lunes, 31 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 17,22-27

 

Evangelio según San Mateo 17,22-27
Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres:

lo matarán y al tercer día resucitará". Y ellos quedaron muy apenados.

Al llegar a Cafarnaún, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: "¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?".

"Sí, lo paga", respondió. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: "¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?".

Y como Pedro respondió: "De los extraños", Jesús le dijo: "Eso quiere decir que los hijos están exentos.

Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti".


RESONAR DE LA PALABRA

Hermana, hermano:

Seguro que alguna vez, tras la lectura del Evangelio, le diste vueltas a ese estribillo que se repite en el capítulo 13 de Mateo, ¿verdad?

Ese “sucede con el reino de los cielos…” es el motivo central. Nos habla del plan de Dios, del Sueño de Dios; muy especialmente del modo y manera con que Dios quiere actuar en la historia humana.

Sí. De eso van las parábolas.

De eso va también la de hoy.

Y nos sorprende. Y nos cuestiona. Y nos descoloca. ¿O no?

Siendo sinceros, en muchas ocasiones, esperamos más de “todo un Dios”. Esperamos más en fuerza, en poder, en energía, en planteamientos, en estrategias…

Y resulta que va y Él nos sale con eso de lo pequeño, lo germinal, lo poco, lo casi (o del todo) insignificante…

Con cara de “descolocados” intentemos soltar esas nociones, ideas y valoraciones “paganas”; que, por cierto, nos cuesta bastante dejar.

Abrámonos con confianza en su propuesta, y dejémonos convertir (mejor: seducir) por ese bendito modo de hacer del Señor con su Proyecto.

Dame ojos, Señor, para ver la fuerza de las semillas.

Dame corazón, Señor, para amar la fuerza de los pequeños gestos.

Dame entendimiento, Señor, para ser levadura y fermento.

Dame discernimiento para no dejarme engañar por el espejismo de lo grandioso, de lo poderoso, de lo aparentemente efectivo y perfecto.

Amén.

Tu hermano.
Juan Carlos, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 30 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,44-52

 

Evangelio según San Mateo 13,44-52
Jesús dijo a la multitud:

"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.

El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;

y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."

El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces.

Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.

Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos,

para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron.

Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".


RESONAR DE LA PALABRA

EL REINO DE LOS CIELOS SE PARECE A...

Podemos afirmar que el tema central y principal de la actividad misionera de Jesús es «el Reino» de los cielos o Reino de Dios, que es exactamente lo mismo. Sin embargo, pocos cristianos serían capaces de explicar de qué se trata esto del Reino. Lo más frecuente es relacionarlo con la otra vida, con lo que vendrá después, con el más allá, con el cielo...

Dice el Papa Francisco:

Jesús no se preocupa en explicarlo. Lo enuncia desde el inicio de su Evangelio: «El reino de los cielos está cerca». Sin embargo se refiere a él de manera indirecta, narrando el actuar de un propietario, de un rey, de diez vírgenes tontas que se quedan sin aceite… Prefiere dejarlo intuir, con parábolas y semejanzas, manifestando sobre todo los efectos: el reino de los cielos es capaz de cambiar el mundo, como la levadura oculta en la masa; es pequeño y humilde como un grano de mostaza, que sin embargo se volverá grande como un árbol... y otras como las de hoy.

La intención de Jesús no era darnos detalles sobre la otra vida, y mucho menos abstraernos o evadirnos de «esta» vida, que es lo que en realidad más nos importa ahora. Jesús pretende ayudar a la gente a vivir su vida de aquí desde unas claves que derivan del proyecto amoroso de su Padre Dios: con ilusión, con esperanza, con sentido... Más que hablar de «la otra vida», quiere que «esta vida sea otra», aunque -eso sí es cierto- tenga continuidad, y alcance su plenitud más allá de la muerte.

- El Reino de Dios o de los cielos es «aquello que pertenece a Dios» y que Jesús nos propone como proyecto, como sentido, como objetivo para nuestra existencia. Se trata de todo un «contenedor» de valores que nos vienen de Dios o del cielo... para que construyamos los andamios de nuestra vida personal y de nuestra sociedad aquí en la tierra.

- El Reino de Dios se refiere a cómo son las cosas cuando Dios anda por medio, cómo son las personas cuando se dejan hacer y guiar por Dios. Es decir: cómo es el mundo cuando nada se opone a la voluntad amorosa de Dios. Por eso es lógico identificar el Reino con la persona de Jesús: alguien que es pura y absoluta obediencia y entrega al Padre.

O sea que hablar del Reino es lo mismo que hablar de la «felicidad profunda» a la que aspira cualquier ser humano, y que Dios mismo ha tomado como su primera ocupación y su principal empeño y objetivo para con nosotros. Por eso nos importa mucho conocer cómo es ese Reino de Dios, cómo es ese proyecto de Dios, cómo puedo encontrarme con el Dios que me busca y se preocupa por mi plenitud/felicidad aquí, y también después. ¡Esto sí que es un tesoro, o una perla preciosa!

Las parábolas de hoy nos presentan a dos personajes, que son dos formas de encontrar a Dios y entregarse a Él o ponerse a su servicio, o ser sus cómplices/instrumentos.

- El primero encuentra un tesoro en un campo. No le ha caído llovido del cielo delante de los pies, ni estaba medio tapado detrás de unos arbustos. Estaba, seguramente, trabajando como jornalero, sudando, cavando, «profundizando». Me parece algo relevante. Me atrevo a decir que aquellos que llevan una vida superficial, sin remover la tierra endurecida de cada día, cómoda, a golpe de impulsos y sentimientos, sin «rumiarla» como decían los monjes antiguos... es muy probable que no se encuentre nada.

Este jornalero no dice que estuviera buscando nada, cumplía con sus actividades de cada día. Y de pronto se da cuenta de que tiene allí delante lo que le resolverá toda la vida. Simbolizaría a todos los que, de una manera u otra, con más o menos esfuerzo hemos tenido «la suerte» de encontrarnos con Dios, de conocer a Cristo, de escuchar sus palabras de vida...

Aquel tesoro -como la fe- fue algo recibido: alguien lo puso ahí. Pero podemos apropiárnoslo, podemos hacerlo nuestro, podemos aprovecharlo...

Jesús dice que el que lo encuentra, se llena de alegría. No sé por qué hemos presentado tantas veces una visión de la fe cristiana, de Dios, como alguien triste, que amarga la vida, que impone renuncias y sacrificios, con tantas normas asfixiantes y exigencias imposibles. Que hay que «merecerlo» y ganárnoslo. Pero no es así. Aquel hombre, «por la alegría» de lo que ha encontrado, considerándolo un tesoro muy valioso, no tiene inconveniente en renunciar a otras cosas. Se trata de una renuncia muy especial, pues todo lo que no sea aquel tesoro encontrado, tiene menos valor, o ningún valor. Y está dispuesto a prescindir de lo que sea necesario para que el tesoro sea realmente suyo. Como decía San Pablo: «Todo lo estimo como basura, con tal de conocer a Cristo y el poder de su resurrección». (Flp 3, 8)

Tales renuncias, ese «venderlo todo», no parecen un sacrificio, pues lo que se consigue a cambio vale mucho más. Yo no sé si para muchos la fe, nuestro seguimiento de Jesús, nuestro ponernos en las manos de Dios es algo valioso que nos llene de alegría, tanto, que dejemos de estar tan preocupados y agobiados por cosas que, en el fondo, ni nos llenan, ni nos dan la felicidad, ni nos hacen sentir mejor... a pesar de los muchos esfuerzos y sacrificios que a menudo nos suponen. Quizá sea porque el «tesoro» de nuestro campo, sigue ahí enterrado, sin que sea «nuestro», sin que vivamos de él.

- El otro protagonista de las parábolas es un comerciante que encuentra una perla valiosa. También está en medio de sus tareas cotidianas de compra/venta. Parece que, de nuevo, se insiste en que se puede uno encontrar con lo más importante... sin tener que acudir a sitios raros, a experiencias raras, a esfuerzos costosos.

Ya tenía otras muchas perlas... pero seguía buscando. Ninguna de ellas, ni todas juntas, le llenaban del todo. Aquello no era suficiente. Este personaje es un buscador, como tantos que ha habido en la historia, y también en el día de hoy: No se sienten satisfechos con lo conseguido, aunque pueda ser valioso: ¡Tiene que haber algo más! Y buscan, a veces durante mucho tiempo, incansablemente, en muchos bazares y mercados... Hasta que... un día encuentran algo que merece la pena... Tanto, como para deshacerse de todo lo conseguido y apostar por aquello que acaba de encontrar, para hacerlo realmente suyo.

Es una parábola esperanzadora para todos los buscadores, para los inquietos, para los inconformistas. Según Jesús se acaba encontrando... Pero, como en el caso anterior, no se puede conseguir si no es a base de desprenderse o relativizar de todos los demás. En las cosas de Dios no vale «nadar y guardar la ropa», hacerse con aquella perla... manteniendo todas las demás. Estamos con el primer mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas. O si se quiere: Poner el proyecto de Dios, los valores de Jesús, su mensaje... por encima de todo lo demás. Jugárselo todo por el Evangelio. Estar más pendiente de los demás, que de mí mismo, mis proyectos, mi propia perfección.

- Concluyendo:

- Hay un tesoro en mi campo. Muy valioso. Pero, quizá, todavía sin desenterrar. Habrá que buscar por ahí dentro, cavar, profundizar...

- Hay una perla preciosa que está a mi alcance. Pero tengo que ponerme a buscar y no conformarme con lo conseguido.

- Que puedo encontrar a Dios, la fe, el sentido de mi vida en medio de mis cosas de cada día. Porque es ahí donde está

- Que merece la pena, que nos llena de alegría... y que necesitamos apasionarnos un poco más con el mensaje de Jesús como para arriesgarnos del todo .

- Y que la alegría profunda es la mejor señal de que he encontrado algo/alguien que realmente merece la pena.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 29 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 11,19-27

 

Evangelio según San Juan 11,19-27
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.

Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.

Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".

Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".

Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".

Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;

y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".

Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".


RESONAR DE LA PALABRA

Marta es la hermana de María y de Lázaro. Aparece en la conocida escena en la que Jesús llega invitado a su casa y, mientras que Marta se afana en servir a la mesa para que todo esté en orden para el invitado, María se sitúa a los pies de Jesús escuchándole con atención. De esa escena siempre se ha dicho que señala la importancia de la contemplación/oración en la vida cristiana.

Pero el texto del evangelio indica que no estaban las cosas tan claras entre Marta y María. Cuando Jesús se acerca a la casa de las hermanas para dar el pésame por el fallecimiento de Lázaro, Marta es la que se acerca a Jesús e intercede por su hermano mientras que María se queda en casa, casi podríamos decir que paralizada por el dolor.

Sus palabras ante Jesús nos muestran a una Marta que tiene su confianza y su fe bien radicada en Jesús. Es consciente de que su hermano está muerto y de que Jesús llega tarde pero “aún ahora sé que todo lo que le pidas a Dios te lo concederá”.

Lo que sigue es un diálogo de fe en el que Marta termina confesando plenamente su fe en Jesús: “Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.” Es una confesión de fe que ya no pone condiciones. No dice “si mi hermano resucita, entonces creo que tú eres el Hijo de Dios.” Simplemente confiesa su fe. Su confianza es plena y total. A pesar de los pesares. A pesar de que su hermano ya lleva tres días enterrado y su cuerpo se está empezando a descomponer.

Para nosotros, en este día, queda la confesión de fe de Marta, total, plena, sin condiciones. Y también las palabras anteriores de Jesús que han provocado esa confesión de fe: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”.

Quizá podríamos repetir estas palabras muchas veces en nuestra oración: la afirmación de Jesús y la respuesta de María. Y después, llenos de fe, ir a servir a nuestros hermanos y hermanas. Como parece que tantas veces hizo Marta.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 28 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,18-23

 

Evangelio según San Mateo 13,18-23
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.

Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.

El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,

pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.

El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.

Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".


RESONAR DE LA PALABRA

La historia de la humanidad está teñida de sangre, de violencia. Por mucho que nos cueste reconocerlo es así. Basta con que echemos una ojeada a los libros de historia. No hay periodo de la historia que esté libre de batallas y sangre. No hay cultura que pueda decir que ha vivido siempre en paz. Hay batallas a muchos niveles. Se enfrentan las naciones. Pero también se enfrentan las familias, los amigos. La violencia parece que está metida en el tuétano de nuestros huesos, que forma parte de nuestro ser. Quizá sea fruto de la inseguridad, del temor, de la lucha por sobrevivir, que no siempre ha sido fácil para las personas a lo largo de la historia.

Cuando pensamos en lo opuesto a la paz, solemos pensar en las guerras entre naciones. Pero hay muchas más formas de violencia. Hay también una forma de violencia oral. Me he sorprendido muchas veces encontrándome con personas, absolutamente pacíficas en sus formas –diríamos que incapaces de matar a una mosca– que al hablar de los políticos (obviamente de los que son opuestos a sus ideas) destilan una violencia realmente increíble en sus palabras. Otros echan una violencia tremenda al volante, cuando conducen. Otros la generan en el campo de deportes (¡pobres árbitros!). Hay violencia entre las personas, en las relaciones humanas.

Hoy celebramos la fiesta de Santa María, Reina de la Paz. A Jesús por su mediación, le pedimos que nos libere de esa violencia que nos invade a veces por dentro como un cáncer. Y que nos haga hombres y mujeres de paz.

La paz no es sólo ausencia de violencia física. La paz es capacidad de diálogo, de escucha del otro y de sus necesidades. La paz es tolerancia frente al que no piensa como nosotros. La paz es respeto a los derechos humanos. La paz es justicia y atención especial para los más necesitados, para los pobres, para los marginados. Vamos a trabajar todos juntos por la paz. Este día y todos los días. Porque el Reino de Dios es reino de paz.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 27 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,10-17

 

Evangelio según San Mateo 13,10-17
En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?".

El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.

Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.

Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.

Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán,

Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.

Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.

Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron."


RESONAR DE LA PALABRA

Dice el refrán popular que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”. Digo yo que algo así es lo que Jesús nos quiere decir en el evangelio de hoy. Parece ser que había gente que no entendía las parábolas con las que hablaba Jesús. Quizá mejor pensar que la historia de la parábola la entendían –son historias realmente simples– y que lo que no entendían era a cuento de qué venía esa historia, lo que Jesús quería decir con ellas. Dicho en otros términos, parece que había gente que no entendía la indirecta o el mensaje de fondo de la parábola.

Pero Jesús tiene claro que entre sus oyentes hay personas que tienen los oídos cerrados. Son de aquellos que no quieren oír el mensaje de la buena nueva. Son de los que terminan diciendo que Jesús expulsa demonios con el poder de Belcebú, como se dice en otro pasaje evangélico. Son los que no solo no creen sino que no quieren creer. Y, si van a escuchar a Jesús, es porque le quieren pillar en falta, quieren encontrar alguna contradicción que les permita decir que todo el mensaje de Jesús es una tontería, que no hay que hacerle caso y que pueden seguir a su vida, a lo de siempre con mucha tranquilidad.

Esos son los que “son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.”

Jesús nos invita a abrir los oídos y los ojos, a creer en él abriéndole nuestro corazón. Porque solo así nos podrá curar, sanar, reconciliar. Y nos abrirá a una nueva existencia en la esperanza y el amor fraterno. Eso es el Reino. Pero para eso tenemos que salir de nuestras casillas, de los caminos de siempre y entrar por los caminos nuevos del Reino. Jesús nos invita a seguirle, a convertirnos, a curarnos, a entrar en la vida nueva del Reino.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

miércoles, 26 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,1-9

 

Evangelio según San Mateo 13,1-9
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar.

Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.

Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar.

Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron.

Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda;

pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.

Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.

Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.

¡El que tenga oídos, que oiga!".


RESONAR DE LA PALABRA

Vamos a ser sinceros. No tenemos ninguna seguridad de estos santos que hoy celebramos. Está claro que la madre de Jesús, María, tuvo padres. Pero la verdad es que no sabemos nada de ellos. Ni un solo dato histórico más allá de una tradición del siglo II, es decir, una tradición que surge a muchos años de la muerte de los padres de María.

Pero María tuvo padres. La tradición ha querido que se llamaran Joaquín y Ana. Y, por aquello de que “el que a los suyos parece, honra merece”, podríamos decir que la generosidad de María cuando dijo “hágase” a la propuesta del ángel, cuando siguió a Jesús y casi podemos decir que fue su primera discípula, cuando estuvo a los pies de la cruz en el momento del mayor dolor y cuando, después de la muerte de Jesús, se reunía con los demás discípulos a orar, ya estuvo incoada en la familia en que nació.

Porque hay muchas cosas de nuestra vida que o se reciben cuando somos muy pequeños en la relación con nuestros padres o no se reciben nunca. En el español más castizo se dice que hay cosas (educación, estilo, forma de ser) que hay que mamarlas. O se aprenden en esos momentos iniciales de la vida o ya va a ser muy difícil que se aprendan o asimilen nunca.

Podemos imaginar, suponer, que María aprendió desde su más tierna infancia de sus padres cómo tenía que ser su relación con Dios. El “hágase su voluntad” de María al ángel en la Anunciación no brotó de la nada. Más bien, viene de una actitud de vida que se aprende desde la infancia, en la vida de familia, en lo que se ve en la relación de nuestros padres, en su forma de hablar, de comportarse, de ser.

Hoy es una día para pensar en nuestras familias. Y en la responsabilidad que tenemos de cuidar y educar bien a los pequeños que en ellas van creciendo a la vida. No se trata de educar a través de la palabra sino del ejemplo de vida. Es complicado educar a los hijos. Quizá es más complicado incluso en nuestros días. Pero la base necesaria será hoy y siempre el ejemplo, el testimonio de una vida construida sobre el amor, el cariño y el cuidado mutuo.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 25 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - EVANGELIO DE MATEO 20, 20 - 28

 EVANGELIO DE MATEO 20, 20 - 28

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición. 21 Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». 22 Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos». 23 Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». 24 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. 25 Y llamándolos, Jesús les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. 26 No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, 27 y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. 28 Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».


RESONAR DE LA PALABRA


¡Qué gran contradicción entre el Evangelio de hoy y esa imagen tan tradicional en España de Santiago, vestido de guerrero y montado en un caballo saliendo a batallar contra los ejércitos musulmanes! Son imágenes difíciles de conciliar por no decir que es imposible.

Una es la imagen del poder que se impone por la violencia, por el dominio (manifestado en el soldado musulmán que se retuerce pisado por el caballo. En el fondo no es muy diferente esta imagen de lo que pedía a Jesús la madre de los Zebedeos, que sus hijos se sentasen uno a la derecha y otro a la izquierda de Jesús. Son posiciones de poder, de autoridad, de dominio. La madre, y quizá también los hijos, pretendía esas posiciones de poder para sus hijos, pretendía ponerles por encima de los otros apóstoles. La madre quería para sus hijos los dos primeros puestos del escalafón. Justo por debajo de Jesús. El resultado fue que los otros apóstoles se enfadaron. Más que todo porque, probablemente, ellos también aspiraban a esos puestos de poder.

Las palabras finales de Jesús nos sitúan en una realidad diferente. Jesús habla del Reino, anuncia el Reino y vive el Reino. El Reino no es de este mundo en el sentido de que no se mueve con los principios y valores de este mundo. El Reino es reino de fraternidad. No hay posiciones de poder sino de servicio. Es grande el que más sirve. Es Jesús lavando los pies a los discípulos. Es Jesús dando de comer a los hambrientos. Es Jesús poniendo en el medio a un niño como el más importante. Es Jesús haciéndose pan de vida para nosotros. Es Jesús entregando su vida en la cruz por fidelidad al Reino.

Con esa autoridad le dice a los apóstoles que el que quiera ser primero entre ellos que se haga el esclavo de todos. Esa palabra “esclavo” tuvo que sonar muy fuerte en aquella época. En nuestros días puede tener un sentido metafórico pero en el tiempo de Jesús todos sabían perfectamente lo que era un esclavo. Tuvo que sonar duro a los oídos de los discípulos. Tiene que sonar con toda su fuerza en nuestros oídos. Como el hijo del hombre que no vino para ser servido sino para servir y dar su vida por nosotros. Así debe ser el cristiano: no pensar en los primeros puestos sino en servir. Porque un cristiano que no sirve no sirve para nada.


Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 22 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18

 

Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.

Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro

y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.

Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".

Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.

Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo".

Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!".

Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".

María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.


RESONAR DE LA PALABRA

Por alguna razón de María Magdalena se tiene la imagen de que era una prostituta. Debe ser porque, como se dice de ella que era una pecadora, la única posibilidad que tiene una mujer de ser pecadora es siendo prostituta. En realidad, en el Evangelio solo se dice que de ella habían salido siete demonios (Lc 8,1-2). Pasa que se la ha identificado con la mujer adúltera del evangelio de Juan y con la pecadora que unge los pies de Jesús (Mc 14,3-8), de las que no se dice el nombre en esos textos. Vamos a dejar esta historia de lado. La mujer, como el hombre, puede ser pecadora de muchas maneras. Y lo que nos importa no es lo que fue sino en lo que se convirtió al encontrarse con Jesús. Que ninguno de nosotros puede decir que tenga un pasado impoluto y libre de toda culpa.

María Magdalena siguió a Jesús, fue discípula de Jesús. Estuvo al pie de la cruz, acompañando a María, la madre de Jesús. Y luego fue testigo de la resurrección. Uno de los primeros testigos. Y, según el evangelio de hoy, fue ella la que dio testimonio de la resurrección de Jesús a los otros discípulos. Esto es ya muy importante. Porque en aquel mundo patriarcal, el testimonio de un mujer no tenía valor. Esto nos habla ya de que en torno a Jesús se había creado una comunidad nueva, igualitaria, donde las mujeres estaban al mismo nivel que los hombres. Todos discípulos, todos creyentes, todos seguidores de Jesús. Y precisamente Jesús resucitado se aparece a María Magdalena y le pide que vaya a anunciar a sus hermanos que ha resucitado.

La situación para las mujeres en nuestro mundo, y en nuestra iglesia, ha ido cambiando. Para ser realistas, ha ido mejorando. En muchas cosas, están a un nivel de igualdad con respecto al hombre. Pero todavía queda mucho por hacer. Todavía hay culturas y sociedades donde la mujer se sitúa a un nivel inferior al hombre. O, si lo prefieren, el hombre se sabe superior a la mujer. Solo un pequeño detalle: incluso en las sociedad que creemos que son más avanzadas, a igual trabajo el salario de la mujer es habitualmente inferior al del hombre. Es solo un detalle pero ya dice mucho. María Magdalena, discípula entre los discípulos, nos hace recordar que el reino del que habló Jesús es un reino de igualdad, de fraternidad, donde todos, hombre y mujeres, estamos al mismo nivel y compartimos la misma mesa en torno al único Padre.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 21 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 12,1-8

 

Evangelio según San Mateo 12,1-8
Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas.

Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado".

Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,

cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes?

¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?

Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo.

Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.

Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".


RESONAR DE LA PALABRA


El evangelio de hoy nos trae uno de tantos choques como parece que se produjeron entre Jesús y los fariseos. Estos andaban muy preocupados con el cumplimiento de las normas. Lo hacían con toda la buena voluntad del mundo. Para ellos la fidelidad en el cumplimiento de hasta la más mínima de las normas y leyes del judaísmo era señal práctica y concreta de su fidelidad a Dios. Pero esa observancia tenía una consecuencia negativa: al final todas las normas tenían el mismo nivel, la misma importancia. Para entendernos en el lenguaje más de la iglesia católica, el quebrantamiento de cualquier norma, por pequeña que fuese, era siempre pecado mortal. Significa ser infiel a Dios.

Por eso, los fariseos critican a los discípulos. Al coger las espigas porque tenían hambre estaban quebrantando la ley del sábado. Estaban siendo infieles a Dios. Es una queja y crítica lógica desde su perspectiva. Esperan de Jesús que ordene a sus discípulos que paren de hacer lo que hacen y que se comporten como debe comportarse un judío: cumpliendo todas las normas.

Pero Jesús se coloca en otra perspectiva. En este mundo hay muchas normas. Pero no todas tienen la misma importancia. A veces, hay normas que chocan unas con otras. Jesús tiene claro que hay una jerarquía. Y el punto más alto de la jerarquía es el bien de la persona humana. Antes que cumplir la norma del sábado, hay que dar de comer al hambriento. Así de sencillo.

El Dios de Jesús es Dios de misericordia. Se preocupa por el bien de sus hijos e hijas. No quiere sus sacrificios. No quiere que se humillen. Quiere que vivan de acuerdo con su dignidad de hijos e hijas de Dios. Antes que ser adorado y alabado, prefiere que sacien su hambre. Porque como decía ya en el siglo II San Ireneo: “la gloria de Dios es que el hombre viva”. Por esa razón, Jesús puede decir que el Hijo del Hombre es señor del sábado y tiene autoridad para poner todas las normas al servicio del bien de la persona.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 20 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 11,28-30

 

Evangelio según San Mateo 11,28-30
Jesús tomó la palabra y dijo:

"Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.

Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.

Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."


RESONAR DE LA PALABRA


El texto del evangelio de hoy es breve pero jugoso. Por si no teníamos bastante con el de ayer en el que se nos recordaba que Dios prefiere a la gente sencilla, hoy Jesús levanta la mano, abre las puertas de su corazón, para todos los que están cansados y agobiados, para todos los que sufren, para los que les ha tocado la peor suerte en esta vida.

Lo cierto es que si miramos a nuestro alrededor vemos mucho sufrimiento. Con tal de que queramos ver. Recuerdo una persona que me contó que él en toda su infancia y juventud nunca había visto la pobreza porque, a pesar de vivir en un país muy pobre, siempre que había salido de casa lo había hecho en el cochazo de su padre que tenía los cristales tintados. Por eso digo que hay que mirar con un poco de atención. Y bajar la ventanilla del coche para que nos dé el aire, para ver a las personas que nos rodean y sentir el mal olor –¿se han dado cuenta de que la pobreza también huele mal?– de la pobreza.

Hay muchos cansados y agobiados. Más de los que parece a simple vista. Todos llevamos nuestras miserias y nuestras heridas. Pasa que también todos, o casi todos, hemos aprendido a construirnos una coraza, una defensa, que nos cubre y que nos hace aparecer felices ante los demás. Pero la procesión va por dentro. Demasiadas veces.

Jesús tenía buenos ojos. Miraba también con el corazón. Y en nombre de Dios hizo de sí mismo un puerto de acogida para todos los que estaban “cansados y agobiados”.

Pero hay algo más en este evangelio. Los “cansados y agobiados” encontrarán descanso en su corazón. Por supuesto. Lo más a que me refiero es que estar con Jesús es fácil porque su yugo es llevadero y su carga ligera. Acercarse a Jesús no es como entrar en una secta, donde las normas son estrictas, donde hay tabúes, donde se multiplican las normas y las condiciones para salvarse. Acercarse a Jesús es entrar en el Reino del Padre, en una familia que se basa en el respeto, el amor y la justicia. Es una familia abierta, inclusiva, donde todos son bien recibidos, acogidos y amados en lo que son. Donde el amor fraterno no pone condiciones. Igual que el amor de Dios.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 19 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 11,25-27


Evangelio según San Mateo 11,25-27
Jesús dijo:
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."


RESONAR DE LA PALABRA


Definitivamente Jesús le da la vuelta a este mundo. Antes de Jesús a Dios se le había representado siempre como todopoderoso y subido a los cielos. En su altura se le veía como inalcanzable para los hombres. Tan lejos se le veía que la sola posibilidad de encontrarse con él, generaba temor, miedo, pavor. Dios era casi con toda seguridad una amenaza para la humanidad. Por eso, convenía tenerle contento, ofrecerle sacrificios propiciatorios. Siempre era mejor tenerle a favor que en contra porque solo su mirada podría destruir el mundo. De ahí los templos, lugares de la presencia de Dios pero lugares también de su poder, de su omnipotencia amenazadora. A ellos solo se podían acercar las personas consagradas, los santos, los que guardaban a la perfección sus leyes. Su santidad era tal que suponía un peligro para la vida humana.

Pero con Jesús es diferente. Él conoce a Dios Padre. Él es el Hijo, el único que conoce de verdad al Padre. Pero resulta que todo ese conocimiento se lo regala a los pobres y sencillos. A ellos se les regala el verdadero rostro de Dios, que ya no es amenaza para la vida sino amor que crea y recrea la vida de las personas. El amor es cercanía, compañía, ternura, suavidad. El amor es apoyo que nos levanta, que nos llena de esperanza. Este Dios que nos revela Jesús ya no genera espanto, miedo ni temor. Más bien su cercanía genera en nosotros confianza, serenidad, paz. Es un Dios que se pasea por nuestras calles y entra en nuestras casas. Es un Dios que se hace cercano a todos y, por eso, se hace cercano a la gente sencilla. Los sabios y entendidos no lo entienden porque no les cabe en sus esquemas.

Es tiempo de dar gracias con Jesús al Padre, porque hemos conocido su rostro, porque nos sabemos queridos y amados por él, porque sentimos que la misericordia es más grande que el juicio. Todavía, de vez en cuando, nos brota del corazón el temor y el miedo pero nos basta con leer este evangelio para que desaparezcan esos sentimientos y brote la confianza, la alegría y la esperanza.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 18 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 11,20-24

 

Evangelio según San Mateo 11,20-24
}Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido.

"¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.

Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.

Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.

Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".


RESONAR DE LA PALABRA

Si hacemos una primera lectura rápida al evangelio de hoy, podemos pensar que Jesús está clamando por el castigo divino para estas ciudades donde ha hecho presente con palabras y signos el mensaje del reino de Dios pero no le han escuchado, no se han convertido. Por eso, da la impresión de que Jesús les está anunciando el castigo que van a tener. Es, diríamos, un castigo merecido.

Pero si ponemos estas palabras de Jesús en el contexto del conjunto del Evangelio, creo que no podemos pensar así. El amor de Dios que se manifiesta en el anuncio del Reino no es un amor que juzgue con dureza ni castigue. Es un amor que no pone condiciones. Y, precisamente por eso, respeta la libertad del otro, del destinatario. Jesús ha llevado a esas ciudades el anuncio del Reino. Y siente en su corazón el dolor inmenso del padre, de su Abbá, que se sabe rechazado en su mensaje de amor por sus hijos.

El Padre no está pensando en el castigo que merecen sus hijos. No les quiere castigar. Les está ofreciendo un camino nuevo, de salvación, de vida, y ve horrorizado como ellos, sus hijos e hijas queridos, rechazan la oferta y desconfían en la mano que se les ofrece. Pero ni el Padre ni Jesús pueden hacer otra cosa. El Reino no se impone por la espada ni por la ley. No es una obligación. El Reino solo se puede acoger libremente, desde el corazón. Y Dios, ¡qué gran misterio!, no puede sino respetar nuestra libertad. Siempre habrá un puesto en la mesa, por si el hijo viene. Porque Dios cree en nosotros y no desespera. Pero no invade nuestra libertad. Este es el misterio de la encarnación y del respeto inmenso que Dios siente por sus criaturas.

Pero eso no quita para que en el texto del evangelio de hoy, Jesús manifiesta su dolor, su pena, su tristeza ante sus hermanos y hermanas que rechazan la buena nueva del Evangelio, del Reino, de la Vida que Dios nos ofrece.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 17 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.

 

Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.
Jesús dijo a sus apóstoles:
"No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada.
Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra;
y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa".
Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.


RESONAR DE LA PALABRA


«El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará»

Parece duro y grave este precepto del Señor de negarse a sí mismo para seguirle. Pero no es ni duro ni grave lo que manda aquel que ayuda a realizar lo que ordena. Es verdad, en efecto, lo que se dice en el salmo: Según tus mandatos, yo me he mantenido en la senda penosa. Como también es cierto lo que él mismo afirma: Mi yugo es llevadero y mi carga ligera. El amor hace suave lo que hay de duro en el precepto.

Todos sabemos de qué no es capaz el amor. El amor es no pocas veces hasta réprobo y lascivo. ¡Cuántas cosas duras no tuvieron que tolerar los hombres, cuántas cosas indignas e intolerables no hubieron de soportar para lograr el objeto de su amor!

Pues bien, siendo en su mayoría los hombres cuales son sus amores, ni es preciso preocuparse tanto de cómo se vive cuanto de saber elegir lo que es digno de ser amado, ¿por qué te admiras de que quien ama a Cristo y quiere seguir a Cristo, amando se niegue a sí mismo? Pues si es verdad que el hombre se pierde amándose, no hay duda de que se encuentra negándose.

¿Quién no ha de querer seguir a Cristo, en quien reside la felicidad suma, la suma paz, la eterna seguridad? Bueno le es seguir a Cristo, pero conviene considerar el camino. Porque cuando el Señor Jesús pronunció estas palabras, todavía no había resucitado de entre los muertos. Todavía no había padecido, le esperaba la cruz, el deshonor, los ultrajes, la flagelación, las espinas, las heridas, los insultos, los oprobios, la muerte. Un camino casi desesperado; te acobarda; no quieres seguirlo. ¡Síguelo! Erizado es el camino que el hombre se ha construido, pero Cristo lo ha allanado recorriéndolo fatigosamente de retorno.

Pues ¿quién no desea caminar hacia la exaltación? A todo el mundo le deleita la grandeza: pues bien, la humildad es la escala para ascender a ella. ¿Por qué alzas el pie más allá de tus posibilidades? ¿Quieres caer en vez de ascender? Da un primer paso y ya has iniciado la ascensión. No querían respetar esta gradación de la humildad aquellos dos discípulos, que decían: Señor, concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Aspiraban a la cima sin tener en cuenta las escalas intermedias. El Señor se las indicó. ¿Qué es lo que les respondió? ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? Vosotros que aspiráis a la cúpula de la grandeza, ¿sois capaces de beber el cáliz de la humildad? Por eso no se contentó con, decir: Que se niegue a sí mismo y me siga, sino que intercaló: Que cargue con su cruz y me siga.

¿Qué significa: Cargue con su cruz? Soporte cualquier molestia: y así que me siga. Bastará que se ponga a seguirme imitando mi vida y cumpliendo mis preceptos, para que al punto aparezcan muchos contradictores, muchos que intenten impedírselo, muchos que querrán disuadirle, y los encontrará incluso entre los seguidores de Cristo. A Cristo acompañaban aquellos que querían hacer callar a los ciegos. Si quieres seguirle, acepta como cruz las amenazas, las seducciones y los obstáculos de cualquier clase; soporta, aguanta, manténte firme. Estas palabras del Señor parecen una exhortación al martirio. Si arrecia la persecución, ¿no debe despreciarse todo por amor a Cristo?

fuente del comentario Agustín de Hipona

domingo, 16 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,1-23

 

Evangelio según San Mateo 13,1-23
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar.

Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.

Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar.

Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron.

Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda;

pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.

Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.

Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.

¡El que tenga oídos, que oiga!".

Los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?".

El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.

Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.

Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.

Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán,

Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.

Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.

Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron."

Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.

Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.

El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,

pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.

El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.

Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".


RESONAR DE LA PALABRA


«Y les habló muchas cosas en parábolas…» Se ve por el contexto que el Señor se sentó en una nave y que las turbas se quedaron en la ribera. Les habló con parábolas para darnos a entender que los que están fuera de la Iglesia no pueden comprender las conversaciones divinas. La nave representa la Iglesia, dentro de la cual es depositada y predicada la palabra de vida, palabra que no pueden comprender quienes están fuera de la Iglesia, como si fueran arena estéril.

12. «Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará.» Los judíos, que no tienen fe, perdieron hasta la ley que habían tenido. Y por eso la fe en el Evangelio tiene la plenitud de los dones, porque una vez recibida nos enriquece con nuevos frutos, mientras que si se rechaza nos quita los dones que hemos recibido en el primer estado de naturaleza.

16-17. «¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!» Habla aquí de la dicha del tiempo de los Apóstoles, cuyos ojos y oídos tuvieron la felicidad de ver y comprender la salud de Dios, cosa que los profetas y los justos desearon ver y comprender, y que estaba reservada para la plenitud de los tiempos. Por eso sigue: «Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.»

San Hilario, in Matthaeum, 13

fuente del comentario deiverbum.org
 

jueves, 13 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 10,7-15

 

Evangelio según San Mateo 10,7-15
Jesús dijo a sus apóstoles:

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.

Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente."

No lleven encima oro ni plata, ni monedas,

ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.

Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella.

Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.

Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies.

Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.


RESONAR DE LA PALABRA


El anuncio del reino es tan diferente, tan alternativo a lo que es habitual en nuestro mundo que, inevitablemente, va a engendrar violencia. A pesar de que los mensajeros no leven armas ni guardias ni ejércitos consigo, la reacción de los que se van a sentir amenazados en sus privilegios o en su estilo de vida va a generar mucha violencia. La fuerza de las inercias, del siempre ha sido así, es tal que muchas personas se asustan ante el cambio. Y se asustan más ante el cambio radical que propone el anuncio del reino. El cambio da miedo y uno prefiere quedarse con lo de siempre antes que asomarse al vacío de algo que no se sabe cómo va a terminar.

Ante la propuesta del reino: fraternidad, no violencia, justicia, inclusión de los excluidos, de los marginados, de los pobres, la respuesta de muchos va a ser la violencia. El reino se siente como una amenaza que puede llegar a destruir nuestra forma de vida. ¿Cómo vamos a abrir la mano ante el desconocido si toda la vida nos han enseñado que el desconocido no es un hermano sino un posible, casi seguro, agresor? Y de ahí para delante queda poco para justificar las guerras y cualquier forma de violencia. Porque en la historia del mundo descubrimos que hasta los agresores han agredido porque se sentían ellos mismos agredidos.

Por todo eso no es extraño que Jesús deje claro a los discípulos que en su misión de anunciar el reino se van a encontrar casi seguro con persecuciones, con gentes que les van a atacar pensando que hacen lo justo, lo necesario, lo que hay que hacer. Porque se sienten agredidos ante un anuncio, el del reino, que hace una propuesta radical de cambio de estilo de vida.

Jesús anima a los discípulos a ser valientes. A no cejar en el anuncio del reino. Dios mismo estará con ellos. Pondrá las palabras correctas en su boca. Y siempre se encontrarán a alguien con el corazón abierto para acoger el anuncio del reino y comenzar a vivir de otra manera, más humana y más divina, más fraterna y más justa. Y el anuncio seguirá llegando a los pequeños y a los sencillos de corazón. ¿De qué tenemos miedo?

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 12 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 10,1-7

 

Evangelio según San Mateo 10,1-7
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.

Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan;

Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo;

Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos.

"Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.


RESONAR DE LA PALABRA


Los nombres de los doce, o de los once, según se mire, han quedado grabados en la historia de la iglesia. Fueron los primeros llamados a colaborar con Jesús, a estar a su lado. Ciertamente no fueron perfectos. No sabemos las razones que tuvo Jesús para elegir precisamente a estos doce y no a otros. Hasta podríamos decir que la elección no le salió muy bien a Jesús. A lo largo de los evangelios se habla con mucha claridad de sus debilidades y traiciones. No solo se trata de Judas, el traidor del último momento. Pedro mismo mereció ser llamado “satanás” por parte de Jesús. Tampoco entendieron mucho lo que era el Reino como lo demuestra que anduvieran discutiendo entre ellos quién era el primero, el más importante.

Pero ahí están: Simón, Andrés, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo, Santiago, Tadeo, Simón y Judas. Con sus debilidades y limitaciones. Con sus dudas. Elegidos por gracia para ser testigos del amor de Dios. Dice el evangelio que Jesús les dio autoridad pero no para mandar sobre el resto de los discípulos, no para gobernar, sino para “expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia”.

Así es, debe ser, la autoridad en la Iglesia. Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido sino a servir. Por eso los apóstoles, los doce, no fueron elegidos para ser servidos, para ocupar posiciones de poder sino para servir a sus hermanos y hermanas, expulsando los malos espíritus y curando las enfermedades. Dicho en otras palabras: curando, reconciliando, perdonando, liberando… ayudando a las personas a ser y reconocerse como hijos e hijas amadas de Dios.

Algunos papas en la iglesia han firmado sus documentos como “Servus servorum Dei”, que traducido dice que son “siervos de los siervos de Dios”. Ojalá todos en el pueblo de Dios, sin distinción de cargo, nos sintamos siervos de nuestros hermanos y hermanas y portadores de una autoridad que solo sirva para sanar y reconciliar y salvar.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA