sábado, 7 de septiembre de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 6,1-5


Evangelio según San Lucas 6,1-5
Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían.
Algunos fariseos les dijeron: "¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?".
Jesús les respondió: "¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,
cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?".
Después les dijo: "El hijo del hombre es dueño del sábado".

RESONAR DE LA PALABRA

Agradar a Dios sirviendo al hombre 

Disponemos de dos maneras de vivir en cristiano: desde la observancia estricta de la ley o desde el Evangelio que da sentido a la ley; es la dialéctica de lo secundario frente a lo esencial, de lo externo frente a la pureza de corazón.

Otra vez aparece el sábado. El sábado era la expresión clara de la religión judía. Era día de descanso (lo fue para Dios en la creación; lo fue para el pueblo tras la liberación de la esclavitud de Egipto. El sábado era el signo de la Alianza de Dios con su pueblo. Pero el proyecto de Dios quedó perturbado por el pecado del hombre; por las exigencias tan duras, como la prohibición, en este día, de arar la tierra o cortar leña. Jesús reacciona: “El Hijo del hombre es señor del sábado”. Antes había dicho: “El sábado es para el hombre, no el hombre para el sábado. Lo primero, Dios y su imagen que es el hombre; todo lo demás viene detrás y está al servicio del hombre. Pero si hasta el Padre entregó al hombre a su propio Hijo Jesucristo.

Si no es demasiado fuerte la expresión, habría que afirmar que “nada debe ser sacralizado”. Cuántos “sábados” construimos contra el hombre: el dinero, el poder, la ley, las tradiciones, las ideologías. No es Dios quien nos arrebata la libertad sino el idolatrar las cosas. Si Dios es infinito, todo cabe en Él; si Dios es amor, siempre quiere lo mejor para nosotros. Vamos a conjugar el descanso, el ocio, la fiesta, lo gratuito con el culto, la adoración, la escucha de la palabra. Lo realmente inconcebible es querer agradar a Dios fastidiando al hombre. Cuántos conflictos por querer defender a Dios en ritos, formulaciones, formalidades. Solo nos toca discernir: ¿Es esto realmente lo que Dios quiere en este momento? ¿Con esto amamos realmente a los hombres según el querer de Dios? Y siempre con Jesús: antes el hombre que el sábado.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 6 de septiembre de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 5,33-39


Evangelio según San Lucas 5,33-39
En aquel tiempo, los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: "Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben".
Jesús les contestó: "¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos?
Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar".
Les hizo además esta comparación: "Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más.
¡A vino nuevo, odres nuevos!
Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El añejo es mejor".

RESONAR DE LA PALABRA

Hombres y mujeres para curar

Estamos en el siglo XXI, nos rodea una sociedad abierta y tolerante y nuestra Iglesia hace años que pasó por el filtro de la renovación del Concilio Vaticano II. Pero siguen persiguiéndonos viejos demonios que nos retienen en viejas normas, costumbres, ritos, o fórmulas. Cosas viejas que velan lo importante, lo esencial en la vida de los hombres.

Los de siempre, los escribas y fariseos, se escandalizan de los discípulos de Jesús; no siguen las leyes antiguas del ayuno y la oración. Jesús, una vez más, deja clara su postura; recurre a la alegoría del novio. Jesús es el novio, y el novio evoca banquete de bodas, y este banquete es para la fiesta, la amistad, el compartir gozosamente sentimientos felices. Como que es el banquete de la Nueva Alianza. Y Jesús lo adorna con bellas metáforas: si el vino es nuevo, ¿por qué odres viejos? Si el vestido es nuevo, ¿por qué viejos remiendos? Con la llegada de Jesús, todo es nuevo, y no podemos pegarlo con cosas caducas.

La vida contradice a ciertos escándalos y gratuitas afirmaciones. Dicen que los discípulos no oran, y son los que, inquietos, suplican a Jesús: “Enséñanos a orar”. Se proclama que no ayunan y son frívolos, y estuvieron prontos a beber el cáliz del Señor. Es que el Reino de Dios no es para tristes o espíritus angélicos. Los hombres y mujeres de este Reino son de carne y sangre, gozan de las cosas buenas que Dios creó. El Reino está prefigurado en un banquete de bodas donde se sientan los salvados por Jesucristo: Banquete presidido por Jesús; (solo su ausencia, el pecado, daría sentido a la tristeza). No queremos una ascesis porque sí, sino que abrazamos la cruz que brota del amor. Esto no son rebajas del seguimiento de Cristo. ¿Dónde está aquí el aburguesamiento del que hablan algunos? Os invito a beber el vino nuevo, a la coherencia de hacer, también, nuevas las cosas. Es que somos criaturas nuevas por el Bautismo porque hemos bebido el vino nuevo del Espíritu Santo.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 5 de septiembre de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 5,1-11


Evangelio según San Lucas 5,1-11
En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.
Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes".
Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes".
Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.
Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador".
El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido;
y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres".
Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

RESONAR DE LA PALABRA

Rema mar adentro

A la gente hay que animarla. Hartos de crisis, de penurias, de soledades y de penas, no vayamos a echarles más cargas. No es latiguillo recordar que los cristianos arrastramos una imagen de prohibiciones, actitudes negativas o visiones rigoristas. ¿Que no es verdad? Reconozcamos la realidad de la imagen, y tratemos de superarla.

Fijémonos en esta escena junto al lago de Genesaret. Es una escena de vocación; como tantas que, en la Biblia, siguen los mismos pasos. Jesús toma la iniciativa: “Rema mar adentro”. Al hombre le sorprende, se resiste: “No hemos cogido nada en toda la noche”, “Soy un pecador”. Jesús le encomienda: “Te haré pescador de hombres”. El final siempre es feliz, el querer de Dios se hace realidad: “Y dejándolo todo le siguieron”. Ya se ve, la presencia del Maestro, ser obsequiosos con su palabra, recrea, cambia a las personas. El fracaso de una noche con las redes vacías se torna en una red que revienta de peces; el que se llama a sí mismo pecador se trasforma en pescador de hombres. Solo desde Jesús, las cosas funcionan bien. Hacer las cosas “en su nombre” trae siempre noticias buenas. Parece que, en esta idea, estamos todos de acuerdo, pero, muchas veces, no ocurre así. Nos entregamos más fácilmente y ponemos nuestra confianza en técnicas, en medios, en estructuras, en títulos, que en la presencia amorosa del Señor. Los ídolos mundanos del poder, de la eficacia competitiva, del dinero nos esclavizan más de la cuenta. Sin embargo, un cristiano, al poner su esperanza, ante todo, en Dios, sabe que las adversidades tienen remedio. Los fracasos nos ofrecen la mirada profunda de los acontecimientos. La fragilidad aceptada nos vuelve a Dios, y todo cambia de signo. Dicen que no nos aparta de Dios el pecado sino el no saber reconocerlo (lo vive el publicano de la parábola). El hombre, así confiado en la bondad de Dios, no tiene miedo cuando escucha: “Rema mar adentro”, adéntrate en el oleaje, no te quedes en la seguridad de la orilla. La audacia, el riesgo por el Reino, la aventura de nuevos caminos, solo cabe si sentimos al lado la palabra y la mano de Jesús. Como el pecador de esta escena que, antes de morir, repite tres veces: “Señor, tú sabes que te quiero”.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 4 de septiembre de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 4,38-44


Evangelio según San Lucas 4,38-44
Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella.
Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.
Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba.
De muchos salían demonios, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.
Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos.
Pero él les dijo: "También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado".
Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.

RESONAR DE LA PALABRA

Somos comunidad, no masa.

Se cita mil veces al Papa Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi: La misión primera de la Iglesia es evangelizar, anunciar el Evangelio. Nada nuevo, lo dice Jesús hoy: “Tengo que anunciar el Reino de Dios, para eso he venido”. Evangelizar es hacer lo que hizo Jesús: palabra y gesto de imponer las manos, anunciar y sanar, parábolas y milagros; “alma y cuerpo”, que dice el pueblo con menos precisión. La presencia de estos dos momentos en nuestra vida es la señal única de que entre nosotros está ya el Reino de Dios.

Al salir de la sinagoga, a Jesús le ha entrado la fiebre de curar, empezando por la fiebre de la suegra de Pedro. Luego se extenderá a todos los enfermos que le presentaban, al ponerse el sol. Por fin, da remate curando a un endemoniado que acaba confesando: “Tú eres el Santo de Dios”. Un pormenor les gusta resaltar a los que leen este texto; Jesús, al curar, no olvida el detalle de imponer las manos “sobre cada uno”: cada uno era importante. Tal abundancia de sanaciones, por parte de Jesús, ocasiona que la gente quede embriagada con tanta felicidad. Por eso, pretenden retenerle, que no se vaya, que solo lo acaparen ellos mismos.

Hoy está de moda la “política de gestos”. Gritan más los gestos que las palabras. Bien sería que nos preguntemos: ¿Qué gestos, qué acciones nuestras se convierten más fácilmente en señales del Reino? ¿Qué es lo que más le dice, más le toca al hombre moderno, para abrirse al Evangelio, para llegar a Jesús? No basta con anunciar y confesar; eso, lo acabamos de ver, lo hace también el endemoniado. Hay maneras de actuar que han de acompañar al anuncio del mensaje; por ejemplo, gestos que evoquen cercanía, sencillez, interés por el otro y abandono de sí, dolor por el sufrimiento humano, actitudes samaritanas, pasión por la paz y la justicia. Así no caeremos en la tentación de los paisanos de Cafarnaún: querer retener a Jesús. Acaparar a Jesús es convertirlo en ídolo, instrumentalizarlo para nuestros intereses mezquinos, pensar que solo es correcto mirarlo y estudiarlo desde nuestras ideas y convicciones cortas y chatas. Jesús es universal, ha venido también “para otros pueblos”. Y en esta expresión, caben otras culturas, otras visiones de la realidad y de la Iglesia, otras costumbres. No achiquemos a nuestro Dios, que traspasa el tiempo y el espacio. En fin, hagamos todo, “mirando a cada uno”, deteniéndonos en cada persona, llamando a cada uno por su nombre. Es señal de amor. Somos comunidad; no, masa. “Me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre”. Así cantamos.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 3 de septiembre de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 4,31-37


Evangelio según San Lucas 4,31-37
Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados.
Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.
En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza;
"¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios".
Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño.
El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: "¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!".
Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.

RESONAR DE LA PALABRA

Coherentes para ser creíbles

Estamos en Cafarnaún. Aquí, sí, Jesús es acogido y recibido con gusto. Y todo cambia; sana, enseña y moviliza graciosamente a la gente del pueblo. Y todos expresan su admiración y agradecimiento con una palabra: autoridad. ·”Hablaba con autoridad”, “Da órdenes con autoridad”, “¿Qué tiene su palabra?”.

Todo ha acontecido en torno a un hecho: Jesús sorprende en la sinagoga a un pobre hombre dominado por un espíritu inmundo. Y queda sano, al conjuro de la palabra de Jesús “Cierra la boca y sal”. La respuesta de la gente es magnífica. A la lógica admiración de todos, se asocia la voz del demonio: “Sé quién eres: el Santo de Dios”. La cosa es clara: el Maestro de Nazaret se carga de autoridad porque piensa y desea el bien, proclama un Reino de bondad y sus obras son amor, paz, servicio y entrega de su vida. Él es el “varón de dolores”, el que ha venido, como pastor bueno, a dar vida en abundancia, el que ha venido a servir y no ser servido.

En el ranking de las instituciones que merecen confianza y credibilidad, según las encuestas, la Iglesia queda “en la parte baja de la tabla”. Sí, hay mucho prejuicio acumulado y mucha resaca histórica, pero a los cristianos nos ha de escocer y poner en guardia. Todos los hijos de esta Iglesia hemos de sentirnos acuciados a “sacarle los colores”, a quitarle las arrugas al rostro de la Iglesia. Que sus palabras y gestos resulten creíbles, sorprendentes, valiosos, amables, para los hombres de nuestro tiempo. Que los cristianos seamos coherentes y auténticos no significa que seamos santos sino que nos ponemos en camino, que queremos ser salvados en nuestra menesterosidad. Que no se diga nunca de nosotros: “Haced lo que ellos dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen”. Que todos huelan que anunciamos a Dios, y no, a nosotros mismos, a nuestras instituciones y estructuras. La experiencia confirma que, en la medida en que la Iglesia se desnuda del brillo mundano, se va vistiendo de credibilidad, de aceptación, de visibilidad de Evangelio.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 2 de septiembre de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 4,16-30


Evangelio según San Lucas 4,16-30
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún".
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

RESONAR DE LA PALABRA

Noticias buenas porque son de parte de Dios

¿Y por qué el gozo del Evangelio choca con la muralla de la indiferencia? Si los que han gustado del encuentro con Jesús han quedado cautivados, ¿por qué tantos se privan de esta experiencia feliz?

Nos invitamos a penetrar en la Sinagoga del pueblo de Jesús. Es sábado y, como buen judío, Jesús quiere participar con sus paisanos en la lectura de la Palabra. Se pone en pie, y los ojos de todos quedan prendidos de él. La admiración por Jesús llena la sala. Aparece Jesús como profeta; más grande que el profeta que iba a proclamar, Isaías. Le toca un mensaje fascinante: mira a los cautivos, a los ciegos, a los pobres y a los oprimidos y les ofrece libertad, año de gracia, Buena Noticia. Mensaje enteramente de gracia. La bomba estalla cuando Jesús añade de su cosecha: “Hoy se cumple esta Escritura”. Y las reacciones de la gente no se hacen esperar. Quienes quedan embobados por tanta gracia, tanta belleza, tanta cercanía a las aspiraciones del corazón del hombre; y quienes “se ponen furiosos y empujan a Jesús para despeñarlo”.

Acaso esperaban un mensaje más pegado a sus intereses pequeños y nacionalistas, menos entregado al servicio y consuelo de todos; acaso, otros, tenían el corazón herido por la envidia, los intereses religiosos o los prejuicios cultuales.

Nosotros, hoy, también fijamos los ojos en él, en el Maestro de Nazaret. En él, por él y con el mismo realismo que él, nos sentimos ungidos por el Espíritu del Señor; nos sentimos agraciados, tocados, enviados para comunicar a los hombres y mujeres de hoy buenas noticias, de parte de Dios. Él nos quiere, somos su encanto, está cerca de los que sufren, no se olvida nunca de nosotros. ¿No este el estilo de mirar y anunciar a Dios del Papa Francisco? Pudiera ser que, como el Maestro, sintamos el aguijón de una pésima respuesta, de un rechazo de lo que nosotros juzgamos tan valioso. Tal vez la amargura del fracaso nos doblegue, a veces. En ocasiones, se reirán de nosotros cuando hablamos así de Dios y su mensaje de gracia, y nos llamarán ingenuos, buenistas (qué palabreja han inventado) o reduccionistas del misterio de Dios. ¡Qué importa! Si nos sentimos, de verdad, ungidos, amados, urgidos por la caridad, los hombres verán la gloria de Dios, el Evangelio humanizará el mundo y nosotros seguiremos escuchando la voz de Jesús: “El Padre os ama, id por el mundo, yo estaré siempre con vosotros”.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 1 de septiembre de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 14,1.7-14

Evangelio según San Lucas 14,1.7-14
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente.
Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:
"Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú,
y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: 'Déjale el sitio', y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: 'Amigo, acércate más', y así quedarás bien delante de todos los invitados.
Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
Después dijo al que lo había invitado: "Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!".

RESONAR DE LA PALABRA

Humildes para servir a todos

La Iglesia Católica es una gran institución. Está presente en prácticamente todos los países del mundo. Además, el hecho de que el Vaticano esté reconocido como un pequeño estado hace que tenga representantes diplomáticos ante los gobiernos de las diversas naciones. Por otra parte, a través de diócesis e institutos religiosos, la Iglesia Católica coordina un amplio sistema de escuelas, colegios, universidades y hospitales. Posiblemente el mayor del mundo. Los viajes del papa han dado lugar a masivas concentraciones de creyentes. Todo ello nos puede dar la idea de que pertenecemos a una institución poderosa. Y de que deberíamos servirnos más de ese poder para hacer valer nuestros derechos frente a la sociedad civil. 

Pero el camino del Evangelio es otro. Jesús nos propone vivir no en la grandiosidad, no apoyándonos en el poder sino en la humildad. Jesús nunca defendió sus derechos. Vivió una vida sencilla, enseñando a sus discípulos y a los que le querían escuchar. Se hizo cercano a los pobres y a los sencillos. No despreció a nadie. Y habló siempre del amor de un Dios que se hacía pequeño para ponerse a nuestro nivel, para escuchar nuestras penas y compartir nuestras alegrías. Como dice la segunda lectura, la comunidad cristiana no se apoya en el poder ni la fuerza. Somos parte de la ciudad del Dios vivo, de la familia de Dios, de un Dios que acoge a todos sin distinción. Y por eso también nosotros debemos acoger a todos. 

En el evangelio Jesús se dirige a los fariseos. Ellos se sentían religiosamente buenos, socialmente importantes y más perfectos que el resto de la gente. Les invita a ser más humildes. Les cuenta una historia muy sencilla. Les habla de los invitados a un banquete. Entre ellos algunos buscan los primeros puestos. Y les habla de lo que le pasa a uno que se había sentado en el mejor lugar y al que le terminan rebajando al último porque llega otro invitado que es más amigo del amo de la casa. Luego les recomienda que cuando tengan que organizar un banquete no inviten a los poderosos sino a los pobres y a los que no tienen nada. Así es Dios que prefiere a los últimos y a los humildes. 

Como cristianos no estamos llamados a ocupar los primeros puestos en el banquete sino a servir y preparar el gran banquete de la familia de Dios. E invitar a todos, abrir las puertas de par en par para que nadie se sienta excluido. Los creyentes somos los camareros de ese banquete, los que ayudamos a Dios para que todos se sientan acogidos. Lo nuestro no es ocupar los puestos de privilegio sino servir a la mesa. La fe en Jesús nos lleva a vivir en actitud de servicio y acogida, de cariño, a todos los que necesitan experimentar el amor de Dios. Lo nuestro no es imponer sino servir, ayudar, curar, sanar, perdonar, compartir.

Para la reflexión

¿El ejemplo de Jesús me lleva a servir a los que me rodean? ¿Apoyo a mi comunidad cuando trata de servir a los necesitados? ¿Cómo vivo en mi vida diaria esa actitud de servicio a los hermanos y hermanas?
Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA