viernes, 31 de marzo de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 10,31-42

 

Evangelio según San Juan 10,31-42
Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.

Entonces Jesús dijo: "Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?".

Los judíos le respondieron: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios".

Jesús les respondió: "¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses?

Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada-

¿Cómo dicen: 'Tú blasfemas', a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: "Yo soy Hijo de Dios"?

Si no hago las obras de mi Padre, no me crean;

pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre".

Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos.

Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí.

Muchos fueron a verlo, y la gente decía: "Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad".

Y en ese lugar muchos creyeron en él.


RESONAR DE LA  PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Las palabras y las obras de Jesús son manifestación de la gloria del Padre. A través de su palabra Jesús quiere comunicar al mundo la sabiduría de Dios, su voluntad amorosa. Con su palabra Jesús nos manifiesta a un Dios que dialoga con la humanidad, un Dios comunicativo; no encerrado en su esfera celeste, sino siempre abierto a la escucha. Por medio de las obras, sus gestos, sus signos milagrosos, Jesús revela la vida en abundancia que el Padre quiere para su pueblo. Dios es misericordioso con los pobres, los enfermos, los pecadores y lo expresa claramente con actos de salvación. Jesús como Hijo amado del Padre, es la mayor expresión de cercanía compasiva de Dios con la humanidad.

En el texto evangélico de hoy, aparecen de nuevo los enemigos de Jesús queriendo asesinarlo. Su ceguera espiritual les impide ver la acción de Dios en las obras del nazareno. No alcanzan a comprender cómo el Dios de la Alianza pueda estar presente y manifestarse en Jesús. Mucho menos son capaces de comprender eso de que “el Padre y yo somos uno” (v. 30) y le acusan de que siendo hombre se hace Dios (cf. v. 33). Según el esquema teológico del evangelista, no es que Jesús se haga Dios, sino que el Verbo es Dios, y éste se ha hecho carne, ser humano. Dios sale de su transcendencia, y baja a la realidad de nuestro mundo en su Hijo para salvarnos.

Jesús se despoja de todo poder mundano y egoísta y se entrega por completo a llevar la alegría a los excluidos de la sociedad y convoca a la gran familia de los hijos de Dios. Por ello, hoy se nos llama a vivir la auténtica alegría que brota de la Buena Noticia de la cercanía de Dios. Como seguidores de Jesús, debemos pensar con más conciencia en las necesidades de tantas personas que no tienen siquiera condiciones dignas de vida. La fe y el amor a Cristo nos exigen a actuar como Él, sembrando esperanza en aquellos lugares donde el mal tiene sus dominios. Jesús es el mediador que reconcilia a los hermanos con el Padre y que abre el camino para vivamos plenamente en nuestro mundo como una familia universal.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 28 de marzo de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 8,21-30

 

Evangelio según San Juan 8,21-30
Jesús dijo a los fariseos:

"Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir".

Los judíos se preguntaban: "¿Pensará matarse para decir: 'Adonde yo voy, ustedes no pueden ir'?".

Jesús continuó: "Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo.

Por eso les he dicho: 'Ustedes morirán en sus pecados'. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados".

Los judíos le preguntaron: "¿Quién eres tú?". Jesús les respondió: "Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo.

De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo".

Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre.

Después les dijo: "Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó.

El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada".

Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

La pregunta que brota de boca de los enemigos del Maestro debería motivarnos personalmente a preguntarnos, con mayor profundidad y fe, quién es Jesús, qué cambios ha realizado en nuestra vida y en qué deberíamos seguir trabajando para conseguir la conversión. Nosotros seguimos al Siervo de Yahvé, exaltado en la cruz para nuestra salvación. Para los ojos del mundo llevamos una vida fracasada y absurda, pero para los que experimentamos el gran amor de su entrega, nuestro hoy está impregnado de esperanza.

Los enemigos de Jesús no comprenden sus palabras, creen que Él piensa en suicidarse; no saben que el desenlace de su vida, su exaltación, es correspondencia con la misma esencia del Padre que es amor oblativo y generoso. Los que no viven en la órbita del amor, los que no se han dejado iluminar por la buena noticia, aquellos que se sumergen en el egoísmo se cierran a la vida plena.

La Cuaresma debe ir dejando marcada en nosotros una huella significativa. Las prácticas de estas semanas están orientadas, para ello, a liberarnos del pecado y hacer madurar nuestra fe en el servicio al prójimo. En efecto, la contemplación del Crucificado - Resucitado permite generar en nosotros una vida nueva, despojada del egoísmo.

El compromiso cristiano suele ser una cruz como la del Maestro, sobre todo cuando se enfrenta con los poderes de la muerte, en el ámbito de la familia, de los derechos humanos, los derechos de la Tierra. No cabe duda de que seguimos reproduciendo el drama de Jerusalén: mientras Dios sigue ofreciendo oportunidades para la conversión y anuncia su misericordia, hay personas que se cierran a su mensaje y cultivan la discordia y la injusticia. Ante este panorama no cabe más que ser fieles a la voluntad del Padre, que desea la vida en abundancia para sus hijos; y buscar en todo hacer lo que a Él le agrada: “La religión verdadera y perfecta ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus necesidades y no contaminarse con la corrupción de este mundo” (St 1,27).

CR

fuente del cometario CIUDAD REDONDA

domingo, 26 de marzo de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 11,1-45

 

Evangelio según San Juan 11,1-45
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta.

María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.

Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo".

Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella".

Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro.

Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.

Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea".

Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?".

Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo;

en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él".

Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo".

Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará".

Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.

Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto,

y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo".

Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él".

Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.

Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros.

Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.

Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.

Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".

Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".

Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".

Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;

y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".

Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".

Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama".

Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro.

Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado.

Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí.

María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto".

Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado,

preguntó: "¿Dónde lo pusieron?". Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás".

Y Jesús lloró.

Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!".

Pero algunos decían: "Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?".

Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima,

y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto".

Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?".

Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te doy gracias porque me oíste.

Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado".

Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!".

El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar".

Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.


RESONAR DE LA PALABRA


Señor: tu amigo está enfermo

¿Llegan a ti, Señor, nuestros avisos?
¿O se pierden, acaso, entre las nubes?
¿No se te parte el corazón al escuchar los recados que te enviamos muchas veces:
«Señor, tu amigo Lázaro está enfermo»?

Pero por alguna razón que se me escapa
te entretienes, te retrasas, dejas pasar el tiempo...
y cuando Lázaro más te necesita... ¡no estás, no tienes prisa, das largas...!

«Lázaro» es el nombre de muchos niños
-decías que son tus favoritos, y que hay que ser como ellos-
niños que se compran y venden como si fueran mascotas,
que se mueren de hambre, rebuscando entre basureros demasiado rebuscados,
o de enfermedades perfectamente curables...

Otros, en cambio, aunque tienen sus necesidades cubiertas,
y no les falta ninguna «cosa», tienen todo tipo de chismes...
pero están necesitados de un poco de atención, de ternura, de compañía...
Si tú hubieras estado aquí habrías ido hacia ellos para acariciarlos,
bendecirlos y ayudarles a que fueran lo que son: niños,
y nos habrías repetido aquella misma orden que diste a tus discípulos:
«Dadles vosotros de comer».

Hay muchas Martas y Marías que lloran la ausencia de aquellos a los que tanto amaban,
y que les fueron demasiado pronto, llevándose con ellos un buen pedazo de sus corazones.
Si hubieras estado allí para curarles con alguno de tus milagros...
Pero no estabas. No llegaste a tiempo. Estabas ocupado en otras cosas.

Te necesitan muchos jóvenes Lázaros que se han dejado enredar y atar
por las vendas y sudarios de gentes sin escrúpulos que les engañan
vendiéndoles la felicidad a precio de pastilla o de botellón,
encerrándoles en oscuros sepulcros de los que no son capaces de salir...

Te enviaron recado los «Lázaros» que sobreviven, a duras penas,
en esos países envueltos en violencias y guerras interminables,
explotados a veces, ignorados otras, por parte de los poderosos...
Si hubieras estado aquí y te hubieran escuchado aquello
de que los que trabajan por la paz serán llamados hijos de Dios.

Muchos «Lázaros», acompañados de sus hermanas, mujeres, hijos...
sienten que les arrancan la vida
porque han tenido que huir de sus tierras -sin papeles-
buscando simplemente sobrevivir en tierras extrañas,
indefensos, oprimidos, sin voz, sin derechos,
con muchas lágrimas y recuerdos,
que han puesto su confianza y su deseo de justicia sólo en ti.

Pero, ¿dónde estás que no llegas, por qué dejas que pasen los días?
Tantos Lázaros gritaron y lloraron desesperadamente
en sus camas de las residencias de mayores, de los hospitales de campaña,
en las UCIS, llenos de tubos, de medicamentos (y no siempre),
y tantas veces tremendamente solos.
Qué bien si te hubieran visto, al menos derramar por ellos tus lágrimas,
mientras nos recordabas que son «bienaventurados los que lloran,
porque serán consolados» y «venid, benditos de mi Padre,
porque estuve enfermo y vinisteis a verme; o fui emigrante y me acogisteis».

Te está gritando la sangre derramada sobre la tierra, como la de Abel,
de aquellos que quisieron luchar por la justicia, por la verdad, por los derechos humanos,
por la libertad, por la igualdad de todos los hombres, por la defensa de la naturaleza...
¿Es que no pudiste hacer nada por ellos?

Desde lo hondo a ti gritan, Señor, desde lo hondo de sus sepulcros,
desde lo hondo de su rabia, desde lo hondo de su dolor y desesperanza,
desde lo hondo de su pecado, desde lo hondo de sus corazones desgarrados,
desde lo hondo de soledad, desde lo hondo de su oración nunca escuchada...

Pero parece que a ti no te importa el retraso.
No tuviste prisa en calmar la tempestad que amenazaba con hundir la barca de tus discípulos.
No tuviste prisa en llegar al banquete, aunque aquellas jóvenes se quedaran sin aceite.
No tuviste prisa por arrancar la cizaña que crecía mezclada con el trigo, asfixiándolo.
No tuviste prisa en echarte a los caminos,
y te retrasaste hasta 30 años en empezar a anunciar tu Buena Noticia.
Parece que nunca llegaba tu hora... y mientras tantos«Lázaros» se van muriendo.

Sí que recuerdo que te identificaste con ellos,
que te hiciste como ellos, que acabaste hecho una piltrafa colgado de un palo,
y que hiciste tuyo su grito desde la cruz:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Tu respuesta fue gritar con nosotros, hacer tuyos nuestros gritos y dolores,
hundirte con ellos, y ponerlo todo en las manos del Padre,
para que el Padre nos mostrara que «hay salida», «al tercer día».

Tenemos que aprender, como Marta, a dejar que tú elijas el momento.
Tenemos que dejar que corrijas nuestras palabras derrotadas:
el «está muerto» por el «está dormido»,
el «pobres desgraciados» por un «bienaventurados».
Tendremos que aprender que el grano de trigo que se está pudriendo
tú lo ves ya como espiga llena de grano.
Tendremos que aprender que nuestros dolores y sufrimientos
son como los de un parto, que trae una vida nueva y sorprendente.

Tiene sentido seguir aguardando siempre, con confianza,
porque tú eres la resurrección y la vida y un día pronunciarás nuestro nombre,
(aunque llevemos muertos ya cuatro días o cuatro milenios),
y nos dirás:¡Sal fuera! ¡Quitadles las ataduras, las vendas y sudarios!
¡Quitad las losas que los tienen enterrados y olvidados!

Sólo por esto nuestra esperanza y nuestra lucha tienen sentido
y resistirán el tiempo que sea necesario.
Ya sabemos que tu reloj y el nuestro no marcan la misma hora.
Pero que ya falta poco para que declares solemnemente:
«Ha llegado mi hora, subamos a Jerusalem a luchar el combate
contra los poderes de la muerte».

Todos los Lázaros subirán contigo...

Y a esa «hora» sonarán a volteo las campanas, y revolotearán los ángeles anunciando
que la injusticia, la muerte, el mal y el pecado ya van siendo vencidos.
Que la vida, la justicia, la bondad, la verdad y el amor tienen la última palabra.
Que tus «amigos», -todos los Lázaros-, saldrán de la tumba,
pero esta vez ya para siempre, para no sufrir ni morir más..
Será «la hora» definitiva de la Pascua.
"¿Crees esto?"

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 25 de marzo de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,26-38

 

Evangelio según San Lucas 1,26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.

Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;

él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,

reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".

María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".

El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.

También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,

porque no hay nada imposible para Dios".

María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

La fiesta que hoy celebramos pertenece a la misma entraña de nuestra fe y de nosotros mismos. Fiesta de la Anunciación del Señor a María. Podríamos hacer un comentario desde la teología y desde la Biblia, pero hoy me voy a permitir comentarlo desde la entraña. ¿Qué celebro yo cuando celebro que Dios nos anuncia que va a hacerse uno de nosotros? Celebro:

• Que nada humano está fuera de Dios porque Dios, amando, decidió asumirlo todo en sí mismo para salvarlo. Por eso, nada en nosotros ni en lo que nos rodea es tan terrible o despreciable que no pueda formar parte de Dios, y no esté habitado y animado por Él.

• Que el mayor poder de nuestro Dios es ser Dios-con-nosotros y eso, lejos de empequeñecerle, le hace infinitamente grande y amable. Y así nos invita a nosotros también a ser-con-los-demás, sin que nada pueda resultarnos extraño ni ajeno. El Hijo ya lo conoce, lo ha vivido y va por delante de nosotros, esperándonos.

• Que todavía queda alguien (¡al menos Dios!) que puestos a elegir, prefiere la pobreza, la debilidad, la simplicidad de vida y desde ahí, hace nuevas todas las cosas. Porque Cristo nos enriquece con su pobreza, que es la fuerza mayor que tenemos, para que nosotros enriquezcamos al mundo desde la pequeñez.

• Que Cristo nos salva diciendo aquí estoy para hacer tu voluntad, y no ofreciendo sacrificios, ofrendas o grandilocuentes gestos expiatorios. Debe ser que así quiere que nosotros colaboramos con el sueño de Dios que es construir su Reino.

• Que merece la pena dejarse llenar de Dios, como María. Especialmente cuando nos sentimos estériles, vacías, solas… porque ese vacío en sus manos se hace increíblemente fecundo, espacio habitado por su Hijo. Por eso, se puede desear ser como María y no querer ser una mujer sumisa y alejada del mundo. Más bien, al contrario, parecerse a María es ser una mujer consciente, que escucha la Palabra de Dios y tras dialogar con Él, pone toda la carne en el asador para hacerla vida y Vida con mayúscula.

• Que la carne, lo corporal, lo humano, lo ambiguo, lo caduco, es el quicio de entrada por el que Dios se pasea desde el inicio de los tiempos para unirse a nosotros. Y por eso, también yo quiero vivir así, cada vez más humana, de carne y hueso... Pues mujer quisiste hacerme, no desnuda inmaterialidad de pensamiento. Soy una encarnación diminutiva... Y Tú, así, tangible, humano, fraterno... Carne soy y de carne te quiero. ¡Caridad que viniste a mi indigencia, qué bien sabes hablar en mi dialecto!... ¡Dulce locura de misericordia: los dos de carne y hueso!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 24 de marzo de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30

 

Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30
Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.

Se acercaba la fiesta judía de las Chozas,

Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver.

Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar?

¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías?

Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es".

Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen.

Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió".

Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

Es viernes y la Palabra en esta cuarta semana de Cuaresma nos acerca a la Pasión. El libro de la Sabiduría narra la actitud que los impíos tienen contra el justo: “lleva una vida distinta de los demás, y su conducta es diferente” Sab 2, 15. No es raro que la Iglesia haya visto desde el comienzo una profecía de la pasión y muerte de Jesucristo en este texto. “Lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia” Sab 2, 19.

También el evangelio de Juan va estrechando el cerco de los acontecimientos que hoy celebraremos en muchos Vía Crucis, recordando este momento. Aunque todavía no ha llegado su hora, el Señor va tomando conciencia progresivamente de que se acerca su hora definitiva. Todavía no ha llegado, pero está próxima. Por más que grita en el templo, muchos no aceptan su ser divino, su condición de Hijo, su misión salvadora. Insisto, el verbo del pasaje es “gritar”, “levantar la voz” Jn 7, 28. La sordera es de corazón, mas grave de curar.

Una prueba difícil que está viviendo nuestra Iglesia europea es su situación de pérdida de relevancia pública. El avance de la increencia y de la desafección religiosa en nuestra tierra, pone en cuestión su influjo en la sociedad. No sería la primera vez que esto acontece en nuestra historia cristiana. Pero esta “prueba” nos debe llevar a un análisis purificador, a una autocrítica constructiva, a una conversión: ¿será significativa la fe cristiana de mañana en la sociedad europea? O bien, ¿seremos creíbles como creyentes y como comunidad que refleja a Jesucristo? ¿Qué tiene que cambiar y qué tiene que desaparecer? ¿En qué tenemos que gritar más o levantar la voz? No importa que desaparezca “una forma” de ser cristiano, lo que no tiene que desaparecer es el cristianismo. Por muchas pruebas que haya.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 23 de marzo de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 5,31-47

 

Evangelio según San Juan 5,31-47
Jesús dijo a los judíos:

Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría.

Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero.

Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad.

No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes.

Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz.

Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.

Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro,

y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él envió.

Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí,

y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida.

Mi gloria no viene de los hombres.

Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes.

He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir.

¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios?

No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza.

Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí.

Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que yo les digo?".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

“Os conozco muy bien y sé que no amáis a Dios” Jn 5, 42. Tiemblo al pensar que Jesús podría decirnos esto mismo el día en que nos encontráramos con él cara a cara. Ojalá no lo diga nunca de ningún creyente a pesar de nuestro pecado e infidelidad. Son palabras duras pero no gratuitas. Son las que pone el evangelista en boca de Jesús y que recogen su defensa frente a las acusaciones fariseas. Y es que en este pasaje hay cuatro testimonios muy claros que nos pueden ayudar a acercarnos más al Hijo.

1ª. El testimonio principal a favor de Jesús lo da el Padre. Esto significa que no aceptar a Jesús es rechazar el testimonio del Padre, rechazar al Padre.

2ª. El segundo testimonio es el de Juan el Bautista, a quien los mismos judíos reconocieron cierta autoridad. Es el mensajero que nos preparó el camino en Adviento.

3ª. El tercer testimonio lo dan las obras que Jesús realiza, pero no sólo sus signos o milagros, sino toda la actividad que Jesús realiza, toda ella es reveladora.

4ª. El cuarto en dar testimonio es el mismo Moisés, que en el pasaje del Éxodo de hoy, intercede ante Dios para que no castigue al pueblo por su idolatría

¿Qué nos sucede? Igual que los coetáneos de Jesús tuvieron testimonios más que de sobra para aceptar y creer en él, nosotros, si cabe, tenemos más ventaja, pues gozamos de una perspectiva histórica y de una tradición de vida cristiana que nos ha proporcionado más testimonios que ellos no tuvieron. Pues bien, a pesar de todo, cuando el corazón del ser humano busca apoyarse en sí mismo, autoafirmarse, autorrealizarse, corre el grave peligro de cerrarse a la fe y no aceptar más realidad que la que ve, y no hay testimonios que valgan. Es lo que le ocurrió al pueblo en el desierto cuando construyó el becerro de oro. ¿Qué más necesitamos para creer en Jesús? ¿No tenemos suficientes testimonios?

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 22 de marzo de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 5,17-30


Evangelio según San Juan 5,17-30
Jesús dijo a los judíos:

"Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo".

Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.

Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: "Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo.

Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados.

Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere.

Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo,

para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.

Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida.

Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán.

Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella,

y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre.

No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz

y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio.

Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

Dios ha respondido y perdonado a su pueblo; lo invita a salir del exilio y le promete un regreso feliz, pues es un Dios que cumple su promesa ya que su fidelidad es eterna. La Palabra insiste en este tiempo de Cuaresma en que nuestro Dios es fiel en su relación con nosotros, a pesar de nuestra infidelidad con él. Una y otra vez este mensaje llega a nosotros pero no sé si acaba por calar nuestro corazón. “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.” Is 49, 15. ¿Cuándo aprenderemos a ser fieles? ¿A corresponder a tanto amor? ¿Qué acontecimiento desestabilizador necesitamos en nuestra vida para que esto ocurra? ¿Tocar fondo en nuestro ser limitado y finito? ¿Ver las orejas al lobo del mal cuando nos alejamos de Dios?

La ley fue uno de los grandes temas de discusión en el contexto social de Jesús. ¿Dónde está la revelación de Dios en la ley o en la palabra de Jesús? Entre la ley y creer en Jesús no puede haber contradicción, pues quien cumple la voluntad de Dios, creyendo en Jesús, está cumpliendo la Ley. El Padre habla en el Hijo. El Hijo no anula la Ley, va más allá de ella para darle plenitud, sentido total.

Para muchos jóvenes hoy este dilema de los primeros seguidores cristianos –si Ley o palabra de Jesús- se reproduce en su sentido de pertenencia eclesial, creer en la Iglesia y creer en Jesús. Dicho en otras palabras, si la Iglesia fundada por Jesús, es el “lugar” donde el Hijo se sigue revelando y actuando. Indudablemente en nuestra Iglesia subsiste la Iglesia de Jesucristo, pero quizá es la Iglesia -que somos todos- la que debe hacer más transparente esta realidad, purgando todo aquello, como en la antigua Ley, que obstaculizaba y perdía el camino de la búsqueda de Dios. El Dios Padre-Madre también actúa a través nuestra. “Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo” Jn 5, 17. Somos espejo de Dios para los demás, nuestra vida debe ser un reflejo de su voluntad. Es nuestra misión. En Cuaresma y en todo tiempo.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 21 de marzo de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 5,1-16

 

Evangelio según San Juan 5,1-16
Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.

Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos.

Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.

[Porque el Angel del Señor descendía cada tanto a la piscina y movía el agua. El primero que entraba en la piscina, después que el agua se agitaba, quedaba curado, cualquiera fuera su mal.]

Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años.

Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?".

El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes".

Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina".

En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado,

y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla".

El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'".

Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'".

Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí.

Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía".

El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado.

Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

Betesda significa “Casa de la Misericordia” Es el nombre de la piscina donde Jesús realiza la curación. Y es que hoy, la Palabra navega entre dos aguas. La primera, el torrente del templo: un agua que al salir sana y da vida a las zonas más áridas y aisladas. El profeta Ezequiel utiliza la imagen del agua como elemento que fertiliza todo lo que moja a su paso. Es el agua que viene del templo, donde Dios habita, y que da vida abundante, es la fuerza de Dios. “Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida” Ez 47, 9.

La segunda, la piscina o estanque de Betesda, lugar donde se reunían todos los enfermos que esperaban el movimiento del agua para sumergirse y quedar sanos. Y es que el nombre de la piscina -“Casa de la Misericordia”- nos da la pista. Al igual que el agua, Jesús es el que sana y cura. La misericordia es la sanación, y a la inversa, la sanación, el milagro es la misericordia, la cura que Jesús realiza. La lleva a cabo en un día de fiesta, donde el enfermo ni siquiera estaba autorizado a transportar su camilla, pues violaba la ley. La espiritualidad que se deriva de este hecho es la de la sanación, no la de la condena. Ser misericordioso, ponerse en el lugar del otro, mitigar sus dolencias, curar sus heridas. También nosotros podemos sanar, incluso a través de nuestras propias heridas. Seamos más compasivos que críticos (“Hoy es sábado y no te está permitido llevar al hombro tu camilla” Jn 5, 10 b), más misericordiosos que censores, más humildes para confesar nuestros pecados y para acoger a los pecadores. Seamos para otros Betesdas, casa (lugar) de misericordia.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 20 de marzo de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24a

 

Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24a
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.

Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".

Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos

Aunque es el 20 de marzo, como ayer fue domingo, la fiesta de San José se ha trasladado al día de hoy. Son incontables los grupos, congregaciones, movimientos, instituciones... que lo tienen por patrón o especial protector. En definitiva, referencia sencilla y clara para vivir nuestra fe y para acercarnos cada vez más a Dios.

Podemos encontrar en las lecturas de hoy dos claves para celebrar el día de hoy:

FE Y ESPERANZA: dos rasgos claramente presentes en él. De hecho se asocia a los grandes creyentes de la historia, a Abraham, a su confianza plena en Dios, esperando contra toda esperanza y convirtiéndose así en “padre de muchos pueblos”. José es padre de muchos porque supo ser padre de Jesús, porque supo vivir cotidianamente la misión que Dios le encomendó. No buscó otras grandezas ni anheló otros proyectos. Fue fiel en lo que se le pidió, más allá de que entrase en sus planes, le gustase o no le gustase... Se fió y esperó.

CALLA, ESCUCHA Y HACE: el evangelio no nos ha transmitido ni una sola palabra de él. Decide en secreto viendo lo que sucede con María. Calla pero no guarda rencor ni sigue maquinando en su interior. Es un silencio real, por fuera y por dentro. El silencio de quien sabe callar. El silencio de quien sabe escuchar y por eso, oye, comprende, es capaz de descubrir a Dios en lo que le está pasando: “la criatura que hay en María viene del Espíritu Santo”. Calla y escucha de tal manera que lo que tiene que hacer viene sólo, con toda naturalidad. Nada hay en él que se resista, que se pregunte, que huya. Simplemente, se despierta y hace lo que el Señor le ha mandado.

No es poco para nosotros en estos días. Podemos quedarnos con una imagen ambigua de José, llena de tonos apastelados, con nardos o azucenas blancas, alejado de la realidad, arrinconado mientras –aparentemente- la historia de salvación sigue su curso con María y Jesús. O podemos pedir a Dios que nos ayude a parecernos a este hombre santo y fiel. Quizá de su mano, cambie también nuestra Cuaresma.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 19 de marzo de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 9,1-41

 


Evangelio según San Juan 9,1-41
Jesús, al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento.

Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?".

"Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios.

Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.

Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo".

Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego,

diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía.

Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: "¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?".

Unos opinaban: "Es el mismo". "No, respondían otros, es uno que se le parece". El decía: "Soy realmente yo".

Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los ojos?".

El respondió: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me lavé y vi".

Ellos le preguntaron: "¿Dónde está?". El respondió: "No lo sé".

El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos.

Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos.

Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo".

Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?". Y se produjo una división entre ellos.

Entonces dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?". El hombre respondió: "Es un profeta".

Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres

y les preguntaron: "¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?".

Sus padres respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego,

pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta".

Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías.

Por esta razón dijeron: "Tiene bastante edad, pregúntenle a él".

Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador".

"Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo".

Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?".

El les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?".

Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés!

Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de donde es este".

El hombre les respondió: "Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos.

Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad.

Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento.

Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada".

Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron.

Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del hombre?".

El respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en él?".

Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te está hablando".

Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se postró ante él.

Después Jesús agregó: "He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven".

Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?".

Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: 'Vemos', su pecado permanece".


RESONAR DE LA PALABRA


«Como decís «vemos»... vuestro pecado permanece»

Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.
Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío. (Liturgia de las Horas)

 La ceguera suele ser una gran desgracia o desventaja para la mayoría de los que la padecen, aunque a menudo desarrollen otras dimensiones y capacidades que al resto nos faltan.
Estar ciego significa caminar a tientas, tropezar más fácilmente, tiene mayores riesgos.
Significa desconocer lo que hay alrededor, a una cierta distancia: No poder disfrutar de un paisaje, no reconocer un rostro que se acerca, no distinguir los colores.
No poder hacerse una idea acertada de lo que es un mar, un cielo, una montaña elevada...
No distinguir el día de la noche...
No poder apreciar la mirada cálida de un amigo o de una madre...
Significa tener que pedir ayuda y depender con frecuencia de otros...

 Los que tenemos la suerte de «ver» podemos intuir un poco estas dificultades cuando nos toca estar puntualmente a oscuras en esta cultura de la luz y de las luces, en la que tantas cosas nos entran por los ojos (¡de esto sabe tanto la publicidad...!).

El cuarto evangelista ha aprovechado la curación de un ciego de nacimiento, para hacer una reflexión sobre Jesús como luz, y sobre otro tipo de ceguera que, siendo grave, nos cuesta más reconocer: la ceguera interior. Eran las últimas palabras de este Evangelio: ¿También nosotros estamos ciegos?... Como decís que veis, vuestro pecado persiste.

Aquel grupo de fariseos que la emprende con Jesús, usando al ciego como excusa, representa una ceguera, una manera de plantearse la vida y la fe... que Jesús considera sin solución. Son los que, ante un problema y una necesidad humana concreta, se dedican a teorizar, a buscar culpables, a aplicar leyes y principios excluyentes, a sacudir con sus creencias y planteamientos religiosos a los que no encajan en sus esquemas (que en este caso son precisamente los esquemas oficiales de la Ley judía), y que dejan al que sufre en su situación desesperada, despojándole de su dignidad, sin intentar siquiera comprenderlo ni ayudarlo. Están llenos de prejuicios: ¿Cómo puede un pecador hacer signos? Es decir: de cierta gente (la que no nos gusta, no son de los nuestros) no se puede esperar nada bueno. Reconocer el bien que hacen otros les cuesta infinito.
Por otro lado se dedican a mentir, negando la realidad (ya empezaban entonces los "bulos" que ahora tanto abundan): «No era realmente ciego». Y a insultarte, y despreciarle. Por fin terminan por expulsarlo de la sinagoga, le «excomulgan». La «inclusión», la acogida, el encuentro no son para ellos una Buena Noticia. No saben ni quieren «escuchar» como tanto nos pide el Papa para construir una Iglesia de todos y para todos.
Estos vecinos y fariseos tienen tan claras sus ideas, las leyes, las normas, los principios morales... que son incapaces de adaptarse para acoger el sufrimiento y el dolor de los otros, ponerse en su lugar. Ni se les ocurre sospechar por un momento que pudieran estar equivocados, o que debieran adaptarlos o corregirlos. Saben muy bien lo que dijo e hizo Dios, lo que dijeron los profetas antiguos... pero son incapaces de reconocer lo que Dios dice hoy, ni al profeta que tienen delante. Estos auto-nombrados portavoces de Dios y especialistas de la Ley de Moisés, de una manera tan estrecha e intransigente, terminan por condenar y rechazar la felicidad del hombre. ¡Qué terrible! Lo mismo harán con Jesús, un poco más adelante, llevándole a la cruz. ¡Y lo harán en el nombre de Dios!

El problema (creo yo) es que esto que parece tan tan claro en el Evangelio... no lo vemos en nosotros mismos. Miramos la realidad del otro desde nuestras ideas políticas, desde nuestra propia cultura, desde nuestra formación religiosa, desde nuestra posición social y económica, desde nuestra propia historia personal (lo cual es absolutamente normal)... pero sin que se nos ocurra relativizar, cuestionar, ponerlo todo un poco entre paréntesis para acercarnos al dolor, la necesidad a la realidad del otro, comprendiendo, empatizando, acogiendo, apoyando... ¡Uffff bien difícil, pero necesario!

Yo siento, después de meditar este Evangelio, una fuerte llamada a reconocer y reconocerme mis propias cegueras:

• Porque levantarme cada día sin proponerme nada, sin metas, conformado con "lo que me dan", sin esforzarme siquiera un poco en crecer y mejorar en algo, dejando pasar mis días años sin llenarlos de vida... es caminar a ciegas.

• Porque una mirada superficial, rápida, irreflexiva, o mis muchos pre-juicios pueden hacer que Cristo esté pasando a mi lado una y otra vez, y yo no lo vea. Es como estar ciego. No reconocer sus signos, sus palabras, sus propuestas, o reducir su mensaje a historias del pasado, a simples enseñanzas morales desencarnadas (como les pasaba a los vecinos y fariseos del Evangelio de hoy) es estar ciego.

 • Porque quedarse en las apariencias, en lo primero que se percibe, en los tópicos y las etiquetas al relacionarme con los demás, el menospreciar al otro por ser distinto... es ver muy a medias. El Señor ve el corazón. ¡Cuánto le costó entenderlo a Samuel, cuando buscaba al futuro rey de Israel! Y ¡cuánto me cuesta entenderlo y aplicarlo a mí!

• Porque no atreverme a mirar el propio interior (o no hacerlo con frecuencia), procurando conocerme mejor, y detectar las tinieblas que se adueñan de mí es lo mismo que no ver. Como dice el libro del Apocalipsis, necesito un colirio para los ojos, de modo que descubra mi pobreza, mi ceguera, mi fragilidad... ¡mi verdad.!

• Porque si digo que Jesús es la luz del mundo, que el Señor me ha salvado... tendré que aprender vivir -como dice la 2 Lectura-, como hijo de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Se trata de mirar el mundo con los ojos de Dios, aprender a mirar la vida, a las personas y a mí mismo con la luz de Jesús, es decir: con profundidad, con esperanza, con atención, con bondad, con justicia, con verdad...

«Reconocer» que yo estoy ciego y que Jesús es Luz me lleva (como el ciego sanado) a postrarme ante él, para decirle: «Creo, Señor», aquí estoy, a tu servicio, pídeme lo que quieras... y dejar que sea el Señor de mi vida. Y ya que Él mismo dijo: El Espíritu de Dios está sobre mí porque él me ha enviado a dar la vista a los ciegos, le daré la oportunidad de que me cure, de que me salve.

Que no tenga que decir de mí, de ninguno de nosotros: "Como dices que ves"... no tienes curación, estás lejos de Dios, no puedo hacer nada por ti.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf,

fuente del comentario CIUDAD REDONDA