domingo, 28 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 6,36-38

 



Evangelio según San Lucas 6,36-38

Jesús dijo a sus discípulos:

«Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.

Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos

Esta semana de Cuaresma se abre con una mirada a Dios y una constatación gozosa: Él es sobre todo misericordia y compasión para todos y más para quien sabe reconocer con humildad sus deficiencias y pecados, como el Profeta Daniel en la primera lectura. Su misericordia y amor llegaron hasta entregarnos a su propio Hijo Jesús que nos amó hasta el extremo de dar su vida por todos.

Jesús, con sus palabras y obras, nos ha mostrado las entrañas de misericordia del Padre y lo ha hecho de muchas formas: perdonando, curando, dando esperanza a todo aquel que se encontraba con Él.

Nosotros también experimentamos esta misericordia cada día pues no nos juzga, no nos condena, nos absuelve, nos da amor sin pedirnos nada a cambio. Nosotros estamos llamados e invitados a dejarnos configurar por la misericordia de Jesús, a vivirla con serenidad interior, a ser en el mundo espejo y sacramento de ese don divino. Estamos llamados a vivir su misma vida como Él la vivió: desde la entrega sin límites, el perdón gratuito y desinteresado, la mirada cordial y limpia, el no juzgar y condenar a nadie…

Jesús nos pide coherencia: no pidamos a Jesús que sea misericordioso con nosotros si nosotros no estamos dispuestos a hacer lo mismo con los demás.

Solo podremos ser misericordiosos como Jesús si mantenemos una relación viva con Él, si permitimos que nos inserte en su amor para que este rebose hacia los hermanos. De esta forma seremos capaces de tener con los demás la medida que nos gustaría que ellos tuvieran con nosotros. Si obramos así nuestro entorno será un poco mejor porque yo soy mejor. Cada uno da de la abundancia de su corazón.

Dice el Papa Francisco: “Amar a nuestros enemigos, a quienes nos persiguen y nos hacen sufrir, es difícil, ni siquiera es un “buen negocio”, o al menos no lo es seguir la lógica del mundo. Sin embargo, es el camino que recorrió Jesús hasta conquistarnos la gracia que nos hace ricos”.

Os dejo este pensamiento: “La felicidad no viene del mundo. La crea cada uno cuando vibra en amor, solidaridad, generosidad y misericordia, con uno mismo primero y luego con las demás personas”.

José Luis Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 27 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 9,2-10

 

Evangelio según San Marcos 9,2-10
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.

Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.

Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".

Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo".

De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos".


RESONAR DE LA PALABRA


EL DIOS QUE NOS FORTALECE Y PURIFICA

En este tiempo de Cuaresma recibimos una insistente llamada a «volver a Dios», a reencontrarnos vitalmente con él. Pero es esencial que nos preguntemos a «qué Dios» debemos volver, cuál es el rostro de ese Dios al que queremos mirar cara a cara y vivir para él. Las lecturas de este día son una gran ayuda para purificar ideas, vivencias, sentimientos que podrían no coincidir con el auténtico rostro de Dios manifestado en Cristo Jesús.

Cuando he tenido ocasión de leer y comentar la primera lectura con grupos de adultos y jóvenes, invitándoles a que expresaran libremente sus reacciones... se amontonaban las preguntas: Por ejemplo: ¿Dios pone a prueba? Resulta contradictorio que Dios «violente» a sus seguidores y se arriesgue a perderlos si tropiezan con sus «pruebas». Pero además: ¿No lo sabe todo Dios? ¿Para qué necesita hacer esas «comprobaciones»? Este Dios que pide el sacrificio de Isaac, ¿no parece un poco sádico, aunque al final interviniese para que Abraham no lo llevase a cabo? ¿Es aceptable un dios que pide semejantes cosas? Y con respecto a Abraham: ¿Se nos está proponiendo como modelo una «obediencia ciega»? No parece muy modélico que alguien pretenda poner en práctica semejante barbaridad. Y es cierto que «en el nombre de Dios» se han cometido y se cometen auténticas atrocidades, o exigencias absurdas... que ocurren cuando se conoce poco o mal el rostro de Dios (es el caso de Abraham, que apenas comenzaba a conocer a Dios) y cuando falta un «discernimiento» adecuado para valorar lo que creemos que nos pide.



Digamos por tanto algunas claves para situar el texto y aplicarlo a nuestra vida:

- Lo primero es que la revelación de Dios en la Biblia es progresiva, a lo largo de muchos siglos. Su rostro se va clarificando y purificando con el paso del tiempo. No encontramos en la Biblia un «único» rostro de Dios, ni es posible hacerlos compatibles entre sí, porque no lo son. Y, como ha dicho repetidamente la Iglesia, no se puede interpretar un texto, prescindiendo del resto de la Biblia. Y particularmente los cristianos tenemos que contar con Jesús de Nazareth y su definitiva revelación del rostro de Dios (Evangelio de hoy).

- En segundo lugar: ¿De dónde sacó Abraham esa petición de Dios? Porque es claro que Dios «no da voces», ni conversa como lo hacemos nosotros. El hombre aprende a escuchar su voz en el fondo del corazón, es una intuición profunda, una inquietud... que se mezcla a menudo con otras voces. El hombre de Dios tiene que aprender a discernir. Eran frecuentes en las religiones del entorno de Abraham los sacrificios humanos. Y Abraham «siente» que Dios le pide algo similar. No conocía suficientemente a Dios. Y aunque le cuesta, aunque no entiende, aunque se revuelve por dentro... decide hacer caso a aquella voz: es un hombre obediente, y se pondrá en camino con Isaac, pero... sin renunciar a seguir discerniendo. Dios mismo acudirá en su ayuda... para hacerle ver que él no es como los otros dioses que reclaman sacrificios humanos, y para agradecerle su capacidad de sacrificio y renuncia. Abraham, aunque fuera por error, ha mostrado que Dios está por encima de comprender, por encima de sus intereses, por encima de sus deseos de futuro, por encima de su idea de Dios. Y confía en la Promesa que Dios le había hecho. En esto sí que es «padre de los creyentes».

- Y nos plantea un reto para nuestra Cuaresma: Isaac era un regalo de Dios, era como la recompensa recibida por haberle obedecido, dejando atrás su tierra y poniéndose en camino sin saber siquiera a dónde: «a la tierra que yo te mostraré». Era, por tanto, algo bueno, ese hijo era un don de Dios. Aprendemos, por tanto, que Dios nunca nos pedirá que renunciemos a lo bueno, a sus dones, y que siempre estará de parte de la vida, protegiéndola. Pero siempre queda el peligro, la tentación, de «adueñarnos», sentirnos propietarios de sus dones, hacer de ellos nuestra seguridad, hasta el punto de olvidar de quién nos vienen, a quién pertenecen realmente, y qué sentido o significado tienen. Nuestro punto de apoyo no deben ser nunca los bienes recibido de Dios... sino Dios mismo, y por tanto, tendremos que estar siempre dispuestos a renunciar incluso a lo que nos parece imprescindible.. sin dudar de que «Dios proveerá», como le va explicando Abraham a su hijo por el camino hacia el monte Moriah. Es el Dios que provee y que bendice. Es el «Dios de los dones».

- Por último hay que renunciar de una vez de hacer responsable a Dios de nuestras tentaciones, o de decir que «nos pone a prueba». Nos dice la Carta de Santiago: "¡Feliz el hombre que soporta la tentación! Superada la tentación, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman. Ninguno, cuando sea tentado, diga: 'Es Dios quien me tienta'; porque Dios no es tentado por el mal ni tienta a nadie. Cada uno es tentado por el propio deseo que lo arrastra y seduce". (Santiago, 1,12-13)



Mirando ya hacia el Evangelio:

Jesús ve llegar momentos difíciles, se «huele» el fracaso y la muerte a la vuelta de la esquina. Más pronto que tarde, su vida se verá envuelta en la oscuridad y será tronchada. Y necesite encontrarse con el Padre, buscando un poco de luz y de fortaleza. La cercanía, la confianza y el encuentro con el Padre son indispensables para superar los momentos difíciles, para no venirse abajo, ante la soledad de tomar decisiones difíciles... y ante el desconcertante silencio de Dios. Nos advertirá más adelante: "Orad para no caer en tentación".

Por otro lado, los tres discípulos que le acompañan andan también «confundidos», como Abraham, sobre los caminos de Dios. No aceptan un Mesías fracasado, sufriente, entregado, sacrificado, sin poder ni gloria. Y Jesús tiene que ayudarles a discernir los caminos de Dios, su «voluntad». Esto vale mucho hoy para la Iglesia: la entrega silenciosa, el silencio, la humildad, el sacrificio, el huir de la gloria, prescindir de todo tipo de ostentaciones...

En la escena que contemplan aparecen tres «personajes». En primer lugar Elías, que representa a los profetas: Ellos hablaban en nombre de Dios -«oráculo del Señor»- anunciadores de la novedad de Dios, del futuro que Dios siempre abre para su pueblo, anunciadores del Mesías. Por su parte, Moisés fue el fundador del Pueblo, el redactor de la Ley, el guía hacia la Tierra Prometida, que mana leche y miel. Y en tercer lugar, el propio Dios, representado -como en el Éxodo- por la nube y una voz que pide: «escuchadle». Los tres rodean a Jesús... y «desaparecen», quedando Jesús como único protagonista. Es decir: Jesús es el Nuevo Moisés, fundador de un nuevo pueblo, de una nueva alianza, de una nueva ley, un nuevo guía hacia la plenitud. Jesús es el nuevo «profeta» que anuncia y abre el futuro de Dios, ya no harán falta más portavoces de Dios: Jesús es el único, es la Palabra de Dios. Por eso también «desaparece» Dios de la escena porque ahora será Jesús, el Hijo Amado, la nueva presencia de Dios entre los hombres (Hebreos, 1, 1-2)

Algunas conclusiones para nuestro camino cuaresmal:

- Invitación urgente al encuentro calmado con Dios, para que él nos ayude a discernir sus caminos, purificar su rostro, y para ser fortalecidos ante la tentación y las pruebas que llegarán en algún momento. En esa oración no puede faltar la Palabra que es Jesús, escuchándole. Y dejándonos acompañar por él cuando toque «bajar del monte» a la dura realidad de la vida.

- El dolor, el fracaso, la oscuridad, el sinsentido, el silencio de Dios... se abrirán a la luz de la Pascua, son camino para la gloria... si los vivimos confiando en Dios. No se esfumarán las dificultades que puedan presentarse, como no desapareció la Cruz del horizonte de Jesús, a pesar de ser su Hijo Amado. Pero la esperanza en el Dios de la vida y de la Luz... nos ayudarán a superarlas. Como hizo Jesús. Contemplarle, escucharle, seguirle... es el único camino para el triunfo.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 26 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,43-48

 

Evangelio según San Mateo 5,43-48
Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.

Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;

así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.

Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?

Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?

Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

El texto del Deuteronomio nos invita a cerrar esta primera semana de nuestro itinerario cuaresmal con esta convicción: «el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo»

(Dt 26,17). Esa preposición «para» es central en la revelación bíblica y representa un desafío para cada discípulo. El contexto idolátrico en el que se mueve el pueblo de Israel donde los pueblos vecinos tenían sus dioses como una entidad propia a la que le daban culto con sacrificios y ofrendas. La imagen de Dios del pueblo de Israel es totalmente distinta, se podría resumir con esta afirmación: «¡Dios para ti!»

Jesús en la vigilia de su pasión radicaliza y lleva a cumplimiento esa clave de revelación, manifestándola en toda su plenitud cuando se dona en el pan y en el vino, diciéndonos: «entregado por ustedes», «derramada por ustedes». Esta forma de ser, que se nos revela del misterio de Dios, debería tocar profundamente el misterio de nuestra realidad humana. Si nuestro Dios es un «Dios para», como hijos y discípulos no podemos hacer menos que nuestra vida sea un don «para» los demás.

Es lo que Jesús nos pide de forma radical a sus seguidores, en lo que podemos definir como la «propuesta discipular» por excelencia: «pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre del cielo» (Mt 5,44-45). Jesús nos pone «el listón muy alto», pero al mismo tiempo es una propuesta alternativa sorprendente: se trata de seguir un camino donde el amor donado no se limita solo a ser simplemente correspondido. El amor del «discípulo perfecto» (Mt 5,48) se evidencia en la capacidad que tiene de ir más allá de sí mismo, donde incluso la experiencia de enemistad se convierte en una oportunidad de un amor más amplio todavía.

La promesa de la primera lectura, según la cual «serás el pueblo santo del Señor» (Dt 26,18), no se alcanza solo a través del cumplimiento de las normas y preceptos, sino en hacerlo «con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Dt 6,5), del mismo modo que el Padre del Cielo «manda la lluvia a justos e injustos» (Mt 5,45). La fuerza y la pasión con la que hacemos cada «particular», no como algo pequeño cerrado en sí mismo, sino en comunión con ese abrazo universal que nos salva a todos. Ese podría ser uno de los frutos de esta primera semana de Cuaresma. El amor al enemigo y al que nos hace mal, resulta siempre el lugar donde se pone a prueba nuestra experiencia de fe. Pidamos esta gracia al Señor por intercesión de María, de no excluir de nuestro amor incluso aquellos que no quieren nuestro bien.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 25 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,20-26


Evangelio según San Mateo 5,20-26
Jesús dijo a sus discípulos:

Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.

Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.

Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,

deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.

Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

Jesús nos propone una justicia superior a la de los escribas y de los fariseos. La primera se basaba sobre el conocimiento profundo de la ley, la segunda se basaba en la observancia escrupulosa de sus preceptos. Jesús no quiere que nos conformemos con esa actitud externa, que no nace del corazón y no es expresión de amor, porque busca su propia auto-justificación. Con la que después se acusa y condena a los que, siendo débiles, o estando en situación de necesidad no logran cumplir con tantos preceptos. Superior a esta justicia que se funda solo en el saber o el hacer, es la del amor, que sabe hacerse cargo de la realidad y perdonar, que no excluye, sino que ofrece misericordia.

Y la raíz de ese amor está en el corazón humano. Es ahí donde brota lo bueno y lo malo. «Todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano ...» (Mt 5,22). Notamos la insistencia en la palabra: ¡hermano! Se mata al hermano en el corazón, con los pensamientos y los sentimientos, con la indiferencia. Se mata al hermano con las palabras injuriosas y despectivas. Como tanto insiste el papa Francisco: «la murmuración es una actitud asesina, porque mata, acaba con la gente, acaba con la “fama” de la gente». Además, «cuando hablamos mal de los demás, les quitamos el rostro de la Belleza de Dios y les ponemos la máscara de la fealdad del mal. Nos volvemos "feos" también, mirándonos en el espejo manchado con la sangre del hermano al que matamos con la lengua».

El sentido de la justicia que nos propone Jesús es exigente ya que implica vivir con amor. El amor siempre tiene algo de «desmesura», tiene siempre un «algo más». El camino de conversión cuaresmal nos lleva a reubicar nuestra vida en ese amor evangélico de gratuidad. Esa «reforma del corazón», quizás la más urgente y necesaria en nuestras comunidades cristianas, es la gracia a pedir con insistencia en este tiempo de preparación a la Pascua. Donde se manifiesta un acto de justicia verdadera que Jesús ha inaugurado sobre la cruz con un acto de amor y perdón sin medida. Podemos hacer nuestra esta oración, para vivir la verdadera caridad:

Oh, Jesús,
que has acogido a cada hombre
en su condición para elevarlo
a la dignidad de hijo de Dios,
haznos capaces de vivir la atención
al prójimo para dar testimonio creíble
de ti, Verdad que libera.
Oh, Espíritu de amor,
que nos revelas el rostro de Dios,
haz resplandecer en nosotros la imagen
que Dios nos ha donado
viviendo en la verdadera caridad
y acogiendo a cada persona como
hermano. Amén.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 24 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,7-12


Evangelio según San Mateo 7,7-12
Jesús dijo a sus discípulos:

Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.

Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.

¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?

¿O si le pide un pez, le da una serpiente?

Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!

Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Jesús nos invita a orar con confianza y perseverancia. Del mismo modo que nos revela como es el corazón del Padre que sabe dar «cosas buenas a los que le piden» (Mt 7,11), nos indica cómo debe ser la actitud de un corazón orante: «pidan, busquen, llamen...». Durante este tiempo de Cuaresma se nos invita a volver a lo que es esencial para nuestra vida y nuestras opciones vitales. Redescubrir en la sencillez de los momentos de oración que tenemos cada día una verdad profunda: Dios es nuestro Padre y nos ama con un amor sin límites, está obrando siempre, sin cansarse, para nuestro bien.

Probablemente no siempre experimentamos este amor, o por la fuerza de la costumbre hemos vaciado de contenido la expresión: «Dios es amor». El reto es hacernos consciente de esta verdad de nuestra fe, que damos muchas veces ya por sabida. Jesús nos invita a entrar en comunión viva con Dios Padre, esta experiencia nos sana interiormente. Como decía el papa Francisco: «Todos, todos tenemos enfermedades espirituales, solos no podemos curarlas; todos tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos que nos paralizan, solos no podemos vencerlos. Necesitamos imitar a aquel leproso, que volvió a Jesús y se postró a sus pies».

La oración humilde y sencilla, la oración de un corazón que busca amar, inicia siempre con un acto de gratuidad contemplativa, poniendo en su mirada interior el rostro del Padre bueno. Esta vivencia de la bondad de Dios en la oración debemos llevarla a nuestra vida cotidiana. Para hacernos conscientes que en la simplicidad de la vida se manifiesta la vida en Dios. Por eso, «la mística de la vida cotidiana es la mística más profunda». La clave para acceder a este kairos cotidiano es la confianza, la apertura, el dejarse sorprender, o como se decía en el lenguaje de la piedad: la simplicidad.

Pidamos al Señor que renueve en nosotros el valor de la oración sobre la que se basa cada día la audacia de compartir el dolor y la angustia de nuestros hermanos. Sobre todo, en este tiempo de sufrimiento, abandono y angustia a causa de la pandemia del Covid-19. Que el Señor nos conceda cada día, sobre todo en los momentos más difíciles, de hacer de nuestra propia vida un templo donde resuene el grito de la humanidad que sale hasta el corazón del Padre de todos.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 22 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,7-15

 


Evangelio según San Mateo 6,7-15
Jesús dijo a sus discípulos:

Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.

No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,

que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.

No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.

Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.

Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

El camino cuaresmal que hemos iniciado nos pide hoy tomar conciencia de la importancia de la oración en nuestra vida cristiana. La oración es uno de los tres dinamismos de nuestro compromiso cuaresmal junto con el ayuno y la caridad hacia los más necesitados. La liturgia nos invita a meditar el texto del evangelio que no hemos leído el miércoles de ceniza. Como queriendo asegurar una mayor atención de nuestro corazón sobre la oración. Es una invitación hacer de la oración una expresión auténtica de nuestro ser discípulos.

El profeta Isaías nos asegura: «así será mi palabra que sale de mi boca» (Is 55,11). Esta palabra eficaz, enviada por Dios sobre la tierra, que regresa a Él después de haber cumplido su propósito, se ha hecho carne, es Jesús: por eso, su palabra está cargada de una potencialidad extraordinaria. Él nos dice: «Ustedes oren así: ¡Padre nuestro!» (Mt 6,9)». De ahí, que la invitación de Jesús a orar «así» no es simplemente la entrega de una formula mágica, para repetirla de forma mecánica. Es la entrega de un programa de vida, que «condensa su propia experiencia de Dios: la fe en el Reino y su preocupación por el mundo».

Podremos decir que oramos «así» como el Señor nos ha enseñado, cuando seamos capaces de vivir «así» como el Evangelio nos pide. Vida y oración deben ir siempre de la mano. La cuaresma como «viaje de regreso a Dios» es un tiempo propicio para potenciar nuestra oración. La cual nos lleva a esa intimidad con el Padre, que no solo escucha nuestra oración, sino que nos atrae a su corazón para conformarnos según su misericordia y perdón. La oración evangélica no funciona «a fuerza de palabras» (Mt 6,7), sino en la confianza del discípulo en el único maestro y Señor de nuestra vida.

Así pues, orar es cultivar nuestra relación de amistad con Dios, acoger en el silencio del corazón la fuerza performativa de su Palabra para que nos transforme. Como señaló el papa Francisco en su homilía del miércoles de ceniza: «La conversión del corazón, con los gestos y las obras que la expresan, sólo es posible si parte del primado de la acción de Dios. Lo que nos hace volver a Él no es presumir de nuestras capacidades y nuestros méritos, sino acoger su gracia. Nos salva la gracia, la salvación es pura gracia, pura gratuidad».

Pidamos al Señor que nos enseñe a orar, que nos de la capacidad de hacer nuestra oración con su mismo corazón, para que crezca en nosotros cada día su misma experiencia de filiación y fraternidad. De esta manera, con su gracia nuestra oración nos impulsará a vivir y actuar, así como oramos.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 21 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA Mateo 16, 13-19

Evangelio según San Mateo 16,13-19.

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".


RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos y amigas:


Hoy celebramos la fiesta de la Catedra de San Pedro. Es una buena oportunidad para intensificar nuestra oración de intercesión por el obispo de Roma y su «ministerio petrino» al servicio de la caridad entre todas las iglesias dispersas en el mundo. La liturgia de la Palabra que acompaña esta celebración nos lleva a redescubrir lo esencial de cada servicio ministerial dentro de la Iglesia, llamada a ser sacramento universal de salvación.

El apóstol Pedro exhorta con fuerza: «A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse». Pedro se define como «testigo» de la pasión de Cristo. En el contexto del Nuevo Testamento el testigo es también el mártir. Los apóstoles fueron testigos de la resurrección de Jesús y dieron testimonio, hasta dar su vida por el Evangelio. Desde esta autoridad que le confiere su ser «testigo», Pedro contempla el ministerio de los «presbíteros, ancianos» como la labor y el servicio de un buen pastor. Siempre en referencia al Pastor Supremo, único pastor del rebaño.

Sus consejos pastorales siguen siendo validos también para nuestro tiempo. Sobre todo, para aquellos líderes en nuestras comunidades cristianas que les cuesta asimilar el verdadero sentido de la autoridad apostólica. El pastor auténtico se entrega con generosidad al rebaño, acompañándolo con el testimonio de su vida, sin buscar sus propios intereses. La exhortación de Pedro nos ofrece criterios de discernimiento para examinar y mejorar cualquier servicio eclesial, comenzando por el ministerio del papa: teniendo siempre un «animo generoso».

Probablemente esa generosidad de animo, con la que Pedro responde a la pregunta de Jesús, lo hizo fiable de recibir este encargo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará». A pesar de sus límites, que los evangelios no callan; al contrario, lo presentan tal como es, una persona con un corazón integro. Es precisamente la autenticidad de vida, no la infalibilidad, lo que hace que la catedra de Pedro sea distinta a la catedra de Moisés. Como lo denunciaba Jesús.

Por ello, lo que en definitiva edifica la Iglesia, comunidad de los seguidores de Jesús, es el testimonio, como fruto de lo que uno es y vive por el amor a Jesús. Si Pedro se convierte en piedra de edificación es porque su «animo generoso» sabe hacer que «las llaves del reino de los cielos» sean usadas más para abrir que para cerrar. Haciéndose imitador de su Maestro y Señor a quien sabe reconocerlo como «el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Podemos orar y podemos soñar una Iglesia que sea testimonio creíble de Jesús y su Evangelio.

Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.
Fuente Ciudad Redonda

sábado, 20 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 1,12-15

 

Evangelio según San Marcos 1,12-15
En seguida el Espíritu lo llevó al desierto,

donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:

"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".


RESONAR DE LA PALABRA


NUESTROS DESIERTOS

Nuestra vida, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones; pues nuestro progreso se realiza por medio de la tentación y nadie… puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones». (San Agustín

Algunas personas me dicen en confianza: Cuaresma, «convertirse». Eso no va mucho conmigo: ya procuro ser buena persona, y, quitando los fallos que cualquiera tiene en su vida cotidiana, tampoco tengo «grandes pecados». No pocos lo piensan, aunque no lo digan.

Seguramente venga bien aclarar alguna cosa. Mala estrategia habría sido, si Jesús hubiera comenzado su misión riñendo a la gente, o llamándoles, así por las buenas, «pecadores». No habría captado la atención ni la ilusión de tantos. Jesús vino a traer una buena noticia, especialmente dirigida a los que se sienten peor, a los «excluidos» por su condición de pecadores, a la gente sencilla. Y lo que les pide es «abrir las mentes», mejor «cambiar las mentes» para que puedan entender, acoger y vivir su «Buena Noticia». Algo parecido a lo que le dijo aquella noche a Nicodemo: «nacer de nuevo», cambiar de esquemas mentales, costumbres y actitudes... para abrirnos a la gran novedad del Evangelio. Los parches y barnices no valen, solo esconden. No hay que entender, por tanto, esta llamada a la conversión como un simple «hacer revisión general y pasar a confesarse». Ni se trata de insistir y remachar por enésima vez que «somos pecadores». Pues ya lo sabemos. Más bien, con palabras de San Pablo: Es la oportunidad e invitación a crecer “hasta que todos alcancemos el estado de hombre perfecto y la madurez de la plenitud de Cristo” (Ef 4,13).

 La cuaresma da comienzo con Jesús apartándose al desierto, durante un período de 40 días. En seguida nos viene a la memoria la travesía de aquel pueblo esclavo en Egipto, que fue invitado por Dios a introducirse en el desierto durante cuarenta años. O Elías, que huye al monte de Dios, en medio del desierto, cuando se encuentra deprimido, desconcertado y desesperado. Como también aquel profeta llamado Juan Bautista que vivía retirado en el desierto... Pues, ¿qué tiene el desierto? De entrada no resulta un lugar muy atrayente.

Nos puede ayudar el caer en la cuenta de todo lo que lo que se queda atrás en los casos que acabo de mencionar. Israel vivía para el trabajo y sin libertad. Un trabajo esclavizante, agobiante, sin sentido, y en pésimas condiciones laborales y sociales. Por otra parte, como pueblo, se encuentran divididos, buscando cada cual sobrevivir como pueda, «pasan» del hermano; y han olvidado sus raíces: sus valores, sus tradiciones, sus compromisos de siempre, lo que para ellos había sido tan importante; su trato con Dios y en su trato entre ellos (la Alianza). No es muy distinto de lo que pasa hoy a muchos.

En cuanto a Elías: Se empeñó en luchar por una sociedad más justa, plantando cara a los poderes políticos que se aprovechaban del pueblo. Denunció las desigualdades sociales y la corrupción y al final... se vino abajo: no consiguió los resultados que pretendía. Parece que el Pueblo (tanto los de arriba como los de abajo) se conforma con la situación. El profeta invocó el poder de Dios y... ¡nada! Su oración no parece ser escuchada. Y encima se burlan de él por acudir a Dios, le desprecian, le acosan, intentan quitarle de en medio... Total, que se le desmorona todo... y huye al desierto deseando morir. Es el cansancio y la desilusión de los luchadores, de las personas limpias, con valores...

Y respecto a Juan Bautista: La Alianza (el compromiso ético y religioso que el pueblo había hecho con Dios), se ha arrinconado.¡Qué más da lo que quiera Dios, su voluntad! No nos resuelve nuestros problemas. Y han cambiado al Dios que les dio la libertad por otros diosecillos ajenos a su realidad cotidiana, aunque conserven algunas costumbres, ritos y prácticas religiosas "vacías". Se ha impuesto un estilo de vida individualista y egoísta. Haría falta un nuevo diluvio purificador. «Convertirlo» todo y a todos a Dios. Y Juan Bautista se va al desierto, a los orígenes. Es necesario tomar distancia de lo que hay y de lo que nos pasa. Y poner en el centro de todo el Amor, esa Alianza nueva y eterna que sellará Jesús con su sangre.

Moisés, Elías y el Bautista pensaron que era mejor arriesgarse e intentar hacer algo nuevo. Era necesario que cada cual se reencontrase a sí mismo, pero también recomponer la comunidad, el pueblo, los cimientos, lo que les ayude a superar las dificultades. Y como en el desierto no hay nada más que uno mismo y Dios, es el mejor lugar para plantearse un cambio, para descubrir las propias tentaciones y enfrentarlas. No es un lugar para quedarse: el futuro, el horizonte no pueden faltar en ese «lugar».

Realmente el desierto no es «un lugar» sino una situación existencial. Creo que en estos momentos que vivimos el desierto ha venido a nosotros. Se nos ha echado encima. Se nos han borrado los caminos, nos aprieta el cansancio y el desánimo, nuestra situación como comunidad humana se ha deteriorado, hemos tenido que dejar atrás tantas cosas y personas y proyectos y...

Pero nos hace falta ahora escuchar la voz de Dios en el silencio. Identificar nuestras tentaciones. Discernir las ideas (e ideologías), rutinas, costumbres y planteamientos que nos impiden abrirnos a la novedad de Dios, a su proyecto del Reino. Entrar en nuestro cuarto. Y descubrir la fuente de Agua Viva que es Jesús y que brota desde nuestro interior. Pero también hay que trazar caminos/futuro. El Papa Francisco nos ha ido señalando muchos de ellos. Resalto especialmente su llamada a construir la Fraternidad Humana, Todos Hermanos, desde la perspectiva del Buen Samaritano, desde la compasión y la misericordia.

Nos harán falta más de 40 días, claro. Pero podemos recordar y aprender... que del desierto Dios es capaz de sacar la vida, de hacer un Pueblo Nuevo donde todos puedan ver nuestro amor y a nadie falte lo necesario para vivir y amar.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 19 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 5,27-32

 

Evangelio según San Lucas 5,27-32
Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".

El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.

Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".

Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.

Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

El sábado es un día más relajado, laboralmente hablando. Es un buen momento para descansar y dedicar más tiempo para orar con más calma y sosiego, para saborear a Dios en el banco de un parque, contemplando la naturaleza, encontrando el silencio y la quietud que apacigua nuestra alma. El corazón necesita escuchar a Dios. Cuando somos capaces de estar a la escucha de forma pacífica y confiada, nuestro interior puede oír la voz de Dios que llama insistentemente y con dulzura a nuestra puerta, como la voz que hoy llama a Leví, sentado al mostrador de los impuestos.

…Se levantó y lo siguió. Sólo un corazón disponible es capaz de levantarse. Levantarse implica dejar todo lo que estás haciendo, dar prioridad a quien te llama, renunciar. No se puede permanecer sentado en el mostrador de los impuestos y seguir a Jesús al mismo tiempo. El seguimiento implica cambio de dirección. Este es el problema que, en ocasiones, nos impide avanzar en la vida de fe: nos da miedo levantarnos y abandonar nuestras seguridades. El profeta Isaías lo explica muy bien en la primera lectura: …cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.

Cuando somos capaces de avanzar en el seguimiento de Jesús porque superamos el inmovilismo que nos estanca, nuestro corazón se alegra, hace fiesta. El banquete de Jesús con Leví expresa la alegría del encuentro. Jesús está deseando sentarse a nuestra mesa. Es necesario estar muy atentos para escuchar sus llamadas y estar vitalmente dispuestos a levantarnos y dejar lo que tengamos entre manos para abrir la puerta a nuestro Señor, aquel que viene a traer mucha paz y alegría a nuestra vida. Que este sábado sea un día propicio para ello, y que la Virgen María, a la que todos los sábados recuerda la liturgia de manera especial, interceda por nosotros para que nos pongamos en camino. ¡Feliz jornada!

Nuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 18 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 9,14-15

 


Evangelio según San Mateo 9,14-15
Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?".

Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.


RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

“Ayuno” es la palabra estrella en la liturgia de la Palabra de hoy. Uno de los conceptos clásicos de la Cuaresma junto a la oración y la limosna. Pero ¿cómo entender hoy el ayuno? No es un concepto incomprensible en nuestra cultura. Ayunar para ponerse a régimen, para realizar una dieta de adelgazamiento por motivos estéticos, de salud o deportivos, es una práctica que muchas personas realizan.

En el aspecto religioso, ayunar, no sólo de alimentos, sino de todo aquello que me aleja de Dios, prácticas o vicios que me esclavizan como pueden ser usos adictivos de redes sociales, series, juegos, etc., es un tipo de ayuno que también comprendemos porque nos hace bien espiritualmente, ya que nos lleva al silencio y la Cuaresma nos invita a ello. Pero la Palabra de Dios nos invita a buscar un sentido más profundo al ayuno: ¿para qué ayunar? ¿Cuál es su finalidad?

El profeta Isaías critica el ayuno carente de sentido: ¿Para qué ayunar, si no haces caso? El día de ayuno buscáis vuestro interés. ¿Es ése el ayuno que el Señor desea para el día en que el hombre se mortifica? ¿A eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor? Y es que el ayuno religioso que nace del orgullo, de la concupiscencia espiritual, es decir, de la vanagloria, del puro perfeccionamiento, del narcisismo espiritual, es el ayuno que critica el profeta y contra el que nos previene la Palabra de Dios. Todo ayuno religioso no puede verse privado de un elemento fundamental: tiene que producir beneficio en los otros, tiene que tener consecuencias positivas para los demás, especialmente para los más necesitados; no ser un ayuno de cuyos frutos sólo me beneficio yo. Así lo explica muy bien la primera lectura de hoy: El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne.

Por lo tanto, hoy en la oración se nos invita a pensar en el ayuno que Dios quiere. Por un lado, ayunar de todo aquello que te haga más libre, elimine ruidos y por lo tanto te predisponga más receptivo para escuchar a Dios. Sin olvidar el elemento fundamental que Dios quiere en el ayuno: que beneficie a los demás. Tu ayuno tiene que hacer la vida más agradable, más liberadora, tiene que ser luz para los otros.

Pídele luz al Señor en tu oración de hoy para contestar a esta pregunta: ¿cuál es el ayuno que tú quieres para mi Señor en este tiempo de Cuaresma?

Nuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 17 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,22-25

 

Evangelio según San Lucas 9,22-25
Jesús dijo a sus discípulos:

"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".

Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.

Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

El pasado 11 de febrero celebramos en la Iglesia la 29ª Jornada Mundial del Enfermo, con el lema “La relación de confianza, fundamento del cuidado del enfermo.” En este año tan duro donde tantas vidas se nos están yendo antes de tiempo por la pandemia y el consiguiente sufrimiento que esta peste está generando, me gustaría que nuestra oración fuera dirigida a los enfermos que no tienen recursos, que viven sin la atención sanitaria y humana básicas, que se sienten solos a la hora de enfrentar su enfermedad. De alguna manera ellos se identifican muy bien con la profecía de Jesús en el evangelio de hoy: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho. Ellos cargan con cruces muy pesadas. Oración dirigida también a todos los profesionales de la sanidad que trabajan desde una vocación de entrega, en condiciones muy duras y con escasez de medios, en muchas ocasiones, para hacer la vida de los pacientes más agradable.

Sin embargo, bien sabemos que la enfermedad no sólo es física. Todos padecemos enfermedades “del alma”, heridas del corazón que de alguna u otra manera nos han tocado en la línea de flotación y todavía están sin cicatrizar. Heridas ocasionadas en el camino de la vida.

La Cuaresma que acabamos de inaugurar nos propone, a través de la oración y la revisión sincera y pacífica de nuestra vida, poner nombre a estas heridas o, en lenguaje evangélico, poner nombre a las cruces que llevamos a cuestas. Poner nombre significa ser consciente de ellas, aceptarlas, pedirle al sanador de Nazaret que cure las que sean curables, y que nos ayude a llevar con dignidad cristiana aquellas que nos acompañarán hasta los últimos días de nuestra vida. Él, que cargó con la cruz, nos ayuda a llevar la nuestra. No estamos solos.

Jesús atendió a los enfermos. No vemos en el evangelio ningún caso de indiferencia o desatención por su parte. Lamentablemente sí los vemos en nuestro entorno, enfermos que sufren en soledad su dolor. No permitas que ninguna persona enferma cercana a ti esté sola; puede tener todo lo material, pero lo que más necesita es tu compañía, tu cariño, tu comprensión, el regalo de tu persona; esta es la mejor medicina que puedes darle. Que en este tiempo de Cuaresma seamos, Señor, buenos cuidadores de los que más nos necesitan.

Nuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 16 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18

 

Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18
Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,

para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,

para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

Tenemos 40 días. Hoy comienza la Cuaresma. Somos invitados a vivir un tiempo precioso de renovación y crecimiento personal - comunitario. Un año más iniciamos un itinerario, un entrenamiento, un proceso que quiere llevarnos a la meta de la Pascua. Y particularmente, en este año caracterizado por la pandemia, el Papa Francisco nos invita a vivirlo renovando con intensidad las tres virtudes teologales, es decir, los hábitos que Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad de la persona para ordenar sus acciones a Dios mismo: la fe, la esperanza y la caridad.

Destaco dos párrafos del mensaje del Papa para la Cuaresma de este año:

- “En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello”.

- “Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia del Covid. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra
caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.”

Convertíos a mi de todo corazón, escuchamos en la profecía de Joel (1ª lectura). Convertirse significa volver la mirada a Dios, buscarle y dejarnos encontrar por Él.

Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. El evangelio nos recuerda hoy que cuando hagamos limosna, ayunemos o recemos, que sea con autenticidad, no para cumplir ni por el qué dirán o para quedar bien ante los demás. Por lo tanto, hoy es un buen día para preguntarme en mi oración personal o cuando me impongan la ceniza sobre mi cabeza: Señor, ¿qué ayuno necesito? ¿Cuáles son las obesidades que me hacen pesado y torpe a la luz del Espíritu? ¿De qué me tengo que vaciar para que tú puedas entrar más en mi? ¿Qué limosna puedo dar? ¿Qué parte de mi no acabo de entregar a los demás? ¿En qué aspectos de mi persona puedo ser más generoso y oblativo? ¿Qué oración puedo hacer? ¿Cómo intimar más contigo en lo secreto de mi habitación?

Todas estas preguntas y prácticas cuaresmales nos invitan a ser más misericordiosos, a crecer en el amor, a estar más cerca de Dios para vivir dentro de cuarenta días su Pascua, su paso por nuestra vida. ¡Ánimo! Es una aventura preciosa que merece la pena vivir. Déjate sorprender por Dios en este tiempo de búsqueda y preparación. De todo corazón, ¡feliz Cuaresma!

Nuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 15 de febrero de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 8,13-21

 

Evangelio según San Marcos 8,13-21
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.

Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca.

Jesús les hacía esta recomendación: "Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes".

Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan.

Jesús se dio cuenta y les dijo: "¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida.

Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan

cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?". Ellos le respondieron: "Doce".

"Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?". Ellos le respondieron: "Siete".

Entonces Jesús les dijo: "¿Todavía no comprenden?".


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

La Palabra de Dios nos invita hoy, víspera de comenzar la Cuaresma, a tener cuidado con el mal en todas sus dimensiones: personal, social, estructural, … Tanto el libro del Génesis como el Evangelio, se lamentan y nos previenen de esta realidad contraria al plan de Dios. Leemos en la primera lectura: “Al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra, y que todo su modo de pensar era siempre perverso, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra, y le pesó de corazón”. Palabras duras que nos invitan a la auto reflexión. ¿En qué manera soy yo participe con mi acción y omisión de generar y crear un mal ambiente, una atmósfera de maldad, una hamartiosfera? (hamartía=pecado). Dios ama a su creación y a sus criaturas y le pesa cuando no avanza según su plan establecido, cuando a través del uso de la libertad, colaboramos con el plan de nuestro creador o lo destrozamos.

Jesús nos advierte del mal camuflado que también crece y se extiende peligrosamente, y lo hace a través del ejemplo de la levadura, el ingrediente de cocina que hace que la masa fermente; ejemplo que ha utilizado otras veces de manera positiva, pero no en esta ocasión: “Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes”. Hoy tendríamos que sustituir fariseos y Herodes por otros personajes, corrientes de pensamiento, posverdades que fermentan y hacen crecer el mal. ¿Cuáles crees que son? ¿Cuáles adviertes cómo destructivas? ¿Cuáles minan tu fe y tu esperanza?

Jesús les recuerda a sus discípulos y a nosotros hoy, que Él es el Pan de Vida, el alimento que nos ayuda a combatir el mal y a generar bien y bondad. En la eucaristía lo recibimos. Eres lo que comes, cuerpo de Cristo. Pan que nos fortalece y nos hace tomar conciencia de la identidad a la que estamos llamados a ser: que todos seamos uno. Y en esa unidad debemos cuidarnos y cuidar nuestra casa común, la creación de la que Dios nos ha hecho garantes, cuidadores. Parece una aspiración muy exigente, pue a veces no somos capaces ni de cuidarnos a nosotros mismos, pero a eso aspiramos y para ello necesitamos el Pan que Jesús es para nosotros, el alimento, no otros panes que nos llenan pero sin nutrirnos, cuando no intoxicándonos.

La secuencia del Evangelio de hoy termina con pregunta que Jesús nos dirige: “¿no acabáis de entender? Es un buen día para orar con esta pregunta. Ilumina Señor nuestro entendimiento para que podamos comprender, asimilar y llevar a la vida aquella palabra de vida que nos cuesta y para librarnos de las levaduras tóxicas que contaminan nuestro corazón.

Nuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA