martes, 7 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 7,1-13

 

Evangelio según San Marcos 7,1-13
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús,

y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.

Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados;

y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.

Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?".

El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos.

Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres".

Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios.

Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte.

En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...'

En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre.

Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos Hermanos:

Algunos lectores del Génesis, observando que Dios declara que las hierbas y semillas servirán de alimento, mientras que de los animales no dice otro tanto, han querido entender que por naturaleza el hombre debiera ser vegetariano. Los rebuscamientos son siempre arriesgados. Lo que el Génesis enseña con seguridad es que el hombre no debe dar culto a la tierra y lo que contiene, sino ser dueño de ello, o al menos guardián, como se dirá en el capítulo siguiente.

El autor del Génesis, varios siglos antes de nuestra era, está liberado de todo fetichismo, tiene una mentalidad “sanamente secular”. Nada es divinizado por él, excepto, en cierta medida, el hombre mismo; éste es imagen de Dios, porque tiene inteligencia y voluntad (no por emanación, parecido físico, etc.) y porque es señor de lo que existe a su alrededor: “someted”, “dominad”, “os servirá…”. ¡Qué buen correctivo para unos tiempos en que, contradictoriamente, junto a la increencia crecen los fetichismos, animismos y tabúes! La divinización del cosmos, esperanza de los cristianos (“Dios lo será todo en todo”: 1Cor 15,28; cf. Rm 8,21), es de otro orden.

Jesús participa de esa mentalidad “secular”: las cosas materiales no son portadoras de impureza o pecado. Lo exterior puede ser signo de algo interior, pero puede también estar vacío. La práctica de restregar bien vasos y ollas es en sí misma indiferente; pero se convierte en algo negativo, malo, cuando se toma por un acto de religión o de ética que acalla otras llamadas más profundas.

El evangelista hace una observación de gran interés, quizá algo caricaturesca: los judíos se purifican bien “cuando vuelven del mercado”. Allí se han rozado con toda clase de gentes, quizá con judíos inobservantes y hasta con paganos, han tocado objetos que no se sabe por quién han sido elaborados, etc.; y el judío “puro” se siente incómodo, por si se ha “contaminado”, y se lava y restriega. Aquí el choque con Jesús es inevitable: él ha superado la distinción puro-impuro (“Vio Dios que todo era muy bueno”), que quizá solo sirve para nutrir orgullo interior y menosprecio del prójimo.

Jesús siente y actúa de otra forma. Como portador de salud (de “pureza”, si se quiere), vive “en salida”, hacia aquello que hay que sanar y limpiar; no le importa “mancharse” él, que la única suciedad peligrosa es la que nos embarra el corazón.

Seamos libres en relación con las cosas; respetémoslas sin que ellas nos dominen. Vivamos libres de temores, que llevamos en nosotros nada menos que la imagen de Dios y participamos de su señorío.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 6 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 6,53-56

 

Evangelio según San Marcos 6,53-56
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.

Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,

y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.

En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos Hermanos:

El autor del Génesis no conoció las inquietudes ecológicas de la encíclica Laudato Si’, ni mucho menos las extravagancias de “clorofílicos” modernos, que pierden el sueño por si se seca o desaparece una hierba de la tundra siberiana, pero son insensibles ante la existencia de lujosas clínicas abortistas.

Existen interpretaciones del Evangelio, y de la Biblia en general, llamadas “materialistas”. Con alguna reserva, me apunto a esa hermenéutica, que no es exhaustiva pero tiene un lado correcto. El Dios de los cristianos (y los judíos) es muy de este mundo, es Creador, amante de la belleza, de la materia, ¡hasta el punto de encarnarse él mismo!

Cuando se contempla el universo con los ojos del corazón, como hace el autor bíblico, se lo percibe como un gran templo. No es un caos amorfo, sino un conjunto lleno de harmonía. Como el templo de Jerusalén, tiene su bóveda, su decoración… Los astros marcan las fiestas, invitan a dar culto al Creador. ¡Cuánta razón tenían los santos que se entregaron a la oración en forma de inspiración poética!: “Loado seas, mi Señor, por el hermano sol; de ti, Altísimo, lleva significación” (S. Francisco de Asís). “Oh bosques y espesuras/ plantados por las manos del Amado; / oh prado de verduras/, de flores esmaltado/, decid si por vosotros ha pasado/. Mil gracias derramando/ pasó por estos sotos con presura… con sola su figura/, vestidos los dejó de su hermosura” (S. Juan de la Cruz).

No neguemos el interés a los conocimientos astronómicos, botánicos o atómicos; agradezcamos a Dios el don de la inteligencia y del progreso científico. Pero no perdamos de vista la otra dimensión, seguramente más cálida, más humana. Y contemplemos lo existente con los ojos de Dios: “Vio que todo era muy bueno”.

Misteriosamente el mal se introduce en la creación buena. Ahí están las catástrofes naturales, las enfermedades y la muerte, lo uno y lo otro originando indecible sufrimiento humano. No son lo proyectado por Dios, cuya gloria consiste en que el hombre viva (S. Ireneo, siglo II). Jesús aparece en el mundo como el restaurador -siquiera mediante pequeños signos- de una creación deteriorada.

En los evangelios encontramos tradición y redacción; el evangelista recoge y transmite hechos singulares, concretos (tradición), y de vez en cuando hace sus resúmenes (redacción). Hoy hemos escuchado uno de estos resúmenes generalizantes. En esa presentación de Jesús sanador, el autor no se propone principalmente recordarnos una historia (tan cierta que ni siquiera sus enemigos pudieron negarla, y la calificaron de magia), sino sobre todo definirle como fuente de vida e invitarnos a vivir “tocándole”.

Seamos, como él, restauradores de la hermosura creada, y sanadores de dolencias.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 5 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,13-16

 

Evangelio según San Mateo 5,13-16
Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña.

Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.

Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.


RESONAR DE LA PALABRA


SOIS LUZ, SOIS SAL

Ya lo hemos escuchado muchas veces. Ya nos sabemos que tenemos que ser sal de la tierra, luz del mundo, ciudad en lo alto de un monte y lámpara en el candelero. Esta es de esas parábolas que necesitan pocas explicaciones.
Pero hoy, mientras meditaba el texto evangélico para escribir estas palabras, el Espíritu me ha hecho fijarme en el modo que tiene Jesús de decir todas estas cosas: «SOIS».
No ha dicho «tenéis que ser», ni «debéis ser». No estamos ante una invitación, ni una oferta, ni una meta que debamos plantearnos en nuestra vida. Jesús sigue el mismo estilo de discurso que había comenzado -y que leímos el domingo pasado- de las bienaventuranzas: «Dichosos los que...». Tampoco allí daba instrucciones, ni mandaba nada, ni exigía... Nadie puede pretender mandarnos que seamos felices.

Pero tenemos una especie de «tendencia innata» a convertir todo lo que leemos en el Evangelio en moral, obligaciones... o peor aún... en "moralina". Enseguida se nos dispara el «tenemos que», el «debemos», y a la vez «qué mal, porque yo no soy así, o me falta mucho para conseguirlo».

El Señor ha dejado caer una declaración tajante de algo que va implícito en nuestra condición de discípulos: no es que «debamos ser» sal, o luz: es que somos luz y sal. ¿Qué tiene que hacer la sal para salar? Ser lo que es. ¿Qué tiene que hacer una lámpara encendida para iluminar? Ser lámpara encendida. También podemos decir: no dejar de ser lo que somos, no perder nuestra identidad, nuestro «ser». Y lo que somos no es posible ocultarlo, como tampoco se puede esconder una ciudad construida en lo alto de un monte. Por estar donde está ¡YA SE VE! Por ser lo que es ¡YA SE VE!
El discípulo -como lo describía Jesús en su Sermón de la Montaña-, ES una persona FELIZ, y su felicidad es la que da sabor a un mundo triste, da sabor a un mundo tan soso como éste, irradia luz en medio de la oscuridad. Es el que, en medio de las injusticias, dificultades, pobrezas, hambres, etc vive de otra manera, ofrece alternativas y sale adelante... apoyado en Dios y en su comunidad de hermanos/discípulos.
 Jesús nos estaba explicando la fuente, las raíces de su felicidad: Cuando uno elige la pobreza (que eso es ser «pobre de espíritu», ser pobre por opción libre) y se libera de tantas angustias que nos vienen por el empeño de tener y asegurar nuestra felicidad a base de cosas, y se atreve a compartir lo que tiene con sus hermanos ¡es feliz! Como lo era Jesús. Cuando vemos que alguien en nuestro mundo de hoy vive con esa libertad de espíritu, nos brilla como luz, nos lanza una chispa de alegría. Podemos recordar la felicidad que desprendía aquella mujer austera y entregada que fue Teresa de Calcuta, o la alegría contagiosa que salía del corazón del Pobre de Asís, san Francisco? Y tantos otros.
Jesús resalta también la felicidad que viene de tener los ojos y el corazón limpio. Estamos tan acostumbrados a etiquetar a las personas, a hacer divisiones, a esconder segundas intenciones detrás de nuestros comportamientos, a apartarnos de las personas que nos resultan incómodas o «distintas»... Jesús, en cambio, vio detrás de aquella Samaritana pecadora a una mujer con sed de felicidad; detrás de aquel avaricioso cobrador de impuestos llamado Zaqueo, a un hombre desconcertado, rico e infeliz; detrás de aquél rudo y cabezota pescador de Galilea la piedra sobre la que construir su Iglesia; detrás de aquel centurión pagano, una tremenda fe en Dios, mayor que la de los israelitas... También hoy, cuando alguno procura mirar limpio de prejuicios, y saca lo mejor del otro...está encendiendo luces en la vida de las personas.
Este mundo tan lleno de injusticias y tan falto de paz, se ilumina cuando alguien coge la lámpara y pone a descubierto, denuncia corrupciones, defiende al pobre, y levanta puentes que permitan el encuentro y la reconciliación entre las personas. Estas personas pacíficas son felices, y contagian bienestar y felicidad...
Y también encendemos una lámpara y damos sabor a la vida cuando escuchamos la voz del corazón que nos invita a ser misericordiosos, y nos arremangamos y echamos una mano desinteresada a quien la está necesitando... Probablemente conocéis esta anécdota de Madre Teresa de Calcuta:

Recuerdo que cuando llegamos a Australia fuimos a visitar a las personas más pobres para ayudar a sus familias. Fuimos a una pequeña casa donde vivía un hombre. Le pregunté si me dejaba limpiarle la casa, y me dijo: «No hace falta. Está bien así». Yo le respondí que estaría mejor si me permitiera limpiarla. Así comencé a limpiar y a lavar sus ropas. Luego vi en la habitación una lámpara grande llena de polvo y porquería.
Le pregunté: -¿Enciende esta bonita lámpara?.
- ¿Para qué? Nadie en muchos años ha venido a visitarme».
-¿Encendería la lámpara si las hermanas comenzaran a visitarle?.
-Sí.
Limpié la lámpara y las hermanas comenzaron a visitarle todas las tardes. Dos años después, yo me había olvidado completamente del episodio, pero él me mandó un mensaje: «Dile a mi amiga que la luz que ha encendido en mí brilla todavía».

 Así podríamos ir pasando revista al resto de las Bienaventuranzas. No son «compromisos» ni «cosas» que tenemos que hacer para ser discípulos. Es al revés: los discípulos son aquellos que han descubierto y viven todo esto, y con su estilo de vida nos demuestran que las cosas pueden ser bien distintas.
¿Y qué tenemos que hacer para dar sabor o dispersar tinieblas con nuestra luz? Ser discípulos, estar conectados con Dios, meternos en medio del mundo con lo que somos y hacemos. Aunque me temo que muchos habitantes de esa Ciudad de la Luz que es la Iglesia (sobre todo esa inmensa «central eléctrica» que son los laicos) no han descubierto su capacidad de encenderse e iluminar: son bombillas, focos, velas, lámparas... que todavía no se han «conectado» realmente a quien es la Luz del mundo, porque en cuanto lo hicieran... se volverían personas luminosas: "Tu luz romperá como la aurora si partes tu pan con el hambriento, hospedas al que no tiene techo, vistes al que va desnudo y no ignoras las heridas de los que son hombres como tú, -hermanos tuyos-. Tú mismo te sentirás feliz, porque se curarán las heridas del corazón que tanto duelen: «te brotará la carne sana». (Primera lectura)
Los discípulos de Jesús se distinguen sobre todo por eso: por la luz que dan, por el sabor que ponen en el mundo. Una luz que no es cegadora: es apenas una lámpara en medio de la oscuridad. Una sal que no puede echarse en grandes cantidades, porque lo muy salado se queda estéril, no hay quien se lo coma. Son pequeñas dosis, las justas. Es cuestión de «creer o no creer». Ser o no ser de Jesús. Lo haremos -como decía San Pablo- débiles y temblando de miedo; sin persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que nuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios». (Segunda lectura).

No hace falta añadir más. ERES LUZ, ERES SAL, ERES LÁMPARA, ERES CIUDAD EN LO ALTO. Sé consciente, alégrate por ello y no renuncies a lo que eres... Enciende lámparas, da sabor a la vida de otros con lo que eres, con lo que tienes, con lo que haces, como puedas. Es cuestión de «creer o no creer», vivir el Evangelio o no vivirlo.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 4 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 6,30-34

 

Evangelio según San Marcos 6,30-34
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.

Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.

Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.

Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Vivimos en un mundo donde surgen todos los días nuevas ideas, nuevas doctrinas, nuevas modas...además se hace propaganda de todas ellas con gran fuerza y se transmiten a toda velocidad por los medios de comunicación. Todo esto hace que sea muy difícil profundizar en lo que nos rodea, y por ello estamos inmersos en una cultura de la superficialidad, todo pasa rápido, sin demasiado tiempo para pensar.

En la religión pasa lo mismo, nos vamos haciendo la nuestra propia, hacemos una religión subjetivista en la que lo importante es lo que me gusta y lo que no, lo que me interesa o no... Y a veces lo hacemos casi sin caer en cuenta de ello.

Jesús se nos presenta como el verdadero Maestro, el Pastor, el que es capaz de guiar al desorientado, el que endereza al que está torcido, ilumina al que está a oscuras...

Quizá nosotros también debamos buscar sitios tranquilos y apartados donde podamos descansar de la velocidad y el estrés de nuestro mundo, para encontrarnos con Jesús y escuchar con calma sus enseñanzas, para después ser capaces de amar y de no reservarnos nada para nosotros.

También el evangelio de hoy nos hace reflexionar a todos porque todos tenemos alguna responsabilidad, somos padres, educadores, sacerdotes, obispos, hermanos, amigos...pidamos al Señor que nos ayude a cumplir estas responsabilidades intentando hacer siempre el bien, ayudándonos mutuamente y así todos podremos cumplir la voluntad del Señor y Él realizará en nosotros lo que es de su agrado.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 3 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 6,14-29

 

Evangelio según San Marcos 6,14-29
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos:

Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos".

Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado".

Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.

Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".

Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,

porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.

Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.

La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".

Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".

Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta.

La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".

El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.

En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.

El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.

Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos, paz y bien.

¡Qué cosa tan buena es la mala conciencia! Porque nos hace rectificar, o, por lo menos, no nos deja dormir a gusto. Esa voz que siempre nos dice que, aunque lo estemos pasando bien, hay algo que no acaba de estar en orden… ¡Claro que Herodes sabía que decapitar a Juan estaba mal! Tonto no era. Pero el orgullo, el no quebrantar su promesa, le llevó a asesinar al Bautista.

Es que, por mucho que insistan, nosotros no estamos llamados a tener una doble vida. Si empiezas a vivir dividido, te debatirás entre una y otra, y vivirás en permanente tensión. Querrás acabar con todo lo que intente despertar tu adormecida conciencia y buscarás siempre tu autojustificación (para eso somos maestros, ¡qué facilidad para encontrar argumentos a favor de nuestras acciones, aún sabiendo que no tenemos razón, y cuanto nos cuesta dar nuestro brazo a torcer!) La conciencia es difícil acallarla, pero cerrar la boca (o cortar la cabeza), a quien te recuerda que estás llamado a vivir como hijo de Dios es mucho más fácil.

El problema no está sólo en pecar, sino en no arrepentirse de ello. Las páginas de la Biblia están llenas de hombres buenos (como David) pero con tendencia a olvidarse de Dios y pecar. Muchos de ellos se arrepintieron, y tuvieron su premio. Entre ellos, san Pedro. Otros, como Judas Iscariote, no se acogieron a la segunda oportunidad, y tuvieron el final que tuvieron.

Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre. Símbolo de misericordia, de acogida y de perdón. Si perseveramos hasta el final, a pesar de los problemas, tendremos la seguridad de poder asirnos a la mano tendida que Él ofrece.

Hoy hay motivos para orar, pedirle fuerzas a Dios y seguir hasta el final.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 2 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,22-40

 

Evangelio según San Lucas 2,22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.

También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él

y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.

Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,

Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,

porque mis ojos han visto la salvación

que preparaste delante de todos los pueblos:

luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.

Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,

y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.

Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Hoy celebramos la fiesta de la presentación de Jesús en el Templo. La familia de Nazaret se acerca a Jerusalén para ofrecer al Señor la nueva vida: Jesús. Allí les espera Simeón, un hombre ya anciano y profundamente creyente. Él descubre que llega el Mesías y nos lo presenta. El evangelio de Lucas nos revela de qué manera vivía su fe este hombre sencillo llamado Simeón.

* Hombre que esperaba la liberación . Simeón era uno de tantos judíos que aguardaba la llegada del Salvador y, a pesar de que los años iban corriendo e iba viendo el final de su vida, no perdía la esperanza. Confiaba en que el Señor iba a cumplir su promesa. El paso del tiempo, los desengaños de la vida, las dudas,... no habían minado su confianza en Dios; al contrario, alimentaban la esperanza de que Dios algo tenía que decir en esta historia; tenía que manifestarse con claridad.

* El Espíritu Santo estaba en él . No sólo estaba, sino que le movía; movido por él fue al Templo. Hombre de Dios, que se deja conducir y guiar por Él, atento a las señales del Espíritu, conocedor de las llamadas al corazón, persona que sabe discernir, que intuye los caminos de Dios. Hoy diríamos hombre de profunda espiritualidad.

* Hombre que bendice a Dios . Reconoce la presencia de Dios en su vida y manifiesta con espontaneidad su gozo, su alegría, su agradecimiento. Dios es la verdadera alegría de su vida, lo que verdaderamente le llena, lo que mueve, su razón de vivir. Una vez que ha visto cumplida la promesa ve realizada su vida (puedes dejar morir en paz a tu siervo).

* Hombre que anuncia a Jesús . Simeón intuye que la presencia de Dios en el mundo no va a ser algo neutral y que complacerá a todos. Será luz que ilumine y que muestre las cosas tal como son. Esto será alegría para unos y desencanto para otros; unos serán ensalzados y otros serán humillados. A María le tocará ser testigo de estas contradicciones y acompañar, muchas veces en silencio y sin comprender, esta vida de Jesús que será signo de contradicción.

Estos cuatro rasgos señalados tendrían que ser básicos en todo creyente. Pidamos a Dios que nos conceda el don de vivirlos y de contagiarlos a los que nos rodean.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 1 de febrero de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 6,1-6

 

Evangelio según San Marcos 6,1-6
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?

¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.

Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa".

Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.

Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Reconocer en Jesús al Mesías no es fácil. Solamente quien cree lo reconoce, acepta sus palabras y admira sus obras. Muchos miran si ver y oyen si escuchar. Todos sabemos que hoy, como en tiempos de Jesús, hay muchos que no aceptan a Cristo y lo rechazan, o no lo conocen y pasan de largo. Cristo sigue desconcertando: su palabra escandaliza, su mensaje engendra oposición y su vida y obras crean conflictos. Otros lo conocen, lo aceptan y su vida adquiere un nuevo sentido. Lo reconocen con los ojos de la fe y no juzgan por las apariencias externas.

Otra reflexión que nos podemos hacer a la luz de este texto del evangelio de hoy es la crudeza de la incomprensión que Jesús sufrió por parte de los suyos. Tuvo que ser muy doloroso para Jesús ir a la sinagoga de Nazaret y sentir el rechazo de sus conocidos, debió sentir una profunda soledad. Una soledad que seguro nacía de de un nivel muy hondo, el posible fracaso de su misión. ¿No significaba este rechazo, quizá que Jesús estaba engañado, que no había recibido la misión que Él se atribuía? De hecho, entre los suyos se decía que estaba loco. ¿No tendrían razón?.

La fe adulta camina al descubierto y no evita las preguntas y la oscuridad. Meditar en la soledad de Jesús ayuda mucho a vivir con realismo lo que es la condición de todo creyente: A medida que la fe se te hace fuente personal de ser,te vas quedando solo. Pero soledad habitada, no solitaria, en que el corazón creyente experimenta lo más gozoso y exigente de su vocación cristiana.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA