domingo, 30 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 10,1-10

 

Evangelio según San Juan 10,1-10
Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante.

El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.

El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir.

Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.

Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz".

Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.

Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.

Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.

Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento.

El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia."


RESONAR DE LA PALABRA


PUERTA Y PASTOR. PASTORES Y OVEJAS

Hablar de «rebaños», y de «ovejas» y de «corderos» para referirse hoy a las personas o grupos suele provocar malestar y rechazo, en general. En la sociedad civil, no se usa este lenguaje. Y entre los creyentes... pues quizá por la costumbre, por la tradición bíblica, y por los esfuerzos que hacemos para comprender su significado... seguimos usándolo... pero realmente... no es una terminología que nos agrade gran cosa. Y algunos, abiertamente, lo dicen: ¡Nada de ovejas, ni de borregos, ni de rebaños manejados por los «pastores»...!

En los últimos tiempos nos hemos ido acostumbrando a ser protagonistas y responsables, y en muchísimos ámbitos (no en todos) procuramos elegir a quienes nos han de guiar o representar o hacerse cargo de responsabilidades. Y además les exigimos que sean coherentes, honestos, éticos, que cumplan sus programas y compromisos, que sepan dialogar y negociar para bien de la mayoría...

Hoy más que nunca nos rebelamos contra todos los que manipulan a las personas o intentan aprovecharse de ellas, o engañarlas o anteponer oscuros intereses. Y nunca como ahora hemos estado más controlados y espiados por todo tipo de tecnologías. Nos vamos enternado que grandes cadenas de televisión, periodistas y locutores, programas de radio y televisión, prensa, políticos de todos los colores... inventan y difunden bulos, manipulan datos, seleccionan las noticias que les interesan...

Por una parte nos irrita y enfada que quien sea intente imponernos su forma de pensar, o de hacer, o nos mientan, o nos escondan la realidad... Pero por otra... parece que no pocos renuncian a pensar por sí mismos, a ser críticos, a contrastar informaciones y prefieren ser «la voz de su amo» (un político, una emisora, un periódico, el grupo de amigos, etc)... En general, nos angustia la masificación y nos repele el borreguismo y la mentira.

Sin embargo, el rebaño es un símbolo usado con frecuencia por la Escritura para referirse al pueblo de Dios, que anda como «ovejas sin pastor», o incluso sometido a malos pastores. Y que reserva la imagen de «Buen Pastor» para referirse exclusivamente a Dios.

Lo que nunca hace la Biblia al usar este lenguaje, estas comparaciones, es proponer nada que pudiera sonar a borreguismo, docilidad pasiva, manipulación, dependencia, absolutización de la autoridad de los Jefes, o renunciar a la propia libertad. Y nada de esto aparece en el discurso del Buen Pastor, del que hoy hemos leído un fragmento. Más bien en él se recalca la libertad de los ovejas que siguen a uno y huyen de otros, según reconozcan o no su voz; que no hacen caso a ladrones y bandidos que pretenden entrar no por la puerta, sino por cualquier otro lugar con intenciones de dañar al rebaño.

Jesús señala la diferencia entre el Buen Pastor y el contratado, entre el buen líder que está al servicio de la comunidad, del grupo, y el que sólo busca su propio beneficio. El contexto en el que Jesús pronuncia estas palabras es polémico. En la fiesta de la Dedicación del Templo, está contraponiendo la puerta de entrada al Templo (es decir, el acceso y la comunión con Dios) con él mismo, que es la Puerta de las ovejas = único medio de acceder y entrar en comunión con Dios. Y a la vez se presenta como el Buen Pastor cuyo signo distintivo es que da la vida por las ovejas, creando una unidad y comunión con ellas, como la que él mismo tiene con el Padre que le ha enviado. Los demás pastores no son así y ya no valen para el nuevo culto y la nueva relación con Dios que él nos trae.

Los cristianos deseamos que los Pastores que están al frente de la Iglesia sean auténticos «testigos del Evangelio», empeñados en servir, en crear comunión (que para nada se confunde con uniformar), que escuchen mucho los sufrimientos y esperanzas del pueblo de Dios, que acompañen y caminen delante abriendo camino, que se manchen con el barro y las zarzas entre las que andan casi siempre las ovejas. Que cuenten realmente con los laicos, no como simples «ayudantes» que están por debajo, sino «sinodalmente», caminando todos juntos sin sentirse «dueños» del rebaño.

El Buen Pastor es exclusivamente Jesús, y nadie puede pretender asumir o atribuirse su representación, su autoridad o cualquier otro aspecto. Jesús mismo dijo: «entre vosotros, todos hermanos», a nadie llaméis «señor, ni maestro, ni director, ni padre....»... porque todo eso le corresponde a Dios. El que quiera ser primero que sea servidor.

Todos necesitamos aprender mucho del Buen Pastor: padres, sindicalistas, políticos, empresarios, educadores, agentes de pastoral... Pero no para tener éxito o sumar votos o clientes, sino para «servir»:

Por ejemplo:

1) Conoce a los suyos. Eso significa dedicar tiempo, estar cerca, prestar atención, poner interés huyendo de rutinas, expresar afecto, cambiar lo que sea necesario para una mejor y mayor comunión...
2) Los «defiende» pero no en plan paternalista, sino haciendo causa común con ellos, poniéndose a su lado, arriesgándose con ellos, «oliendo a oveja» como repite el Papa Francisco. Particularmente a los más indefensos y vulnerables. Y se atreve a reprochar y defender la verdad, como hace Pedro en la 1 lectura, caiga quien caiga, aunque caiga él mismo. Camina con ellos, y con ellos pasa frío y calor, amenazas e incomodidades, cansancio y escasez (preguntadle a San Pablo que de esto tiene mucho que contarnos)...
3) «Da la vida» por todos; es decir, no se deja comprar por nadie ni está especialmente pendiente de quienes mejor le pueden corresponder, obedecer, pagar sus servicios. «Dar la vida» son palabras mayores. Se refiere no sólo a la cruz, sino también a la vida que hay en él: a la vida del Espíritu, a su experiencia profunda de Dios, a las fuentes donde él bebe y que le ayudan a ser feliz y a vivir de un determinado modo.

4) «Reúne» en la unidad (capacidad de dialogar con los distintos) a los que están dispersos, los atrae, los reconcilia, facilita que sepan estar juntos, crea conciencia de fraternidad; es decir, lucha contra el individualismo, las divisiones y marginaciones sean del tipo que sean: todos tienen un sitio en el rebaño, un sitio especial, distinto...
5) No recluye a los suyos (una iglesia en salida). No los aísla de los demás, ni está todo el tiempo pendiente de los de siempre, de los que ya están. Procura no estar siempre en medio; delega, confía, sabe retirarse... Incluso deja a las «99 ovejas» en el redil, para irse a buscar una sola que anda perdida. Y es que «el buen líder es aquel que se hace progresivamente innecesario» (Thomas Carruthers).

Podríamos también reflexionar sobre la «buena oveja», pero lo dejamos para otra ocasión.

A pesar de todas las dudas e incertidumbres, de todas las cañadas oscuras, el creyente va experimentando a Dios como alguien que sostiene, acompaña, protege y defiende su vida, incluso en los peores momentos. Alguien que nos da fuerzas para comenzar siempre de nuevo, alguien que alimenta en nosotros una esperanza indestructible cuando la vida parece apagarse para siempre; «yo doy la vida para que tengan vida y la tengan en abundancia». A menudo lo hará a través de «buenos pastores» -¡que los hay!-, incluso pastores de otros «rediles».

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 29 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,60-69

 

Evangelio según San Juan 6,60-69
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?

¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?

El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.

Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".

Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.

Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos y hermanas:

Hay una mujer sencilla, muy alejada en el tiempo, que pertenece al grupo de los que han recibido la revelación de Dios. Se llama Catalina de Siena. En un siglo en el que estamos viviendo la “revolución de la mujer”, necesitamos figuras que encarnen la manera femenina de seguir a Jesús. En Catalina se dan los rasgos que aparecen en la oración de Jesús:

Ella fue una mujer sencilla. No sabía leer ni escribir. No tuvo, por tanto, ninguna formación académica.

Ella fue una escogida por Dios. En los 33 años de su existencia, se dejó seducir por Jesucristo, hasta el punto de que, renunciando a cualquier otra relación, se desposó con él y recibió el don místico del desposorio espiritual.

Catalina representa un espíritu fuerte en tiempos muy convulsos para la sociedad y para la Iglesia. Su criterio evangélico ayudó a muchos, incluyendo dos Papas, a encontrar el verdadero camino. Fue como un faro en medio de la tormenta.

En el origen de esta actitud está su relación especial con Jesús y su vinculación a la dulce Madre, la Virgen María. Estas relaciones fuertes le permitieron abordar una vida de extraordinaria penitencia y, sobre todo, las múltiples persecuciones y calumnias de que fue objeto.

Cuando, contemplando a Catalina, dirigimos la mirada a nuestro tiempo, podemos hacernos una pregunta simple: ¿Cómo contribuir a encontrar el camino evangélico en tiempos tan complejos como los que nos ha tocado vivir? La respuesta es sencilla, aunque en absoluto fácil:

Viviendo relaciones fuertes con quienes pueden sostener una vida: Jesús y su Madre.

Aceptando “entregar la vida” para que otros puedan vivir. Esta entrega de la propia vida tiene que ver con la aceptación de muchas cosas que no nos gustan, pero que sirven para que los demás crezcan. Y, naturalmente, tiene que ver con la incomprensión, el desprecio y la prueba.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 28 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,52-59

 

Evangelio según San Juan 6,52-59
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".

Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

Si durante estos días las vidas de Esteban y de Felipe captaban nuestra atención, hoy lo son Saulo y Ananías. Saulo por su proceso de conversión y Ananías por su desprendida disponibilidad. La primera lectura sigue presentándonos aquella expansión inicial de la Iglesia: la persecución de los judíos, la acogida del Evangelio en otras tierras... hoy será Pablo quien comience su misión de «apóstol» y «profeta». La llamada del Señor en el camino tiene los rasgos típicos de la vocación de los profetas de la Primera Alianza. En el fondo, son las preguntas y planteamientos que cada uno nos hacemos de una u otra forma cuando nos ponemos en presencia del Dios que nos llama por el nombre a tomar parte en sus afanes. Tal como lo expresa el Salmo de hoy, se trata de ir a todo el mundo a anunciar el Evangelio, a proclamar que la misericordia del Señor es firme y su fidelidad, eterna.

Ananías puede ayudarnos a aceptar que tal llamada no se responde una vez sin más, sino que cotidianamente es preciso renovarla, porque «nueva» es siempre la Buena Noticia. Confiado en el Señor, es capaz de desprenderse de imágenes que parecían muy seguras, de impresiones difíciles de cambiar, para ayudar a quien más le necesitaba, como Saulo. También nosotros estamos invitados a quitar escamas de los ojos cegados por la estrechez y devolver la mejor mirada al «hermano».

Para responder a esta invitación precisaremos hacer de la eucaristía nuestra lógica de vida, como nos indica el Evangelio de hoy. Quien se alimenta de Él, come su carne y bebe su sangre, habita en Él sin miedo a que todo acabe en el fracaso. Esta forma de ser eucarística de ser bendecidos, de permitir que el Señor nos parta y nos entregue será la verdadera Vida que el mundo está anhelando cada día.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 27 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,44-51

 

Evangelio según San Juan 6,44-51
Jesús dijo a la gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.

Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.

Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.

Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.

Yo soy el pan de Vida.

Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.

Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

El camino emprendido por Esteban entre los judíos es continuado por Felipe en otras tierras. Leyendo con atención los relatos de los Hechos, sabemos que el apostolado tanto de Esteban, el «servidor», como el de Felipe, «apóstol», nacen de la disponibilidad que ambos le ofrecen al Espíritu del Resucitado. Los cristianos no seguimos a un fracasado, ni sostenemos una causa perdida; más bien, le hemos abierto nuestras puertas al Dios vivo que ama y actúa en el mundo. Ese Dios que es Espíritu, Señor y Dador de Vida, y que hace de la Iglesia un humilde instrumento de su acción en nuestra historia. El mismo Espíritu que permite contemplar la vida desde su profundidad y leer los acontecimientos «por dentro». La primera lectura nos muestra un ejemplo de ello: un etíope que conoce sin comprender, que busca en el testimonio de la experiencia de Dios con los hombres —en el testimonio de la Escritura— un sentido que le mueva a entender y actuar. En Felipe, encontramos un modelo de atención y audacia, que nos invita a tener unos ojos atentos y unas manos prontas para ayudar a nuestros hermanos a creer en la Palabra de la Vida. Como dice el Salmo: «Venid a escuchar, os contaré qué ha hecho conmigo».

También el Evangelio de hoy insiste en ello: todo el que se acerca a Jesús, en el fondo, ha sido atraído por el Padre. Por ello, sus seguidores hemos de sentirnos llamados a descubrir esa atracción de Dios en el corazón de nuestros hermanos y ayudarnos mutuamente a creer, a confiar en que quien emprende su camino hasta el final, tendrá vida para siempre. Para esto vino al mundo y para esto se hizo semejante a nosotros: se hizo carne para la vida del mundo. Pidámosle esta capacidad de acogida, atención y generosidad; será nuestro mayor amor al mundo.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 26 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,35-40

 

Evangelio según San Juan 6,35-40
Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.

Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré,

porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.

La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.

Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

En medio de la persecución y de los tormentos, la Palabra arraiga y se difunde, y no precisamente por méritos humanos. La persecución sufrida por los cristianos en Jerusalén no los paralizó, dejándolos indefensos, sino que la fuerza del Resucitado hizo de ello motivo para anunciar a otros pueblos, de palabra y con el testimonio, el Evangelio. Un anuncio que se vuelve alegría para quienes lo reciben, en salud para quienes lo acogen y en signo de Dios para quienes creen. El deseo feliz del Salmo no nace del entusiasmo ni de la euforia, sino de esta alegría en medio de la dificultad. «Alegrémonos con Dios, tocad y cantad», que llegue a toda la tierra su Buena Noticia.

El Evangelio, a la par que sigue insistiendo en la Vida de ese pan que es Cristo, nos descubre el corazón de la «voluntad del Padre»: que ninguno se pierda, sino que participe de su Vida, que es eterna. Quien se fía de Cristo y sigue sus pasos, tendrá la esperanza de no tener que mendigar el pan y el agua de nuestros desvelos y preocupaciones, sino afrontarlos con ánimo y confianza. Él, el que vive, el que no nos echa fuera, sigue actuando en nosotros sus obras de bienaventuranza y salvación. Un día más, estamos en ocasión propicia para renovar nuestra sencilla adhesión al Jesús de la Causa, para entrar en comunión de vida con Él y que nuestro corazón le confiese: «Jamás permitas que me separe de Ti».

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 25 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,15-20

 

Evangelio según San Marcos 16,15-20
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;

podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

San Marcos no fue un testigo de la resurrección del Señor, pero estuvo tan cerca de los testigos ... Un día se le ocurrió escribir no tanto una biografía de Jesús cuanto una confesión de fe. No pudo menos de trasladar al exterior aquello que un día le traspasó el corazón. Por eso escribió algo de su Señor. Fue un evangelio breve. Fue un evangelio escrito para los paganos, probablemente en Roma, recogiendo la predicación de Pedro. Aquellos paganos estaban fuera. Veían los ritos de los cristianos, sus plegarias, su modo de vivir, y todo les parecía enigmático, no alcanzando a entender su razón de ser. ¿Por qué oraban de esta manera? ¿Por qué no eran como los demás? ¿Por qué tenían un modo de vivir tan lleno de amor, de sencillez, de fraternidad? ¿Por qué sufrían los tormentos con tanta serenidad y morían con tanta generosidad?

San Marcos les da la clave en su evangelio. Sencillamente porque habían encontrado a Jesús que se les había hecho visible en la vida de los apóstoles. Habían encontrado a Jesús que era Hijo de Dios y les ofrecía la salvación: una patria definitiva para el último día cuando todo en este mundo se haya terminado, y un hogar entrañable en esta tierra para vivir en fraternidad, llevar los males de la vida con serenidad, estar cerca de los otros con magnanimidad, tener un corazón limpio en la intimidad, y hacer el paso de esta vida a la otra con tranquilidad.

Muchos de aquellos paganos se adhirieron en masa a la fe cristiana. ¿Seremos capaces nosotros, en nuestro tiempo, quizás un poco paganizado, de sentirnos estremecidos por estas palabras esenciales de San Marcos acerca de Jesús e iniciar nuestro itinerario de salvación?

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 24 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,22-29

 

Evangelio según San Juan 6,22-29
Después de que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos.

Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias.

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?".

Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.

Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello".

Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?".

Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos y hermanas:

Tras haber elegido a siete «servidores», hoy se nos narra en la primera lectura el ministerio propio del primero de ellos. Esteban lleva a cabo su ministerio en profunda continuidad con el del Señor, haciendo suyo el modo de vivir de Jesús. Al no hablar por cuenta propia, sino como enviado, desprende un estar «lleno de gracia y poder», de «sabiduría y espíritu». Esa sabiduría que brota en nuestra vida cuando permitimos a Dios llevar las riendas y hacemos del Evangelio nuestro latir. O en palabras del Salmo de hoy, quien recorre el camino de la voluntad del Señor, de lo que con profundo amor quiere Él para nosotros, sentirá la dicha de ver su vida como gracia, presencia, amistad y compañía de Dios.

Por eso el Evangelio sostiene dos puntos especialmente importantes: es preciso buscar a Jesús cada día y preguntarnos cómo llevar a cabo lo que Dios quiere de nosotros. Necesitamos buscar a Jesús donde Él está, porque no basta con sabernos todo de carrerilla; muchas veces, o cruzamos a la orilla de Jesús buscándole con tiempo, confianza y esfuerzo o nos quedamos sin el alimento de vida, consuelo y fortaleza que Él nos puede dar. Y es preciso preguntarnos —y preguntarle— cada día cómo ocuparnos de los trabajos que Dios quiere. Para Jesús es clara la respuesta: creer en Él. Creernos que no actúa porque sí, sino como enviado y testigo del Padre. Creernos de verdad la Buena Noticia como lo que es: una novedad buena, anhelada, humanizadora. Confiar en Él y confiarnos a Él cada día. He aquí la mayor obra que está en nuestra mano. Esta lógica fue la que descubrió Esteban en Jesús e hizo suya, la lógica de la eucaristía, que no nos alimenta en vano.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 23 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 24,13-35

 


Evangelio según San Lucas 24,13-35
Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.

En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.

Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.

Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.

El les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste,

y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!".

"¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo,

y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron.

Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas.

Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro

y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.

Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron".

Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!

¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?"

Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.

Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.

Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos.

Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.

Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.

Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?".

En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos,

y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!".

Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


RESONAR DE LA PALABRA


DOS DISCÍPULOS «DE IDA Y VUELTA»

El deseo de los evangelistas, cuando recogieron este pequeño número de relatos que solemos llamar «apariciones», no era tanto el contarnos unas experiencias extraordinarias que sólo ellos tuvieron, y que no son verificables de ninguna manera (te las crees o no te las crees), y que nos dejan -junto con algunas claves de fe- no pocas preguntas e incertidumbres... Digo que su objetivo era más bien darnos pistas, a los que no seríanos contemporáneos suyos, a tantos que no pudimos conocer físicamente a Jesús, ni vamos a«ver» al Señor Resucitado en persona... para que comprendamos y purifiquemos la «experiencia de la fe», esto es, esa experiencia personal de «encuentro» con Cristo Resucitado y que no depende de nuestros sentidos corporales (recordemos a Tomás, por ejemplo, el domingo pasado). Nuestra fe no se reduce simplemente a «creer que se apareció» hace mucho tiempo a unos pocos discípulos y durante un tiempo limitado... sino que -como está vivo, porque «ya no muere más»- de alguna manera podamos relacionarnos con él, que es lo esencial de la fe cristiana. Desde aquí es como debemos acercarnos a los relatos «pascuales», como el de hoy.

 La escena que nos relata San Lucas está protagonizada por dos discípulos que se parecen mucho a nosotros. Podrían representar a cualquier creyente, a todos los creyentes. Algunos especialistas en la Escritura indican que no fue un «despiste» de Lucas el que uno de los dos caminantes no tenga nombre. Uno se llama Cleofás, pero ¿y el otro? Según interpretan, Lucas tuvo cuidado de no indicar su nombre para que nosotros, al leerlo, pudiéramos ocupar su lugar, sentirnos identificados con él.
Sea como fuere, ¿cómo son estos dos personajes/discípulos, qué les pasa, y sobre todo, qué tienen que ver conmigo, cómo me ayuda su experiencia a comprender y profundizar la mía?

Los dos caminantes han pasado por una experiencia de dolor, de muerte, de fracaso, de decepción... Expectativas tronchadas, amistades terminadas, sueños rotos... Y se alejan de la ciudad, sumidos en su tristeza. La cosa tiene que ver con un compañero de camino, un amigo llamado Jesús... que ya no está. Y al faltar él, el grupo del que ambos formaban parte se ha dispersado.
Aquellos dos discípulos se pueden parecer a tantos hermanos que se acercan a nuestra comunidad cristiana buscando a Dios, y todo lo que se nos ocurra e intentemos decirles... no les convence, no les sirve. Como las palabras con las que intentaron consolarles a ellos y darles esperanza la mujeres que fueron al sepulcro, y el resto de compañeros... les parecieron rumores, chismes, fantasías...

Total que se apartan del grupo, vuelven a su casa y a sus cosas, aunque no dejen de darle vueltas a lo ocurrido, intentando comprenderlo... Se van entristecidos, a su aldea de «Emaús». Se trata de una especie de «baño de realidad» después de haberse dejado ilusionar por aquel Mensaje de Jesús que quedó en nada. La ausencia y la muerte de quienes han formado parte importante de nuestra vida nos ayudan a entender e identificarnos con los sentimientos y estado de ánimo de estos dos discípulos. Se resume todo en un «ya no»...
Pero...

Lo primero que hay que subrayar es que estos discípulos van comentando, compartiendo entre ellos sus sentimientos, su dolor, sus frustraciones. Hay entre ellos una comunicación seria. Lucas no ha mencinonado que fueran amigos, o que tuvieran una gran confianza entre sí o.... No. Sólo que eran discípulos, es decir: tenían en común el haber conocido y seguido a Jesús. Y eso ya sería suficiente para hablar y contarse y abrir el corazón y compartir la vida... Aunque esto no les saque de su confusión... es un primer paso importante y necesario.

¿De qué hablan? Hablan de que se han sentido desencantados con Jesús. «Nosotros esperábamos... pero...». Habían puesto en él su esperanza. Esperaban que él diese respuesta a sus deseos profundos, y que liberase a Israel de sus problemas políticos y religiosos. Habían escuchado su mensaje (Evangelio), le habían admirado y querido, habían convivido con él. Aún después de su muerte vergonzosa, todavía lo consideran un gran personaje, «un profeta». Pero... «no habían llegado a la fe», no habían descubierto realmente quién era Jesús. Tenían una imagen suya equivocada, distorsionada por su deseos y expectativas... Cuando le ven fracasar y sufrir, y ser rechazado por todos, y entregado por las autoridades religiosas al considerarlo un blasfemo, un falso profeta... no han sabido cómo encajarlo.
Esta experiencia no es tan ajena para muchos de nosotros. ¿Quién no se ha sentido alguna vez desconcertado, decepcionado, lleno de dudas, cuando ha confiado en que Dios le ayudase, cuando se han dirigido a él en su oración... y no han obtenido la respuesta que esperaban, o incluso ninguna respuesta? ¿O cuando nos ha visitado la enfermedad, el dolor, la muerte de un ser querido... y Dios no ha hecho nada de lo que esperábamos y necesitábamos y le habíamos pedido...?
No resulta extraña entonces la decisión de «alejarse» y procurar olvidarlo todo cuanto antes. Esto de la fe parecía bonito... pero son «chismes y rumores», deseos y «fantasías»: ¿ángeles, apariciones, sepulcros vacíos?...

Se les acerca un Caminante. No lo reconocen de entrada. ¿Cómo es posible para un discípulo no darse cuenta de que es el propio Jesús quien les sale al camino y les acompaña? Lucas no ha dado ningún rasgo físico de él. Sólo «uno que va en la misma dirección». Pero ¿no es así tantas veces en nuestra vida? Alguien (un hermano en la fe, un catequista, un sacerdote, una religiosa...), que hace las veces del Señor Resucitado, saliéndonos al paso y caminando y reflexionando con nosotros?
 El Caminante se interesa por sus vidas, por la conversación que traen por el camino. Y aunque para ellos es un perfecto desconocido, le abren el corazón. He aquí un segundo elemento importante en el proceso de la fe: Abrirse, confiar, desahogar el corazón. Y por tanto un rasgo indispensable en el pastor y acompañante: Interesarse por la vida de la gente, preguntar, escucharles, saber de qué hablan por el camino.

La respuesta de aquel Caminante ante todo lo que ha escuchado es iluminarlo con las Escrituras. La vida, el dolor, el fracaso, el sinsentido necesitan de una luz nueva. Y Jesús repasa con ellos todo lo que tenía que ver con él: Es su testimonio personal. Es éste un tercer elemento importantísimo en el camino de la fe: Conocer las Escrituras. ¿Acaso aquellos dos judíos no la conocían? Todo buen judío se preciaba de conocer a fondo la Ley y los Profetas. Pero... no habían sido capaces por sí mismos, de ponerlo en relación con lo que estaban viviendo.
Esa conversación (podemos llamarla muy bien «catequesis») les hace sentir bien. Pero las palabras compartidas, el estudio de la Escritura, la reflexión y la confianza surgida no son suficientes. Y con toda naturalidad les brota la hospitalidad: invitan al Caminante a quedarse con ellos a esas horas ya oscuras. No se suele invitar a casa a cualquier desconocido. Ni lo invitan por haberse dado cuenta de quién era... Sencillamente les ha llegado su mensaje, se han sentido escuchados y comprendidos, y les apetece seguir todavía en su compañía. Sus palabras son realmente una oración, sencilla, breve, pero con corazón sincero y agradecido: «Quédate con nosotros». Y cuando le ven tomar el pan, pronunciar la bendición, partirlo y entregárselo... algo pasa: Se dan cuenta de que, desde que habían comenzado a caminar con él, había empezado toda una "liturgia" que apuntaba y culminaba en la Fracción del Pan.

Podríamos concluir: Haber «visto» en persona a Jesús (cosa que no está ya a nuestro alcance) y haber escuchado/leído su mensaje/evangelio... Es importante pero no es suficiente. Formar parte de un grupo de discípulos y compartir la vida, y escuchar sus testimonios personales, es importante pero tampoco es suficiente. Repasar nuestra vida a la luz de las Escrituras y de la experiencia de Jesús crucificado (catequesis/revisión de vida) también es importante y necesario. Pero sigue siendo insuficiente para reconocer vivo al Señor: Es necesario partir juntos el pan, celebrar la Eucaristía, hacer posible la «comunión» interpersonal. Una fe sin Eucaristía no es fe. No se nos abren los ojos. Nos «dejamos fuera» de casa al Señor. Y si celebramos «bien» la Eucaristía... necesitaremos «volver» a buscar al resto de los hermanos. Regresaremos a la Comunidad con una experiencia de fe que compartir. Por fin habremos comprendido a las mujeres, a Pedro, a Tomás... porque tendremos una experiencia común con ellos. Seremos con verdad una Comunidad-Iglesia.

Que estas sencillas reflexiones nos animen a refrescar, profundizar y cuidar nuestra fe pascual en el Señor Resucitado, ¡el Señor de nuestros caminos! Que seamos capaces de anunciar a quien quiera escucharnos que «es verdad, el Señor ha resucitado y nosotros lo hemos reconocido al partir el Pan». Y si nos marchamos un día a Emaús... que podamos volver con el corazón ardiendo.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 22 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,16-21


Evangelio según San Juan 6,16-21
Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar

y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos.

El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento.

Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo.

El les dijo: "Soy yo, no teman".

Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.


RESONAR  DE LA PALABRA

Hay personas que viven la situación actual de la Iglesia de una forma parecida a lo que experimentaron los discípulos de Jesús cuando se encontraron en su barca atravesando el lago de Genesaret cuando se hizo de noche, se levantó viento y el oleaje comenzó a golpear la barca. Aquellos comenzaron a temer por su vida. Y hoy algunos temen también por la Iglesia.

Podríamos anotar aquí lo que para algunos son los signos de que la barca de la Iglesia está a punto de naufragar. Desde los ataques de la prensa contra la Iglesia por cualquier motivo, pasando por las persecuciones que sufren los cristianos en diversas partes del mundo. Y ahí se ponen al mismo nivel las quemas de iglesias y persecuciones físicas a cristianos en algunos países de religión preferentemente musulmana y la indiferencia ante lo religioso que se respira en tantas partes de occidente. La falta de vocaciones, el secularismo, el materialismo y muchos otros “ismos” que se ven como amenazas terribles a nuestra identidad.

Lo peor es que algunos entienden con claridad que lo malo no está fuera de la Iglesia sino dentro de ella. El problema está en que algunos de los marineros de la tripulación de la barca no están nada convencidos de la dirección tomada ni del estilo de gobierno que impone la oficialidad. Pretenden que haya más democracia. Se oponen a las normas y orientaciones que vienen de arriba. Actúan de forma independiente. Y todo esto basados en su lectura del Evangelio. Pero, claro, introducen la confusión entre el pueblo cristiano. Hablan de liberación donde debían hablar de salvación. Confunden la religión con el compromiso social. Claro está que todo eso nos está llevando al desastre.

Hay que tomar medidas. Hay que hacer algo. Hay que poner un mando más fuerte. Hay que... Hay que... Se nos olvida que Jesús no está en peligro. Lo más curioso es que está fuera de la barca. Viene de fuera. Y les dice a los discípulos una palabra muy importante: “Soy yo, no temáis.” Parece que no les resultaba fácil a los discípulos reconocerle. Se habían hecho una idea de como era Jesús y ahora se presentaba de una forma diferente y con un mensaje que les liberaba del temor. Jesús estaba allí. Jesús está aquí. La barca, a pesar de las apariencias, no corre peligro. Los que van en la barca tienen que confiar en Jesús. Él es el verdadero capitán y timonel. Lo nuestro es seguir, con nuestras luces, remando y bogando para que llegue a todos los puertos y para todos sea mensaje de buena nueva. Sin dejarnos llevar ni por el temor ni por el pesimismo.

Fernando Torres, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 21 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,1-15

 

Evangelio según San Juan 6,1-15
Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades.

Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.

Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.

Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?".

El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.

Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan".

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:

"Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?".

Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres.

Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.

Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada".

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.

Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo".

Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.


RESONAR DE LA PALABRA

¿Cuántos millones de euros o de dólares harían falta para alimentar a todos los que tienen hambre en el mundo? Ciertamente no demasiados pero no se terminan de poner. Y sigue habiendo mucha gente son saciar su hambre, sin cubierto el mínimo de necesidades naturales. Jesús no solucionó el problema de aquellas gentes. Como mucho dio de comer a unos pocos y un día. Al día siguiente volvieron a sentir la punzada del hambre.

Y, sin embargo, el milagro de la multiplicación de los panes tiene un profundo significado. Nos habla en primer lugar de la compasión de Jesús. El dolor de la gente, el hambre, la miseria, todo eso afecta a Jesús. Su corazón se llena de compasión. Eso vale para entonces y para ahora. Hoy, Jesús sigue estando cerca de todos los que sufren. No puede evitar su dolor. Pero sí puede alargar la mano para acompañar, para compartir, para sentir con. Toda una forma de estar al lado de los demás. Es la forma de estar de Dios. Porque precisamente al estar así es como Jesús nos revela a Dios.

En segundo lugar, la multiplicación de los panes indica que Jesús hace lo que puede. Pero ese poder pasa por compartir lo que se tiene. No es broma. El milagro tiene su punto de partida en la aparición de un chico que fue capaz de abrir su mochila y poner en común lo que tenía. A partir de ahí se produce el milagro. Y hasta sobra. El milagro no nace de cero sino de la capacidad de los que están allí de abrirse a los demás y compartir lo que tienen. En este caso se compartió unos panes y unos peces. He visto en mi vida auténticos milagros que han sido fruto de compartir simplemente un rato, unos minutos, con otra persona. Se ha vencido la soledad y se ha creado un hueco para la sonrisa y la esperanza.

Y, en tercer lugar, el milagro de Jesús produce la abundancia. Es la abundancia del Reino de Dios. Se terminó la penuria, la miseria, la pobreza, la angustia, la muerte. Y nace la esperanza, la vida, el amor, la fraternidad. Los que estaban separados y aislados, pensando cada uno en su hambre, comienzan a levantar la vista y descubren en Jesús al profeta que les abre la puerta a una nueva forma de vivir. Por un momento, al compartir los panes y los peces, lo han experimentado. Igual que nosotros en la Eucaristía experimentamos por un momento que Jesús hecho Eucaristía hace de nosotros una familia. Y podemos seguir comprometidos con el sueño del Reino.

No hacen falta millones de euros. Lo que hace falta es voluntad de compartir y de crear fraternidad como Jesús nos enseñó. Y el milagro se producirá.

Fernando Torres, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 20 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 3,31-36

 

Evangelio según San Juan 3,31-36
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo

da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio.

El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz.

El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida.

El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.

El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.


RESONAR DE LA PALABRA

Dar testimonio no es exactamente ir por la calle con una banderola que diga “soy cristiano” o con una cinta en la frente que diga “Yo amo a Jesús”. Todo eso puede estar bien en un determinado momento. Pero la verdad es que Jesús no se colocó ninguna ropa distintiva. No tenemos ninguna información de nada parecido. Lo mismo de los apóstoles. Y lo mismo durante muchos siglos de historia del cristianismo.

Es interesante conocer, por ejemplo, la historia del hábito en la vida religiosa. Lo que empezó siendo una obligación auto-impuesto de vestirse al estilo de los más pobres de la sociedad de su tiempo (benedictinos, franciscanos y tantas otras congregaciones religiosas masculinas y femeninas) se fue convirtiendo en un hábito. Y cuando los pobres fueron cambiando su modo de vestir –no a uno más rico sino simplemente a otro diferente– religiosos y religiosas siguieron apegados a aquellas ropas ya convertidas en “hábito”.

El verdadero testimonio no está en la ropa. Ni siquiera está en la forma de hablar. Hay que recordar la anécdota de Francisco de Asís enviando a dos de sus frailes a evangelizar en tierra de musulmanes y diciéndoles aquello de “Evangelizad siempre y hablad sólo en caso de que sea necesario.” Predicar la buena nueva, dar testimonio de Jesús se hace mucho más con la forma de comportarse, con el estilo de vida que con la palabra. A veces será necesaria la palabra pero siempre habrá que comportarse evangélicamente. Ahí está la clave.

Los apóstoles se sentían testigos ante el pueblo de todo lo que habían visto y oído y procuraban transmitirlo por todos los medios posibles. ¡No había forma de callarlos! Lo intentaron los jefes del pueblo pero no lo consiguieron. Porque el Espíritu de Jesús hervía en su interior y les era imposible no obedecerlo. Gracias a ese testimonio hoy hemos recibido nosotros el tesoro del Evangelio.

Hoy somos nosotros los testigos. Gracias a la mediación de los apóstoles y de tantos otros a lo largo de la historia cristiana hemos creído en el testimonio de Jesús que nos habla y comunica el amor del Padre. Hoy somos nosotros los que tenemos que dar testimonio de ese amor. Con nuestra forma de vivir, de relacionarnos, de comprometernos con la justicia, de estar cerca de los pobres y oprimidos, de reconciliar, de perdonar, de acoger a los marginados, será como demos a entender a todos que el amor de Dios está en nuestros corazones.

Fernando Torres, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 19 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 3,16-21

 

Evangelio según San Juan 3,16-21
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»

El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.

Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.

En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.


RESONAR DE LA PALABRA

La conversación de Jesús con Nicodemo debió ser muy interesante. Lo que ha llegado a nosotros son palabras que comunican lo más central de nuestra fe. Si el otro día Jesús nos decía que había que nacer de nuevo, hoy nos recuerda algo que, desgraciadamente, hemos olvidado muchas veces. Tanto que hemos convertido nuestra fe en Dios en una especie de tribunal justiciero ante el que tenemos casi todas las posibilidades de ser condenados.

Sin embargo, Jesús deja claro a Nicodemo que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él.” Estoy seguro de haber comentado y meditado ya muchas veces este texto. Pero me sigue pareciendo igual de nuevo a mis oídos. Y me sigo produciendo un estremecimiento en el corazón. Ese “tanto amó Dios al mundo” me conmueve, me hace sentirme realmente querido. Más allá de las manifestaciones afectivas hay un signo de amor increíble: Dios se abaja, se hace uno de nosotros, se entrega a sí mismo para que tengamos vida y la tengamos abundante. No hay amor más grande.

Y para los que le siguen dando vueltas al juicio, Jesús también dejó claro que “Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” El juicio de Dios no es de condenación. Ni siquiera es, como los de nuestro mundo, uno de esos juicios imparciales donde el juez con la ley en la mano dicta sentencia apoyado en los datos objetivos. Nada de eso. El juicio de Dios está hecho de misericordia, de amor, de comprensión, de perdón, de reconciliación. El juicio de Dios no es imparcial sino muy parcial. El juicio de Dios está basado en el prejuicio de mucho amor que nos tiene. El juicio de Dios es de salvación. El juicio de Dios no cierra las puertas de la celda tras nuestro paso sino que nos abre la esperanza a un horizonte de libertad y de vida.

Los apóstoles lo entendieron así. Por eso predicaban con libertad. Y ante su predicación no podían nada ni los grilletes de las prisiones ni los barrotes de las celdas. El pueblo sencillo también lo entendía así y acogía su palabra. Nosotros tenemos que recuperar para nuestro corazón ese “tanto amó Dios al mundo” y escucharlo muchas veces y meditarlo más, hasta que sintamos en lo más profundo de nuestro ser el abrazo cálido del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

Fernando Torres, cmf

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martes, 18 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 3,7b-15


Evangelio según San Juan 3,7b-15
Jesús dijo a Nicodemo: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'.

El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu".

"¿Cómo es posible todo esto?", le volvió a preguntar Nicodemo.

Jesús le respondió: "¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?

Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.

Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?

Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.

De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,

para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.


RESONAR DE LA PALABRA


No debió ser fácil para aquellos primeros discípulos el asimilar todo lo que decía Jesús, todo lo que significaba su figura imponente, sus palabras, la novedad de su forma de comportarse, su manera de hacer presente el amor y la misericordia de Dios. Está claro en los mismos Evangelios que les costó mucho entender a Jesús y el significado revolucionario de su figura y su mensaje. Pero sin ellos no habría llegado a nosotros el testimonio de Jesús.

Hoy, celebrando a los apóstoles Felipe y Santiago, en el contexto del tiempo pascual, celebramos y damos gracias por todos los que formaron la primera comunidad cristiana. Muchos han quedado en el anonimato. Para todos creer en Jesús supuso un cambio importante en su vida. Por una parte su vida se llenó de sentido. La esperanza iluminó sus corazones. Pero, por otra parte, se vieron obligados a cambiar sus valores, su forma de entender la vida, sus relaciones con las demás personas. Desde Jesús todo cobraba un sentido nuevo. Ya no valían los antiguos criterios, los hábitos ni los prejuicios. Se sentían libres de todo lo que antes había supuesto una opresión, normas sin sentido, pesadas leyes difíciles de cumplir. Pero ahora había que elaborar nuevas normas, hacerse con costumbres nuevas. Otros valores reinaban en sus vidas. El Evangelio les daba fuerzas para caminar. Pero ellos tenían que hacer el camino. Es de suponer que sus reuniones para hacer memoria de las palabras y de los hechos de Jesús serían para ellos momentos de iluminación. La Palabra, en aquellos tiempos todavía no escrita, era fuente de sabiduría permanente. Poco a poco fueron alumbrando un nuevo estilo de vida. La Iglesia iba tomando forma. Con errores y equivocaciones, sin duda, pero también con mucha esperanza y mucha ilusión.

Hoy recordamos a Felipe y Santiago. Ellos, y muchos otros, son los fundamentos de nuestra fe. Por ellos tenemos que dar gracias a Dios. Son nuestros padres en la fe. De ellos tenemos que aprender el coraje para enfrentarnos a las situaciones nuevas tratando de dar una respuesta cristiana, de no dejarnos llevar por las costumbres, de ser críticos con nosotros mismos y con nuestra historia, de no dar nada por supuesto y de buscar siempre inspiración en el Evangelio, en Jesús. Para seguir pasando a las futuras generaciones la llama del Evangelio en toda su pureza. Como ellos lo intentaron con todas sus fuerzas.

Fernando Torres, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 17 de abril de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 3,1-8

 

Evangelio según San Juan 3,1-8
Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos.

Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: "Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él".

Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios. "

Nicodemo le preguntó: "¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?".

Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.

Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.

No te extrañes de que te haya dicho: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'.

El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu".


RESONAR DE LA PALABRA

Estos días de Pascua celebramos la resurrección de Jesús. Pero también algo más. En torno a la Pascua, en torno a la muerte y resurrección de Jesús, se produce otro acontecimiento enormemente importante: el nacimiento de la iglesia. Los discípulos de Jesús que habían formado grupo en torno a él y que se habían dispersado cuando llegó el momento de la pasión, se vuelven a reunir. Ahora los convoca una experiencia nueva en su vida. No saben muy bien como expresarlo pero sienten, saben, están convencidos, que Jesús está vivo.

Han sentido su presencia en su Galilea natal, allá donde escucharon por primera vez su voz. No es un fantasma. No da miedo. Más bien les ha hecho sentir lo contrario. Se han sentido vivos, muy vivos. Y han sentido en su corazón el recuerdo vivo de todo lo que pasaron con Jesús. Sus palabras se han hecho nuevas en sus mentes y en sus oídos. Ahora todo tiene sentido. Jesús está vivo. Y ellos ya no son como ovejas perdidas en la noche, asustados y atemorizados, buscando cada uno volver a la seguridad de su pueblo natal.

Se han vuelto a reunir, se han mirado a los ojos unos a otros. Y han visto en los ojos de los otros la confirmación de lo que cada uno ha experimentado: Jesús está vivo. La buena nueva del Reino se convierte ahora en una urgencia como no la habían sentido nunca. Jesús está vivo. Es verdad. Se siente como si hubieran nacido a una nueva vida. No tiene sentido volver a la barca y a las redes, ni al telonio, ni a sus antiguas profesiones. Se siente familia en torno a Jesús. Se reúnen para compartir el pan –como hizo Jesús con ellos tantas veces en su vida y sobre todo en aquella última cena que todos recuerdan– y para hacer memoria de sus palabras y de las historias que les contaba. Ahora lo entienden todo mejor.

Así nació la Iglesia. Un grupo de hombres y mujeres sintieron, conocieron, creyeron que Jesús estaba vivo. Y en torno a ese recuerdo y a esa presencia se constituyó la iglesia, la primera comunidad cristiana.

Es posible que Nicodemo estuviese con ellos. Se acordaría de aquella conversación que tuvo una noche con Jesús. Entonces no entendió lo que significa nacer de nuevo. Ahora era diferente. Como si se le hubiese abierto el entendimiento y el corazón de golpe. Jesús estaba vivo. Sentía la presencia fuerte de su Espíritu. Y sentía que aquel Espíritu era para toda la humanidad. A la vez nació la Iglesia y nació la misión. Fue el primer fruto de la Pascua.

Fernando Torres, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA