enmendándole la plana al mismísimo Dios. Allá ellos.

Los dos primeros, trabajadores, ven recompensado sus esfuerzos con un «cargo importante». Y reciben la alabanza de su amo. «Siervo fiel y cumplidor». Es una bonita frase. Ojalá siempre nos la pudieran decir a cada uno (aunque luego haya que decir eso de «siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer», pero eso es ya otra historia).

Peor lo pasa el tercero. El que, en principio, no había hecho nada. Sus propias palabras le delatan. Conoce a su señor, sabe que es muy exigente, y llevado por el miedo, entierra lo recibido. Lo de «empleado negligente y holgazán» ya no suena tan bien. Y lo de ser arrojado fuera, tampoco apetece. Llanto y crujir de dientes no es una buena perspectiva. Por miedoso.

Es mala la temeridad, pero también es malo el miedo. Si él gobierna nuestra vida, no damos un solo paso. El miedo ayuda, nos muestra los peligros, y no las oportunidades. Nos vuelve inhibidos y, por tanto, estériles. La seguridad que nos ofrece es a un precio demasiado alto: sencillamente, no nos deja vivir. A veces puede ser una verdadera enfermedad, causa de un gran sufrimiento. A veces puede parecernos que es un buen consejero, porque también podemos pecar de temeridad; pero en ese caso, más que de miedo, hay que hablar de prudencia, de saber calcular los riesgos de una operación de cualquier orden. Lo que es cierto es que nunca debe ser el árbitro de nuestras decisiones. Fue una lección que aprendió tarde y mal aquel empleado.

No es difícil traducir la parábola a nuestras propias vidas. A cada uno de nosotros se nos ha confiado una tarea, para que la riqueza del Señor dé mucho fruto. Según el carisma de cada uno, como nos recuerda san Pablo (1 Cor 12, 28-30). Todos tenemos valores, cualidades, talentos m.as que suficientes. Todos. Y es nuestra responsabilidad hacerlos rendir.

Hay quienes siempre se sienten peores que los demás, que no tienen cualidades, que no sirven para nada, que siempre les parece que estorban o están de más en todas partes; que nunca se atreven a asumir una responsabilidad, a cargarse con complicaciones, que piensan que todos les critican, que nunca se sienten suficientemente queridos, que en el fondo se desprecian. Aunque parezca lo contrario, a esta gente le falta humildad. La humildad bíblica implica valorarse a sí mismo y valorar en su justo término a los demás, y así ni lo inferior de uno mismo abruma, ni molesta lo superior que se ve en los otros. Con frase de Santa Teresa de Jesús, humildad es andar en verdad, reconocer los dones que todos, como hijos, hemos recibido de nuestro Creador, para poderlos poner al servicio de los demás, como nos recuerda esta parábola de los talentos.

Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados. Y aprovechando nuestros talentos.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 18 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 18,1-8

 

Evangelio según San Lucas 18,1-8
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:

"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres;

y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'.

Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres,

pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'".

Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto.

Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?

Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

El tercer evangelista tiene una serie de temas favoritos, entre los que destacan la compasión, el desprendimiento y limosna, la cruz, la oración… y, en general, el seguimiento de Jesús. Mientras que Mateo le presenta como “el catedrático”, majestuoso en su sede y rodeado de discípulos, y Marcos destaca su categoría de redentor que camina hacia la cruz, Lucas dibuja un Jesús modélico, imitable, cuyos rasgos pueden y deben ser copiados por cada uno de los creyentes.

El pasaje evangélico de hoy recoge una exhortación de Jesús a orar sin desfallecer. Y lo hace con una imagen de contraste: compara al Padre, por contraposición, con un juez inicuo. Hasta este desalmado es capaz de oír la súplica perseverante de una viuda ultrajada; “cuánto más vuestro Padre…”, que no es insensible ni perverso. Vale la pena orar, pues hay “Alguien” que nos escucha.

El tercer evangelista presenta ya al Jesús adolescente en la casa de su Padre (Lc 2,49), en el templo, lugar de oración; le presenta igualmente orante mientras es bautizado (3,21); agobiado por los que quieren oírle y ser curados, Jesús se retira a orar en soledad (5,16); antes de elegir a los Doce se pasa la noche en oración (6,12); antes de preguntar a los discípulos qué se piensa de él, se toma también un tiempo de oración a solas (9,18). La transfiguración acontece cuando se ha retirado al monte a orar (9,28); cuando los discípulos regresan de la misión encomendada, Jesús hace una oración de alabanza al Padre por lo que realiza en los pequeños y humildes (10,21). Interrumpiendo su larga oración, los discípulos le piden que los enseñe a ellos a orar (11,1), y él los atiende; de rodillas, en Getsemaní, hace oración de súplica y ofrecimiento al Padre, y con tal intensidad que llega a la somatización, a sudar sangre (22,43). Diríamos que Jesús no sabe dar un paso sin reflexionarlo ante el Padre y consultarlo confidencialmente con él.

El ejemplo de la parábola de hoy es de oración de petición; pero, hemos visto, no es la única que practica Jesús: sabe orar agradeciendo, mostrando disponibilidad… Sin duda oró mucho con los salmos (cita uno desde la cruz: Lc 23,46), el gran libro de oración de Israel, donde hay todo tipo de plegarias.

El tercer evangelista teme por su comunidad, cada vez más alejada de los orígenes y que puede ir perdiendo impulso y entusiasmo. La fe se puede hacer más mortecina y la oración puede parecer inútil para la marcha de la historia, que ya se prevé que tendrá una larga duración. Como pastor, insiste en la necesidad de la constancia, de la huida del aburrimiento o rutina, y se pregunta si cuando vuelva Jesús glorioso encontrará una comunidad de creyentes entusiastas o una caterva de gente tibia y desganada. La advertencia parece escrita expresamente para nuestro tiempo, con su pensamiento débil y su sensibilidad líquida.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 17 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 17,26-37

 

Evangelio según San Lucas 17,26-37
Jesús dijo a sus discípulos:

"En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé.

La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos.

Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía.

Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos.

Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.

En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás.

Acuérdense de la mujer de Lot.

El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.

Les aseguro que en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado;

de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada".

Entonces le preguntaron: «¿Dónde sucederá esto, Señor?»

Jesús les respondió: "Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Jesús no vino a amedrentar. Invitaba a buscar descanso en él, en su compañía. Pero no deseaba el descanso que lleva consigo la inconsciencia o la irreflexión, sino el de quien tiene su existencia debidamente orientada. Es frecuente encontrar a Jesús reprendiendo a auditorios amodarrados, no dispuestos a reaccionar ante nada: “tocamos la flautas y no bailasteis, cantamos elegías y no llorasteis” (Lc 7,32). Jesús detesta una sociedad despistada, adormecida, embriagada con las insignificancias de la cotidianeidad. Ni me imagino qué habría dicho en la actualidad sobre la narcosis colectiva del futbol o la insensibilidad producida por adicciones al sexo, al juego… o por la competitividad económica.

Jesús está convencido de que viene un cambio de época, los tiempos mesiánicos, que llevan consigo inicialmente muchas rupturas, desgarros, tribulaciones: es la forma de abrirse paso el Reino de Dios. Las personas quedan como descolocadas. Él lo pinta con las imágenes de que dispone: una guerra cruel, con secuestros y separaciones, etc. Recurre además a las antiguas narraciones del diluvio anegador, del fuego devorador sobre las ciudades del Mar Muerto… Probablemente el evangelista Lucas, que tiene algo de información sobre la guerra judía en Palestina, completa el cuadro heredado de Jesús con otros rasgos que le son conocidos: no bajar de la azotea, no regresar del campo… El conjunto tiene imaginería apocalíptica, cuyo contenido profundo no es cosmológico (terremotos, maremotos…), sino antropológico: una convulsión interior de la persona que la hace pasar a una situación nueva, casi un proceso de muerte-resurrección. Esto puede vivirse en activo, con entrega y consciencia, o meramente como catástrofe sobrevenida; y esto es lo que Jesús quisiera evitar. Hay que entrar activamente en el Reino.

Cuando Lucas transmite este patrimonio jesuano, en su medio cultural no se cuenta con tales catástrofes cósmicas. Lo que preocupa al evangelista, como a Jesús, es una Iglesia “acostumbrada”, acomodada en el dinero y el bienestar, olvidada de inquietudes trascendentes, y, por supuesto, despistada y desprevenida ante el paso de Jesús. No es importante conocer el cuándo o el dónde, pues Jesús “se revela” (Lc 17,30) a la persona en cualquier lugar y momento, y origina en quien le acoja una época nueva: este es el “fin del mundo” que interesa. El evangelista no alude siquiera al momento de la muerte física; como a Jesús, le interesa otra “muerte”: dejar atrás una existencia sin sentido ni orientación. Cuando se acoge a la persona y la palabra de Jesús en fe, surge un mundo nuevo.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

 

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 16 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 17,20-25

 

Evangelio según San Lucas 17,20-25
Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente,

y no se podrá decir: 'Está aquí' o 'Está allí'. Porque el Reino de Dios está entre ustedes".

Jesús dijo después a sus discípulos: "Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.

Les dirán: 'Está aquí' o 'Está allí', pero no corran a buscarlo.

Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.

Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación."


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Estas especulaciones sobre la fecha de la parusía y los cataclismos cósmicos finales, motivos típicos del género llamado apocalíptico, siguen haciendo las delicias de la espiritualidad de algunos grupos cristianos más bien marginales, nada expertos en las formas literarias bíblicas ni en la hermenéutica de textos antiguos. Un sano deseo de “fidelidad” a la Palabra de Dios, acogida con respeto y evitando la injerencia en ella del pobre saber humano, puede llevar a callejones sin salida. Algunas sectas que en otra época daban cronologías sobre el final (año 1914, año 1960…) se van volviendo más cautas.

En realidad el proceso se dio ya dentro del Nuevo Testamento. La primera generación cristiana estaba convencida de la pronta vuelta de Jesús, que pondría fin al mundo presente. Pero después de la guerra judía contra Roma, en torno al año 70, en vista de que con la destrucción del templo y de la ciudad misma de Jerusalén no había llegado el final esperado, todo el patrimonio de pensamiento cristiano, incluidas ciertas frases de Jesús, tuvo que ser reinterpretado; finalmente, sin negar la temporalidad del cosmos y de la historia humana, se renunció a todo saber cronológico. El escrito pseudónimo conocido como segunda carta de Pedro, probablemente el más reciente del NT, afirma con modestia que “para Dios un día es como mil años y mis años como un día” (2Pe 3,8).

El tercer evangelista quiso ofrecer, actualizados, dichos difíciles de Jesús, y él mismo lo tuvo difícil. Escribe tardíamente, quizá hacia el año 90, cuando ya no se cuenta con una parusía cercana ni se piensa, como algunos contemporáneos de Jesús, que el reino de Dios (o “días del Hijo del Hombre”) consistirá en eliminar el poder político romano.

Para este evangelista, y para nosotros, lo importante es saber que el Reino de Dios transforma el interior de la persona (“acontece[rá] dentro de vosotros”), aunque no se reduce a mero intimismo, sino que se irradia en novedad de vida. Y también desea que el creyente viva una auténtica contemporaneidad con Jesús (“ver los días del Hijo del Hombre”), estando atento en cada momento a su palabra, su presencia, su llamada. Esto lo subraya conservando el “dicho de majestad” de Jesús: la generación contemporánea del Mesías tuvo un privilegio irrepetible, que quizá no supo apreciar y… la ocasión ya no volvió; que el creyente no viva ahora en el despiste, que abra los ojos cada día al paso de Jesús.

A pesar de su reflexión y aplicación pastoral tardía, el evangelista no olvida el carácter futuro de la consumación del Reino (“venga tu Reino”: Lc 11,2), ni tampoco su categoría de plenitud y gloria deslumbradora; pero advierte al creyente que a ellas solo se llega como llegó Jesús: pasando por la humillación, el menosprecio, la entrega de la vida.

Nuestro hermano

Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA