domingo, 18 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,13-21

 

Evangelio según San Lucas 12,13-21
En aquel tiempo:

Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia".

Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?".

Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas".

Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho,

y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'.

Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes,

y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'.

Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'.

Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos

Todos hemos sido testigos más o menos cercanos de amargas batallas familiares a la hora de distribuir las partes de una herencia; si no se hace con un espíritu de libertad y de fraternidad, esta acción legal termina creando hondas heridas familiares y resentimientos de por vida. Jesús percibe que detrás del reclamo de uno de los hermanos que disputan una herencia familiar, podría anidar un mal mayor; por eso, aprovecha la ocasión para ir a la raíz del problema: la codicia que atrapa al corazón del hombre. El relato de una persona insensata que vive bajo el dominio del deseo de tener cada vez más le sirve al evangelista para dejar al descubierto la necedad de una vida cuyo objetivo central es acumular riquezas sin tener en cuenta a los demás. Es muy propio del evangelista Lucas resaltar que la riqueza puede llegar a absorber de tal forma al ser humano que le lleve a vivir sumergido en el egoísmo y en el vacío. Termina el texto con una afirmación de Jesús, que se convierte para nosotros en una máxima evangélica: “Así le sucede a quien atesora para sí, en lugar de hacerse rico ante Dios”.

¿Qué significa “hacerse rico ante Dios”? Lo contrario es atesorar para sí mismo, es decir, vivir sólo pensando en uno mismo, olvidándose de los demás; llevar una vida encerrada e insolidaria. El que vive así pierde su vida porque deja de lado a sus hermanos y se aísla de la familia humana que nos ha dado el Padre Dios. “Hacerse rico ante Dios” supone, en primer lugar, vivir en plena confianza en el Abbà, abierto a su Providencia que nos cuida; segundo, vivir en libertad absoluta de todo ídolo que quiera apoderarse de nuestro corazón para convertirnos a nosotros mismos en el objeto de nuestra propia adoración y, tercero, vivir en generosa apertura a la solidaridad y al servicio, que se plasma en la preocupación por las necesidades de los demás.

En tiempos de tanto individualismo e indiferencia social es muy fácil caer en la tentación de pensar sólo en uno mismo y, a lo mucho, en los que pertenecen al propio núcleo familiar, sin tener en cuenta a los demás, especialmente a quienes más necesitan de nuestro apoyo. Más aún, en este tiempo de crisis sanitaria y económica, como la que estamos atravesando a nivel mundial, nos vemos empujados a tener una mentalidad de sobrevivencia individualista: acumular para subsistir y protegernos de los peligros que puedan sobrevenir. El evangelio es claro: nos invita a “hacernos personas ricas ante Dios”, a vivir la confianza en Dios, que nos libera de toda codicia y nos lanza a compartir con los más necesitados; es decir, vivir en la misma clave con la que Jesús entregó su vida hasta el final, sin reservas ni exclusiones.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 17 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 22,15-21

 

Evangelio según San Mateo 22,15-21
Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones.

Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie.

Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?".

Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa?

Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario.

Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?".

Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA


¿QUÉ SIGNIFICA HOY DAR A DIOS LO QUE ES DE DIOS?

Lo del César y lo de Dios. Lo de Dios y lo del César. A Jesús le quieren tentar los fariseos y herodianos para que tome partido por una de las dos opciones. Es una pregunta trampa: si optara por el César... llevaría la contraria a la Ley de Dios, pues Dios está por encima de todas las cosas, de todos los reyes, de todos los poderes. Es el mandamiento principal... y no estaría conforme con la fe judía. Si opta por Dios... es denunciable al césar, porque nadie puede anteponerse a él. Los fariseos estarían esperando la primera opción, pues son totalmente contrarios al sometimiento a Roma del pueblo judío. Los herodianos, en cambio, no consentirían que alguien se oponga a la autoridad del César... y lo denunciarían.

La respuesta que Jesús les ha dado se ha prestado a múltiples interpretaciones, actualizaciones y aplicaciones... procurando cada cual arrimar el ascua a su sardina. Y la separación y distinción y mutua implicación entre política y religión, entre Estado e Iglesia no termina de estar suficientemente clara en muchos ámbitos.

Si damos la palabra a los Santos Padres, por ejemplo a san Hilario y Lorenzo de Brindisi:

+ Conviene por lo tanto que nosotros paguemos a Dios lo que le debemos, esto es, el cuerpo, el alma y la voluntad. La moneda del César está hecha en el oro, en donde se encuentra grabada su imagen; la moneda de Dios es el hombre, en quien se encuentra figurada la imagen de Dios; por lo tanto dad vuestras riquezas al César y guardad la conciencia de vuestra inocencia para Dios».

+ «Hay que pagar al César la moneda que lleva su efigie y la inscripción del César, a Dios lo que ha sido sellado con el sello de su imagen y semejanza… Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26). Eres hombre, ¡oh cristiano! Eres la moneda del tesoro divino, una moneda que lleva el sello y la inscripción del emperador divino. Por tanto, pregunto con Cristo: "¿De quién son esta imagen y esta inscripción?" Tú respondes: "De Dios." Yo te respondo: ¿Por qué, entonces, no das a Dios lo que es suyo?"».

Quiere decirse, entonces, que el hombre, todo hombre, merece un respeto que ningún «emperador», partido político, ideología, interés económico, religioso, nacionalista o cualquier otro, pueden pretender ignorar o suprimir. Y que es nuestra tarea como seres humanos y como seguidores de Jesús... defender y proteger esa «moneda» que solo pertenece a Dios y de la que nada ni nadie se puede apropiar: el ser humano, todo ser humano.

No dar a Dios lo que es de Dios (por poner unos pocos ejemplos) significa y supone:

- Que muchos jóvenes, inmigrantes y personas mayores de 45 años tengan que asumir contratos abusivos y horarios agobiantes, para poder llevar algo de dinero a casa.

- Que cuando los poderosos de la tierra se reúnen a organizar la economía mundial, tengan como criterio prácticamente exclusivo el beneficio económico de los países más ricos

- Que cuando los organismos internacionales (incluida la Iglesia) hablan del hambre en el mundo, la destrucción de la naturaleza, y el creciente abismo entre ricos y pobres... no seamos capaces de tomar decisiones y empezar a renunciar a parte de nuestra comodidad y lujos, y cambiar estilos de vida.

- Que llevemos un estilo de vida tan acelerado, con la agenda atiborrada, y nos falte tiempo para estar con la familia, comer juntos, tener una conversación tranquila... o encontrar tiempos y espacios de silencio para la oración y la meditación, la lectura reflexiva. Aunque sí encontramos«tiempo» para estar enganchados a las redes sociales, ir al cine, ver la televisión, o dejar pasar las horas de manera inconsciente y con poco sentido.

- Que sigamos empeñemos en meter en la cabeza de los jóvenes la importancia de estudiar y conseguir un buen puesto de trabajo, ser los primeros a toda costa... aunque luego sean unos egoístas, insolidarios, exigentes, comodones y señoritos. Los «valores» y el cultivo de lo que nos hace personas (la vida interior) están de capa caída, aunque seguramente harían esta sociedad mucho más humana.

- Que ir a comprar no sea ya consecuencia de la necesidad de adquirir un producto determinado o necesario, sino una costumbre y un placer: «a ver qué encontramos». Luego cual nos vamos llenamos de chismes inservibles y de cosas que realmente no necesitamos, y que no sabemos dónde poner, y acabamos buscando a quién dárselas porque ya no están de moda, no es «lo último», ocupa sitio...

- Al césar tenemos que pagarle el tributo de tener un determinado aspecto físico -como sea, incluso llegando a enfermar -, invertir dinero en ropa no para vestir, sino para presumir y dar buena imagen; acudir a ciertos lugares de moda, ver tales películas, tener ciertos discos-libros-programas de ordenador, ver ciertos partidos de fútbol... mientras procuramos no ver a quienes ni agua tienen para lavarse...

- Que las relaciones personales, en lugar de ser de verdadera amistad, se conviertan en «relaciones sociales» donde los favores se apuntan y se cobran... pero donde hay escasa confianza, libertad, gratuidad, confidencia...

- Que la atención sanitaria y la futura vacuna excluya a los que no tienen recursos, a los que son muy mayores para ocupar una cama de hospital...

- Que la fe se quiera arrinconar en el ámbito privado, o se ridiculice, o se convierta en acontecimiento turístico o folklórico, y que no repercuta ni afecte a la cultura, a las opciones políticas, al arte, a la educación... porque estas cosas son todas del «cesar» y Dios no tiene nada que decir.

- Que además de las desastrosas consecuencias que están teniendo el coronavirus, y que se hagan (menos mal) tantos esfuerzos por encontrar una solución, nos «olvidemos» de que en 2018 enfermaron de tuberculosis 10 millones de personas, de las cuales 1,5 millones fallecieron a causa de la enfermedad. O que el número de personas que sufren hambre en el mundo llegó a 690 millones en 2019, unos diez millones más que en 2018. En América Latina y el Caribe, esa cifra alcanzó los 47,7 millones, hilvanando así cinco años consecutivos de aumento de ese lastre en la región.


¿Y QUÉ SERÁ, ENTONCES, DAR A DIOS LO QUE ES DE DIOS?


Pues lo de Dios es la felicidad del hombre. De toda persona: da igual su edad, sexo, condición social o económica, etnia...

Pueden usarse otros sinónimos: salvación, conversión, comunión, fraternidad universal (hay un solo Dios y padre de todos, por tanto Tutti Fratelli).

Lo de Dios, tal como lo leemos en toda la escritura, es lo que huela a justicia, paz, compartir, curar, liberar de esclavitudes, madurar y profundizar en nosotros mismos y en nuestras relaciones, dar sentido a las pequeñas cosas de cada día, y también a las decisiones importantes...

Dar a Dios lo que es de Dios es impedir que cualquier«hombre» o institución se tome atribuciones que no le corresponden para lograr sus propios beneficios en contra del ser humano, y en especial, de los colectivos más frágiles. Y, desde luego, no servirse del nombre de Dios (2 mandamiento) para "justificar" lo que es incompatible con Él. Esta es la tarea de todo ser humano, pero especialmente es la tarea de los que «son de Dios», de cualquier creyente que sabe cuál es el interés máximo del Dios de Jesús, y el modelo de vida que presentó Jesús, que es la Imagen de Dios por excelencia a la que intentamos parecernos.

Hoy hace falta que todos los bautizados nos hagamos mucho más conscientes de que «dar a Dios lo que es de Dios» es el primero de los 10 mandamientos. Mientras no reconozcamos y adoremos el rostro de Dios no en un euro o un dólar, sino en el rostro de los más pobres de la tierra, no estaremos siendo fieles a nuestra fe. Es lo que Jesús nos ha pedido hoy: «Dad a Dios lo que es de Dios». Menos mal que a veces los "Ciros" de turno (primera lectura), aún no siendo conocedores de Dios, hacen mucho en su favor, sin saberlo. Bienvenido sea.



Nota: En España celebramos este fin de semana el Domingo Misionero (Domund). Hay muchos recursos preparados para esta ocasión, incluido un mensaje del Papa. Este año se ha elegido como lema: «“Aquí estoy, envíame” (Is 6,8)». Es fácil acceder a ellos en múltiples lugares de Internet.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 16 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,8-12

 

Evangelio según San Lucas 12,8-12
Les aseguro que aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios.

Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios.

Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.

Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir,

porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

No es lo mismo seguir a Jesús en espacios y tiempos tranquilos que seguirlo en condiciones de amenaza y persecución. Algunas palabras de Jesús sólo comienzan a ser inteligibles cuando experimentamos dificultades a causa de su nombre; por ejemplo, las que leemos en el evangelio de hoy. ¿Qué significa ponerse de parte de Cristo delante de los hombres? ¿Cómo dar testimonio de él sin arrogancia pero también sin temor al ridículo, sin falsos pudores, sin vergüenza?

A veces los creyentes podemos dar la sensación de que, en el fondo, no creemos lo que decimos creer. Cuando se presentan las ocasiones de decir una palabra clara, o de realizar un gesto oportuno, nos retiramos por temor a ser tildados de ... ¿de qué? Esto les sucede a menudo a muchos cristianos famosos que se mueven en el terreno de la política, de la economía, de la ciencia, de las artes, del deporte. No es que vivan su fe con discreción: es que la viven de manera vergonzante, a escondidas, como si temieran perder relieve social por manifestarse humildemente seguidores de Cristo.

Pero no sólo los famosos. Este temor puede asaltarnos a todos nosotros. Si así fuera, significaría que estimamos en muy poco nuestra fe. O que preferimos la aceptación social a la autenticidad de manifestar lo que somos.

