jueves, 31 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 5,31-47

 

Evangelio según San Juan 5,31-47
Jesús dijo a los judíos:

Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría.

Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero.

Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad.

No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes.

Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz.

Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.

Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro,

y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él envió.

Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí,

y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida.

Mi gloria no viene de los hombres.

Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes.

He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir.

¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios?

No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza.

Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí.

Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que yo les digo?".


RESONAR DE LA PALABRA

Abiertamente y a escondidas

El testimonio y la mediación, propios de la vocación profética, no constituyen un camino de rosas. Vivir de acuerdo con la Palabra de Dios complica la vida: no sólo no atrae el aplauso social, sino que provoca, además, el rechazo y la persecución. Resulta, por un lado, paradójico que la voluntad de hacer el bien y de vivir conforme al mandamiento del amor, conlleve tales reacciones contrarias. Pero, por el otro lado, no deja de tener su lógica, porque vivir así supone romper con muchos convencionalismos sociales, con muchas formas de comportamiento generalmente aceptadas, y que no son sino expresiones de la idolatría que amenaza siempre al creyente. Testimoniar significa también (aunque no sólo) denunciar. Y la denuncia profética se topa inevitablemente con los límites de la tolerancia social.

También Jesús experimenta las contrariedades de la vocación profética, y con mayor motivo, puesto que él no es sólo un profeta, sino Aquel al que todos los profetas anunciaron. Llama la atención, en el Evangelio de hoy, la aparente contradicción entre la subida a Jerusalén “a escondidas”, y el hecho de que la gente la viera hablar “abiertamente”. Teniendo siempre en cuenta lo que puedan decirnos los especialistas en exégesis bíblica al respecto, tal vez podemos entender con cierta libertad esta aparente contradicción en el sentido de que las necesarias normas de prudencia humana que, sin duda, es preciso adoptar en ocasiones, no deben ser excusa para ocultar el testimonio al que todos los creyentes estamos llamados. No se puede ocultar la luz, no se puede acallar la Palabra, no se puede desoír la llamada del que nos envía para que lo demos a conocer. Tal vez, como síntesis necesaria de prudencia y valentía en el testimonio pueden servir las palabras de la segunda carta a Timoteo: “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim 4, 2).

Fraternalmente
José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 30 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 5,17-30

 

Evangelio según San Juan 5,17-30
Jesús dijo a los judíos:

"Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo".

Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.

Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: "Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo.

Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados.

Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere.

Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo,

para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.

Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida.

Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán.

Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella,

y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre.

No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz

y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio.

Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.


RESONAR DE LA PALABRA

Los que escuchan la Palabra vivirán

La grandiosidad de las promesas divinas y de la misión profética que las anuncia puede chocar y choca con frecuencia con el desaliento del profeta, que no acaba de ver el cumplimiento de lo que él mismo anuncia. Igual nos puede pasar a nosotros, los creyentes en Cristo: llamados a anunciar y testimoniar la buena noticia de la muerte y la resurrección de Cristo, de una muerte que ha sido vencida y ya no tiene poder sobre nosotros, podemos darnos de bruces con una realidad que habla más de muerte que de vida, más de derrota que de victoria. La fe no puede siempre evitar la sensación psicológica de que “estamos dejados de la mano de Dios”. Recordando los textos evangélicos de estos últimos días, nos encontramos con que los niños siguen muriendo, los enfermos siguen prostrados, la guerra sigue escupiendo su mensaje de muerte, las injusticias siguen campando por sus respetos. Se nos llama a la fe-confianza, pero, ¿dónde está la eficacia de la Palabra de Dios? La respuesta al desaliento profético y creyente es una palabra que habla de un amor entrañable, materno, de un Dios que se preocupa por nosotros, más aún incluso de lo que haría una mujer por su niño de pecho.

Este amor divino, materno, entrañable y cercano de Dios lo descubrimos en Jesús. Él es el Hijo de Dios porque, como los hijos se parecen a sus padres, así Jesús se parece a Dios, lo refleja y lo hace presente. Y si Dios no descansa y trabaja siempre, así hace Jesús, que se ocupa y se preocupa por nosotros. Esa preocupación y cuidado no puede detenerse a causa de leyes, que, si han sido creadas para bien del hombre (como la ley del sábado, que se preocupa de que tengamos el merecido descanso, de que no seamos esclavos de nuestras necesidades), es absurdo que se conviertan en un obstáculo para hacer el bien. El amor verdadero no sabe de horarios. Una madre no dejaría de atender a su hijo en necesidad a causa de una estrecha interpretación de la ley. Dios renuncia a su descanso tras el trabajo creador, para responder al que lo invoca, para auxiliar, defender, restaurar, liberar, iluminar. Si en momentos de cansancio y desaliento nos asaltan las dudas sobre la acción salvífica de Dios, es a Cristo al que debemos dirigir la mirada: es en él en donde se hace visible su preocupación materna sobre el mundo, y es aceptándolo a él en fe cómo podemos descubrir aquella acción salvífica: en Cristo Dios juzga al mundo con misericordia y le da la posibilidad de pasar de la muerte a la vida, del pecado y el egoísmo a la gracia y el amor. Los muertos que han escuchado su voz y han resucitado ya (por el bautismo) a una vida nueva somos nosotros, debemos ser nosotros, si es que de verdad creemos en Cristo. Esto significa que también nosotros tenemos que trabajar continuamente, dar testimonio por medio de las obras del amor, para visibilizar en nuestro mundo y en nuestro entorno ese cuidado paternal y maternal de Dios por sus criaturas, encarnado en su Hijo Jesucristo y que se prolonga en los que somos miembros vivos de su cuerpo.

Fraternalmente
José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 29 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 5,1-16

 

Evangelio según San Juan 5,1-16
Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.

Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos.

Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.

[Porque el Angel del Señor descendía cada tanto a la piscina y movía el agua. El primero que entraba en la piscina, después que el agua se agitaba, quedaba curado, cualquiera fuera su mal.]

Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años.

Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?".

El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes".

Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina".

En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado,

y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla".

El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'".

Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'".

Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí.

Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía".

El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado.

Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.


RESONAR DE LA PALABRA


Renacer por las aguas del bautismo

La nueva creación que empieza en Caná se nos comunica con el agua del Bautismo. Es un agua que nos cura, nos pone en pie, nos da fuerzas para soportar las penalidades de la vida (representadas en la camilla del hombre curado por Jesús), y nos lleva a dar testimonio. Es verdad, que el testimonio del paralítico curado nos resulta deficiente, pues casi parece que, a diferencia del ciego de nacimiento del capítulo 9 de este mismo evangelio, lo que hace es cooperar con los que perseguían a Jesús. Se trata, por cierto, de una persecución que, desde la óptica judía, tenía su fundamento. Infringir el descanso sabático significaba infringir no sólo un mandamiento dado por Dios, sino uno al que el mismo Dios se somete, puesto que descansó el séptimo día. Es verdad que nos puede parecer absurdo fijarse en la infracción ante el hecho extraordinario de la curación del paralítico. Pero los legalistas judíos (como los legalistas de todo tiempo), bien podían aducir que, al fin y al cabo, la curación podía tener lugar cualquier otro día de la semana y no precisamente el sábado: incluso si entendemos la curación, como debe ser, como un signo del poder de Dios y, por tanto, como un signo salvífico, lo cierto es que Dios desplegó su poder durante los seis días primeros y el séptimo descansó.

¿Por qué Jesús actúa de manera tan provocadora? ¿No podía aplicar cierta dosis de diplomacia y abstenerse de curar en sábado, para no provocar las iras de sus oponentes? Así, tal vez, habría prolongado su ministerio en la tierra, habría conseguido quizás convencer a sus enemigos, y, desde luego, habría podido curar a mucha más gente.

Es claro que estos razonamientos utilitaristas, por muy razonables que parezcan, están muy alejados de la lógica del Evangelio. Si Jesús cura en sábado es porque, con ello mismo, está realizando un gesto profético. La clave nos la da el versículo 17 de este mismo evangelio que leeremos mañana: “Mi padre siempre trabaja, y no también trabajo”. A causa del pecado, Dios no pudo realmente descansar, sino que tuvo que salir de sí a la búsqueda del hombre que se había perdido y se escondía de él. Y esta larga búsqueda, que culmina con la encarnación de Cristo, significa que puso manos a la obra de la nueva creación, que sólo tendrá su cumplimiento en el misterio pascual de la muerte y resurrección.

Nosotros, que somos beneficiarios por el bautismo de esta nueva creación, de este trabajo sin descanso de Dios Padre y de su Hijo en la fuerza del Espíritu Santo, podremos descansar de nuestros trabajos profesionales, pero no debemos descansar nunca del trabajo de testimoniar nuestra fe: como los árboles regados por las aguas del templo, que es Cristo, debemos dar continuamente frutos de buenas obras y hojas medicinales que alivian a los que sufren.

Fraternalmente
José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 28 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 4,43-54


Evangelio según San Juan 4,43-54
Jesús partió hacia Galilea.

El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo.

Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta.

Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún.

Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo.

Jesús le dijo: "Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen".

El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera".

"Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.

Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía.

El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron.

El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia.

Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.


RESONAR DE LA PALABRA


Creer en Jesús, nacer a una vida nueva

En el evangelio de Juan Caná es el comienzo de la vida pública de Jesús, el principio de la nueva creación, del desposorio de Dios (Jesús) con su pueblo, del cumplimiento de las antiguas promesas. Esas promesas, expresadas con tanta fuerza hoy en el texto de Isaías, son promesas de vida, de júbilo y alegría. Jesús ha venido a esto, a instaurar en nuestra historia, que sigue su curso de pecado y de muerte, una historia de salvación y de vida. En la petición del padre angustiado: “baja antes de que se muera mi hijo”, podemos escuchar el grito dramático de tantos, que, de un modo u otro, suplican a Dios que se incline para salvarlos, a ellos o a los suyos, del mal, del sufrimiento, de la muerte. Y con tanta frecuencia tenemos la impresión de que esas súplicas angustiadas no obtienen la respuesta deseada.

Y es que esta historia de salvación y este espacio de vida nueva que instaura Jesús no es simplemente un espacio “milagroso”, en el que se realizan actos médicos extraordinarios, o se garantiza el éxito y el cumplimiento de nuestros deseos. Se trata de un ámbito marcado por la fe confiada en la Palabra de Dios, encarnada en Jesús. El primer signo realizado en Caná es el comienzo de una nueva relación con Dios, basada en la fe-confianza: “En Caná de Galilea dio Jesús comienzo a sus signos… y creyeron en él sus discípulos”. También lo es para este funcionario real, beneficiario de nuevo en Caná, del segundo signo salvífico: “creyó él con toda su familia”. Todos estamos invitados a visitar Caná, a descubrir los signos de vida que Dios realiza en nuestra vida y que nos llaman a la fe. La fe engendra esa vida nueva que se estrena cuando estamos vinculados a Jesús, creemos en él, aceptamos su palabra y la ponemos en práctica. Es verdad que con frecuencia nos dirigimos a Dios movidos por intereses y necesidades más inmediatos, “de tejas abajo” y eso provoca la queja de Jesús. Pero él, no obstante, no deja de atendernos. No podemos limitarnos a una fe milagrera e interesada, como un modo de resolver nuestros problemas cotidianos, cuando nuestros recursos ya no dan más de sí. Pero eso no significa que no podamos dirigirnos a Jesús presentándole los problemas que nos agobian y nos angustian. Sin embargo, lo decisivo es el camino de fe. Acoger la Palabra, que es el gran “signo” que, aceptada con fe, inicia realmente un proceso de sanación interior, de nacimiento a una vida nueva. Podemos entender la curación del hijo del funcionario real, como ese nacimiento a la vida nueva que significa la fe, un vida de seguimiento de Cristo, un seguimiento que conduce a la Cruz (vislumbrada en las palabras iniciales del rechazo del profeta en su propia patria), pero que da frutos de resurrección en las obras del amor.

Fraternalmente
José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 27 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32

 

Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.

Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".

Jesús les dijo entonces esta parábola:

Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos.

El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes.

Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.

Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.

Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.

El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.

Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!

Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;

ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'.

Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.

El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'.

Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.

Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,

porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta.

El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza.

Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.

El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'.

El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,

pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.

¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'.
.
Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.

Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'"


RESONAR DE LA PALABRA


PARÁBOLA DE LOS TRES CABEZOTAS


EL HERMANO MAYOR: CABEZA Y CORAZÓN DUROS

Jesús nos dibuja en el hermano mayor a alguien a quien no le preocupan ni le importan para nada los demás. Le da igual que su otro hermano pueda tener problemas, que se sienta solo, que ande perdido, que se haya ido lejos... No se ha enterado de que tiene un hermano, de lo que significa «ser hermano». No entra en la escena casi hasta el final, y lo hace para quejarse, protestar y reñir a su padre. No consta que echara de menos, al hermano, que saliera a buscarle, ni siquiera que se asomara a la ventana. No hay ningún deseo de que vuelva. Sólo pretende conservar sus derechos y plantear reivindicaciones.

Por otro lado, tampoco se entera de la angustia, preocupación y tristeza de su padre que echa de menos, que ha perdido el sueño, que sufre por el hijo que no está, que se pasa los días enteros a la puerta a ver si lo ve, aunque sea de lejos. El mayor está físicamente en casa, continuamente al lado de su padre, pero su corazón está lejísimos del suyo.

No disfruta de la compañía de su padre. Seguramente podamos suponer que ni le pregunta a su padre cómo está, cómo se siente, si puede hacer algo por él. Ni comenta con él lo que más le angustia... Es el hermano «silencioso» e incomunicado. Para colmo, no se siente libre. Estar en casa para él significa: obedecer, trabajar y cumplir. Y le sienta fatal que otros se tomen tantas libertades, vivan tan «relajados», se salten los cumplimientos y normas. Él cumple sus obligaciones de manera intachable. Vive pendiente casi solo de sí mismo. Y es como si fuera hijo único. Yo me lo imagino riñendo, acusando y reprochando a su hermano, poniéndole mala cara y presionándole cada día para que cambie y se comporte «como Dios manda». Es decir: como él.

No tiene ninguna iniciativa. No se arriesga nada. Estar en casa para él es un deber, y su padre debiera estarle agradecido porque se lo MERECE. ¡Trabajito le cuesta ser bueno! Pero le falta la alegría, la ilusión. Y hasta se permite reñir/corregir a su padre por ser tan flojo, tan poco exigente, por consentir tanto. En el fondo no sabe lo que es tener un padre, ni tiene la más mínima idea de lo que significa ser hijo y hermano (son tres cosas inseparables entre sí). Incluso, me sospecho que tenga parte de la culpa de que su hermano haya terminado marchándose. Es bien desagradable vivir con personas tan estiradas, tan perfectas, tan cumplidoras.

Este hijo mayor anda tan perdido o más que su hermano... aunque esté dentro de casa, aunque aparentemente tan «en regla» con su padre. Aquí quedan retratados los fariseos que murmuraban de Jesús por comer con pecadores.
EL HERMANO MENOR CABEZA HUECA Y CABEZOTA TAMBIÉN

Parece que al hermano menor le han enseñado o ha entendido que estar en casa, y ser buen hijo... consiste en seguir un montón de normas y deberes que le quitan libertad y no le dejan ser feliz. Él quisiera ser independiente, y tomar sus propias decisiones sin tener que dar explicaciones a nadie, y mucho menos a su hermano mayor. Y se va lejos: Lejos de su casa, lejos de su hermano, lejos de su padre... y también lejos de sí mismo. No hay explicaciones. Tiene derecho a irse y a llevarse «lo suyo», para hacer lo que le parezca. No parece importarle el disgusto que le da a su padre. Y el padre le deja marchar en silencio, sin sermones, sin amenazas ni advertencias.

§ Al principio se dedica a disfrutar de lo que tiene, sin previsiones... y las cosas parecen irle bien. Por eso no se da cuenta de que está vacío, sin metas, sin proyectos, sin sueños. Mientras «tiene», no le faltan los «amigos», que se aprovechan de su fortuna, le usan. Pero realmente está solo. Y es que... porque no tiene tiempo para pensar, analizar, reflexionar...

 Y cierto día las cosas se ponen mal. No sabemos cuánto tiempo tardó en ocurrir. Pero los problemas y el fracaso le hicieron entrar dentro de sí mismo. Se atrevió a mirar de frente ese corazón aventurero, con ansias de disfrutar, pero tan vacío y solitario... Pero sigue siendo muy terco para reconocer: «me he equivocado», sino.... No, sólo: «tengo hambre y en mi casa había comida». No se trata del arrepentimiento, es el hambre lo que le anima a volver. Y lo hace convencido de que, a pesar de todo, su padre al menos le dará trabajo y pan. En eso llevaba razón. Pero se quedó muy corto en sus expectativas.

El caso es se prepara su discursito para ver si, una vez más, se sale con la suya. Cuánto debió costarle el larguísimo camino de vuelta a casa. No aspiraba a recuperar su sitio, porque «no se lo MERECE». Ni tampoco recuperar el cariño de su padre. Se conforma con ser un jornalero más.

Menos mal que hay otro cabezota en esta historia:
EL PADRE CON UN AMOR CABEZOTA

Este padre es muy distinto de sus dos criaturas. ¿A quién habrán salido? Su comportamiento descoloca a los dos. En esta historia no abre la boca casi hasta el final. Al principio da lo que le exigen. No dice nada. No protesta. No reprocha. No avisa. No riñe. No amenaza. Ni pide explicaciones...

Pero antes de darle la palabra, Jesús describe sus «gestos»: ve venir, se enternece, se conmociona, corre y llena de besos. No le interesan las explicaciones. No pregunta a qué vuelve ni por qué. Y corta el discursito que el hijo intentaba soltar. Ni hace caso de lo «poco» que le pide su hijo. En cambio, tira la casa por la ventana, dando brincos de alegría porque tiene al hijo de nuevo en casa. Aún tendrá que hacer esfuerzos para que aprenda lo que es "ser hijo", y descubra de una vez cómo es de verdad el corazón de su padre y cómo se vive en aquella casa. Sin humillaciones, castigos, condiciones ni exigencias. Sólo el deseo y el empeño de que sea y se comporte como hijo.
¿Y CÓMO ANDA NUESTRO CORAZÓN?

El pecado aquí consiste en estar «lejos»: de sí mismo, del hermano, de su Padre. Y derrochando la vida.

Para orar y saborear: el Padre está empeñado en hacerme sentir hijo querido y ponerme en mi sitio, que tal vez no es el que yo me he buscado, o en el que estoy ahora, o con el que intento conformarme.

Unos verbos que nos retan: acoger, conmoverse, recibir, salir corriendo hacia, celebrar el retorno...

Esta parábola es una invitación a la fraternidad, a la comunión, al empeño de darle alegrías al Padre trayendo a casa a los hermanos que se fueron. Al menos... ¡que no los espantemos con nuestras actitudes!

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 26 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 18,9-14

 

Evangelio según San Lucas 18,9-14
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:

"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.

El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.

Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.

En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.

Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos,

La vida ha cambiado mucho. Hemos progresado, pero hay cosas que siguen sin poder hacerse o vivirse al mismo tiempo. Por mucho que nos consideremos los señores del mundo y los reyes de la creación hay realidades que no están todavía a nuestro alcance. Hay personas que en una etapa de su vida decidieron quitarse años, no les apetecía reconocer el paso del tiempo; sin embargo años después han querido que sus documentos certifiquen su verdadera fecha de nacimiento para poder dejar de trabajar y cobrar la paga de jubilación correspondiente. Ellos mismos cavaron su propia tumba: no se puede querer pasar por más joven y mayor a la vez.

Algo de esto hay en la historia del fariseo y del publicano; algunos nos gloriamos tanto en nuestros méritos, medallas, aciertos, fidelidades, que no dejamos sitio ni a Dios ni a los demás. Nosotros lo llenamos todo.

Intenta almacenar agua en unas manos llenas. La advertencia de Jesús es bien clara: quien se enaltece será humillado; quien se humille será enaltecido. El que crea ‘ganar’ perderá; el que esté dispuesto a ‘perder’ acabará ganando. Miles de hombres y mujeres que han acogido el Evangelio, profundamente felices, lo demuestran con sus vidas.

Que hoy sábado, María, la mejor discípula de su Hijo, nos ayude a elegir como conviene para que venga su Reino. Que el buen José, su esposo, siga intercediendo por nosotros.

CR

fuente de comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 25 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,26-38

 

Evangelio según San Lucas 1,26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.

Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;

él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,

reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".

María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".

El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.

También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,

porque no hay nada imposible para Dios".

María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos,

En el prefacio de la misa de hoy leemos esto: Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió su mensaje a la tierra y la Virgen creyó el anuncio del ángel: que Cristo, encarnado en su seno por obra del Espíritu Santo, iba a hacerse hombre por salvar a los hombres. Sí, ya sé que es un texto muy denso, pero resume bien el sentido de la solemnidad de hoy. Aquí aparecen todos los personajes que encontraremos en las lecturas de hoy:
Dios Padre, que envía su mensaje a la tierra, o –por decirlo con las palabras del profeta Isaías- que nos envía una señal. Es el Dios cuya voluntad quiere cumplir Cristo al llegar a este mundo. Así se expresa en la carta a los hebreos y en el salmo 39: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.
Cristo, que es el Enmanuel (Isaías) y se llamará Jesús, Hijo del Altísimo, Hijo de Dios (Lucas), el mismo ue, al llegar a este mundo, dijo: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo.
El Espíritu Santo, que hace germinar a Jesús en el seno de María: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra.
María, en quien, según la fe de la Iglesia se ha cumplido la profecía de Isaías: La Virgen está encinta y da a luz un hijo. Es esta virgen la que –según el relato de Lucas- estaba desposada con José y, al recibir de Dios la vocación de ser madre de Jesús, respondió: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra
El ángel Gabriel, que actúa como mensajero de Dios y que comunica a María las noticias más hermosas que jamás se han anunciado: El Señor está contigo; concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo; la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra.

La solemnidad de hoy aparece, pues, como el primer tiempo de la sinfonía de la encarnación. Este primer tiempo lleva un título: “La anunciación del Señor”. Y una indicación respecto del tempo: “Al llegar la plenitud de los tiempos”. Y, por supuesto, una detallada explicación de la partitura que ejecuta cada uno de los intérpretes.
Sobran las palabras. Llega el momento de dejarse invadir por la música y de aplaudir con todas las fibras de nuestro ser.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA 

jueves, 24 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,14-23

 

Evangelio según San Lucas 11,14-23
Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada,

pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios".

Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.

Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul.

Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.

Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras,

pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.

El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos,

En mi comunidad bromeamos cuando un hermano, al que apreciamos, nos anuncia su visita: “fulano no viene a vernos, viene a hablarnos”. En otra hacen bromas en este tiempo de cuaresma: “nosotros comemos y cenamos en silencio; sólo se oye hablar a fulano”.

Todos tenemos algún defecto que no vemos. Los demás lo perciben con facilidad, pero a nosotros nos cuesta más. Hay gente que habla y habla sin darse cuenta. En la relación con el Señor puede pasarnos lo mismo. La oración es diálogo, encuentro, conversación, pero precisamente por eso tiene un fuerte componente de escucha.

A quienes oramos con la Liturgia de las Horas se nos permite abrir muchos días de cuaresma recordando esta invitación del salmo 94 que hoy proclamamos en la eucaristía: “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no endurezcáis el corazón”. La cuaresma es tiempo de muchas cosas (de oración, de ayuno, de limosna), pero sobre todo de escucha y amor. ¡Qué mal suena la expresión de la primera lectura de hoy: “aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor”! ¡Qué distinta de la del salmo 23: “este es el grupo que busca al Señor”!

Pongámonos en camino. Ayudémonos a escuchar la voz del Señor. Dejemos que Él mismo nos dé el corazón y el espíritu nuevos que tanto pedimos estos días.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 23 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,17-19

 

Evangelio según San Mateo 5,17-19
Jesús dijo a sus discípulos:

«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.

Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermnaos,

La escena pone los pelos de punta. La abuela, ciega desde hace casi medio siglo, se dirige a sus nietos: “Daría mi vida para que vierais lo que yo veo”. ¡Pero si la abuela no ve!

Con todo respeto al drama de la ceguera, ¡qué grave es también no ver con los ojos del alma! Poder reconocer al Padre y no hacerlo; vivir en el terror, en el pánico, sintiéndose amenazado por todos sin descubrir hermanos en los que te rodean; pensar que la vida es tener, tener y tener; mandar, mandar y mandar; gozar, gozar y gozar… y convertirla en un infierno antes de tiempo. ¿De qué nos vale ganar el mundo entero si al final perdemos la vida?

Que no se nos escapen unas palabrillas que pueden perderse en la primera lectura de hoy: “guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos”. ¿Quién tiene a su Padre tan cerca y tan pendiente? ¿Quién nos ha regalado una tierra que no hemos sudado, ciudades que no hemos construido, viñedos y olivares que no hemos plantado? (Jos 24, 13). ¿Cuánto valen la amistad, la salud, el afecto, la paz, el perdón, la gratuidad, la sonrisa? Dios ha dejado muy claro que no quiere abolir sino dar plenitud. Para que todos tengamos vida y la tengamos en abundancia.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 22 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 18,21-35

 

Evangelio según San Mateo 18,21-35
Se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".

Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.

Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.

Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.

El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".

El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.

Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.

El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.

Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.

Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.

¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'.

E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.

Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos,

Se nos olvida a menudo: lo que procede no es que tengamos una idea de Dios y tratemos de ver en qué medida Jesús y su palabra se ajustan a ella. No, ¡a Dios le hemos conocido en Jesús! Por eso toda experiencia de discipulado, de aceptación del Evangelio, supone ir renunciando a ideas previas sobre Dios, el ser humano, la vida, e ir acogiendo lo que Jesús vive, enseña, representa y propone. El rey de la parábola perdona toda la deuda; Jesús invita a perdonar setenta veces siete. Pero, ¿no será mejor dosificar el perdón no vaya a ser que los pecadores se acostumbren a ese perdón barato?, ¿no convendrá ser menos drástico e ir poco a poco?

La misericordia se ríe del juicio, dice la carta de Santiago. Es un misterio, pero el Justo es sobre todo Misericordioso. No hay que comprarle a base de méritos o conquistas; hay que responder a su amor. No hay que enseñarle a ser Dios; hay que aceptar su libérrima voluntad. Ya no hacen falta ni príncipes ni profetas ni jefes, ni holocaustos ni sacrificios. Él sabe de sobra qué desea hacer y cómo. Y, como recordaban las lecturas de hace dos domingos, el que no se reservó ni a su propio Hijo, ¿no nos dará todo con él? (Rm 8, 32).

Acojamos la Palabra, demos gracias, y volvamos a la vida: nos han perdonado mucho; no podemos estrangular a quien sólo nos debe cien denarios.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 20 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 4,24-30

 

Evangelio según San Lucas 4,24-30
Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.

Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.

Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.

También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".

Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron

y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.

Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos,

En adviento nos fijamos en los grandes personajes bíblicos (María, Isaías, Juan) que nos ayudan a preparar la venida del Señor. Estas grandes figuras no existen en la cuaresma. Pero en nuestro camino hacia la Pascua sí van apareciendo decenas de personajes que pueden ayudarnos a acoger la llamada a la conversión y a abrir nuestra vida al Resucitado y a su palabra.

Uno de ellos es Naamán, un general sirio. Un hombre que nos habla de Damasco, de esas tierras que están tristemente de actualidad. Es fácil mirarle con simpatía: es un enfermo, alguien necesitado. Pero también un hombre de carácter; el relato bíblico lo presenta enojado, gruñendo, furioso.

Contemplándole podemos descubrirnos a nosotros mismos. Naamán ha hecho muchos kilómetros buscando la curación; ha insistido, pelea por ella. Pero quienes hablan en nombre de Dios le ofrecen respuestas que chocan con sus planes. Más aún, que le parecen ridículas: ¡cómo bañarse siete veces en el Jordán cuando en su tierra hay ríos mucho mejores! ¿Qué es eso de que el hombre de Dios no le reciba y le dé consejos a distancia?

Los hombres y mujeres del Espíritu nos advierten: ¡cuidado, no se trata sólo de aceptar el querer de Dios: hay que acoger también los caminos que Él elige para llevarlo a cabo! Solemos esperar que sea Él quien vaya a nuestro ritmo, quien se acomode a nuestros planes. Naamán nos enseña lo importante que es escuchar y acoger los caminos que Dios ha hecho suyos: ¿por qué aceptar un mesías judío nacido además de un embarazo sospechoso?, ¿por qué acoger algo tan repugnante como la cruz?... Cuidado con caer en la tentación de Naamán.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 19 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 13,1-9

 

Evangelio según San Lucas 13,1-9
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios.

El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?

Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.

¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?

Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera".

Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.

Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'.

Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.

Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".


RESONAR DE LA PALABRA


ES URGENTE CONVERTIRSE

 Arrancamos nuestra reflexión de la frase central del Evangelio de hoy: «Si no os convertís... todos pereceréis de la misma manera». Tiene un tono de amenaza, o de urgencia, o al menos de advertencia seria. La vida entera no sería suficiente para«convertirnos», es una tarea permanente, diaria, interminable. Pero en el ecuador de la Cuaresma, quiere espolearnos para que hagamos un esfuerzo más serio. Pero ¿qué debemos entender por «conversión»?

+ Convertirse no equivale a hacer una «confesión general», aunque esto pueda ser bueno. Ni se confunde con el esfuerzo por corregir algún defecto o pecado concreto, o ponernos en orden con nuestras obligaciones como cristianos, quizá un poco debilitadas. La palabra «conversión» hace referencia a un giro, a una transformación personal, a un vuelco en nuestra vida. Convertirse es transformarse (ser trasnformado por Dios) en otro diferente. Es una urgente llamada a ser «distintos», y a dar al Señor los frutos que quisiera encontrar en cada uno de nosotros y en la comunidad cristiana y eclesial.

• Convertirme no es un esfuerzo para evitar el abismo, sino lanzarme a la conquista de la cima.

• Convertirme no es llorar sobre el pasado sino la vuelta al esfuerzo cotidiano a pesar de las caídas y decepciones.

• Convertirme no es decir No al pasado que no puedo cambiar sino decir Sí a la vida nueva que se me ofrece hoy, decir Sí a Aquel y aquellos que creen en mí y cuentan conmigo a pesar de todo.

• Convertirme no es mirar angustiado e impotente las cadenas que no me dejan mover sino esforzarme para romper las cadenas que me paralizan la inteligencia y el corazón.

• Convertirme es acoger el amor y la esperanza en los ojos y en el corazón, es poner vida y amor allá donde sólo hay muerte y vacío.

• Convertirme es creer, de una vez y de verdad, en mí mismo, en Dios, en los demás, en la riqueza de la vida y del amor. (Josep Codina i Farrés)

+ La conversión es una invitación a parecernos más a Dios. O como dice Xavier Quinzá: Se trata de "cambiar de Dios" y descubrir un Dios diferente que se parezca más al Dios de nuestro Señor Jesucristo. Un cambio en el que se nos ofrece una nueva manera de relacionarnos con el Dios tierno, clemente y misericordioso.

Aunque afirmemos en el Credo que «creemos en un solo Dios»... entre nosotros hay muchos rostros diferentes de Dios. Y no todos acertados ni convergentes, ni todos son realmente el Dios de Jesús. Por ejemplo: En el Evangelio de hoy Jesús se encuentra con un rasgo que deforma el auténtico rostro de Dios. Es esa mentalidad supersticiosa y mágica que atribuye a Dios todo lo que ocurre en el mundo, y lo interpreta a su modo: accidentes, curaciones, crímenes, enfermedades, desastres naturales, etc. Ha explicado el Papa Francisco :

"Jesús conoce la mentalidad supersticiosa de su auditorio y sabe que ellos interpretan de modo equivocado ese tipo de hechos. En efecto, piensan que, si aquellos hombres murieron cruelmente, es signo de que Dios los castigó por alguna culpa grave que habían cometido; o sea: «se lo merecían». Y, en cambio, el hecho de salvarse de la desgracia equivalía a sentirse «sin falta». Ellos «se lo merecían»; yo no «tengo faltas». Jesús rechaza completamente esta visión, porque Dios no permite las tragedias para castigar las culpas, y afirma que esas pobres víctimas no eran de ninguna manera peores que las demás. Más bien, Él invita a sacar de estos hechos dolorosos una advertencia referida a todos, porque todos somos pecadores. En efecto, así lo dice a quienes lo habían interrogado: «Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo»" (28 Febrero 2016)

Entonces, ¿cómo es Dios?

 La primera lectura nos ha presentado un relato muy significativo para el pueblo de Israel. Se trata de la «tarjeta» de presentación de Dios a Moisés, cuando tanto él y su pueblo apenas le conocen. «Cuando me pregunte tu pueblo quién me envía, cuál es tu nombre, ¿qué les digo?». Dios da una contestación bastante enigmática: «Yo soy el que soy». Mucho se ha escrito sobre esta respuesta de Dios, y muchas interpretaciones se han ofrecido. Donde mejor podemos acudir es al propio pueblo judío que narró esta escena de la zarza. Este pueblo no acostumbra a hacer filosofías ni razonamientos complicados como hacemos los occidentales de cultura greco-romana. Ellos son más bien «vitales», y prefieren hablar de «experiencias».

Y así nos explican que a Dios nunca lo conoceremos del todo, nunca podremos manipularle, nunca podremos dar una definición completa de él. Por eso ni siquiera pronuncian su Nombre. Es decir: Dios es más grande que todos nuestros conceptos, explicaciones, definiciones y disquisiciones filosóficas. No podemos encerrarle en nuestros catecismos y dogmas. Siempre hay que estar dispuestos a corregir nuestras ideas sobre él, como ya hemos dicho.

En segundo lugar esta «expresión» vendría a significar que a Dios se le conoce «sobre la marcha», por el camino, a lo largo del recorrido de nuestros desiertos, ¡de la vida entera!. Lo vamos conociendo y experimentando poco a poco a base de escuchar, obedecer, orar, confiar y poner en práctica sus exigencias... De hecho, si nosotros quisiéramos explicar «quién es Dios para mí», tendríamos que repasar nuestra vida, porque mi experiencia y conocimiento de Dios va cambiando conmigo, con lo que voy viviendo, sufriendo, experimentando, gozando, eligiendo cada día de mi vida. Lo mismo que cambio yo y cambian también mis percepciones sobre los demás.

Pero antes de revelarle a Moisés su «Nombre», ha hablado en primera persona, con una serie de verbos importantes que (auto) describen cómo es y cómo actúa este Dios:

+ he visto la opresión

+ he oído sus quejas

+ Conozco sus sufrimientos

+ He bajado a librarlo

+ A sacarlo de esta tierra y conducirlo...

Por lo tanto, si queremos parecernos a Dios (convertirnos), podemos empezar por estos verbos: ver, oír, conocer los sufrimientos de las gentes, liberar, llevar a «tierra segura»... Se trata de acercarnos al mundo, a tantas personas que hoy le importan a Dios, y dejarnos «afectar» y «bajar» hasta ellas. No creo que haga falta enumerar tantas situaciones de violencia, desamparo, injusticia, guerra, soledad... como ocurren en todo el mundo, lejos y al lado de nosotros. Y hoy como entonces Dios buscará quiénes vayan en su nombre, y los ayudará, como hizo entonces y siempre.

Parafraseando a San Pablo en la segunda lectura de hoy, podríamos decir: todos fuimos bautizados, todos nos decimos «del pueblo de Dios», todos hemos comido el pan de la Eucaristía, todos hacemos oración, todos... pero... la mayoría no agrada a Dios. El que se sienta seguro, cúidese. Es decir: cuidado con pensar o creer que por participar en unos ritos y tener unas creencias religiosas ya está todo resuelto. Como Iglesia y como personas individuales, la llamada a la conversión supone «agradar a Dios»...

Nuestra vida es frágil, limitada, no está en nuestras manos y el comprobar cada día cómo muchos la pierden de manera imprevista... debiera ser una urgente invitación a no dejar para mañana (que no sabemos lo que dará de sí) el empeño en producir frutos. Tenemos «un año más» para cavar alrededor y echar estiércol... Que cuando quiera que el Señor rebusque entre nuestras ramas, pueda encontrar al menos algunos frutos y no solo hojarasca, apariencias, buenos propósitos... Frutos de compasión, de solidaridad, de justicia, de liberación. Nuestros «frutos» serán aquellos que puedan servirles... a otros.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 18 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24a

  

Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24a
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.

Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".

Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos,

Hoy es fiesta para la iglesia que recuerda a san José, padre de Jesús, esposo de María. Son incontables los grupos, congregaciones, movimientos, instituciones... que lo tienen por patrón o especial protector. En definitiva, referencia sencilla y clara para vivir nuestra fe y para acercarnos cada vez más a Dios.

Podemos encontrar en las lecturas de hoy dos claves para celebrar el día de hoy:

FE Y ESPERANZA: dos rasgos claramente presentes en él. De hecho se asocia a los grandes creyentes de la historia, a Abraham, a su confianza plena en Dios, esperando contra toda esperanza y convirtiéndose así en “padre de muchos pueblos”. José es padre de muchos porque supo ser padre de Jesús, porque supo vivir cotidianamente la misión que Dios le encomendó. No buscó otras grandezas ni anheló otros proyectos. Fue fiel en lo que se le pidió, más allá de que entrase en sus planes, le gustase o no le gustase... Se fió y esperó.

CALLA, ESCUCHA Y HACE: el evangelio no nos ha transmitido ni una sola palabra de él. Decide en secreto viendo lo que sucede con María. Calla pero no guarda rencor ni sigue maquinando en su interior. Es un silencio real, por fuera y por dentro. El silencio de quien sabe callar. El silencio de quien sabe escuchar y por eso, oye, comprende, es capaz de descubrir a Dios en lo que le está pasando: “la criatura que hay en María viene del Espíritu Santo”. Calla y escucha de tal manera que lo que tiene que hacer viene sólo, con toda naturalidad. Nada hay en él que se resista, que se pregunte, que huya. Simplemente, se despierta y hace lo que el Señor le ha mandado.

No es poco para nosotros en estos días. Podemos quedarnos con una imagen ambigua de José, llena de tonos apastelados, con nardos o azucenas blancas, alejado de la realidad, arrinconado mientras –aparentemente- la historia de salvación sigue su curso con María y Jesús. O podemos pedir a Dios que nos ayude a parecernos a este hombre santo y fiel. Quizá de su mano, cambie también nuestra Cuaresma.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA