jueves, 30 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 9,1-8

 

Evangelio según San Mateo 9,1-8
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad.

Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados".

Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema".

Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal?

¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'?

Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".

El se levantó y se fue a su casa.

Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.


RESONAR DE LA PALABRA


Prueba de discipulado

Humanamente hablando, es mucho más fácil decir "lárgate" que decir "te perdono" a nuestros enemigos. Si perdonar fuera tan fácil, ¡qué diferente habría sido nuestro mundo, y qué libre de guerras y armas! Pero también es evidente que para Jesús el perdón era tan fácil que a menudo las palabras de perdón eran las que brotaban de él incluso en los momentos más duros, como en la cruz. Afortunadamente, es este don de la "facilidad de perdonar" el que Jesús ha ofrecido a cada seguidor como gracia y mandato. La misión que se nos ha confiado es la de "predicar el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones" (cf. Lc 24,47). Honramos a los primeros mártires de la Iglesia de Roma: lo que destaca de los mártires cristianos, empezando por San Esteban, es la facilidad con que perdonan a los infractores. Quizá sea ésta la verdadera prueba de nuestro discipulado cristiano: la facilidad con la que podemos perdonar a quienes nos ofenden.

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 29 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 16,13-19

 

Evangelio según San Mateo 16,13-19
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".

Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".

"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".

Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".

Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.

Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.

Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".


RESONAR DE LA PALABRA


Coniunctio eclesial

Con toda la importancia primordial que tienen Pedro y Pablo en la Iglesia, ¿por qué se agrupan sus fiestas en un solo día, en lugar de honrarlas con días individuales separados? Quizá podamos pensar en dos razones: (1) Esta fiesta se refiere más a la Iglesia que a ellos, y la Iglesia es siempre una comunidad, no un asunto individual. (2) El fenómeno Pedro-Pablo es una ventana a la naturaleza de la Iglesia que permanece abierta e inclusiva. Son dos extremos de un continuo. Pedro es todo lo que Pablo no es, y viceversa: Pedro es pescador, campesino de clase obrera, prácticamente sin estudios (sólo el bachillerato), y lleno de corazón (emoción). Pablo, por el contrario, es un intelectual, de clase noble, ciudadano romano, con estudios en la Ivy League, y lleno de razón. Si Dios los eligió a ambos, así debe ser la Iglesia: abierta a todo tipo de seres humanos. Como en la jerga alquímica, un coninuncio: una unión de opuestos.

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 28 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 8,23-27

 

Evangelio según San Mateo 8,23-27
Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron.

De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía.

Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: "¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!".

El les respondió: "¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?". Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma.

Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".


RESONAR DE LA PALABRA

Tormenta en una taza de té

Debatamos:

Yo digo: "¿Quién no tendría miedo en tal tormenta? ¿Acaso los discípulos no eran humanos?"

Tú dices: "Pero Jesús está en el barco con los discípulos. ¿Por qué tener miedo?"

Yo digo: "Pero Él está dormido. ¿Cómo lo sabe?"

Tú dices: ¿No está escrito: "Yo dormía, pero mi corazón estaba despierto"? (Cantar 5:2)

Yo digo: "Entonces debería haber hecho algo".

Tú dices: "¡Él es el Verbo que creó el mundo!"

Yo digo: "Pero en el sueño, ¿no es silenciosa la Palabra?"

¡Hombres de poca fe! ¿Por qué dudaron? Al final, todo resultó ser una mera tormenta en una taza de té (o una tempestad en una tetera, si lo prefieres). Porque, incluso en su sueño, sabe; incluso en su silencio, manda. Podemos estar tranquilos.

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 27 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 8,18-22

 

Evangelio según San Mateo 8,18-22
Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla.

Entonces se aproximó un escriba y le dijo: "Maestro, te seguiré adonde vayas".

Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".

Otro de sus discípulos le dijo: "Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre".

Pero Jesús le respondió: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".


RESONAR DE LA PALABRA

Quemando puentes atrás

Dejar a los muertos para enterrar a los muertos podría parecer una exigencia demasiado cruel; pero cuando se trata de seguir al Señor, sólo significa un compromiso inmediato y absoluto. Así le siguieron también los primeros discípulos: "inmediatamente"; "dejando atrás la barca y a su padre" (cf. Mt. 4,22). Hay que quemar los puentes con el pasado, sea bueno o malo; Cristo se convierte en el único foco de atención a partir de entonces. Jesús lo dejó más claro cuando dijo: "Nadie que ponga la mano en el arado y mire hacia atrás es apto para el reino de Dios" (Lc 9,62). Como dijo David Lloyd George: "No tengas miedo de dar un gran paso si es el indicado. No se puede cruzar un abismo en dos pequeños saltos". Seguir a Cristo es un salto completo, largo y duro: un salto de fe a través del abismo de la vida. Hay que saltar con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y con toda la mente (cf. Lc 10,27) para aterrizar en su seno, donde podemos reclinar la cabeza.

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 26 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,51-62

 

Evangelio según San Lucas 9,51-62
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén

y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.

Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?".

Pero él se dio vuelta y los reprendió.

Y se fueron a otro pueblo.

Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!".

Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".

Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre".

Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios".

Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos".

Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA


EMPEÑADOS EN NO SALIR DEL SURCO

 La primera lectura nos ha presentado a un hombre conduciendo unas yuntas de bueyes, unas detrás de otras. Él sujeta la última. Esta estampa nos resulta insólita hoy en nuestros campos, aunque no en otros rincones del mundo. Podemos deducir que Eliseo es un labrador bastante rico, pero que su trabajo es duro porque necesita la fuerza de 24 bueyes para conseguir hacer los surcos en el terreno. También podemos suponer que, mientras Eliseo avanza lentamente, irá haciendo sus cálculos sobre la cosecha, planeando, tal vez, comprar una nueva pareja de bueyes. Y, seguramente, soñando cuando pueda tener algunos criados que le hagan el trabajo, sin tener que quemarse al sol ni empaparse con la lluvia.

Pero ¿quién guía a quién?. ¿Eliseo conduce a los bueyes? ¿O es más bien al revés? Porque en realidad, es el labrador quien tiene que adaptar su paso al de los bueyes, sostener su ritmo y aguantar sus costumbres. En el fondo, quien lleva el yugo a la espalda es él: Los campos, las cosas, los bienes son quienes dominan su vida, le tienen prisionero, ocupando su tiempo, sus energías, sus planes de futuro, y su mismo corazón. Y aunque probablemente nosotros no poseamos bueyes, nos parecemos mucho a él: También nos atan "las cosas", y vamos a rastras de las costumbres, de las ideologías, del modo de pensar (¡o de no pensar!) de nuestro ambiente, de las conveniencias, de nuestros cálculos. Caminamos muy cansinamente, a pesar de tanto ajetreo, sin ímpetu, sin fantasías, con cuidado para no perder terreno, preocupados sobre todo de tener el pajar lleno de heno. Y repetimos gestos, palabras, ideas, fórmulas, normas... sin lanzarnos a tomar decisiones propias, sin riesgos, sin prestar oído a las voces del corazón. En una palabra: no nos atrevemos, o no sabemos o no queremos salir del surco.

Nos puede pasar como a aquel hombre que era llevado por sus amigos para ser enterrado. Cuando el féretro estaba a punto de ser introducido en la tumba, el hombre revivió inesperadamente, y comenzó a golpear el féretro.
Abrieron, y el hombre se incorporó: - ¿Qué estáis haciendo?, dijo a los sorprendidos asistentes? Estoy vivo. No he muerto.
Sus palabras fueron acogidas con asombrado silencio. Al fin, uno de los presentes acertó a hablar:
- Amigo, tanto los médicos como los sacerdotes han certificado que habías muerto. ¿Cómo van a equivocarse los expertos?
Así pues, volvieron a atornillar la tapa del féretro y lo enterraron debidamente. (Anthony de MELLO, El canto del pájaro).

Podemos parecernos a éstos de esta absurda historia, porque «los expertos» nos han convencido de que ése es nuestro lugar. Seguimos los criterios y opiniones de los que se dedican a pensar por nosotros y los que nos mandan lo que consideran lo mejor, y nos dictan lo que tenemos que ser, opinar, actuar, votar... Y, como bueyes, nos dejamos poner el yugo de «lo de siempre»: "siempre así ha sido así", "hay que respetar las tradiciones", los experimentos «con gaseosa», es mejor «lo malo conocido que lo bueno por conocer» (¡vaya tela!)... Total: que acabamos dando vueltas interminables dentro del mismo surco. Y ojalá no seamos de los que atornillan la tapa del féretro y lo entierran debidamente. Y es que nos incomoda, nos da miedo, que alguien venga, como a Eliseo, y nos eche por encima ese manto que nos haga descubrir que nuestro lugar, nuestra vocación, nuestras futuro está en otro sitio.

En cambio Jesucristo, en el Evangelio de hoy, comenzaba«tomando una decisión» para ir a otro sitio: a Jerusalem, porque allí es donde Dios Padre le espera y le quiere. Aunque eso, como sabemos, le trajera muchos riesgos e inconvenientes. Nosotros, sin embargo, somos más bien indecisos: nos planteamos la vida como ése que está a la orilla del mar, pensando si entra o no entra, que mete los pies en el agua, se moja un poco la cara con las manos, se pasea un rato por la orilla, mira «lo grande que es el mar», y lo peligrosas que pueden ser las olas..., y no termina de lanzarse al agua.
O tal vez sí, nos lanzamos al agua por donde no cubre mucho, quizá con salvavidas, con el socorrista cerca, sin meternos muy adentro, por si acaso. O chapoteamos un poco y, nos salimos enseguida del agua como si ya estuviéramos agotados ¿de nadar?

Algunos hay que van probando un poco de todo, sueñan y diseñan mil proyectos, puede que empiecen alguno de ellos... pero acaban dejándolos a medias.

En el Evangelio de hoy encontramos a varios que: «sí, pero espera un poco», «es que antes tengo que...» Maneras de vivir que no le interesan a Jesús, no son compatibles con su camino. Cuando Jesús llamay ofrece su camino, pide con claridad:

♠ Romper con el pasado (deja que los muertos entierren a sus muertos). Los muertos son los que no tienen planes, los que no se mueven, los que se dejan llevar. Y suelen ir acompañados de los que siempre tienen que llorar, quejarse y lamentarse porque «ya nada tiene remedio», porque ¡qué pena!, porque «todo está muy mal», porque «y ahora qué hacemos...», porque «antes las cosas eran mejores»...

♠ Lanzarse adelante, hacia la meta, sin andar pendientes de lo que se queda atrás (el que pone la mano en el arado...). Mirar hacia adelante, es tener expectativas, ilusiones, sueños, proyectos que merezcan la pena. No conformarse con lo ya conseguido...

♠ Disponibilidad para vivir en la inseguridad (las zorras tienen madriguera...), para ir donde haga falta, con quien haga falta, en el momento que sea... ¡Que nos salgamos del surco y no permitamos más que los bueyes sean los que nos marquen el camino, el tiempo y el cansancio!

A su modo nos lo decía hoy San Pablo: «estamos llamados a la libertad». No podemos vivir a golpe de deseos (de lo que me apetece), de satisfacciones inmediatas («vive el presente como puedas y no te comas la cabeza»), de «devorarnos» unos a otros para defender lo nuestro, sin metas, sin sueños.

Los que prefieren andar arando al remolque de la publicidad, de lo que dicen en las tertulias, de lo que han leído por cualquier sitio, o les ha contado no se quién, (o les ha llegado por WhatsApp); los que encuentran mil excusas y razones muy razonables para no lanzarse al camino con Jesús... ¡NO VALEN PARA EL REINO DE DIOS!.

Que cada cual elija si prefiere andar entre bueyes, y en los mismos surcos... o prefiere las alas de la libertad de los hijos de Dios, para levantar vuelo y llegar a lo más Alto, donde nos espera Dios. Y eso empieza por responder sin excusas, con decisión y confianza la llamada de Jesús.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 25 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,57-66.80

 

Evangelio según San Lucas 1,57-66.80
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.

Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.

A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;

pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".

Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".

Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.

Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.

Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.

Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.

Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.

El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.


RESONAR DE LA PALABRA

Corazón de madre

En febrero de 2019, dos eventos tuvieron lugar simultáneamente en Roma. Uno fue una reunión en el Vaticano sobre la "Protección de los menores en la Iglesia". El otro fue una conferencia, "La revolución de la ternura: El Corazón de María", organizada por tres congregaciones religiosas de carisma mariano. En la conferencia se hizo la conmovedora observación de que no era casualidad que estos dos acontecimientos se produjeran juntos: La única solución al mal del abuso de menores es tener el corazón tierno de una madre, de la Madre. En la reunión sobre la protección de los menores, la periodista Valentina Alazraki observó que el corazón de una madre siempre sangra por los niños más débiles y los protege a cualquier precio. El papel de la Iglesia, y por extensión, de cada miembro de la Iglesia, es ser una madre así para los "niños más débiles" del mundo: los pobres, los enfermos, los necesitados, las víctimas. No hay mejor modelo a imitar que el Corazón de la Madre María.

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 24 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 15,3-7

 

Evangelio según San Lucas 15,3-7
Jesús les dijo entonces esta parábola:

"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?

Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría,

y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".

Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse".


RESONAR DE LA PALABRA


Un corazón abierto

El Papa Benedicto XVI (Ratzinger, He aquí el traspasado) sitúa el Sagrado Corazón en el centro del Misterio Pascual, lo que da un vuelco a la comprensión del corazón como órgano de autoconservación:

"La tarea del corazón es la autoconservación, mantener unido lo que es suyo. El Corazón traspasado de Jesús también ha "trastocado" (cf. Os 11,8) esta definición. Este Corazón no se ocupa de la autoconservación, sino de la autoentrega. Salva al mundo abriéndose a sí mismo. El colapso del Corazón abierto es el contenido del misterio pascual. El Corazón salva, en efecto, pero salva entregándose. Así, en el Corazón de Jesús, se nos presenta el centro del cristianismo. Expresa todo, todo lo que es genuinamente nuevo y revolucionario en la Nueva Alianza. Este Corazón llama a nuestro corazón. Nos invita a salir del vano intento de autoconservación y, uniéndonos a la tarea del amor, entregándonos a él y con él, a descubrir la plenitud del amor que sólo es eternidad y que sólo sostiene al mundo".

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 23 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,21-29

 

Evangelio según San Mateo 7,21-29
Jesús dijo a sus discípulos:

"No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'.

Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'.

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.

Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.

Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.

Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".

Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza,

porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.


RESONAR DE LA PALABRA


Construir más arriba

Si bien es necesario que una casa se construya sobre unos cimientos sólidos, será una temeridad limitar nuestra atención sólo a los cimientos y construir descuidadamente las paredes y el tejado con materiales de mala calidad. Para que una casa sea infalible, debe tener unos cimientos sólidos como una roca, paredes fuertes y un tejado sólido. Si no es así, cuando llueva a cántaros, se desborden los ríos y sople el viento, la casa se derrumbará y ¡qué caída tan terrible! Un peligro similar puede ocurrir con nuestro edificio espiritual. Muchas personas comienzan con un fuerte fundamento en la palabra de Dios. Pero a medida que su vida progresa, se descuidan, ofrecen sólo un servicio de labios a Dios, compran los materiales más baratos del mundo, y siguen construyendo su edificio sobre esos débiles recursos. Cuando llegan las tragedias, su casa se desmorona y los propios cimientos se convierten en una piedra de tropiezo (cf. 1 Pe 2,7-8). Que Dios sea el fundamento, las paredes y el techo de nuestra vida espiritual. Que Dios esté por encima, por debajo, por delante, por detrás y alrededor de nosotros cada día.

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 22 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,15-20


Evangelio según San Mateo 7,15-20
Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?

Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos.

Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos.

Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego.

Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.


RESONAR DE LA PALABRA


Conocer el árbol por la fruta

Si un árbol se conoce por sus frutos, ¿por qué frutos se conoce a un verdadero cristiano? Pablo nos ha dado una lista como "fruto verdadero" del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y autocontrol (cf. Gál 5,22-23). La lista está encabezada por el fruto "amor". Jesús mismo ha sido muy directo al señalar por qué fruto se nos ha de conocer: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros" (Jn 13,35). De hecho, es por ese amor por lo que se calificaba a los cristianos en la Iglesia primitiva, como afirma Tertuliano en su Apologético: "Son principalmente las obras de un amor tan noble las que llevan a muchos a poner una marca sobre nosotros. Ved, dicen, cómo se aman unos a otros".

¿Cuál es el fruto que le define y por el que se le conoce?

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 21 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,6.12-14

 

Evangelio según San Mateo 7,6.12-14
No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos.

Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.

Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí.

Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran.


RESONAR DE LA PALABRA

Regla de oro

Mateo comienza la Regla de Oro con la palabra "así", indicándonos así que la Regla es, de hecho, el resumen de todo el Sermón de la Montaña, que comenzó en el quinto capítulo. Todo lo que Jesús dijo antes se concluye aquí: Que debemos hacer a los demás lo que normalmente esperamos que los demás hagan por nosotros. Esto no es lo mismo que lo contrario, que había existido en algunas civilizaciones antiguas: Que no debemos hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Esa regla negativa puede dejarnos bastante fríos ante las necesidades de los demás y totalmente absortos en nosotros mismos. Simplemente nos abstenemos de hacer ningún daño a nadie... ¡y tampoco ningún bien! Eso sería demasiado fácil, como un paseo por una puerta ancha. Lo que Jesús exige es una puerta estrecha, un camino más difícil: el de tomar conscientemente la iniciativa de actuar, de hacer el bien a los demás. Es un reto más difícil, porque, al hacerlo, no hay garantía de que nuestro acto sea correspondido.

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 20 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,1-5

 

Evangelio según San Mateo 7,1-5
Jesús dijo a sus discípulos:

No juzguen, para no ser juzgados.

Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.

¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo?

¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Deja que te saque la paja de tu ojo', si hay una viga en el tuyo?

Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.


RESONAR DE LA PALABRA

No juzgues...

En la película de Roger Young, Jesús, María Magdalena quiere seguir a Jesús, pero no está segura de cómo sería la recepción. Decide abrir su corazón a la madre de Jesús. En un momento dado, vacilante, como si esperara una reprimenda y un rechazo, confiesa a la madre María: "María, soy una prostituta". La Madre María no se inmuta y, con su sonrisa desarmante, responde: "Yo no juzgo". Luego, tras una mínima pausa, continúa: "Yo también he sido juzgada en mi vida".

Su hijo no es diferente. Tal vez haya heredado el rasgo de su madre. "Yo no juzgo a nadie", dice él (Jn 8,15). Y quiere que nosotros también nos abstengamos de juzgar. ¿Por qué nos resulta tan convincente pensar en Dios como juez, ya sea en la Segunda Venida o en su venida cotidiana? ¿Tal vez porque todavía no hemos aprendido a mirar al otro -y a nosotros mismos- con los ojos de Dios?

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 19 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,11b-17

 

Evangelio según San Lucas 9,11b-17
Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.

Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto".

El les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente".

Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de cincuenta".

Y ellos hicieron sentar a todos.

Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud.

Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.


RESONAR DE LA PALABRA

EN MEMORIA SUYA

La Eucaristía fue el testamento de Jesús: el signo-resumen de su vida, el encargo más importante, la tarea encomendada a sus apóstoles antes de faltar: su «memoria» quedó inseparablemente unida a la mesa compartida.

Uno de los rasgos más peculiares de Jesús era su gusto por compartir la mesa con sus discípulos, y con todo tipo de personas. Especialmente con pecadores. Precisamente una de las primeras definiciones de «discípulo» que encontramos en el NT es «los que comieron con Jesús, antes y después de la Pascua».

La memoria viva de Jesús, el que su obra siga adelante, depende, por tanto, en buena medida, de que nosotros “celebremos bien la Eucaristía”, que hagamos lo mismo que él hizo, en memoria suya.

Uno de los enfados más serios que encontramos en las cartas de san Pablo es que algunos cristianos se reunían, repitiendo los gestos de Jesús con el Pan y el Vino, pero vaciándolos de su auténtico significado: no eran expresión de entrega mutua, no ayudaban a construir la comunidad, había divisiones y desigualdades entre ellos, aquellos gestos no iban acompañados de una atención a los más necesitados. Comían la cena juntos, pero no compartían nada entre ellos. Y les dice: «esto que hacéis ya no es celebrar la Cena del Señor» (1Cor 11, 17ss).

Por lo tanto, lo que tenemos que hacer en «memoria suya» no puede reducirse a repetir sus gestos de la última Cena. Porque su petición o encargo es bastante más fuerte: que vivamos como él, que nos entreguemos como él, y que construyamos fraternidad como él.

Propongo algunos puntos, sin pretensión de de ser exhaustivo, que nos podrían ayudar a vivir mejor, con más autenticidad eso que nos ha pedido el Señor.

 ♠ Lo primero es que Jesús realizó ese gesto «antes de ser entregado». Al despedirse de los discípulos, toma un trozo de pan, y dice «esto soy yo, este es mi Cuerpo» y lo pone en manos de cada discípulo. Es decir: literalmente se está poniendo «en sus manos» antes de su muerte, de manera que es responsabilidad de cada uno de los que reciben ese pan el que Jesús siga vivo y actuando en adelante. Igual que Jesús puso su vida en las manos del Padre en la cruz, también se puso en nuestras manos antes de ser entregado. Y cada vez que recibimos el Pan, estamos expresando nuestra disponibilidad para ser presencia viva suya.

♠ Por contraste, Jesús cuenta con la fragilidad humana de esos discípulos. A pesar de que no tardaron en dejarle solo, en dormirse al pedirles que le acompañen en su oración del Huerto, a pesar de las negaciones... a todos ofreció su Cuerpo y Sangre. Quiere esto decir que «La Eucaristía no está reservada, como ningún sacramento, para los perfectos; es el alimento reservado para quienes por el Bautismo hemos sido liberados de la esclavitud y hemos llegado a ser hijos de Dios y hemos de crecer en esa filiación y en esa fraternidad que nace de la comunión con Cristo» (Mons. Carlos Osoro). No es el «premio» a los que consiguen estar limpios de pecado. Por eso nos exhorta: “¡No tengáis miedo! Tomad y comed”(Papa Francisco). No es para creyentes ejemplares...,es más bien la ayuda que Cristo ofrece a los que quisiéramos vivir como hijos de Dios y hermanos unos de otros... y no lo conseguimos con nuestras pobres fuerzas. Es la ayuda para los que están luchando por vencer sus pecados, por enderezar sus caminos... y no lo consiguen por sí mismos. Ya dijo Jesús que no necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Y a menudo compartió la mesa con pecadores como Zaqueo. La Eucaristía es la «medicina» que nos ayuda a ir curando nuestras heridas y pecados. Es para quien «quiere» y no «puede». Lo principal es que «quiero vivir y poner en práctica» la voluntad de Dios. Jesús quiere precisamente estar cerca de los discípulos aunque le fallen, y cuando le fallen. «Sin mí no podéis hacer nada». Sin Eucaristía no vencemos la tentación, nos llega menos la fortaleza del Señor.

Yo entiendo a los que se aburren en Misa, a los que no les dice nada, a los que afirman que “siempre es lo mismo”. Porque han aprendido a «oír misa», a «asistir» a misa, a «estar en misa», pero no «entran», no se implican, no «pactan» esa alianza nueva y eterna por la que el amor que Jesús les ofrece se convierte en manantial de amor y de vida para otros que tienen hambre.



♠ Tomarse en serio la Eucaristía duele y cuesta... Aquella cena ocurrió «la noche de su pasión, cuando iba a ser entregado». Aquella cena fue un símbolo y adelanto de que iba a ser roto, partido, entregado... Su vida/sangre iba a ser derramada: y si nosotros tenemos que «hacer lo mismo en memoria suya». Comulgar su Cuerpo y Sangre es comulgar su entrega, su romperse, ofrecerse, entregarse, y por tanto algo tiene que morir en nosotros. Algo tiene que ser distinto. Comulgamos para morir nosotros con él y empezar a vivir una vida de resucitados. Que podamos decir con san Pablo: "Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí".

♠ Comulgamos para que crezca esa Comunidad de discípulos donde nadie llama suyas a sus cosas, donde se reparte a cada uno según sus necesidades. Donde hay un solo corazón y una sola alma (Hechos de los Ap.)

♠ Cada vez que comemos de este pan en memoria suya anunciamos que es posible la entrega, el amor, la misericordia, el perdón en medio de la traición, de la injusticia, de la corrupción política, del fracaso y de la soledad. Como en Getsemaní. Como en el Calvario.

♠ Cada vez que comemos de este pan nos hacemos pan, nos dejamos partir y dejamos que el Señor nos reparta a esos hermanos que él mismo elige.

♠ Cada vez que compartimos este pan nos enfrentamos con las desigualdades, por el mal reparto de los bienes del cielo y ofrecemos nuestros humildes cinco panes y dos peces para que nadie pase necesidad. Dadles vosotros de comer. Porque es para todos ese pan nuestro de cada día que nos da nuestro Padre común. Anunciad que el mensaje del Reino (un mundo fraterno) es posible. Haced que todos puedan sentarse juntos: sin diferencias, sin barreras, sin que nadie se quede “fuera” de la mesa de la vida, sin que nadie se sienta indigno. Servid a la gente necesitada. Nada de que se vayan a buscar “lo suyo” por ahí como propusieros los apóstoles (?). Servid al que está enfermo, al que está solo, al que llora. Servid a quien espera la justicia, a quien no tiene paz, al que le falta el pan, y la enseñanza, y la dignidad personal, y sus derechos como persona, mejor, como hijo del Padre universal.

Así se hace/celebra la Eucaristía. Así se hace memoria del Señor. Así se comulga con él. Así -sólo así- somos discípulos suyos. ¡Cuánto nos queda para que “esto” que realizamos sea “memoria suya”! ¡Cuánto nos falta para ser nosotros Cuerpo de Cristo que se entrega!

¡Corpus Christi! A los Doce les costó entenderlo y vivirlo. Como también a nosotros. Pero lo iremos consiguiendo con la ayuda de la Eucaristía y de los hermanos que forman su Cuerpo. Amén.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 18 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,24-34

 

Evangelio según San Mateo 6,24-34
Dijo Jesús a sus discípulos:

Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.

Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?

Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?

¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?

¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.

Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.

Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!

No se inquieten entonces, diciendo: '¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?'.

Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.

Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.

No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas,

Hay en el mensaje de Jesús una enseñanza que abarca la totalidad de la existencia y afecta a cada hombre en particular: que Dios cuida de nosotros, que el Dios viviente se preocupa personalmente de cada uno de los hombres y está dispuesto a entregar su solicitud individualmente a cada uno de ellos. Este mensaje no es una fábula, ni filosofía o moral natural, sino la revelación de Dios absolutamente libre y personal.

A los hombres de nuestro tiempo les resulta extremadamente difícil encajar esta visión de la revelación con las cosas que suceden en el mundo. ¿Cómo un Dios que es Padre puede permitir tantas cosas que suceden en el mundo, la muerte de esta madre joven dejando a sus niños desamparados? ¿Cómo puede permitir un Dios bueno que el hombre sufra tanto en esta tierra? Ah, el dolor, el dolor es algo que no acabamos de entender. ¿Por qué sufrimos? ¿Por qué sufren los hombres? ¿Cómo se compaginan la existencia de un Dios Padre que lo puede todo con la realidad del dolor y de la muerte?

Los hombres han buscado apasionadamente a lo largo de la historia respuestas decisivas a estas preguntas angustiosas. No es absurdo que exista Dios y sufran los humanos, pues sufrió su Hijo en la tierra, y sufrió una muerte de cruz. El dolor, en el mensaje de Jesús, tiene un sentido. No es fácil aclararlo aquí definitivamente. Al lado de Él, con dolores en la vida, el creyente se siente serenado, y se sentirá cobijado amorosamente un día en el Reino de los cielos.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 17 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,19-23

 

Evangelio según San Mateo 6,19-23
Jesús dijo a sus discípulos:

No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban.

Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben.

Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado.

Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas,

Nuestra sociedad es contradictoria. Por una parte, está produciendo constantemente nuevos pobres, marginados, desengañados, y también, en no pocas ocasiones, abandonados y desesperados. En estos años de crisis la distancia entre ricos y pobres sigue aumentando. Por otra parte, aquí, en Occidente, vivimos en un mundo que de alguna manera podemos llamar opulento, lleno haste el borde de bienes, ocupado obsesivamente en la producción y disfrute de los mismos. Se conjugan en todos los tiempos verbos como tener, posee, atesorar, apropiarse, pertenecer, codiciar ... A estas sociedades occidentales les viene bien bien hoy la advertencia de Jesús: "No amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corrompen".

No deberíamos olvidar que estos bienes fascinantes no son el supremo bien y que cuando el hombre los adora, ¿no es verdad que traen como consecuencia ambiciones, angustias, sometimiento, rivalidades, injusticias, desesperaciones? Al final, tendremos que repetir las palabras de San Agustín: "Nos hiciste, Señor, para ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti". Al final, con tanta abundancia de bienes, no está sosegada ni aquietada nuestra sociedad.

Ser cristiano de verdad es vivir con el corazón puesto en los bienes de arriba, vivir en el mundo sin ser del mundo, tratar a las cosas con sabiduría como aquel que viviera un poco la vida eterna. No abdicamos, no, de nuestra pasión por el mundo sino que la transfiguramos de tal modo que esta pasión por nuestro mundo magnífico, fascinante, irresistible, es a la vez pasión por Dios.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 16 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,11b-17

 

Evangelio según San Lucas 9,11b-17
Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.

Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto".

El les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente".

Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de cincuenta".

Y ellos hicieron sentar a todos.

Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud.

Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos y hermanas,

He aprendido a vivir cuando he aprendido a orar ” decía San Agustín. La oración es la verdadera protagonista de la historia, maestra de vida. Quien ora entra en el flujo de la historia guiada por Dios. Todo orante se hace parte de la historia de la salvación como hijo y como hermano. Se sitúa en la honda de las intenciones últimas de Dios, arquitecto y constructor de la historia. Quien reza el Padrenuestro no se convierte en un charlatán. Rezar el Padrenuestro, como nos ha enseñado Jesús, es una pedagogía que nos lleva a lo esencial, a poner a Dios en el primer lugar, sintiendo a los otros como hermanos. Por ello Jesús une ambas cosas cuando nos invita a rezar: Padrenuestro... La Iglesia jamás se ha cansado de obedecer al Maestro repitiendo varias veces todos los días: Padrenuestro...

Hay, sin embargo, algo que a veces no se hace bien. He observado en no pocas celebraciones, cómo el presidente, cuando invita a iniciar la oración dominical en la liturgia, él mismo se adelanta diciendo en voz alta las palabras “Padre nuestro...”, a la que se une la asamblea continuando: “...que estás en los cielos...” Nunca me ha gustado esta forma de proceder que impide pronunciar y oír juntos dos palabras claves. Dos palabras que, sin separarse jamás, deberían convertirse en oración incesante, en murmullo ininterrumpido, en perpetua toma de conciencia de nuestra condición de hijos y hermanos. Unas palabras que, con la fuerza de su divina erosión, nos transformara el alma: ¡Padre nuestro!

Recemos al Padre pidiéndole que Él se haga sentir en la historia y se muestre santo a todos–porque son muchos los que creen que no existe o le tienen miedo-. Supliquemos que los hombres tengamos experiencia de su Reino en medio de nosotros y que nos decidamos de una vez por todas a cumplir sobre la tierra “su voluntad”. La voluntad de Dios es la comunión, el empeño por hacernos hermanos de los demás.

Todo esto no es fácil cuando el egoísmo manda. Por eso elevemos otra súplica: “Danos hoy el pan nuestro de cada día”; esto es, que haya pan para todos, que los hombres no impidamos que el pan llegue a la mesa de los pobres. Y añadimos: “Perdona nuestras deudas, como nosotros también las perdonamos...”: Porque ser comensales es, ante todo, obra de reconciliación. Sólo cuando nos hayamos reconciliado, todos nos sentiremos plenamente en casa. Y así Dios nos ayudará a no caer en las tentaciones. Dios no nos induce a ninguno a la tentación. Es Él quien, por el contrario, nos libra del mal, de ese mal que nos enfrenta a unos contra otros y nos convierte en hermanos separados. Un mal que proviene de aquel que siembra la discordia en el mundo, del Maligno. Por eso, rezamos con fuerza la última petición que nos propone Jesús.

La reconciliación es, pues, condición inaplazable para que la oración que Jesús nos enseña suene como verdadera y sincera en nuestros labios. Seamos hermanos y elevemos a Dios como Padre. Es absurdo que lo hagamos en la discordia. Por eso, aprender a rezar el Padrenuestro es aprender a vivir.

CR

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miércoles, 15 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18

 

Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18
Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,

para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,

para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas,

No. No es que Jesús pretenda confundirnos. No se contradice cuando, en este mismo sermón, parece decir lo contrario: “Que los hombres vean vuestras buenas obras” (Mt 5,6). Mirada más a fondo, esas dos enseñanzas son complementarias: no hay que hacer el bien para ser admirados –lo cual sería un refinado egoísmo-, sino por amor gratuito. Más allá de “hacer el bien”, el evangelio nos propone “ser buenos”. Las solas buenas obras pueden ser equívocas porque pueden venir motivadas por oscuros deseos de vanagloria. Ni siquiera, las buenas razones justifican “hacer mal el bien”. Decía Pascal que “nunca hacemos tan perfectamente el mal, como cuando lo hacemos de buena fe”. La visibilidad de la caridad no debe tener otra intención que el dar toda la gloria a Dios y que los hombres glorifiquen al Padre que está en los cielos.

Solo Dios conoce nuestras intenciones reales. Ante su mirada de Padre tendremos que reconocer que, en muchas ocasiones, nuestras caridades ofenden y hacen daño. Lo advertía seriamente aquel santo curtido en la áspera caridad que fue Vicente de Paul, con afiladas palabras: “Recuerda que te será necesario mucho amor para que los pobres te perdonen el pan que les llevas”.

Porque “dar” –según el hebreo- es “hacer justicia”, restablecer un poco de equilibrio en la distribuciòn de los bienes. Por eso, quien tiene debe dar. Y, al hacerlo, repara injusticias. No debe dar para ser causa de injusticia, sino para liberarse a sí mismo del mal. Esto se consigue cuando se elimina el cálculo o la posible ganancia: “Que no sepa la izquierda...”. Esto es, dar sin pensarlo demasiado. Como esto no es fácil para nosotros, necesitamos orar y pedir. De esta manera el Señor apuntala en nuestra conducta esa revolución mansa y amorosa, que empieza por el propio corazón. En el mundo hay demasiados revolucionarios que quieren cambiarlo todo menos a ellos mismos. Y este ha de ser el primer cambio. De ahí que tengamos que ser ejemplares, porque en nosotros mismos va a mirarse el mundo.

Estemos muy vigilantes ante la vanagloria. Llevemos una “vida cristiana invisible”. Aprendamos a hacer el bien sin ponerle nuestra firma; sin salir en la foto; sin hacerle saber a otros las cosas buenas que hacemos –normalmente cargando tintas-; sin búsquedas de protagonismos; sin convertirnos en cazadores de recompensas. Difundamos, por el contrario, una cultura de la caridad “sin denominación de origen”, el anonimato de la humildad. Y que sólo el Padre que está en los cielos lleve las cuentas del amor. Hacerlo así puede que nos seque la boca y nos parezca como masticar un estropajo que llega a estragarnos por lo duro y áspero. Pero al final, muchos entenderán y glorificarán al Padre y nosotros gozaremos de su bienaventuranza.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 14 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,43-48

 

Evangelio según San Mateo 5,43-48
Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.

Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;

así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.

Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?

Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?

Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas,

Jesús parece partir del supuesto de que todos tenemos “enemigos”. Por desgracia este supuesto lo confirma nuestra propia historia. ¿Quién no tiene archivado en el disco duro de la memoria su lista personal, más o menos larga, de enemigos? Se ha llegado a decir que “enemigo” es una palabra sin la cual no se puede escribir la historia, ni siquiera la historia bíblica. Es verdad. Desde que existieron dos hermanos sobre la haz de la tierra –Caín y Abel-, llevamos inscrita en algún lugar de nuestras entrañas la incurable costumbre de enemistarnos. Podemos hacer un recuento de anécdotas personales y desempolvar así todo ese inútil sufrimiento causado por la violencia, los sentimientos heridos y, sobre todo, el miedo, el horror ante la amenaza que el otro representa.

Frente a esa generalizada y asfixiante realidad, Jesús se atreve a proponernos lo inédito: “Atrévete a amar a quien ni te ama, ni se lo merece”. Pero, ¿es posible amar así? Si no se intenta, no se sabrá jamás. La historia nos habla de personas que lo intentaron y... ¡resultó! ¿Cómo consiguieron auparse sobre el resentimiento y la venganza? Lo lograron dejándose empujar por aquella misma fuerza secreta que movía desde dentro a Jesús. Intentaron lo imposible y llegaron a lo imprevisible. Su arma secreta la tenían dentro. Con razón dice aquel proverbio africano: “Si no tienes un enemigo dentro, poco podrán los de fuera”. ¿A qué nos lleva esta enseñanza evangélica?

A pedir al Espíritu Santo que nos conduzca al interior del enemigo para descubrir que en su corazón no es un perverso repugnante, sino alguien que se equivoca. No sabe lo que hace. Actúa mal por ignorancia. Si alguien le dijera la verdad... Lo que nos hace hermanos -o enemigos- no es el hecho de tener dos ojos, sino nuestra forma de mirar.

A amar en serio, sin sentimentalismos bobalicones, con iniciativas, con obras, dando el primer paso. Amar es adelantarse. Y debo empezar yo, sin esperar a que sea el otro quien comience. La esencia del amor cristiano es el amor a los enemigos; o sea a aquellos que no quieren comenzar.

A descubrir que, en no pocos casos, no es que sean los demás nuestros enemigos, sino que somos nosotros quienes nos situamos enfrente de ellos. A veces ellos ni se enteran de la peligrosa temperatura de nuestro odio contenido. Orar por los enemigos es buen aliviadero del resentimiento. Una cura de oración limpia nuestros ojos interiores.

Sería un buen ejercicio para el día de hoy que pudiésemos repasar esa lista escondida de personas a las que consideramos como enemigos, sentados a los pies de un Crucificado. Y, con este recuerdo doloroso de rostros y episodios, releer este evangelio hasta dejarnos convencer y convertir por el Dios de las heridas. Sería nuestra modesta pero eficaz colaboración para sofocar la cruel e interminable amenaza de los odios y las guerras. Y así haremos del enemigo el mejor de los maestros que encontramos en nuestra vida.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 13 de junio de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,38-42

 

Evangelio según San Mateo 5,38-42
Jesús, dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.

Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.

Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto;

y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.

Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos y hermanas,

A lo largo de su vida terrena, Jesús fue desgranando muchos principios de vida. Algunos de ellos resultaban llamativos, extraños y... hasta absurdos. Esa puede ser la primera impresión de quien se acerca a este trozo de evangelio que la Liturgia de hoy nos ofrece. Muestra un brevísimo vademécum de lecciones prácticas para saber afrontar inteligentemente nuestras relaciones con los demás, cuando aquéllas se tornan difíciles. Estas sentencias marcaron la existencia de Jesús y, si conseguimos entenderle bien, deberían marcar también la nuestra:

Su primera enseñanza sustituye de un plumazo el antiguo mandamiento “ojo por ojo, diente por diente”. Es verdad que la ley llamada del talión, establecida en Ex 21,23-25, quería poner freno a la venganza, esa fuerza negra que sigue haciéndose sentir terriblemente, incluso entre quienes se dicen cristianos. Los verdaderos discípulos, sin embargo, somos urgidos a elegir la via de la no-violencia. La fuerza de la argumentación la pone Jesús en evitar enfrentarse al malvado con sus mismas armas. De esta manera, descubre que hay algo más allá de la justicia equitativa. Y deja así abierta la ventana a la suave brisa de la misericordia. ¿Acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos amigos nuestros?

La segunda enseñanza, con frecuencia tan desacreditada, se sitúa en la misma línea de la anterior. “Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra”. ¿Pretende Jesús que nos expongamos impunemente a las manos del malvado? Así parece sugerirlo. Sin embargo una lectura más a fondo, desvela su sentido: el único remedio para destrozar el mal es devolver el bien. El mal sólo puede ser vencido con el bien. El mal con el mal se multiplica. El mal es, además de violento, contagioso. Sólo con la bondad, la dulzura y la humildad es absorvido y desactivado. Con esta fórmula genial Jesús nos recomienda hacer el bien. Siempre. Devolver el mal, a la corta y a la larga, no es buen negocio. Para convencernos de ello bastaría repasar la historia... o acaso también nuestra propia autobiografía.

La tercera enseñanza pone de relieve la generosidad del compartir. “A quien te pide, dale”. Jesús nos exhorta a no negar nuestros bienes a quien nos pida ayuda. Nos recuerda que dando no perdemos nada; por el contrario, ganaremos para la eternidad, cuando escuchemos la misma voz de Cristo: “Siempre que lo hicísteis con alguno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicísteis” (Mt 25,40). Nuestro mundo debería ser como una gran escuela, donde estuviésemos todos sentados en viejos pupitres y Dios, como paciente maestro, escribiera en la pizarra el verbo “amar” y nos enseñase sin descanso a conjugarlo en todas sus formas y tiempos.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA