domingo, 25 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 13,10-17


Evangelio según San Lucas 13,10-17
Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.

Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.

Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad",

y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado".

El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber?

Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?".

Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

San Pablo es muy directo en su manera de exhortar y dar el mensaje a la comunidad de Éfeso. A las cosas las llama por su nombre y de manera especial cuando se refiere al seguimiento de Cristo. Su invitación es a no andar con apegos, con dependencias y con la doble moral, el doble sentido en las expresiones y en el comportamiento en general. Algo bien claro lo tiene San Pablo cuando advierte del peligro que tiene el ser humano de andar generando vínculos idolátricos, con el dinero y la inmoralidad (indecencia, deshonestidad, perversidad, injusticia, corrupción), esto está fuera de lugar, sin ninguna relación como la tiniebla y luz, por esto dice al final del texto que hoy se nos propone: “Caminen como hijos de la luz”. Ef 5, 8.

En el evangelio encontramos una opción clara de Jesús a favor de las marginadas, las encorvadas, las que no se pueden enderezar, las que no tienen otra oportunidad y otra visión que la de vivir sometidas al poder de los explotadores y de otras explotadoras, de su cuerpo, de sus servicios, de su maternidad, de su sabiduría: Ese es el espíritu del mal comportamiento del ser humano que somete las voluntades de otros. Me refiero a las mujeres que por muchísimas causas se mantienen encorvadas y sometidas.

Jesús no tiene ningún límite para acercarse a la mujer enferma, encorvada y con su Palabra y sus manos, le indica el camino de la libertad, de la alegría de ser mujer sin enfermedades que la aten, que la sometan, y que le impidan ser realmente hija legítima de Dios. Que importante sería que todos y todas hiciéramos lecturas bíblicas, con los ojos de esta mujer, y con los ojos de todas las mujeres que claman libertad total, integral.

Este hecho liberador de la mujer que realiza Jesús, genera controversia y rechazo de quienes aún no pueden ver, ni oír el clamor de los marginados que en todo momento están clamando justicia. Este permanente rechazo a liberar y a acompañar mano a mano, cuerpo a cuerpo, a quienes realmente lo necesitan es común en las personas muy religiosas, muy piadosas, muy pegadas de la norma, de la moral sin corazón. Y Jesús nos invita a todos a tomar opciones claras y transparentes, llenas de espíritu de libertad para amar sin medida, para dar la mano sin reserva.

Las acciones de Jesús y de quienes asumimos su proyecto, generan bochorno y rechazo de quienes creen tener la última palabra de lo que se debe y no se debe hacer, de lo que se puede hacer con este o aquel sujeto. Y actuar como Jesús actuó no tiene límites en el tiempo, en el lugar y en las personas. Nos podemos preguntar si hemos tenido alguna situación similar a la de Jesús.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 24 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 22,34-40

 

Evangelio según San Mateo 22,34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él,

y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?".

Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.

Este es el más grande y el primer mandamiento.

El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".


RESONAR DE LA PALABRA


EL MANDAMIENTO PRINCIPAL:

Amar a Dios, amor de Dios, amar como Dios


• Lo de amar a Dios y al prójimo lo tenemos archisabido. Lo sabemos y a menudo lo procuramos. Pero pocas veces tenemos en cuenta que nuestro corazón, espontáneamente, no tiende a amar así por las buenas a cualquier "prójimo", sino que tiende a buscar, amar, seleccionar y corresponder a aquellos que percibe como amigables y agradables, mientras se encoge o cierra con los adversarios, con los distintos o, simplemente, ignora a los que no le interesan especialmente. Y nos parece natural, y no nos causa especial inquietud. salvo contadas excepciones.

• Ya es un primer paso acoger esa Palabra de Dios que nos advierte para que no dejemos entrar en nosotros al resentimiento, el odio, la revancha... porque nos daña principalmente a nosotros mismos. Pero saltar a amar a todos es bastante más complejo, porque el instinto natural sólo entiende de amigos; no fluye espontáneamenhte de nosotros la actitud y generosidad de amar a todos. Y casi diríamos "¡ni falta que hace!". Con respecto a lo de conformarnos con amar sólo a los nuestros (aunque tampoco sobran a veces las dificultades), ya lo valoró Jesús en otro momento: si saludáis a los que os saludan, ¿qué merito tenéis? ¿Si amáis a los que os aman? ¿Qué merito tenéis? También lo hacen así los paganos (Lc 6, 32-33). ¿Qué hacéis de extraordinario? Y levanta el listón: «Amaos los unos a los otros, amad a los que os odian, rezad por los que os persiguen, si te piden medio, da entero»... Es decir: que como discípulos de Jesús tenemos que llegar más allá de ese espontáneo amar a los nuestros, a los que nos corresponden.

• Para asumir estos retos de Jesús hay que empezar, por aceptarnos a nosotros mismos, tal como somos y estamos. Y al mismo tiempo también, aceptar la misericordia de Dios, que al amarnos y comprendernos en nuestra miseria, nos posibilita tratar a los otros con la misma generosidad e incondicionalidad. Sería tarea imposible pretender llevarnos bien con todos los demás sin aceptarnos a nosotros mismos y, sin haber experimentado el amor y el perdón de Dios.

Por eso, antes que nada necesitamos amarnos como Dios nos ama, y para poder después amar a los demás como a nosotros mismos. El amor a nosotros mismos no puede ser, sin más, el punto de referencia para tratar a los demás, porque descubrimos comportamientos de puro egoísmo, de inadaptación y falta de autoaceptación, la irritabilidad o el descontento personal, el tener una autoestima demasiado elevada o excesivamente baja, heridas sin cerrar... y todo esto nos causa daño a nosotros y lo acabamos reflejando en los demás. Si yo no estoy bien... será muy difícil tratar a los demás bien. Y si yo estoy mal conmigo mismo.... los otros experimentarán sin duda las consecuencias.

Jesús, en su único y nuevo mandamiento, reformuló el «como a ti mismo»... por «como yo os he amado». Mucho mejor y más claro si el punto de referencia no soy «yo mismo», sino su modo concreto y extremo de amarnos. Por eso, más allá de amarnos a nosotros mismos, será necesario amarnos como Dios nos ama y como Jesucristo ama.

• Por la fe yo puedo experimentar: «Tú eres amado». Esto es bien importante: Dios te ama, Dios te ama como eres y como estás, Dios te ama a pesar de todo, Dios te regala su amor, para que puedas amar con él. Déjame que te lo repita: Tú eres amado. Aunque puedas verte con mil limitaciones y dificultades, y te pueda parecer que no «mereces» ser amado. El amor verdadero no precisa los «méritos» del otro, porque es «incondicional». Dios te ama así, y porque sí, porque es Amor, y es su amor el que te hace capaz y fuerte para amar. El amor de otros siempre nos hace más fuertes y mejores amantes, y el de Dios con mucha mayor razón.

Si llegamos a pasar por la dolorosa experiencia de traicionar -como Pedro- su amor, y que nos venza el miedo, la incoherencia... y se nos escapen las lágrimas por nuestra fragilidad, también experimentaremos cómo el Señor nos mira sin reproche, con ternura, con esperanza, nos sentiremos perdonados... La aceptación de la propia fragilidad, y el reconocerla delante de Dios es la ocasión para que el Señor nos encomiende -como a Pedro- que cuidemos de los demás: "Como yo te amo, te perdono y te miro con ternura después de tu caída... te encomiendo que te acercas a los otros y los cuides en mi nombre". No se lo había pedido antes de caer, sino después. Nuestra flaqueza y nuestro pecado nos permiten y ayudas a acercarnos a los otros desde la misericordia, desde la ternura, desde la acogida...

• Dando un paso más, debiéramos amar a los demás como a Cristo en persona. Hacernos conscientes de que al amar, no amamos a otro diferente que al mismo Cristo. Convertiríamos así nuestras relaciones en un verdadero sacramento. Si procuráramos con nuestros ojos de fe reconocer en los demás al mismo Hijo de Dios, temblarían nuestras manos, y el corazón sobrecogido pondría en cada uno de nuestros gestos la ternura, la delicadeza, la misericordia, el amor más intenso. Leemos en la Primera Carta de San Juan: el que ama a Dios, ame a su hermano (1Jn 4, 20-21). Y es tan fuerte esa relación entre Cristo y los otros, que él mismo dirá un día: “Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y «me» disteis de comer, «me» disteis de beber, me acogisteis enfermo, o emigrante... Nuestro corazón debiera estremecerse al tener cada día tantas oportunidades para amar y servir al mismo Cristo en persona, amando a cuantos viven y pasan cerca de nosotros. Pero aunque hiciéramos el bien y amáramos sin ver en ellos a Cristo (tantos hombres buenos lo hacen), será él quien lo tenga en cuenta y nos dirá aquel día: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis”.

• Todavía podríamos señalar otra vía para el amor: Amar como si nosotros mismos fuéramos Cristo. Cristo, aquel que perdonó, curó, acogió, se sentaba con pecadores, hizo el bien por donde pasaba... Que pusiéramos la ternura del Maestro en nuestros oídos; hablásemos con calma y anunciáramos la Buena Noticia con nuestras humildes palabras y actitudes. Todo nuestro cuerpo y nuestro corazón, nuestro pensamiento pueden ser los del propio Jesucristo. ¡Qué vocación más admirable, que quien nos vea, le vea a Él!. Cristo pudo afirmar de sí mismo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre». Todos sus discípulos tenemos planteado el mismo reto: que al amar nosotros le vean a él, le experimenten a él, para que el mundo crea: “Mirad cómo se aman”, que se decía de las primeras comunidades.

• Y ¿cuál sería es la clave para sentirme profundamente amado, a pesar de mis limitaciones, y que mis obras y actitudes reflejen ese amor de Dios? La respuesta está en Cristo. Él se sentía continuamente bajo la mirada amorosa de su Padre. Y a Él levantaba los ojos a la hora de una decisión, de curar, o de hacerse Pan partido. El Señor sabía encontrar tiempo para estar con Él a solas. Y hacía de la voluntad del Padre su principal alimento. Éste era su «truco», si se puede decir así. Y el nuestro: tenemos a nuestro alcance las fuentes del amor de Dios: su palabra, la Eucaristía (que llamamos sacramento del amor de Dios, donde él se nos entrega siempre que lo busquemos), la comunidad de hermanos que comparte, se entrega y ama, el don del Espíritu Santo (el Amor de Dios en mí) y que Dios nunca niega a quienes se lo piden...

• Nuestro amor, por ser sacramento del mismo Cristo, está llamado a abrir el horizonte de los hombres y colocarlos directamente ante Dios para que se sientan amados por él. LA TAREA Y LA MISIÓN ES QUE A TRAVÉS DE MÍ SIENTAN Y SE ENTEREN DE QUE QUIEN DE VERDAD LES AMA ES CRISTO, ES DIOS. COMO ME AMA A MÍ, COMO PROCURO AMARLOS YO. 

Permitidme, ya que el día 24 hemos celebrado los 150 años del encuentro definitivo con Dios de San Antonio María Claret, que concluya con una oración suya, que resume y convierte en plegaria algo de lo que aquí hemos meditado hoy:


Hermano mío: yo te amo. Yo te quiero por mil razones:

Yo te amo porque Dios quiere que te ame y me ha hecho tu hermano.

Te amo porque Dios me lo manda. Te amo porque Dios te ama.

Te amo porque Dios te ha creado a su imagen y para el cielo.


Te amo porque Dios derramó su sangre para darte la vida.

Te amo por lo mucho que Jesucristo ha hecho y sufrido por ti.

Y como prueba del amor que te tengo haré y sufriré por ti

todas las penas y trabajos, incluso la muerte si fuera necesario.

Te amo porque eres amado de María, mi queridísima Madre.


Te amo, y por amor te enseñaré de qué males te debieras apartar,

qué virtudes debes desarrollar, y te acompañaré

por los caminos de las obras buenas y del cielo. (San Antonio M Claret)

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 23 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 13,1-9

 

Evangelio según San Lucas 13,1-9
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios.

El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?

Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.

¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?

Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera".

Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.

Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'.

Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.

Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Ayer veíamos que Jesús nos invitaba a interpretar los hechos históricos sociales y personales en clave de fe, pero hoy Él mismo nos hace caer en la cuenta de que esta tarea no es fácil y que puede llevarnos a confusiones, por ejemplo, sus interlocutores interpretaron la muerte de los galileos en manos de Pilato y la de aquellos que fueron aplastados por la torre de Siloé en clave de castigo divino por sus pecados. Jesús los conduce hacia otra clave, la de la conversión. Es curioso que el evangelista Lucas coloque a continuación la parábola de la higuera estéril, que resalta la paciencia y la misericordia de Dios frente a la impaciencia del que no encuentra los frutos que esperaba y quería cortar del todo la higuera. Con cuánta facilidad nosotros también tendemos a interpretar los momentos difíciles de la vida como castigo divino, ya sea para nosotros mismos o para los demás; qué tranquilizador es pensar que a los demás les va mal porque se lo merecen, así nos sentimos mejores. Cuántas veces nos viene muy bien a nuestros intereses la imagen de un Dios castigador e impaciente; muchos discursos religiosos insisten en ello, poniendo siempre a los “otros” como los castigados.

Jesús nos invita a interpretar los acontecimientos desde otra clave, la de la constante llamada a la conversión que nos hace un Dios paciente y misericordioso, que quiere nuestro bien y lo busca de mil maneras cada día, sin impacientarse ni rendirse. Cuando nos movemos en estas claves de interpretación de nuestras vidas, podemos desterrar el terror religioso, el temor, la culpabilización y la pasividad. Toda la vida de Jesús nos anuncia la buena nueva de un Dios enamorado de los seres humanos, que espera con solicitud de padre la hora en que cada uno de sus hijos e hijas descubran la hondura de su amor y las consecuencias que esto supone en su vida personal, familiar y social.

Convertirnos no supone cambiar de conducta de la noche a la mañana, sino, más bien, se trata de un proceso continuo que nos permite descubrir el amor paciente de Dios que no nos ha destruido ni cortado del todo, sino que siempre y a través de todo nos está invitando a ser más humanos y más hermanos, tal como nos lo mostró con su vida Jesús de Nazaret. Este amor posibilita la conversión que nos capacita para cambiar nuestros modos de pensar, empezar nuevos procesos de relaciones, desterrar viejos hábitos insanos y emprender otros nuevos que sean más evangélicos y nos hagan más sencillos, alegres y solidarios.

Hoy celebramos la memoria de un hombre que centró toda su existencia en la llegada de Jesucristo a su vida y en el deseo de que esta riqueza llegue, también, a la vida de sus hermanos y hermanas de todo el mundo: San Antonio María Claret. Si tuviese que sintetizar toda la vida de este gran apóstol del siglo XIX en pocas palabras, elegiría la oración que rezaba en cada misión que emprendía por los caminos de Cataluña, Canarias, Cuba y toda España, en medio de fuertes calores, fríos, guerras, calumnias y peligros: “Señor y Padre mío, que te conozca y te haga conocer, que te ame y te haga amar, que te sirva y te haga servir, que te alabe y te haga alabar por todas tus criaturas”. Como ven, esta oración expresa la hondura de una vida totalmente centrada en la acogida de la sorpresa de Dios que se conoce, se ama, se sirve y se alaba cada día, y en el deseo de que esa riqueza llegue a todos los demás. Cuando un cristiano se toma en serio la llegada de Dios a su vida, inmediatamente se convierte en un apóstol que busca por todos los medios posibles que Dios sea conocido, amado, servido y alabado.

Termino recordando la respuesta que el P. Claret dio a una persona admirada de su inmensa capacidad de trabajo apostólico, quien le preguntó: “¿cómo es posible que pueda hacer tanto? El P. Claret le respondió: “Enamoraos de Jesucristo y del prójimo y haréis cosas mayores”. Allí está el desafío: estar vigilantes para acoger ese amor que es capaz de centrarnos, enamorarnos y comprometernos de lleno en la construcción del Reino de Dios.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 22 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,54-59


Evangelio según San Lucas 12,54-59
jesús dijo a la multitud:

"Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede.

Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede.

¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?

¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?

Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel.

Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo."


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Jesús se queja de que sus contemporáneos saben interpretar muy bien el tiempo atmosférico, pero no son capaces de descubrir los signos del Reino en medio del tiempo histórico que viven: tienen al Mesías que les comunica la buena nueva y realiza signos, pero están cerrados y siguen esperándolo como si no estuviese ya entre ellos.

No son capaces de acoger el tiempo de gracia y de reconciliación que les ofrece mientras van de camino. Nos puede pasar la mismo a nosotros; es verdad que, por vivir en la ciudad, puede que ya no seamos tan expertos en escudriñar las señales atmosféricas, pero sí sabemos informarnos de ellas muy bien a través de los medios modernos. Somos expertos en muchas otras cosas, como en las tablas de resultados deportivos, en las novedades literarias y musicales y, sobre todo, en el avance de las nuevas tecnologías, pero quizá sólo estamos acumulando información o esclavizándonos de las técnicas. A lo mejor tampoco nosotros estamos leyendo con profundidad de fe el sentido del momento histórico que vivimos.

Todo lo que está sucediendo a nivel mundial por esta pandemia ha cambiado radicalmente nuestras vidas ¿De qué es signo? ¿Cómo leemos este duro y convulsionado momento que nos toca vivir? ¿Bastará con decir que se trata de una crisis mundial que ya pasará, como han pasado otras? ¿No será una llamada a pensar a fondo en las causas que nos han traído hasta este punto? Para un cristiano no basta con pensar que este fuerte chaparrón ya pasará y que mientras tanto sólo debe protegerse de la mejor manera posible, necesita leer este “kayros” histórico en clave de fe: escuchar al Señor que nos vuelve a recordar las bienaventuranzas y nos enseña a vivir de otro modo: una vida pobre que renuncia a los excesos y que cuida de los demás, y sabe de austeridad, esfuerzo, solidaridad, respeto, transparencia y creatividad. Llama la atención el papel que Cáritas y otras organizaciones eclesiales está teniendo en este momento social; los cristianos no podemos quedarnos quietos ante el sufrimiento de tantos hermanos, es un signo que nos invita a descubrir las llamadas actuales de Jesús. En realidad, la historia social y nuestras propias historias están cargadas de muchos signos claros de la presencia del Reino, que nos invitan a despertar y a comprometernos.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 21 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,49-53

 

Evangelio según San Lucas 12,49-53

Jesús dijo a sus discípulos:

"Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!

Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!

¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.

De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres:

el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Qué diferente el Jesús del Evangelio de hoy con tantas predicaciones que insisten en presentar la imagen de un Jesús tan dulce y tan suave, que “no mata ni una mosca”. El Jesús del Evangelio es un hombre apasionado por el Reino de su Padre y un hombre que no ha venido a traer un mensaje adormecedor a sus seguidores, sino a despertarlos a la fuerza irrefrenable y transformadora del amor. Por supuesto que Jesús no quiere la división de las familias ni de la sociedad, pero sabe que, cuando una persona se encuentra de verdad con Él, no queda indiferente: su vida se transforma y sus valores le llevan a luchar por lo que considera valioso, al punto de cuestionar incluso tradiciones y lazos que perecían tan sagrados e incuestionables como son los familiares. El Evangelio es una luz que todo lo ilumina; su claridad trae nuevos criterios de vida y, si los tomamos en serio, se convierten en un fuego que nos purifica de lo que no sirve y enciende en nosotros procesos de vida abundante al servicio del Reino de Dios

¿Has sentido ese fuego dentro de tu vida? No se puede ser cristianos de verdad sin estar poseídos por este fuego, y no me refiero a un carácter apasionado o a un temperamento impulsivo que muchas veces arrasa con la vida de las personas provocando daño y división sin más. Me refiero al fuego del amor que tiene su origen en el perdón que recibimos, en la alegría de saber que Dios nos busca cuando nos creíamos perdidos, en la confianza de saber que Él nunca nos ha abandonado y en la fortaleza de contar con el amor de Aquel que se entregó hasta el extremo por nosotros. Cuando este fuego enciende su llama en nuestro interior se convierte en luz para nuestros pasos y deja al descubierto todo aquello que se opone al Reino de Dios para denunciarlo y transformarlo. No se trata de un fuego violento y vengativo, sino de un fuego que ofrece calor, luz y aliento de vida a toda costa.

¿Quieres vivir encendido en ese fuego? No olvides la frase de los discípulos de Emaús: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24, 32). Deja que la escucha de su Palabra encienda ese fuego en tu corazón.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 20 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,39-48

 

Evangelio según San Lucas 12,39-48
Jesús dijo a sus discípulos: "Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.

Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada".

Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?".

El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?

¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!

Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.

Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse,

su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.

El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.

Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

Llevamos toda la semana en un ambiente escatológico, o sea, reflexionando acerca del fin de los tiempos. Y hoy el Evangelio da una vuelta de tuerca más. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá. Casi nada. Este Evangelio es especialmente doloroso para las personas religiosas. Porque algunos hemos recibido mucho, desde pequeñitos, en la familia, con el Bautismo, con la fe, con una buena educación, con unos amigos agradables, con diversas experiencias, con una vocación especial por parte de Dios… Y, por eso, hay que devolver mucho también.

El tiempo no es como la gasolina, que, si usamos menos el coche, la ahorramos, o como el dinero, que cuanto menos lo utilizamos, más tenemos. El tiempo, lo usemos o no, se gasta.

Estamos en la vida yendo. Vamos de ida, y no sabemos cuánto tiempo nos queda. Quiera Dios que muchos, muchos años. De ti depende hacer uso de ese tiempo. Puedes perderlo, pero no volverá.

Somos administradores de la gracia de Dios, y no podemos actuar como queramos, sino como Dios quiere. Vivir para los demás, no para uno mismo, y obrando con amor, sin violencia. Si Pedro esperaba una respuesta diferente, le quedó claro que el único privilegio del seguidor de Jesús es el privilegio del servicio. Si vivimos así, estaremos más cerca del Maestro, cada uno con su vocación específica, pero todos dentro del mismo espíritu. Puede ser que tú no tengas muchos cargos o muchas cargas, pero sí has recibido muchos dones, materiales o espirituales, de parte de Dios. Ahí te juegas mucho de tu respuesta a Él.

De ti depende, por tanto, dedicarle un poco de tiempo a Dios, cada día. Se nos acaba el año litúrgico, y empieza, dentro de un mes, el Adviento. Estamos llamados a vivir en espera, en esperanza. Tienes el tiempo en tus manos. ¿Qué vas a hacer? Piénsalo, y reparte las 24 horas de cada día entre todo lo necesario (estudio, trabajo, familia, amigos, descanso, hobbies) y reserva algunos minutos para Él. No te olvides, mañana será tarde para arrepentirse por el tiempo perdido. Que el Señor nos encuentre preparados.fuente del comentario 

CR

CIUDAD REDONDA

lunes, 19 de octubre de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,35-38

 

Evangelio según San Lucas 12,35-38
Jesús dijo a sus discípulos: "Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.

Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.

¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo.

¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!"


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Tanto hoy como mañana, las lecturas evangélicas nos invitan a la vigilancia en el seguimiento del Señor. La vigilancia es una actitud cristiana indispensable: un cristiano que deja de vigilar fácilmente se convierte en un cumplidor rutinario o, en el peor de los casos, en un creyente mediocre o disipado. No se trata de una vigilancia al estilo de muchos de los actuales medios de comunicación que se fijan detenidamente en la vida de los demás para criticarles o para cotillear, tampoco de una vigilancia exhaustiva de nuestros propios actos ya sea por miedo a la condenación o por afán de perfeccionismo. Jesús nos invita a otro tipo de vigilancia; veamos dos detalles del texto de hoy que convierten a la vigilancia en una actitud de fe capaz de renovar la vida del creyente.

El primer detalle es la manera como se debe vigilar: “Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas”; esto nos recuerda la noche pascual, en la cual Dios sacó a su pueblo de la esclavitud de Egipto y en la que pidió a los israelitas que durante la cena estén atentos a su paso y listos para emprender el camino liberador hacia la Tierra prometida. Los cristianos esperamos la Palabra de cada día con el cinturón puesto y con la lámpara encendida, listos para descubrir las llamadas de Dios que nos sacuden de la somnolencia, de la rutina y de la mediocridad y nos abren caminos nuevos, que nos sacan de los miedos, los pesimismos y las esclavitudes para hacernos resucitar y vivir con mayor coraje, amor y esperanza.

El segundo detalle es que los criados esperan que su amo regrese de una boda. El tema de la boda tiene para nosotros una fuerte resonancia pascual y escatológica: la boda del cordero es la fiesta de la unión plena de Cristo con su Iglesia, con la humanidad, con nosotros. Me llama la atención que en el texto se resalte dos veces la dicha o la felicidad de los criados que están listos para servir a su señor. Ellos tendrán la dicha de ser servidos por su señor. Sorprende cómo Lucas entreteje magistralmente en este pequeño texto el servicio, la espera, la vigilancia y la dicha. No tenemos otra manera de esperar como seguidores de Jesús: estar atentos a los que necesitan nuestro servicio, nuestra espera, nuestro cariño, nuestro esfuerzo, nuestro sacrificio; seguro que allí encontraremos nuestra felicidad, nuestro gozo porque descubrimos que en ese servicio misteriosamente somos servidos por el Señor.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA