domingo, 7 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 6,53-56

 

Evangelio según San Marcos 6,53-56
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.

Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,

y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.

En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

Hay gente o situaciones que nos generan una admiración peligrosa. Esa admiración que nos lleva hasta la envidia o nos deja enganchados en nuestra propia pequeñez: “con lo bien que lo haces y lo mal que me sale a mí”…

Y hay otra admiración sana y constructiva que no solo no nos quita nada de nuestro propio valor sino que nos empuja a querer estar más cerca de esa persona, a seguir disfrutando de sus dones, su presencia, su sonrisa, su bien hacer.

Esta semana comenzamos a leer el libro del Génesis, concretamente el relato de la Creación. No pocas religiones y ritos antiguos asocian una especie de temor reverencial al Creador, a quien es el Origen de todo, quien tiene poder para dar la vida y para quitarla, para que salga el sol y para que se nublen los cielos. Sería una pena que nosotros, cristianos hoy, dejáramos que se nos colara alguna brizna de este sentimiento. Una admiración o un reconocimiento peligroso. Lo nuestro tendría que parecerse más a ese deseo sencillo y transparente de las mujeres y hombres que se encontraban con Jesús: todos querían estar tan cerca de El que pudieran tocar al menos la orla de su manto. Y los que le tocaban, se curaban, dice el evangelio de Marcos.

¡Bendice alma mía al Señor! Que reconocer su grandeza y gozar con sus obras nunca me haga dudar de mi propia dignidad, de mi valor, de mi bondad. ¡Bendice alma mía al Señor! Que ansíe más estar cerca de Ti y sentirme curado (sano) que todos los homenajes, alabanzas y ritos de aclamación ante un Dios omnipotente y alejado de nuestros caminos.

Nuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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