jueves, 29 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 16,13-19

 

Evangelio según San Mateo 16,13-19
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".

Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".

"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".

Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".

Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.

Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.

Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".



RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

Celebramos hoy una solemnidad importante, la de los apóstoles Pedro y Pablo. Juntos nos los presenta la Iglesia, para que juntos nos den algunas pautas de vida. Allá vamos.

La historia de hoy nos muestra a un Pedro que experimenta en su vida, en un momento difícil, la intervención de Dios. De un modo (tan) milagroso, que ni él mismo se lo cree. Fue una liberación orada y pedida por toda la iglesia de Jerusalén. Es que la oración el justo siempre es escuchada. A Pedro, como al salmista, el Señor le libró de todas sus ansias.

Por otro lado, en la segunda lectura, Pablo comparte con nosotros su experiencia. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Casi nada. Pero Pablo siempre ha tenido claro que es el Señor el que le escogió, le ayudó y le dio las fuerzas para perseverar. Para Pablo, cada día era un tiempo favorable, era un día de salvación. Y mira que Pablo pasó por penalidades varias. Apaleado, apedreado, dejado por muerto, con hambre, con sed, desnudo, naufragado… Pero todo lo pudo en el Dios que le confortó.

Tanto Pedro como Pablo han pasado por un proceso personal muy intenso. El encuentro con Cristo les cambió de tal modo que se convirtieron en los líderes de las comunidades, uno de los judíos, otro de los paganos. Ambos con una sola meta, que se conociera a Cristo por todo el mundo. Por eso celebramos su solemnidad juntos. Es que en la Iglesia hay sitio para todos, y para diversas tendencias, eso sí, siempre con Cristo en el centro.

Pablo perseguía a los cristianos, se encontró con Cristo, y todo su celo perseguidor se convirtió en celo misionero. Pedro confesó a Cristo, le traicionó y volvió a afirmar su amor tres veces, para convertirse en la cabeza de la Iglesia naciente. Con María y con los otros apóstoles, en diálogo para saber como vivir (el Concilio de Jerusalén, Hc 15) y abiertos a lo que Dios les iba revelando.

Que la memoria de estos santos nos lleve a todos a vivir la fe con su mismo celo, con la capacidad de admitir el perdón, después de nuestras caídas, y siempre pensando en cómo más gente pueda conocer, amar y servir a Jesucristo.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 28 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,15-20

 

Evangelio según San Mateo 7,15-20
Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?

Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos.

Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos.

Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego.

Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

Sigue Abrán adelante, y sigue Dios afirmándole en sus promesas. Es un camino largo, pero que, parece, le mereció la pena. Es que, si te fías de Dios, hay que hacerlo bien, hasta el final. Aunque haya problemas. Al final, todo se arregla. A veces, no sabes cómo. Pero sucede.

¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos. Jesús nos avisa de algo que, parece, ya era un peligro en su tiempo. Es muy fácil descuidarse, o mejor, creer que vamos por el camino correcto. Nos convencemos con mucha facilidad de que “no pasa nada” si un viernes como carne, o si hace ya tres meses (o tres años) que no me confieso, o que reenviar un mensaje no muy agradable sobre un “amigo” es lo normal, todos lo hacen… Nos acostumbramos a no cumplir con cosas pequeñas y, al final, dejamos de cumplir con las grandes. Total, una más… Decía mi maestro de novicios que el primer pecado es el que más cuesta, los demás vienen solos. Algo de eso, me parece, hay.

¿Por qué no vemos la puerta de la Vida? ¿Por qué nos parece tan duro el camino de la Vida? Será que nos falta perspectiva. Quizá porque vivimos a corto plazo, tenemos muchas seguridades, y no le damos espacio a Dios en nuestras vidas. Abrán, en este sentido, puede ser para nosotros un ejemplo. En camino, en escucha, dispuesto a renunciar a lo suyo, buscando el acuerdo con Lot…

Dios ha hecho de todo para que entremos por la puerta de la Vida. Al final, hasta a su Hijo nos envió. Lo que hace falta es estar atento, aceptar su ayuda y llamar a esa puerta que, a diferencia de las nuestras, siempre se abre, para dejarnos pasar. Es verdad que no todos están dispuestos. A ti se te ha dado la posibilidad de ser feliz, yendo por el camino estrecho. Aunque cueste. ¿Qué vas a hacer?

Nuestro hermano en la fe, Alejandro C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 27 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,6.12-14

 

Evangelio según San Mateo 7,6.12-14
No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos.

Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.

Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí.

Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

Sigue Abrán adelante, y sigue Dios afirmándole en sus promesas. Es un camino largo, pero que, parece, le mereció la pena. Es que, si te fías de Dios, hay que hacerlo bien, hasta el final. Aunque haya problemas. Al final, todo se arregla. A veces, no sabes cómo. Pero sucede.

¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos. Jesús nos avisa de algo que, parece, ya era un peligro en su tiempo. Es muy fácil descuidarse, o mejor, creer que vamos por el camino correcto. Nos convencemos con mucha facilidad de que “no pasa nada” si un viernes como carne, o si hace ya tres meses (o tres años) que no me confieso, o que reenviar un mensaje no muy agradable sobre un “amigo” es lo normal, todos lo hacen… Nos acostumbramos a no cumplir con cosas pequeñas y, al final, dejamos de cumplir con las grandes. Total, una más… Decía mi maestro de novicios que el primer pecado es el que más cuesta, los demás vienen solos. Algo de eso, me parece, hay.

¿Por qué no vemos la puerta de la Vida? ¿Por qué nos parece tan duro el camino de la Vida? Será que nos falta perspectiva. Quizá porque vivimos a corto plazo, tenemos muchas seguridades, y no le damos espacio a Dios en nuestras vidas. Abrán, en este sentido, puede ser para nosotros un ejemplo. En camino, en escucha, dispuesto a renunciar a lo suyo, buscando el acuerdo con Lot…

Dios ha hecho de todo para que entremos por la puerta de la Vida. Al final, hasta a su Hijo nos envió. Lo que hace falta es estar atento, aceptar su ayuda y llamar a esa puerta que, a diferencia de las nuestras, siempre se abre, para dejarnos pasar. Es verdad que no todos están dispuestos. A ti se te ha dado la posibilidad de ser feliz, yendo por el camino estrecho. Aunque cueste. ¿Qué vas a hacer?

Nuestro hermano en la fe, Alejandro C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 26 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,1-5


Evangelio según San Mateo 7,1-5
Jesús dijo a sus discípulos:

No juzguen, para no ser juzgados.

Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.

¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo?

¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Deja que te saque la paja de tu ojo', si hay una viga en el tuyo?

Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos, paz y bien.

Empieza fuerte hoy el libro del Génesis. Sal de tu tierra. Nada menos. Los que hemos salido de nuestra tierra, por motivos misioneros, sabemos bien lo que significa. También los que han tenido que salir por cuestiones de trabajo. Cuesta mucho dejar tu casa, a veces, tu lengua materna, tu cultura, tus comidas favoritas, entre otras muchas cosas. Hace falta valor.

No dice Dios dónde debe ir. Solo que salga. Vaya aventura. Jugárselo todo a una carta. Menos mal que el que reparte estas cartas es el mismo Dios. Y el premio es gordo. La promesa de Dios es que se convertirá en el pastor y líder de un gran pueblo.

Y andando, andando, por etapas llegó Abrán a la tierra prometida, y poco a poco el Señor le iba reafirmando en su vocación. Fiel hasta el final. A pesar de los problemas que, haberlos, húbolos. Por eso es ejemplo para todos, por su perseverancia.

Continúa Jesús desgranando su “programa” de vida. Hoy nos da también donde muchas veces más nos duele: en los juicios. Sacar la oposición para ser juez en los tribunales es complicado. Exige la carrera de Derecho y luego las oposiciones. Convertirse varias veces al día en juez de los demás es facilísimo. Como que estuviera en el ADN de cada uno.

Cuesta mucho quitarse las gafas de ver los defectos de los demás. Es que nos sale solo, eso de ver lo que no hacen bien los otros, y el pensar que “yo lo haría mejor” o “yo nunca habría hecho eso”.

Tenemos que revisarnos la vista, operarnos, si hace falta las cataratas con el láser de la reconciliación, para ver a los demás como los veía el mismo Jesús. Donde nosotros vemos defectos, Él veía oportunidades. Donde nosotros tenemos la agenda negra de los enfados y las ofensas, Cristo tiene una página en blanco, para que cada uno pueda escribir su historia, sin arrastrar el peso del pasado. Eso de vete y no peques más.

La carta del apóstol Santiago, en su capítulo 4, nos dice: Uno solo es el legislador y juez, el que puede salvar y condenar. ¿Quién eres para juzgar al prójimo?

También aquí las palabras de san Antonio María Claret, nuestro Fundador, siguen siendo actuales. Tendré para con Dios corazón de hijo, para conmigo mismo corazón de juez, y para con el prójimo, corazón de madre. Pues eso

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

 

domingo, 25 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 10,26-33

 

Evangelio según San Mateo 10,26-33
No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.

Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.

No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.

¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.

Ustedes tienen contados todos sus cabellos.

No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.

Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.

Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres."


RESONAR DE LA PALABRA


NO TEMÁIS... PERO TEMED

Estar bautizado es algo que se consigue con cierta facilidad, y (a pesar de la gran descenso numérico) todavía es bastante frecuente entre nosotros. Aunque las motivaciones para hacerlo son muy variadas, y no siempre aceptables.
Con frecuencia, la familia de los niños (si es que son niños) piensa «misión cumplida» en cuanto le han echado el chorrillo de agua sobre la cabeza. ¡Ya está, ya no hay nada más que hacer! Pero no es cierto: el bautismo significa y exige empezar a vivir como discípulo de Jesús. Y lo que define a un discípulo de Jesús no es acudir a las procesiones, o llevar algún colgante religioso o... Y ojalá no llegue el triste momento de «soy cristiano pero no practico»... Pasar de bautizados a discípulos, requiere un camino que no todos recorren, aunque sí los hay que caminan, avanzan y retroceden como buenamente pueden, con su mejor voluntad.

 Ser discípulo es difícil, e incluso arriesgado. No pocos han pagado con su vida -lo más importante que tenemos- por mantenerse fieles a Jesús. Y por eso advertía Jesús: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo».
Este aviso tiene mucha miga, porque cuando uno se toma en serio lo de ser discípulo, será fácil que se encuentre con la incomprensión, la burla, la sensación y la experiencia de estar remando contra corriente, de ser un bicho raro en medio de la sociedad, e incluso que te hagan el vacío hasta los tuyos. ¿Por qué si no, tantos se guardan la fe en lo escondido, como si fuera una especie de secreto o asunto privado, y tienen miedo de proclamar su fe, o la «adaptan» a lo que hace y piensa la mayoría para ser «modernos», y no tener problemas o no desentonar?

¿Cómo entender esas palabras de Jesús que hablan de la confianza con la ingenua imagen de los pajarillos, de los cabellos de nuestra cabeza, y de la promesa interceder ante el Padre a quienes apuesten por él? Parecen cosas poco creíbles hoy día. Poniendo la mano en el corazón, y con toda nuestra sinceridad, ¿podemos decir que estas ideas -¡experiencias!- de Jesús nos convencen y nos llevan a un determinado estilo de vida? ¿Podemos decir que nos complicamos la vida por culpa del Evangelio? ¿Adónde quiere ir Jesús a parar con tanta ingenuidad? ¿No será que el mundo que él vivió hace dos mil y pico años era menos complicado que el nuestro? ¿Podemos tomarnos en serio su mensaje?

Fijaos en Jeremías: un tipo sensible, delicado, apasionado, un poco sentimental y hasta poeta, muy encariñado con su tierra y con su gente. Procura vivir tranquilo y llevarse bien con todo el mundo. Y Yahveh se mete por medio y le encomienda una palabra cortante, que quema, que echa por tierra las seguridades, que denuncia y amenaza. Antes siquiera de haber intentado anunciar ese mensaje, ya se siente mal. No le va ir de aguafiestas, de pájaro de mal agüero. Y cuando por fin se ponga a ello, le van a venir encima calumnias, acusaciones, denuncias, persecuciones (incluso de sus parientes y amigos)...
 Cuando Dios se empeña en sacudir la tranquilidad de cualquiera, se acaba esa vida sin sobresaltos y complicaciones que tan esforzadamente procurábamos llevar. Suena bonito eso de que Dios está con Jeremías «como fuerte soldado», pero no parece que le amortigüe los golpes que le toca recibir.
Claro que al propio Hijo de Dios le ocurrió algo parecido, y el Padre Dios no corrió para librarle de la Cruz, ni fulminó como escarmiento a sus verdugos, ni hizo perder el puesto a los Sumos Sacerdotes y autoridades políticas que lo condenaron. Ante Cristo crucificado descubrimos a un Dios «impotente», débil, que no se hace respetar, que se limita a seguir amando y esperando. Pero es que el amor nunca triunfará a base de venganzas, fuerza o poder.

Por tanto, que nos quede claro que no se trata de espantar el miedo porque Dios nos vaya a resolver las dificultades. Ni Dios tiene la culpa de que se nos caigan los pelos de la cabeza, ni de que un gorrión acabe vendido en un puesto del mercado. Nosotros quisiéramos un Dios escudo, pararrayos, refugio blindado, acolchado para amortiguar los golpes, un Dios que haga de impermeable... Pero como esto no suele ocurrir, acabamos prescindiendo de Él y de sus llamadas. Entonces, ¿dónde hay que buscar el motivo para que no temamos, visto lo que «hace» Dios?

Dice Eduardo Galeano:

El miedo se ha convertido en principio rector de la vida y de la convivencia:
Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de caminar, y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar, y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, y los militares tienen miedo a la falta de armas,
y las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre, y del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir... (E GALEANO, Patas arriba. Ed Siglo XXI, Madrid)

Y nos convencemos o nos han hecho creer que la seguridad nos viene de tener un dinero ahorrado, un seguro de vida, un título debajo del brazo, una casa en propiedad, a algunas personas para las que seamos importantes y que estén pendientes de nosotros... Pero no por eso se van los miedos: porque podemos perder el dinero, porque hay muchos parados con título, porque las casas se deterioran, porque las personas nos fallan...

 Jesús se atrevió a decir que la felicidad está en confiar fielmente en Dios, porque entonces no temeremos ni envidiaremos a los que tienen poder, dinero, influencia... o lo que sea. Esto suena muy raro en este mundo donde la desesperanza, la envidia y el miedo han tomado posesión de nuestros corazones. Cuando uno tiene cosas que proteger o defender, automáticamente se presenta el miedo a perderlas. Pero Jesús pretende que sus seguidores nos compliquemos más la vida en otras cosas, y estemos más pendientes de proclamar su mensaje con la Palabra y con la vida. Los miedos son una pista clave para que sepamos que algo nos tiene esclavizados.

Es peligroso y nadie desea que le quiten la vida («matar el cuerpo»). Se lo podemos preguntar a cualquiera de los que andan en cualquiera de las guerras que están teniendo lugar hoy mismo. O a tantos desplazados, refugiados, hambrientos, explotados, etc.
Pero sí debemos tener temor «al que puede llevar a la perdición alma», es decir a perder la identidad personal, la libertad interior. Tengamos temor a tener una conciencia intranquila, a arrastrarnos con una vida gris y sin objetivos. Tengamos miedo a quien nos pueda quitar la dignidad como seres humanos, como hijos de Dios. Nos preocupa mucho perder lo que ahora tenemos, y en cambio, nos inquieta y ocupa mucho menos cuidar ese tesoro que somos y que es cada ser humano. Pues la única garantía para conservar todo esto está en nuestro Padre del cielo.
 Dice el texto evangélico que «ni un solo gorrión cae al suelo sin que lo disponga nuestro Padre y que hasta los cabellos de la cabeza tenemos contados». «Y que valemos más que muchos gorriones». Como Jesús tuvo ocasión de experimentar, a Dios se le encuentra especialmente en la cruz que nos cargan por ser fieles al Evangelio. El Padre Dios estará ahí para recogernos, abrazarnos y devolvernos la vida, la Vida. Podemos decir con san Pablo: «Sé de quién me he fiado». Porque nuestra vida es suya y nada ni nadie la puede arrebatar de su mano... aunque nos maten. Esta es nuestra fuerza.
Seamos pues valientes con la misión que cada discípulo tenga encomendada por Dios... que él ya se encargará de todo lo demás. Valemos mucho más que los gorriones.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 24 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,57-66.80

 

Evangelio según San Lucas 1,57-66.80
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.

Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.

A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;

pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".

Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".

Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.

Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.

Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.

Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.

Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.

El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.


RESONAR DE LA PALABRA

Siempre me ha llamado la atención la frase de la gente del pueblo de Juan el Bautista: “¿Qué va a ser de este niño?” La verdad es que todo niño o niña recién nacido es un misterio, un libro en blanco. Nadie sabe lo que va a ser su futuro: enfermedades, trabajos, alegrías, gozos, rebeldías. Nadie sabe si estamos ante un futuro personaje de la historia o ante un ser mediocre. Quizá se convertirá en un asesino en serie o quizá será un santo. Ni siquiera el que sus padres sean de una determinada manera, mejores o peores, ricos o pobres, educados o incultos, significa de forma absoluta que el recién nacido ya tenga su destino predeterminado. Cada uno va a tener que hacer su camino.

Pero también es verdad que mucho va a depender de cómo se vaya acompañando a esa vida que nace y crece. La cercanía, el cariño, el consejo, el ejemplo, la mano siempre tendida, el perdón... todo eso facilitará las cosas, allanará el camino y hará que el recién nacido vaya encontrando su propio camino, adueñándose de su propia historia, creciendo como persona capaz a su vez de amar y crear vida.

Imagino, a partir de lo poco que conocemos de Juan el Bautista, que quizá en su infancia contó con la compañía y cercanía de sus padres, de sus familiares y, quizá, también de todos aquellos que cuando nació dijeron: “¿Qué va a ser de este niño?” Le educaron con la suficiente libertad para poder hacer su propio camino. Le dieron la oportunidad de encontrarse con el Dios de sus padres y de escuchar su voz. Le posibilitaron escuchar la llamada de Dios que le invitaba a ser su profeta, a anunciar que ya estaba cerca el que tenía que venir.

Y Juan fue lo suficientemente consciente de sus propias limitaciones como para apartarse humildemente cuando entendió que el que tenía que venir había venido. Lo señaló y se apartó. Porque el importante era el que tenía que venir y no él mismo. El importante era Jesús y no Juan.

Juan es un modelo para todo misionero, para todo evangelizador, para todo cristiano. Nos enseña a no colocarnos en medio ni sentirnos imprescindibles. Porque lo importante no es que tengamos muchos devotos ni mucha gente que nos escuche. Lo importante es que todas las personas, hombres y mujeres, se encuentren personalmente con Jesús. Lo nuestro es señalarles el camino y apartarnos para que cada uno lo pueda hacer sin estorbos. Indicar, señalar, apuntar, acompañar. Esos son los verbos que debe conjugar el evangelizador.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 23 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,19-23

 

Evangelio según San Mateo 6,19-23
Jesús dijo a sus discípulos:

No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban.

Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben.

Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado.

Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!


RESONAR DE LA PALABRA


Lo que de verdad nos salva

Hubo tiempos en los que lo más determinante en la identidad personal era el título de procedencia geográfica y familiar: ser ateniense o espartano, ciudadano de Roma o bárbaro, noble o plebeyo… Pese a los muchos cambios culturales ocurridos a lo largo de los siglos, estos títulos siguen teniendo su fuerza. En España existían expresiones como “cristiano viejo”, o, hasta hace bien poco, “pureza de sangre”; y en todos los países existen expresiones equivalentes a ese “ser de pura cepa” que seguimos usando hoy. De hecho, en una especie de involución difícil de justificar, existen en nuestros días ciertos nacionalismos que están llevando este rasgo del origen nacional y lingüístico a extremos que llegan hasta el fanatismo.

Pablo exhibe sus títulos de procedencia, pero para quitarles todo valor. No es eso lo que nos garantiza la salvación. Existen otros títulos que deberían en principio pesar mucho más: son los méritos adquiridos por el propio esfuerzo. Es algo que nuestra sociedad de la eficacia y el individualismo valora de manera especial. No cabe duda de que, si la procedencia nos marca (poco o mucho), más decisivo es lo que conseguimos por nosotros mismos. Pablo recuerda a sus críticos que, también en este capítulo, tiene motivos para presumir. Pero, de nuevo, señala la insuficiencia de estos méritos de cara a la salvación. De ahí su postrera alusión a su debilidad. Pablo está aludiendo a la gracia de Dios, lo único que nos salva.

No somos esclavos de nuestro pasado o de nuestras raíces, aunque ahí esté la base sobre la que construimos nuestra vida. Pero nuestros méritos personales tampoco nos sirven para “comprar” la salvación. Estos méritos, en forma de trabajos y buenas obras, tienen valor, pero sólo como la respuesta agradecida al don que Dios nos ha hecho gratuitamente en Cristo Jesús. Él es nuestra riqueza, de él debemos hacernos ricos. Siguiendo a Cristo, tratando de vivir de manera conforme a su Palabra, atesoramos riquezas que ni se echan a perder ni nadie nos puede robar. Se trata de tesoros “en el cielo”, pero que ya operan aquí en la tierra, en forma de luz y sabiduría para ver y discernir (elegir y realizar) valores y dimensiones que, sin esa luz del Evangelio, permanecen escondidos y en la oscuridad.

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 22 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,7-15

 

Evangelio según San Mateo 6,7-15
Jesús dijo a sus discípulos:

Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.

No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,

que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.

No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.

Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.

Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.


RESONAR DE LA PALABRA

El Padre nuestro y la corrección fraterna

Solemos tener nuestros mayores conflictos con las personas más cercanas, con las que más queremos. También sucede en el ámbito religioso, que una de las primeras crisis de fe (si no la primera) se suele dar por situaciones conflictivas en el seno de la comunidad cristiana (la Iglesia, la parroquia, el grupo o movimiento eclesial de referencia), en la que se esperaba encontrar una atmósfera de amor, armonía y entendimiento. Surge así el sentimiento de desilusión, incluso de escándalo, que lleva a preguntarse: “pero, ¿dónde me he metido yo?” Como vemos en la primera lectura, ya en las primeras comunidades cristianas se daban situaciones de conflicto, y no solo entre los “cristianos de a pie”, sino también entre las comunidades y personas de la talla del apóstol Pablo.

La respuesta de Pablo es una auténtica declaración de amor a su comunidad, pero que se traduce en una fuerte corrección fraterna. La aparente dureza de sus palabras se corresponde con la gravedad de la situación, que ponía en peligro la integridad de la fe. Hay cuestiones esenciales en las que no es posible ni deseable transigir: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y siempre, no os dejéis llevar por doctrinas llamativas y extrañas” (Hb 13, 8-9). El amor verdadero, del que Pablo hace gala en su entrega desinteresada y generosa, no puede estar divorciada de la verdad revelada en Cristo y, por tanto, de la corrección clara de toda desviación de ella. No se puede transigir, decimos, en cuestiones que afectan a la verdad que salva.

Pero para que esta “intransigencia” no se torne una rigidez contraria al amor cristiano, es preciso abordar todo conflicto en espíritu de oración, de apertura y súplica al Dios Padre, el único ante el que, pese a todas nuestras diferencias podemos sentirnos hermanos, con vínculos más fuertes que todo posible conflicto. Jesús, maestro de oración, nos introduce con la enseñanza del Padre nuestro en su propia experiencia filial, la unidad en el amor que preserva las diferencias.

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 20 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,43-48

 

Evangelio según San Mateo 5,43-48
Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.

Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;

así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.

Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?

Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?

Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.


RESONAR DE LA PALABRA


La perfección contagiosa de Dios

La superación de la ley del talión que escuchamos ayer, y el paso a una ética del amor, que nos presenta exigencias radicales, nos puede parecer un hermoso ideal, pero, en la práctica, de imposible cumplimiento. Sin embargo, no debemos entender las palabras de Jesús sobre todo en clave moral, que pone a prueba nuestra capacidad de renuncia. Estas palabras de Jesús, en que va desgranando la nueva ley del Evangelio, hay que leerlas a la luz de las Bienaventuranzas, que manifiestan el don que Dios nos hace en Jesucristo. Por tanto, más que una lista de exigencias morales, es una revelación del modo en que Dios se relaciona con nosotros. No se trata, sobre todo, de lo que debemos hacer (con un esfuerzo casi sobrehumano), sino de lo que Dios está ya haciendo con nosotros, por medio de su hijo Jesucristo. Con su enseñanza, Jesús está corrigiendo nuestra imagen de Dios (que manda, amenaza y castiga), y trasmitiéndonos su rostro paterno y, por tanto, su propia experiencia filial. Dios hace el bien incondicionalmente, y lo hace además con todos por igual.

El amor de Dios no es sectario, no establece fronteras: raciales, nacionales, morales, confesionales… La colecta organizada por Pablo en favor de los necesitados en Jerusalén y Judea es un buen ejemplo de ese amor que traspasa fronteras. Si nuestro amor ha de ser reflejo e imagen de ese amor que nosotros recibimos de Él, no podemos rebajarlo a una simpatía partidista, que acepta o excluye, según los gustos o los prejuicios personales. Es verdad que nos llama a hacer el bien, pero no por imposición, sino por atracción positiva, por contagio, podríamos decir

Así que, antes de ponernos esforzadamente a cumplir esas difíciles exigencias, que están de hecho por encima de nuestras débiles fuerzas, tenemos que pararnos a mirar al Dios en el que creemos, el que nos revela Jesucristo, que es su Hijo precisamente porque es semejante a su Padre. Solo en la contemplación asidua de su santidad amorosa y cercana, podremos empezar a sintonizar con ella, con la perfección contagiosa Dios.

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 19 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,38-42

 

Evangelio según San Mateo 5,38-42
Jesús, dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.

Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.

Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto;

y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.

Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.


RESONAR DE LA PALABRA


Ahora es tiempo favorable, ahora es tiempo de salvación

En medio de las limitaciones de nuestra vida vivimos en la esperanza de una futura plenitud. Pero esto no debe suponer alienarnos del momento presente. Este presente no es para nosotros solo un tiempo de prueba a la espera de tiempos mejores; la vida cristiana no es sólo una pura tensión de futuro, que desvaloriza el presente y el mundo (lo que da ocasión de acusar a la religión de ser “opio del pueblo”), sino que, al contrario, es la fe en que Dios ya ha venido a visitarnos y vive entre nosotros. Por eso puede decir Pablo “ahora es tiempo favorable, ahora es tiempo de salvación”. Y las muchas limitaciones y pruebas que pasamos ahora (físicas, sociales, morales…) se convierten en ocasiones de servir, de perdonar, de hacer el bien, de manifestar en nuestra propia debilidad la fortaleza de nuestra fe y nuestra capacidad de amar.

La fe en Cristo, en verdad, nos abre a un mundo nuevo, en el que, dejada a atrás la voluntad de venganza, incluso de una justicia estrecha que devuelve mal por mal, es capaz de responder al mal con el bien, a la violencia con el valor y la fortaleza de la paciencia, a la injusticia con la generosidad. No se trata de exigencias morales de imposible cumplimiento (y, para muchos, incluso indeseables), sino de la expresión de cómo Dios se comporta con nosotros; y que nosotros, los que hemos creído en Él, debemos reflejar en nuestra propia vida, para testimoniar que “ahora es tiempo favorable, ahora es tiempo de salvación”.

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 18 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 9,36-38.10,1-8

 

Evangelio según San Mateo 9,36-38.10,1-8
Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.

Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha."

Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.

Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan;

Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo;

Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos.

"Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.

Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente."


RESONAR DE LA PALABRA


UNA MIRADA A LA MUCHEDUMBRE

Los comienzos de la Escritura nos cuentan que Dios puso su mirada en un grupo muy heterogéneo de esclavos en Egipto. Y se «fijó» en su sufrimiento y «escuchó» sus lamentos y gritos. Y decidió «bajar» para liberarlos, buscando como «instrumento» suyo Moisés. Más adelante, a los pies del Sinaí, aquella «muchedumbre» de fugitivos a los que había ido guiando y purificando, recibió una promesa:“Vosotros seréis mi pueblo”. Dejarán de ser «muchedumbre» para convertirse en pueblo de la nueva alianza, propiedad de Dios. Y es que las muchedumbres suelen ser fácilmente manipulables, funcionan más a golpe de afectividad y contagio, que de lógica o razonamientos; están formadas por personas anónimas e indiferentes entre sí, aunque estén juntas, pero que tienen algún problema o necesidad común... No es «eso» con lo que quiere tratar Dios. Él quiere construir un pueblo donde unos a otros se miren, se respeten, se cuiden, se apoyen y se acompañen (por eso llegarán los Diez Mandamientos).

 También Jesús anda mirando a las gentes. Se deja impresionar, afectar, cuestionar por lo que vive la muchedumbre. No es una mirada para acusar, reprochar o escandalizarse. Es una mirada para comprender: Quiere captar su mundo interior, lo que sienten, lo que sufren, lo que necesitan, lo que esperan. Una mirada «compasiva», que le toca en lo más hondo de su corazón. De algún modo, hace suyo lo que le llega. No quiere imaginar ni deducir, ni tiene ideas previas. Jesús escucha, se interesa, pregunta y trata de comprender. No sabemos si aquella gente era buena, si su vida estaba moralmente en regla, si eran o no pecadores... Podemos suponer que habría de todo. Pero parece que tienen algo en común: es gente que sufre. Ésta es la primera percepción de Jesús. Y Jesús se «compadece» de ellos, es decir, participa de su sufrimiento y decide (como hizo Dios con Israel) hacer algo por ellos, en su favor.

Andaban extenuadas y abandonadas, como ovejas sin pastor. Pero pastores tenían, y en abundancia. Todo el gremio de sacerdotes, con su milimétrico cuidado del culto del templo, los letrados y fariseos, bien formados, con la doctrina clara, precisa y minuciosa, como para resolver todas las situaciones que pudieran plantearse y marcar lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo inmoral. Expertos en casuística (aunque no en personas), se consideraban portavoces cualificados de la voluntad de Dios.
Cuando más adelante Jesús llama a los cansados y agobiados y les habla de su yugo llevadero y su carga ligera probablemente se refiera a que estos pastores y su forma de tratar al rebaño son la causa de ese agobio y cansancio, de ese estar extenuados y abandonados. Aquellas gentes no necesitan pastores que multipliquen las normas, que excluyan a los que no cumplen la voluntad de Dios, que lo regulen todo y que parezca que la Alianza (1ª lectura) - un pacto de amor y entrega por el que Dios se había convertido en libertador de un pueblo para hacer de ellos un pueblo de sacerdotes y una nación santa- consiste en un código de obligaciones y prohibiciones que no les hacía ni más felices, ni más hermanos ni más libres. Aquellos pastores andaban escasos de misericordia y desentendidos de los sufrimientos del pueblo, sin presentarles alternativas ni ayudarles a salir de su penosa situación.

Cuando los pastores no son lo que deberían ser, cuando las estructuras sofocan la vida, cuando lo que importa es el reglamento, cuando el funcionamiento y el orden y el conformismo prevalecen sobre la espontaneidad y la originalidad, cuando las personas son objeto de imposiciones que llueven desde la cima de la pirámide, cuando no se les educa en el ejercicio de la libertad, cuando se tiene miedo de la conciencia y del cerebro, cuando se siente un gran respeto por la opinión pública, pero sólo en los documentos oficiales, cuando no queda espacio para una verdadera creatividad, entonces el rebaño tiene la impresión -y no sólo la impresión- de que no tiene pastores, sino funcionarios, y que no cuentan para nada. (A. PRONZATO, Sólo tú tienes palabras)

Por eso, llama a «otros». A los que han escuchado el mensaje de las bienaventuranzas y están dispuestos a vivir de un modo diferente, y que convierten su relación con Dios en un camino de felicidad, donde el que está mal es el centro principal del Reino, de la relación con Dios, donde nadie que excluido.
 Son un grupo de Apóstoles/pastores que reciben un bello y difícil encargo: «proclamad, curad, resucitad, limpiad echad demonios». Como se ve por todos estos imperativos, se trata en primer lugar de anunciar con gozo (sin riñas, ni amenazas, ni obligaciones) la cercanía, presencia y compromiso de Dios (eso es el Reino). Y esa presencia, para que no se quede en palabras vacías (de las que ya están muy hartas las ovejas) se comprobará en que éstas irán siendo reintegradas en la comunidad, se harán conscientes de su dignidad y su preferencia por parte de Dios, se les aliviará su sufrimiento, se luchará contra las causas de sus heridas, de su suciedad, de su falta de vida, de sus sufrimientos. En definitiva: se trata de que pasen de ser «muchedumbre» a ser «comunidades» donde se aman, lo tienen todo en común y se atiende a cada cual según sus necesidades. Yo entiendo que esta sería la misión principal de cualquier Obispo, párroco o agente de pastoral (con la implicación de todos los demás, claro).
 Lo que marca la pertenencia a esta comunidad no son unas normas rituales o religiosas, sino el compromiso de acoger, compadecer, compartir y aliviar la carga de los otros. El Reino de Dios está cerca cuando los que hemos conocido a Jesús ponemos en el centro de nuestra relación con Dios, en el centro de nuestras inquietudes y preocupaciones a los que están peor. Sin imponerles, sin juzgarles, sin reñirles, sin reprocharles, sin ponerles condiciones (tampoco económicas: lo nuestro ha de ser gratis).

La «autoridad» o «poder» que nos concede el Señor es para la lucha contra el mal. Una lucha que no es exclusiva de los que tienen responsabilidades pastorales en la Comunidad Cristiana, sino de todos los que se han sentido llamados e ilusionados por el Mensaje de las Bienaventuranzas, de los que hemos aprendido que la Gloria de Dios es el cuidado y la felicidad del hombre, llevar a lo más alto, en alas de águila, a los caídos al borde del camino, de los que estamos dispuestos a ser un pueblo sacerdotal que se arrodilla a lavar los pies cansados del camino, y que sabe que comulgar en la Eucaristía significa comulgar en el servicio y en la entrega de la propia vida en favor incluso de los que no son justos (2ª lectura) como hizo el propio Jesús, y como espera que nosotros hagamos. Seguramente también tendremos que llamar a otros muchos, porque la tarea (la mies) es inmensa, y los caminos y ciudades que nos aguardan son incontables.

Eduquemos, pues, nuestra «mirada» para ser capaces de compadecer, convocar, proclamar, sanar, limpiar, resucitar, curar y desterrar demonios de modo que seamos una Iglesia misionera, una Iglesia compasiva y misericordiosa, una Iglesia humanizadora, una Iglesia acogedora e integradora, una Iglesia sinodal, una Iglesia de personas felices, portadoras de una misericordia y una fidelidad que ha de llegar a todas las generaciones.

Quique Martínez de la Lama-Noriega

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 17 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,41-51

 

Evangelio según San Lucas 2,41-51
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.

Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,

y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.

Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.

Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.

Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.

Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".

Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".

Ellos no entendieron lo que les decía.

El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.


RESONAR DE LA PALABRA


La carne se hizo Verbo

Como a la sombra de la solemnidad del Corazón de Jesús, la Iglesia coloca el recuerdo (la memoria obligatoria) del Corazón inmaculado de María. Sí, realmente, es obligado recordar y contemplar el Corazón de María tras haber considerado el significado del Corazón de Jesús. Porque, si el Verbo se hizo carne, y recibió así un corazón de carne, María es la carne del Verbo, aquella de la que el Verbo del Eterno Padre tomó su carne mortal. Dice el Evangelio de Juan, y lo repetimos al rezar el Ángelus, “el Verbo se hizo carne”. Pero es que esa carne humana y mortal en la que se encarnó el Verbo eterno de Dios es una carne concreta, personal, con rostro y con nombre: la carne de María. De ahí que, en ella, podemos también decir que “la carne se hizo Verbo”.

Por eso, también del Corazón de María tenemos los cristianos mucho que aprender. Del Corazón manso y humilde de Jesús recibimos la revelación de la sabiduría del amor. Del Corazón de María aprendemos a aceptar y asimilar esa sabiduría. Porque ese aprendizaje no es cosa fácil. No todo está claro desde el principio. No nos creamos tan listos: no todo lo entendemos de una vez y a la primera. La sabiduría del amor va al centro de nuestro ser, a sus estratos más profundos, y esto exige un proceso que no está exento de dificultades, de incertezas y de angustias. En nuestro caso, porque, además, existen determinadas resistencias y cerrazones. Somos con frecuencia como el hijo aquél que decía “Sí, voy”, pero después no iba (cf. Mt 21, 2-32): profesamos la fe con ortodoxia, pero no siempre nos lo creemos del todo, y, desde luego, muchas veces no actuamos en consecuencia. Para llegar a entender de verdad, de corazón y no sólo teóricamente, se requiere paciencia y perseverancia. Y en esto María es para nosotros maestra de vida cristiana. En ella no había resistencia alguna, su “fiat” es completo e incondicional. Pero también ella tiene que hacer ese proceso de fe en el que no todo está claro de entrada. También ella pierde de vista a Jesús, siente la angustia de una búsqueda que no da fruto inmediato (los tres días de búsqueda nos hablan, de hecho, de los tres días que van de la muerte a la resurrección), también ella escucha de Jesús cosas que no le resultan claras… Pero, en vez de hacer lo que solemos hacer nosotros, “interpretar” según nuestro leal saber y entender, tratando de domar la Palabra, María “conservaba todo en su corazón”, dejando con paciencia y confianza, con fe verdadera, que la Palabra madurara, que penetrara hasta esas profundidades del alma en las que sólo es posible una comprensión a su tiempo y completa. Así es el corazón humilde, el corazón abierto, el corazón que ama, el corazón de madre, el Corazón Inmaculado de María. Si hemos de imitar a Jesús, el manso y humilde de corazón, ¿no habremos de imitar también a aquella de la que ese corazón tomó su carne?

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 16 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 11,25-30

 

Evangelio según San Mateo 11,25-30
Jesús dijo:

"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.

Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.

Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.

Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."


RESONAR DE LA PALABRA


El corazón de Dios

Para los espíritus críticos el Dios que se revela en el Antiguo testamento resulta excesivamente pasional, con explosiones de ira y, por el otro lado, con una increíble capacidad para la ternura. Se trataría, en todo caso, de antropomorfismos, meras metáforas que no se podrían atribuir, así, sin más, al verdadero Dios, transcendente e inmutable. Ese Dios lejano, podrá ser con nosotros, tal vez, benévolo, con un deje de condescendencia, pero sin verdaderas entrañas. Ahora bien, los cristianos no creemos simplemente en Dios (lo que, en los tiempos que corren, no es poco), sino en un Dios encarnado, que ha asumido plenamente y con todas sus consecuencias nuestra condición humana. De modo que, precisamente en Cristo, se hacen realidad humana esas presuntas metáforas. Así, la profecía de Ezequiel (36,26) que promete arrancar del pecho el corazón de piedra y dar un corazón de carne, se cumple en Jesús, el hombre verdadero dotado de un corazón, no angélico, sino de carne, un corazón capaz de compadecer. Sólo así, amándonos con un corazón de carne, puede Jesús sanar el amor humano, herido por el pecado, por el egoísmo, la envidia, la codicia, la rivalidad y el odio; y esto no sólo en las relaciones humanas más impersonales (como las sociales o las económicas), sino también en las más cercanas y entrañables (como las familiares), que son con frecuencia fuente de conflictos y sufrimientos que nos hieren en lo profundo.

Jesús ha acercado el amor incondicional de Dios, y nos ha hecho accesible, por medio de su corazón de carne, el corazón de Dios. No es un Dios lejano y terrible, ante el que debamos sentirnos temerosos e indignos, sino un Dios Padre que se preocupa por nosotros, y que suscita en nosotros confianza y amor. Esto es lo que podemos experimentar al acercarnos a Jesús con un espíritu sencillo: la revelación de una sabiduría que no es cuestión de erudición, sino la sabiduría del amor. El amor, es verdad, es exigente y a veces nos pesa: “amor meus pondus meum” (mi amor es mi peso), decía San Agustín. Pero es, también, lo que da sentido y orientación a nuestra vida. Por eso añadía: “eo feror, quocumque feror” (por él soy llevado adondequiera que me lleven), porque el ser humano tiende al objeto de su amor, por más que esfuerzos que le exija. Por eso dice Jesús que su yugo es llevadero y su carga es ligera. Y tanto más si consideramos que el peso del amor verdadero lo ha tomado Jesús sobre sí mismo al dar su vida por nosotros.

La sabiduría del amor que Jesús ha revelado es exigente, cierto, pero sobre todo nos da confianza, nos relaja, nos da alivio y respiro. En Cristo, en su corazón manso y humilde, encontramos el perfecto equilibrio entre la autoestima y la humildad: autoestima, porque somos amados sin condiciones, lo que significa que, en el fondo de nuestro ser, somos buenos y valiosos; pero también humildad, porque sabemos que no somos perfectos, que tenemos que reconocer con humildad nuestros límites, nuestros pecados. Pero esto último no es una humillación que nos destruye, sino la certeza de que podemos mejorar, de que hay en nosotros posibilidades no exploradas. Y nuestra gran posibilidad, si aprendemos de Jesús, es el amor: saber que cuando tratamos de amar, Dios mismo está obrando en nosotros y que Él permanece con nosotros.

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 15 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,20-26

 

Evangelio según San Mateo 5,20-26
Jesús dijo a sus discípulos:

Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.

Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.

Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,

deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.

Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.


RESONAR DE LA PALABRA


El Espíritu del Señor y el espíritu de reconciliación

Decía Pablo en la primera lectura de ayer que no debemos apuntarnos nada, ni considerarnos mejores que nadie. Y hoy nos dice Jesús, al contrario, que debemos ser mejores que los escribas y fariseos. ¿En qué quedamos?

El defecto principal de los fariseos (del fariseísmo que puede afectarnos a todos) consiste en creerse mejores que los demás por méritos propios, por un cumplimiento puntilloso de la ley, que lleva aparejado el desprecio y la condena de los “pecadores” (que siempre son los otros). Jesús nos explica cómo entiende este “ser mejor”: se trata de aceptar la plenitud de la ley de la que nos hablaba ayer, y que consiste en el mandamiento del amor. Pero, precisamente, cuando tratamos de poner en práctica el mandamiento del amor, descubrimos nuestra debilidad, nuestra imperfección, nuestros muchos defectos. “Ser mejores” no consiste en ponerse por encima de los demás (juzgándolos, condenándolos), sino, al contrario, en renunciar a juzgar a nadie, excepto a sí mismo, en reconocer humildemente la propia limitación, lo que nos lleva casi por necesidad a adoptar un espíritu de reconciliación, que no solo perdona, sino que también sabe pedir perdón. “Ser mejor” no consiste en ponerse por encima, sino por debajo: haciéndose servidor de la paz, el perdón y la reconciliación, que es lo mismo que decir, servidor de los hermanos.

El espíritu de reconciliación es fruto del Espíritu del Señor, del que nos habla Pablo, el que nos abre la mente y el corazón a la comprensión de las Escrituras, el Espíritu de libertad para amar, el Espíritu que nos da valor para testimoniar sin temor nuestra fe, haciendo visible ante el mundo el Evangelio de Jesucristo.

José M. Vegas cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 14 de junio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,17-19

 

Evangelio según San Mateo 5,17-19
Jesús dijo a sus discípulos:

«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.

Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»


RESONAR DE LA PALABRA


El espíritu de la ley y la ley del Espíritu

Una tentación que afecta casi universalmente a los seres humanos es la de creernos mejores que los demás, apoyados en consideraciones nacionales, culturales, ideológicas y también religiosas. Se trata de un mecanismo de autojustificación por comparación con los otros, y de una forma de autoengaño, porque, en realidad, todos estamos hechos de la misma pasta y, por eso, nadie puede ponerse por encima de nadie. Pero eso no elimina que exista una jerarquía objetiva de valores morales y religiosos, y que los representados por el Evangelio de Jesús (las Bienaventuranzas) estén en la cima de esa escala, de modo que los que aceptan con fe a Jesucristo y acogen esos valores son enriquecidos realmente en su humanidad. Basta con que pensemos en los santos.

Pablo nos da la clave para esquivar la tentación señalada, sin negar por ello la excelencia de la vida cristiana: “No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo, como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios”. Y esa capacidad se nos ha dado cuando hemos recibido el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, por el que no nos limitamos a “cumplir” unas normas, sino que vivimos (tratamos de vivir) según el espíritu del Evangelio, de las Bienaventuranzas.

Puede parecer que hay hoy una contradicción entre las palabra de Pablo, que subraya las diferencias entre la antigua ley mosaica y la nueva ley, y las palabras de Jesús, que, lejos de marcar las diferencias, señala la continuidad entre las dos alianzas. En realidad, no hay contradicción alguna, porque la diferencia se da en la misma continuidad: Jesús no ha dejado la antigua ley como estaba, sino que la ha llevado a su plenitud. Los mandamientos de la ley mosaica encuentran su perfección en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo; lo simbolizado por los antiguos ritos y sacrificios se ha realizado de una vez y para siempre en la Cruz de Jesucristo. Mandamientos y sacrificios quedan unificados por el Amor que Dios nos ha manifestado en Cristo, del que hacemos memoria viva en la Eucaristía.

Y si Jesús nos llama a cumplir hasta el mínimo precepto de la ley, no lo hace por un legalismo estrecho y farisaico, sino porque el verdadero amor no actúa “en general”, sino que está atento con delicadeza a los más mínimos detalles y momentos de la vida.

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA