miércoles, 5 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 8,28-34

 

Evangelio según San Mateo 8,28-34
Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino.

Y comenzaron a gritar: "¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?"

A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo.

Los demonios suplicaron a Jesús: "Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara".

El les dijo: "Vayan". Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron.

Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados.

Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.


RESONAR DE LA PALABRA

La historia de los endemoniados del evangelio de hoy es una historia de miedos e inseguridades. Es una historia de egoísmo y de miopía. O, si se prefiere, es una parábola sobre la gestión de los recursos. Digamos que los de aquel pueblo se habían hecho, consciente o inconscientemente, una reflexión que podría ser más o menos así: tenemos que sobrevivir –la vida en aquellos tiempos era muy dura, mucho más que hoy– y defendernos de los peligros que nos amenazan. Por una parte están esos endemoniados. Son hermanos nuestros, son de nuestro clan, son de nuestra familia, pero se han vuelto peligrosos. Por otra parte, está la necesidad de comer todos los días. No tener lo suficiente para comer es ver acercarse la muerte para el pueblo. La piara, los cerdos, son el seguro de vida que tenemos. Conclusión (no es difícil): los endemoniados son peligrosos pero podemos evitar el riesgo si no nos acercamos a ellos. Lo más importante es cuidar los cerdos.

Al final es lo mismo que dijo Caifás, el Sumo Sacerdote, cuando estaban juzgando a Jesús: “Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación” (cf. Jn 11,49-50). Solo hay un pequeño detalle que subrayar: Caifás en el fondo no estaba pensando en la nación sino en él, en su posición social, y en su familia. Hacía falta que muriese Jesús para que él y los suyos pudiesen mantenerse en donde estaban. Lo mismo de los del pueblo. Son los dueños de los cerdos los que defienden su seguridad. Y les importa muy poco la vida de aquellos hombres que sufren o la de sus familias.

El evangelio nos recuerda una vez más que para Dios la vida de la persona humana, especialmente la de las que sufren, tiene prioridad sobre cualquier otra intención, interés o lo que sea. Cuando está en juego la vida de una persona, no valen los cálculos ni los intereses egoístas.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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