Cuando nos dejamos llevar por el temor no dejamos espacio al Espíritu Santo. Cuando hablamos nosotros, no permitimos que el Espíritu nos enseñe "lo que tenemos que decir". El resultado es una tranquilidad personal aparente y una ocasión perdida para el evangelio.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 15 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,1-7

 

Evangelio según San Lucas 12,1-7
Se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: "Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.

No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido.

Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas.

A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más.

Yo les indicaré a quién deben temer: teman a quel que, despues de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese.

¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos.

Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

La cita no tiene trampa. El que cuenta el número de las estrellas y la arena de las playas marinas, ¿no va a tener contados los pelos de tu cabeza?

Me dirás: "yo no tengo madera de mártir". Ya somos dos. Pero, después de leer estas palabras, me pregunto: "¿cómo escuchas las palabras de tu maestro y tu Señor? ¿es que son para ti esa semilla que cae al borde del camino?, ¿o la que cae entre zarzas? ¿No sabes que las palabras de Jesús van dirigidas al hombre entero y que han de llegar al corazón, un corazón bueno, para que puedan dar fruto?". Y si me pregunto de nuevo, con perplejidad y algo de azoramiento, qué es un corazón bueno, me doy cuenta de que necesito meditarlo. Pero, por de pronto, advierto que será un corazón que está abierto a la Palabra; y que esta apertura es algo más que la memorización de unas cuantas frases bonitas del evangelio, y que el encuentro con la Palabra sólo se da en el cor ad cor (el corazón a corazón) con ella.

También me parece bueno añadir dos "coletillas": de momento, no es necesario que me mese los cabellos, ni siquiera que me desmelene; pero tampoco he de preocuparme si en las luchas de la vida salgo ligeramente despeinado. No tengo por qué aparentar ser uno de esos héroes de película que, efectivamente, salen de las más arduas peleas tan indemnes que no se les despeina el pelo. No me fío de esos guionistas y directores que por no sé qué trucos consiguen que sus "buenos" salgan siempre tan guapos, tan elegantes y con el pelo tan arreglado en los fotogramas.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 14 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,47-54

 


Evangelio según San Lucas 11,47-54
Dijo el Señor:

«¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado!

Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.

Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos.

Así se pedirá cuanta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo:

desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto.

¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden.»

Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas

y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

En tiempo recios, ¡cómo agradecemos que alguien nos ayude a distinguir el día de la noche, la verdad de la mentira, el bien del mal! Hace años, el cardenal Martini dijo que los peores tiempos de la Iglesia no han sido aquellos en los que se han cometido muchos pecados, sino aquellos en los que se ha perdido el don del discernimiento, los tiempos en los que todo ha dado igual.

La liturgia nos regala hoy la fiesta de Teresa de Jesús, una mujer "sabia" en tiempos no menos recios que los nuestros, una mujer que supo discernir. Ella no fue alumna de la Universidad de Salamanca o de la de Alcalá, pero se doctoró en la universidad de la oración y de la vida. La Iglesia la considera "doctora de la fe". Naturalmente, este doctorado no tiene nada que ver con un título académico. Es un don del Padre. Jesús lo dice en el evangelio de hoy: "Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla". Teresa, que no fue una mujer de temperamento débil o apocado, sí fue una creyente inundada por la sencillez que viene del Espíritu.

¿Qué podemos aprender hoy de su experiencia espiritual para iluminar nuestra vida? Quiero resaltar tres lecciones:

1) Sin amistad con Dios no hay transformación posible (ni personal ni social). La oración es la más profunda, arriesgada y necesaria aventura que puede emprender el ser humano;

2) Toda religiosidad naufraga cuando no es curada por la humanidad de Cristo.

3) La humildad, la audacia y la fortaleza son virtudes esenciales para afrontar las crisis (incluidas las de la Iglesia).

A la oración se suele llegar tarde, como si la seducción de Dios siempre fuera el enamoramiento postrero después de habernos dejado seducir por otras muchas realidades. A veces llegamos demasiado tarde y, entonces, tenemos la impresión de haber malgastado la vida.

La humanidad de Cristo nos sitúa otra vez en la órbita de Dios después de nuestros devaneos religiosos y humanistas, esclavos de todas las modas que desfilan por la pasarela de las ideologías.

La humildad, la audacia y la fortaleza son virtudes de las personas sabias, de los ancianos, difícilmente asumibles en tiempos en los que "ser joven" parece más una meta que una etapa del camino de la vida.

Dejemos que la Santa nos acompañe durante esta jornada. Para ello, os propongo acercarnos a uno de sus mejores poemas:

VIVO SIN VIVIR EN MÍ

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 13 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,42-46

 

Evangelio según San Lucas 11,42-46
«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.

¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!

¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!".

Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros».

El le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

No tiene ningún sentido dividir a la gente en buenos y malos como suelen hacer las películas mediocres. Primero, porque ningún ser humano puede juzgar a su hermano. Segundo, porque el bien y el mal nos atraviesan a todos por dentro.

Jesús es implacable contra los fariseos y maestros de todos los tiempos que se preocupan por dar una "buena imagen electoral" y pasan por alto el derecho y el amor de Dios, o que abruman a la gente con cargas insoportables mientras ellos (¿o nosotros?) no mueven ni un dedo.

Son palabras enérgicas, de las más contundentes transmitidas por los evangelios, y, sin embargo, no parece que tengan demasiado efecto en nosotros. A veces, en nuestra iglesia, hay personas que se sienten con la obligación moral de señalar lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, de marcar una línea nítida entre lo permitido y lo prohibido, de censurar conductas "escandalosas", de llamar a cada cosa por su nombre.

¿Cómo podemos saber si estas actitudes "proféticas" son genuinamente evangélicas o no? La carta a los gálatas nos ofrece una pista. Donde hay Espíritu surgen frutos espirituales: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, amabilidad, autocontrol, etc. Donde hay "carne" (hoy diríamos "ser humano que se deja llevar por lo suyo") surgen otros frutos: fornicación, impureza, contiendas, celos, rencores, sectarismo etc.

Esto puede parecer demasiado simple. Y, sin embargo, a esta simplicidad suelen llegar después de muchas vueltas, los hombres y mujeres espirituales. Hace tiempo que me he desenganchado de los maestros que presumen de decir las cosas claras y que van dejando un rastro de rencor, enemistades, sectarismo.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 12 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,37-41

 

Evangelio según San Lucas 11,37-41
Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa.

El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer.

Pero el Señor le dijo: "¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia.

¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro?

Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Al leer en el calendario litúrgico el subrayado del evangelio de este martes de esta semana nº 28 ("dad limosna, y lo tendréis limpio todo"), me dije para mis adentros: Ah pero, bueno, ¿no dice san Pablo que aunque dé todos mis bienes a los pobres, si no tengo amor, de nada me sirve? Pues ¿cómo despacha Jesús su doctrina con esa frase? Pase que Jesús hable de limpieza: porque está hablando con un fariseo, y esa gente estaba obsesionada con la limpieza de las manos, de las jarras, de las ollas, de todos los cacharros, o, como se dice ahora, de toda la batería de cocina. En eso hace muy bien, porque conecta de inmediato con el lenguaje, los intereses, el mundo concreto, las preocupaciones e incluso las obsesiones de la gente. Pero ¿cómo es posible que un gesto exterior, que incluso puede servir (¡y lo dice el propio Jesús!) para nuestra ostentación, puede limpiarnos por completo?.

Y me acuerdo de la etimología de "limosna": viene de la palabra griega eleemosýne, que significa "compasión". Más aún: recuerdo cómo, según dicen los estudiosos, la antropología de Jesús es unitaria, holista. Eso significa que para él el hombre entero, la mujer entera, ha de estar presente en cada acto que realiza. Por tanto, ha de estar presente en cuerpo y alma, con el corazón y las manos. Más en concreto, ha de decir "con en corazón en la mano" y ha de dar "con el corazón en la mano". Es como un dar dándose. Nada de obras muertas de mucho relumbrón hacia fuera; pero también nada de puros delicados sentimientos, tan delicados como estériles; y nada de discursos cuando la respuesta a la demanda (¡así que hay desafíos, dones y demandas a los que debo responder!) no son hueras palabras, sino dones muy concretos y muy materiales.

El caso es que me acabo de asomar al texto del evangelio (¡ya lo podía haber hecho antes!) y me encuentro con que me dice: "dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo". Me doy con el puño en la cabeza y me digo: ¿a qué tanto cavilar? Si hubieras leído directamente el evangelio, y no hubieras recurrido al comodín de una cita, tan coja por añadidura, habría evitado todos esos rodeos.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA