lunes, 7 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,7-15

 

Evangelio según San Mateo 6,7-15
Jesús dijo a sus discípulos:

Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.

No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,

que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.

No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.

Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.

Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos,

Es curioso que los primeros versículos del Padrenuestro están escritos en estilo impersonal: “sea”, “venga”, “hágase”. Pero cuando llega la hora de recibir, aparecemos “nosotros”: “danos”. ¿Por qué no probamos a rezar también en primera persona los versículos iniciales?:
“Que yo santifique tu nombre”. Cada día, a cada momento, con todos mis pensamientos, palabras, actitudes, relaciones,…
“Que yo haga venir tu Reino”. Siendo amable, comprensivo, .. viviendo el amor que San Pablo nos enseña, por ejemplo, en 1 Cor 13.
“Que yo haga tu voluntad en la Tierra”. Es decir, que esté atento a ella y sea dócil a tu inspiración, como lo fue María.

Podríamos seguir… ¡Qué distinto suena, qué comprometido! Si lo hiciéramos así, casi daría miedo rezar el Padrenuestro. Porque está dirigido a Dios, claro; y eso significaría comprometernos ante Él a santificar su nombre, a hacer venir su Reino, a escuchar y cumplir su voluntad… Nuestro papel activo no se limita a recibir el pan o perdonar para ser perdonados. Hay mucha más “tarea” implícita en esta oración, que la convierte en un auténtico compromiso.

Claro que no estamos solos en el empeño. Hablamos de la oración de los hijos e hijas de Dios, de los cristianos. Entre todos tenemos que hacerlo, no depende sólo de uno (lo que podría explicar que esté formulada en impersonal). Pero eso mismo nos debe llevar a ser conscientes de la responsabilidad que tenemos en la misión de todos, de la urgencia de asumir nuestra parte en la tarea diaria.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 6 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,31-46


Evangelio según San Mateo 25,31-46
Jesús dijo a sus discípulos:

"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.

Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,

y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,

porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;

desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.

Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?

¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?

¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.

Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.

Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,

porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;

estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.

Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.

Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.

Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos,

Vivimos en un mundo de estadísticas. Hablamos de tantos por ciento, tendencias, mayorías,… Es la mejor forma de perder conciencia del detalle, el momento concreto, la individualidad. Ahí sí que somos un número.

El amor es todo lo contrario. No valen porcentajes, ni mayorías, ni “casi siempres”, ni “muchas veces”. Está claro en el mensaje del Evangelio de hoy: lo más decisivo es el “cada vez”: cada vez que lo hicisteis, cada vez que no lo hicisteis…

Y no es importante el “cada vez” porque estemos buscando el resultado pleno, el cien por cien (otra vez los números). El “cada vez” es importante porque a todo “cada vez” va asociada una persona, un “cada uno”.

Decimos que la persona es lo más valioso que Dios creó en este mundo. Por eso cada persona, cada vez, precisa toda nuestra atención y dedicación. Aquí ya no valen las estadísticas.

“Es que ‘casi nunca’ mato a nadie”. Absurdo, ¿verdad? Pues si lo llevamos al lado positivo, al amor, a la preocupación por los demás, comprenderemos más claramente que en la caridad no valen estadísticas, no se trata de conformarse con “la mayoría de las veces”, con el “casi siempre”.

En el “cada vez” nos jugamos el tipo. Y se producen un montón de “cada vez” a lo largo del día, en nuestra actividad normal. Tantos se nos escapan…. Queda el consuelo de que con Dios siempre se puede empezar de nuevo, porque está dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva. Pero necesita nuestra intención firme de que en la próxima vez (la próxima “cada vez”) estaremos a la altura de las circunstancias, a la altura del Evangelio.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 5 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 4,1-13

 

Evangelio según San Lucas 4,1-13
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,

donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.

El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan".

Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan".

Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra

y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero.

Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá".

Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".

Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,

porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.

Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".

Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".

Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.


RESONAR DE LA PALABRA


TIEMPO PROPICIO PARA SEMBRAR EL BIEN

«No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Gálatas 6,9-10a)

Me ha parecido oportuno, en este pórtico de la Cuaresma que dio comienzo el pasado Miércoles de Ceniza, centrar mi reflexión no en las lecturas del domingo, sino en el Mensaje del Papa para este tiempo, que toma de la Carta a los Gálatas (6, 9-10): «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos»

El tiempo de Cuaresma es un tiempo propicio, favorable, para afinar los acordes disonantes de nuestra vida cristiana, y recibir la siempre nueva, alegre y esperanzadora noticia de la Pascua del Señor. La Iglesia nos propone prestarle especial atención a todo aquello que pueda enfriar y oxidar nuestro corazón creyente. Así que es un tiempo que mira a la Pascua. (Papa Francisco 2018)

Es un tiempo propicio, oportuno, para todos aquellos que no se sienten satisfechos y en paz consigo mismos, con los otros o con Dios, y están dispuestos a moverse, caminar y cambiar. Pues la Cuaresma es un camino (salir de donde estamos, movernos, dar pasos, avanzar, llevar una dirección) para ir hacia la Vida que nos ha ofrecido Jesús.

Es un tiempo propicio para cambiar de mentalidad, de criterios, de actitudes y de hábitos rutinarios que ya nada nos aportan (esto es la «conversión»), de modo que la verdad y la belleza de nuestra vida no se centren tanto en el poseer como en el dar, no tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir, no tanto en mí mismo, como en los otros,

Y es también un tiempo propicio, como nos dice este año el Papa, para sembrar el bien.

El sembrador por excelencia es Dios mismo, que generosamente «sigue derramando en la humanidad semillas de bien» (Fratelli tutti, 54). Sus semillas nos llegan especialmente (aunque no solo) por medio de la Palabra, por lo que este es un tiempo propicio para escucharla con frecuencia, de modo que nos ayude a madurar y hacer fecunda nuestra vida.

Pero el Dios Sembrador ha querido contar con nosotros (contigo) para ser sus colaboradores, aprovechando el tiempo presente («hoy es el tiempo de la misericordia»). Y hacerlo generosamente, sin medir el esfuerzo, ni tampoco los resultados. Escribió San Pablo: «Mirad: el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará». (2Cor 9, 6).

Es verdad que muchas veces no veremos los frutos de nuestra siembra, como dice el Evangelio: «Uno siembra y otro cosecha» (Jn 4, 7). Por eso es de una gran nobleza poner en marcha procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra (son «semillas»). Sembrar el bien de este modo, gratuitamente, sin que podamos disfrutar de los resultados nos libera de las estrechas y frecuentes lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones un mayor valor.

 Por eso no podemos dejarnos atrapar o apagar por el «cansancio» o por la falta de resultados.

Y es que nos cansamos al ver que nuestros sueños y proyectos se frustran por tantos motivos

Nos cansa mirar de frente tantos retos que nos afectan, al reconocer que nuestros recursos son escasos o pobres.

Nos cansa este ya largo tiempo de pandemia que tantas cosas ha limitado o eliminado, que tanto ha debilitado la salud física o mental de muchísimos, y las relaciones personales, y...

Nos cansamos al ver que el ser humano, a pesar de su larga historia, sigue utilizando la violencia, la fuerza, el enfrentamiento, el menosprecio del distinto, la guerra... para «resolver» sus conflictos, que así nunca se resuelven, y no pocas veces dejan las cosas peor.

Nos cansa (y escandaliza) el comportamiento de algunos miembros de la Iglesia, o lo lentamente que avanza en ciertos temas necesarios...

Nos cansan a menudo los que tenemos más cerca, porque si el roce hace el cariño (como dice el refrán), también hace que salten chispas.

Nos cansan los políticos y sus recursos poco éticos para conseguir el poder, a la vez que se desatienden tantas necesidades reales de los ciudadanos. Y nos cansan los bulos, la falta de trasparencia, los intereses ocultos...

Y también nos cansamos a menudo de nosotros mismos: porque no avanzamos, repetimos los mismos errores y pecados, y muchos de nuestros mejores deseos y propósitos ... no los llevamos a la práctica...

Precisamente en los momentos de cansancio, de desánimo, de oscuridad... es cuando aprovecha el Tentador para proponernos (Evangelio de hoy) con «razonables» argumentos, que nos encerremos en nosotros mismos, que busquemos nuestro propio interés, que nos refugiemos en el individualismo egoísta o en la indiferencia hacia los otros, o esperemos que sean otros o el mismo Dios quien encuentre las soluciones. Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. […] Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is 40,29.31). La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor.

Por eso el Papa nos ha invitado:

No nos cansemos de orar. Jesús nos enseñó que es necesario «orar siempre sin desanimarse». Necesitamos orar porque necesitamos a Dios, contar con Él, apoyarnos en Él. La fe no elimina las dificultades de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran esperanza que nos ofrece el Misterio Pascual.

No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Aunque sea sólo un poco: podemos seleccionar algún aspecto concreto de nuestra vida, buscar algún recurso oportuno, marcarnos pequeños objetivos... El ayuno puede fortalecer nuestro espíritu para la lucha contra el pecado.

No nos cansemos de acudir al sacramento la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar

No nos cansemos de luchar contra los deseos incontrolados de bienes materiales, de placeres inadecuados... La austeridad de vida, el autocontrol y la generosidad deben ser nuestros estilos de vida.

No nos cansemos de luchar contra el riesgo de dependencia de los medios de comunicación digitales (móviles/celulares, redes, etc), que empobrecen las relaciones humanas. La Cuaresma es un tiempo propicio para cultivar una comunicación humana más integral hecha de «encuentros reales». Aprovechemos esta Cuaresma para cuidar mejor a quienes tenemos cerca, y hacernos prójimos de aquellos hermanos que están heridos en el camino de la vida.

Por tanto, no nos cansemos de sembrar el bien. Tenemos la certeza en la fe de que «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» (la «cosecha» de lo que Jesucristo sembró dio mucho futo «a su tiempo»), y de que, con el don de la perseverancia, nuestro grano sembrado dará muchos frutos, porque el Espíritu del Señor es quien los hace fecundos. Lo nuestro es sembrar. Que tu Cuaresma merezca la pena.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 4 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 5,27-32

 


Evangelio según San Lucas 5,27-32
Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".

El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.

Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".

Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.

Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".


RESONAR DE LA PALABRA


Jesús no es políticamente correcto

Qué distintas las dos partes del texto evangélico de hoy. La primera es de vocación, la segunda el banquete. O mejor, la primera es feliz para todos, la segunda se tiñe de escándalos y mezquindades.

Jesús y Leví frente a frente; Dios y el hombre cara a cara. Lucas es el evangelista de la ternura y la misericordia. Jesús no mira el origen, la ocupación, la facha de la persona; él mira al corazón. Sabe que su llamada puede recrear, hacer un corazón nuevo. Jesús quiere establecer la comunidad de sus seguidores que es algo totalmente nuevo. Justamente, en esta comunidad no están ausentes los zelotas, casi terroristas que luchaban contra la dictadura del poder extranjero. Y aquí llama a Leví, al recaudador de impuestos, colocado allí por la potencia dominadora. Con estos personajes, tan antagónicos, Jesús construye una parábola feliz: mira a Leví, le llama -“sígueme”- se sienta a la mesa con él; y Leví responde con generosidad: lo deja todo, se levanta, le sigue y le invita a un gran banquete. No importa que se cuelen los fariseos y los maestros de la ley, que han permitido acuñar un adjetivo: “escándalo farisaico”.

Este es el Dios en el que creemos, come con pecadores. La comida no sólo era el signo privilegiado de la amistad, era también expresión religiosa. Jesús se hace como sus comensales, asume la carne de pecado. Por eso es políticamente incorrectísimo. En su Reino las relaciones entre las personas llevan un aire totalmente nuevo. Jesús no condena, sólo puede salvar. Hasta del pecado de murmuración de los fariseos toma nota para desplegar su doctrina: No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores. También en Leví parece que su condición pecadora se convierte en trampolín para abrirse a la gracia. Y es que sólo el publicano de la parábola se siente pecador, se vacía de sí, y puede recibir el don de Dios.

¿Y los hombres y mujeres de Iglesia? Siempre hemos de preguntarnos con quién nos sentamos a la mesa; si, como Jesús, ofrecemos nuestra amistad a todos, y principalmente a los pobres y pecadores. No podemos consentir que nadie diga, como en el viejo chiste: “Al cielo iremos los de siempre”. Cristianos seremos si, como el Maestro en esta escena, somos hombres y mujeres libres, sin fronteras, siempre en comunión.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 3 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 9,14-15

 

Evangelio según San Mateo 9,14-15
Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?".

Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.


RESONAR DE LA PALABRA

El novio está con nosotros

Y Cristo es el novio. Lo dice él mismo. No sólo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, el sanador, el que resucita. ¿Podrían decir los mismo los discípulos del Bautista y los fariseos? Los primeros son discípulos del que en el desierto “llevaba un vestido de pelo de camello y se alimentaba de saltamontes”; los fariseos se debatían en la rutina de unas prácticas muertas. No hay comparación posible con Jesús, el que se sentaba a los banquetes, se vestía con túnica inconsútil y se solazaba con sus amigos de Betania.

Cristo es el novio, el nuevo, la eterna novedad. Con Jesús llega el tiempo del Reino y enmudece la ley, todo es radicalmente nuevo, pasó lo viejo. Y siguen las imágenes: paño nuevo, y no remiendo viejo; vino nuevo, y no odres viejos. Estamos en el Testamento Nuevo, las cosas son radicalmente nuevas, el tiempo mesiánico ha amanecido. Con vino nuevo alegró Jesús a los novios en Caná de Galilea. A alguno le parecería milagro para algo superfluo: bien está la multiplicación de los panes, pero del vino...Y es que aquel vino de Caná dejaba bien a las claras que las viejas instituciones del templo y de la ley quedaban en el pasado. El paso era radical: del agua al vino.

Si bajamos a la vida donde se actualiza esta Palabra, os propongo tres sugerencias. Sea la primera que los seguidores de Jesús entramos en la novedad de vida que nos trae el novio Jesús. Aquí el Espíritu lleva la delantera a tantas prácticas atrofiadas; la fe en Jesús importa más que las formas y las fórmulas. La rutina, la mediocridad, la inercia, las tradiciones secas no pueden tener cabida. Venga la creatividad, los sueños de futuro, que lo nuevo ha comenzado. Duc in altum.

Hablar de novios y de bodas es hablar de alegría desbordante. Dice San Agustín: “Leed todos los libros proféticos sin ver en ellos a Cristo: no hay nada más insípido, más soso. Pero descubrid en ellos a Cristo y eso que leéis no sólo se hace sabroso sino embriagador”. Esta alegría no es frívola bullanguería, como el Carnaval que hemos celebrado esta semana, pero no excluye la fiesta, el regocijo, la danza. Estamos en Cuaresma pero no llevamos “cara de Cuaresma”. Aparecen con más frecuencia de lo necesario las imágenes de cristianos de negro, con golpes de pecho, de caras ensombrecidas. Que la Cuaresma es sólo un prólogo, prólogo de la Pascua. Que somos testigos de resurrección.

Y finalmente. Con el novio delante, cambia el signo del ayuno. “El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, partir el pan con el hambriento”. Ayunar voluntariamente para que nadie ayune por necesidad. No sé si viene a cuento, pero acabo con una cita que he leído hoy: “Justificar el dolor del prójimo es la mayor fuente de inmoralidad”.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 2 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,22-25

 

Evangelio según San Lucas 9,22-25
Jesús dijo a sus discípulos:

"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".

Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.

Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?


RESONAR DE LA PALABRA


La cruz y los crucificados

“Salió de la ciudad hacia una lugar llamado Calvario. Allí le crucificaron” (Jn 19,17-18). He aquí la razón suprema. Porque Cristo está subido en una cruz puede decirnos con autoridad y poder de fascinar: toma tu cruz y sígueme.

La cruz es la marca de la casa que se graba sobre el cristiano. “La señal del cristiano es la santa cruz”, decía, en sus primeras páginas, el viejo catecismo. La cruz es el sufrimiento, el dolor, la muerte. La cruz de los inocentes y también de los pecadores. Las cruces personales- y las cruces de tantos pueblos malheridos. ¿Por qué tanto dolor? Es el enigma sombrío que atenaza a tantos hombres y mujeres, también de buena voluntad. De entrada, un cristiano no tiene para responder una filosofía. Sólo le queda el silencio respetuoso y mirar al primero de los crucificados, al Cristo del Viernes Santo. Y Cristo no buscó directamente la cruz. Fue consecuencia espontánea de su fidelidad a la tarea encomendada. Lo dice la experiencia de cada día: el que ama frecuentemente encuentra por el camino mil cruces de sacrificio, abnegación, incomprensión y sudores.

En una secuencia cristiana podríamos señalar estos pasos ascendentes para tomar la cruz. Primero, aceptar la propia cruz; no se busca el dolor pero se lleva serenamente cuando llega. Por supuesto, lejos de toda resignación estoica, sólo unidos a Él. También, sin esperar heroísmos, en la brega de cada día. Qué hermosos ejemplos de renovación personal observamos en gente a la que el dolor, llevado con gallardía cristiana, le ha hecho más fuerte, más madura, más grande. En segundo lugar, saliendo de sí, hay que ayudar a otros a llevar la cruz. Cireneos de tantos hermanos. El acompañamiento, la visita, la palabra oportuna, el servicio de limpiar y preparar alimentos y las largas noches junto a la cabecera son modos excelentes de cumplir lo que nos pide el Maestro. Y finalmente, combatir el dolor. Si podemos evitarlo, seguiremos a Jesús que pasó haciendo el bien y curando toda enfermedad. Aquí están los técnicos de la salud (médicos, sois instrumentos de Dios), las Congregaciones religiosas hospitalarias y de la caridad, los samaritanos que echan aceite y vendan las heridas, los que luchan contra tanta injusticia que deja a muchos pueblos crucificados.

Qué lejos está de Jesús esa manera errónea de llevar la cruz. Ejemplifiquemos: la cruz que es adorno pomposo, la cruz que es gesto rutinario, la cruz que es victimismo dolorista y –lo peor- la cruz que es presentada como “enviada por Dios para probarnos”.

De nuevo, miramos a Cristo en la cruz. Sólo el amor brilla. Y los creyentes atisbamos en seguida cómo comienza la gloria de la Resurrección. Como el alpinista: la ascensión es dura, pero el gozo de la cumbre le da alas.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 1 de marzo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18


Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18
Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,

para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,

para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.


RESONAR DE LA PALABRA


Ceniza y Evangelio

“Perfúmate, no desfigures tu cara, no estés cabizbajo”. No sé cuántos predicadores habrán presentado este mensaje, y es Palabra de Dios, que leen, desde siempre, en el Miércoles de Ceniza.

Es el pórtico de Cuaresma. Como en la obertura de algunas piezas musicales, en la que aparecen todos los motivos que se desarrollarán más tarde, el Miércoles de Ceniza junta todos los matices del camino cuaresmal. Cuaresma es subir al Monte, a Jerusalén, y allí tocar a Cristo muerto y resucitado. Cuaresma es preparación al Misterio Pascual. Históricamente, pedagógicamente y teológicamente todo se cumple en el vivir bien nuestra condición de bautizados. El catecúmeno que vive en tensión para ser bautizado en la Vigilia Pascual o el cristiano viejo que re-vive su morir al pecado y su resurrección a una vida más buena, los dos ponen al Bautismo en el centro de su proyecto cuaresmal.

Muerte y vida, ceniza y agua conviven en la Cuaresma. En el mismo rito de la imposición de la ceniza escuchamos alternativamente “Acuérdate de que eres polvo” y “Cree en la Buena Noticia”. Morimos al pecado. Nos vestimos de morado y enmudece el aleluya. Nos convertimos; no tanto porque abandonamos el pecado sino porque volvemos al Padre, aunque no seamos dignos de llamarnos hijos suyos. De otra manera lo dijo el poeta: “Hay que volver al pan, a Dios y al vino, son ellos mi destino “(Miguel Hernández). Resucitar para Dios porque es tiempo de gracia y hora de salvación. La Cuaresma acaba en la Pascua de primavera, en vida renovada. “Como el sol que se esconde y revive en el alba, resucitó el Señor”. Todo nos convoca a la vida: el agua de la samaritana, la luz que recobra el ciego para sus ojos, la resurrección de Lázaro.

El Evangelio de hoy nos marca tres caminos cuaresmales: el ayuno, la oración, la limosna. Hay que dejar la rutina de nuestros ayunos. Si ayuno es para poder dar más y mejor. Recuento mis adicciones al consumismo loco, a la bebida, al juego, al internet; buen campo para el ayuno. La oración en Cuaresma es más intensa. Las páginas litúrgicas son particularmente ricas y sugerentes durante este tiempo fuerte. También la religiosidad popular tiene cabida con sus vía crucis, procesiones, misereres y peregrinaciones. La limosna queda actualizada. Propongo cosas como estas: hacerse voluntario en Cáritas, Proclade, etc; negarse a comprar productos que sean fruto de una explotación, no digamos si es infantil; algún día de cada semana de Cuaresma privarme de algo programado para dar a una persona o institución; hacer revisión comprometida de los gastos superfluos. Así, lo que comienza en cenizas desembocará en el agua de vida. Al fondo, siempre la Pascua.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA