domingo, 28 de marzo de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 12,1-11

 

Evangelio según San Juan 12,1-11
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.

Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.

María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:

"¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?".

Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.

Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.

A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre".

Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.

Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,

porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.


RESONAR DE LA PALABRA

Primer día de esta semana en la que vamos a celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Como es misterio, no vamos a tratar de explicarlo. Se trata sencillamente de contemplar con el corazón abierto. Se trata de acoger sin condiciones. Algo parecido a lo que hicieron Lázaro, Marta y María. Eran los amigos de Jesús. Confianza de años. No hacían preguntas. Simplemente tenían abierta su casa para él. Le querían y le querían sin condiciones. Así es el verdadero amor, la verdadera amistad. Jesús ya era de la familia. Todo lo que había en la casa era poco para ofrecer a aquel amigo que les visitaba de vez en cuando. Los mejores manjares, el mejor servicio. Y, si se tercia y hay posibilidad, el mejor perfume para ungir sus pies cansados del camino.

Aunque siempre hay alguno que estropea la fiesta y se pone en plan crítico. ¿Para que vaciar la despensa? ¿No es uno más de la familia? Se le saca lo de todos los días y basta. Y, ¿qué es eso de andar derrochando perfumes cuando eso podía ayudar a los pobres? Está claro que Judas no había entendido mucho lo que era el amor incondicional, ni lo que era una relación entre personas generosa y abierta. Da la impresión de que Judas estaba acostumbrado a calcular, a razonar todo. Lázaro, Marta y María habían entendido la novedad de Jesús y lo manifestaban en su acogida sin límites, en su amistad sin condiciones.

En esta semana que comenzamos llena de celebraciones con muchas palabras y muchos símbolos y muchos ritos nos conviene imitar la actitud de Lázaro, Marta y María. No se trata de calcular y razonar. Se trata simplemente de acoger, de contemplar. Se trata de hacer de nuestro corazón la casa familiar donde Jesús sea acogido y donde nosotros simplemente estemos a su lado, sintiendo con él, acompañándole. Sin más. Porque el misterio no se descifra ni se estudia ni se cuenta en un libro a base de argumentos y razonamientos. El misterio se contempla. Y se va dejando que, poco a poco, esa plenitud del amor de Dios manifestado en la vida de Jesús y, sobre todo, en sus últimos momentos, vaya llegando a nuestro corazón. Y nos inunde de alegría y de esperanza. Y nos vaya haciendo capaces de amar y acoger y servir a nuestros hermanos y a descubrir en ellos el misterio del amor de Dios hecho carne.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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