martes, 31 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,39-56

 

Evangelio según San Lucas 1,39-56
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,

exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".

María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas.

Hoy celebra la Iglesia la fiesta de la Visitación de María a su prima Isabel. Algunos Padres en los primeros siglos, ya vieron en este camino de María hacia Ain Karem, una primera peregrinación eucarística. María como primer Sagrario, como primera Custodia, si quiere decirse así, porta en sus entrañas a Cristo, Pan de Vida, Hombre bueno, Hijo de Dios vivo. Y esta presencia íntima no es indiferente al mundo ni se guarda María sus efectos transformadores sólo para ella. ¡Al contrario!

La alegría de María en el magníficat es contagiosa, da vida, es fecunda. Es una alegría que hace saltar a la criatura en el vientre de Isabel: nace la vida donde sólo había esterilidad. ¿Quién de nosotros no vive alguna faceta de su vida o de gente cercana en pura aridez y esterilidad? ¿a quién de nosotros no hay algo o alguien que le preocupa enormemente y que siente que no será capaz de generar vida y alegría por nada? Esa era la situación de Isabel. Esa situación es la que María visita y bendice y acompaña y canta. Poco tiene que ver esta Mujer Inmaculada con estampas de una humildad sumisa ensimismada en ella misma y en el Hijo de sus entrañas. María, en el Evangelio no es así. La mujer que Dios ensalza en el evangelio no es así.

Puede ser también este un bonito día para contemplar en el abrazo de estas dos mujeres santas, la llamada de Dios a dejar que la vida salte de gozo en todos los lugares y personas que visitamos cada uno de nosotros. Pero si me permitís, una oración especial para que todas las mujeres del mundo y las que formamos parte de la Iglesia, seamos capaces de seguir bendiciendo tanta esterilidad y de dar vida también allí donde aparentemente se nos piden actitudes que poco tienen que ver con esta esclava sencilla, valiente y alegre: la Madre de Jesús.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 30 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,29-33

 

Evangelio según San Juan 16,29-33
Los discípulos le dijeron a Jesús: "Por fin hablas claro y sin parábolas.

Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios".

Jesús les respondió: "¿Ahora creen?

Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas.

El texto evangélico de hoy corresponde a la parte final del discurso de despedida de Jesús. Esta larga y compleja pieza literaria, que hemos leído en estas semanas, termina con una firme confesión de fe de los discípulos: “Estamos seguros de que lo sabes todo y… creemos que has venido de Dios”. Sorprende que Jesús no responda a esta confesión de fe con una bienaventuranza, como lo hizo en otros momentos. Al contrario, esta vez responde con una pregunta que refleja suspicacia: “¿Ahora creéis?” Jesús no se deja llevar por el entusiasmo de sus discípulos y les invita a mirar su fe con más profundidad y a poner los pies en la tierra. Jesús predice a sus discípulos que lo abandonarán en el momento más duro y que encontrarán dificultades y dolores que los confundirán.

Pero no todo queda allí, Jesús baja a sus discípulos de las nubes para remitirlos a lo fundamental de la fe: “os he dicho todo esto para que podáis encontrar la paz en vuestra unión conmigo”. La verdadera paz no brota de no tener dificultades, sino de estar unidos en todo momento al Señor. Cuando estamos unidos al Señor, se abren nuestros oídos para escuchar esas palabras que llenan de confianza nuestra vida: “tened ánimo, yo he vencido al mundo”.

Ya casi al finalizar del tiempo pascual la Palabra del Señor nos recuerda que la Pascua no es una arenga de entusiasmo ni vanas ilusiones de no tener dificultades. La Pascua es el tiempo en el que nos unimos al crucificado que ha resucitado, es decir, el tiempo para descubrir que, en medio de nuestras cruces y de los retos que nos cuestan, está presente el Resucitado. Es tiempo para escuchar en el silencio del corazón las palabras pascuales del Señor: “Tened ánimo, yo he vencido al mundo”.

El cristiano es la persona que ha puesto su confianza plena en el Señor. Aún en las circunstancias en las que experimenta su propia fragilidad o la fuerza indomable del mal, sabe en quien ha puesto su confianza: en Aquel que ha vencido el mundo pasando por la cruz. Cuanto más nos unimos a Jesucristo, más experimentamos la verdad de esta paradoja de muerte y vida, de lucha y gozo, y encontramos el ánimo para emprender los desafíos de cada día con la fuerza del amor.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 29 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 24,46-53

 

Evangelio según San Lucas 24,46-53
Jesús dijo a sus discípulos: "Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,

y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.

Ustedes son testigos de todo esto."

Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto".

Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.

Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.

Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría,

y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.


RESONAR DE LA PALABRA


La Ascensión: Una invitación a bajar

 Del mismo modo que nadie fue testigo visual del hecho de la «Resurrección de Jesús», también hay que decir que nadie fue testigo de la «Ascensión de Jesús», a pesar de los conocidos relatos que acabamos de escuchar. y la numerosa y bellísima iconografía artística que reproduce tal cual esta escena. Habría que empezar por aclarar qué entendemos por «cielo» y qué significaría en tal caso «subir al cielo». Nadie piensa al rezar el «Padrenuestro que estás en los cielos», que a Dios se le podría localizar en alguna parte por entre los planetas y galaxias, por muy buenos telescopios que construyamos.

Entender los relatos bíblicos de forma literal llevó a la propaganda rusa a decir que el astronauta Gagarin habría dicho en su salida al espacio exterior: “Estoy en el cielo y no he visto a Dios por ningún sitio”, Es fácil encontrar esta cita por internet. Sin embargo, Gagarin era cristiano y jamás dijo cosa semejante. Fue más bien en un discurso del Secretario General del Partido Comunista, Nikita Jruschev, al Comité Central de la Unión Soviética quien afirmó: "Gagarin voló al espacio, pero no vio ningún Dios allí". ¡Pues sólo faltaba que lo hubiera visto!

La Ascensión no es cuestión de lugar, ni es sólo cuestión de la ausencia física de Jesús, sino de una nueva presencia. El Espíritu de Jesús, presente y actuante, ocupa el lugar de Jesús, inspira y eleva los corazones, sopla donde quiere, abre los labios a la alabanza, hermana a sus seguidores y hace creíble el testimonio de los creyentes. La Ascensión de Jesús a la derecha del Padre no supone que quedemos abandonados a nuestra suerte; al contrario, a partir de entonces podemos experimentar la plenitud de Jesús dentro de nosotros. Jesús ya no pertenece ni al tiempo, ni a una cultura ni raza judías, ni a un cuerpo masculino con un aspecto muy determinado. Constituido Señor del Universo, ascendido al Padre, pertenece ya a todos los hombres, a todas las épocas y a todos los pueblos. Todos tenemos acceso a él.

Para los seguidores de Jesús la Ascensión es una invitación a bajar. Porque la vida de Jesús en medio de nosotros estuvo marcada por el verbo «bajar»:

— El Hijo del Altísimo «bajó» a nuestra humanidad, al seno de una mujer, y luego hasta una cueva de Belén. Lo llamamos encarnación o «abajamiento».

— Bajó el «volumen» de la atronadora voz del Dios que se oyó en el Sinaí cuando dictaba los mandamientos, o se hacía sentir entre relámpagos, fuegos y terremotos, para convertirse en un susurro, en una Palabra ofrecida discretamente en la comunidad reunida en su nombre, para que sea acogida libremente y sin miedos.

— Rebajó sustancialmente la tremenda lista de normas, leyes, obligaciones y prohibiciones que hacían al hombre arrastrarse continuamente para el peso del pecado. El suyo, ya sabenos, es un yugo ligero y llevadero. Al final todo lo redujo a un solo mandamiento: el amor.

— Bajó hasta las riberas del Jordán (dicen que es uno los ríos más bajos de la tierra), para bautizarse entre pecadores. Y descendió todos los peldaños para poder estar entre los más bajos de la sociedad: prostitutas, leprosos, ciegos, samaritanas desconcertadas en el amor, pescadores de escasa cultura, pobres... Bajó hasta donde estaban los más hundidos, y aplastados por los de siempre... Para ayudarlos a SUBIR.

— San Pablo recoge uno de los primeros himnos cristológicos, donde nos indica que «A pesar de su condición divina... se despojó de su rango, y se rebajó, pasando por uno de tantos, hasta la muerte, y una muerte de Cruz. Y por eso Dios lo levantó... El Hijo del Altísimo se rebajó... y por eso la fiesta de hoy vendría a significar ese ser levantado por el Padre para que recupere su condición divina, el «nombre sobre todo nombre».


Pero, subir, subir... muy pocas veces: Al monte, de las bienaventuranzas para enseñar a las gentes y al Tabor, para charlar con Moisés y Elías y también con sus Doce. Por cierto que en aquella ocasión, Pedro estaba tan a gusto allá «arriba», que propuso quedarse, y preparar tres tiendas. Pero Jesús tuvo que indicarle que había que «bajar». Y subió hasta Jerusalem (que está en lo alto de un monte), varias veces, para ser al final elevado en una cruz.

Aunque pueda parecer una paradoja la Ascensión de Jesús nos invita a «subir hacia abajo», como él mismo hizo siempre. Sólo bajando... se llega a lo más alto. Nosotros «bajamos» y Dios nos «levanta». Muy breve y bellamente lo escribió JUAN ANTONIO VALLEJO-NÁJERA:

Baja y subirás volando
al cielo de tu consuelo,
porque para subir al cielo,
se sube siempre bajando. Concierto para instrumentos desafinados)

Jesús invitaba a sus discípulos a «bajarnos», por ejemplo:

• «Los últimos serán los primeros». Él es un vivo ejemplo de ello: el primer «ascendido» por el «Jefe».
• «El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos». Aunque para ello haya que agacharse a los pies de quien sea «armados» de una toalla, para lavárselos.

Diríamos que Jesús nos invita a «subir hacia abajo», como él mismo hizo siempre. Sólo bajando... se llega a lo más alto. Nosotros «bajamos» y Dios nos «levanta». El Señor Jesús nos ha dejado libre "el ascensor» para que tengamos acceso hasta el cielo (=Dios).

Pero antes nos toca bajar a la arena del mundo y procurar que esta tierra empiece a ser el cielo. Porque «el cielo» no está donde solemos pensarnos. Me gusta cómo lo explica esta historia:

«Había una vez dos monjes que, en un manuscrito antiguo, encontraron noticia de un lugar donde el cielo y la tierra se tocaban, y decidieron ponerse en camino en su búsqueda. Subieron montañas, cruzaron ríos, atravesaron desiertos, sufrieron toda clase de penalidades en su viaje por todo el mundo y superaron toda tipo de tentaciones que pudieran apartarles de su propósito.
Por fin llegaron a la puerta de la que hablaba el viejo manuscrito. Estaban a unos segundos de colmar sus anhelos. Bastaba llamar, y uno se encontraría ante Dios. Iban a pasar la frontera entre el cielo y la tierra. Por fin se abrió la puerta, y cuando entraron, se encontraron en la celda de su monasterio. Entonces comprendieron que el lugar donde el cielo y la tierra se tocan se encuentra en la tierra, en el puesto que Dios nos tiene asignado».

Ahí (aquí) es donde podemos encontrarnos con Dios. Aquí es donde está la puerta del cielo. Y aquí tenemos nuestro trabajo: ir (bajar) hasta los confines del mundo, procurando destruir todos los infiernos y ayudando a hacer de esta tierra un cielo...

Algún día el Padre también tirará de nosotros hacia «arriba», y estaremos siempre con él. Que eso es el cielo.

Podemos orar estos próximos días con las palabras del Apóstol en la segunda lectura de hoy:

El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama.

Pero ¡ojo!, como avisaron aquellos dos vestidos de blanco: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?». Hasta que llegue el momento de subir.... nos toca bajar, poner los pies en la tierra y hacerla mejor, siguiendo los mismos pasos del que hoy ascendió a la derecha del Padre.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 28 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,23b-28

 


Evangelio según San Juan 16,23b-28
Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.

Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.

Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.

Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes,

ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios.

Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre".


RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

“En mi nombre”: ¿qué quiere decir esta fórmula? Quizá lo primero que nos viene a la mente es que equivale, cuando se trata de pedir, a hacerlo por medio de Jesús, tomándolo como intercesor. Pero en este mismo pasaje del evangelio afirma Jesús que no va a intervenir ante el Padre por nosotros; no es preciso que haga de filtro, ponga el sello a nuestra petición y le dé curso oficial con una señal aprobatoria. Y cuando el Padre da en nombre de Jesús (v. 23b, según cierta traducción), tampoco sería necesario que Jesús hiciera de portador de los dones del Padre hasta nosotro.

En ese caso, ¿qué significa la fórmula en cuestión? Sencillamente, estar adheridos por la fe y el amor a Jesús, creer que ha salido de Dios (v. 27), pertenecerle de verdad. Por la fe y el amor, él está en nosotros y nosotros en él. Y si lo hemos acogido y él habita en nosotros, el Padre nos ama y nos atiende. Tenemos hilo directo con el Padre.

Sin embargo –diréis–, la práctica de la liturgia es constante: la de pedir “por Jesucristo nuestro Señor”. De acuerdo, y seguiremos ejercitándonos en ella, porque Jesús es el Mediador y el que intercede ante Dios Padre por nosotros. Pero aquí se nos da un toque de atención para que vivamos toda súplica desde la fe en Jesús y el amor a Jesús. Y ese es el punto sobre el que nos podemos examinar.

Sin esa raíz y clave, sin esa comunión vital, toda petición pierde su sentido. Fe y amor son el sello que la hace cristiana y la vuelve acepta ante el Padre. Jesús, en este pasaje, nos apremia a que activemos esos dinamismos básicos que son como las alas de toda súplica (sea breve o no tanto, tenga un contenido u otro, la hagamos en soledad o en comunidad, la musitemos o la expresemos en voz alta); esas alas la llevan ante el acatamiento del Padre.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 27 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,20-23a

 

Evangelio según San Juan 16,20-23a
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

"Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo."

La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo.

También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar.

Aquél día no me harán más preguntas."


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

«Todo tiene su tiempo: tiempo de llorar, tiempo de reír»: es la sentencia del Eclesiastés que tantas veces habremos recordado. En su primera parte, la del desconsuelo y llanto, la habremos vivido al sufrir la pérdida de seres queridos. Hay, sí, un tiempo de aflicción, y no está bien rehuirlo. No es un modelo el joven que se negó a acudir al entierro de su abuelo porque –decía él– «no soy un fanático de los cementerios». De acuerdo en no ser fanáticos ni necrófilos, pero hacer duelo ahonda nuestra humanidad, es un signo del amor y un modo de dar cauce al pesar por la pérdida sufrida.

Hay también un tiempo de alegrarse, de estar más contento que unas pascuas. Es otra expresión del amor: se ha recobrado a la persona querida, la tenemos de nuevo con nosotros. No riman con la Pascua las caras tristes. El Señor nos tendría que interpelar como a María Magdalena: «Mujer, ¿por qué lloras?». Se han de cumplir más bien estos versos: «Hoy la cristiandad se quita / sus vestiduras de duelo». Ese “hoy” no quiere ser efímero, tener las horas contadas; es el “hoy” que se repite en el “Acuérdate, Señor” de toda la octava de Pascua. Ese hoy quiere ayudar a vivir bien el duelo: tal es quizá uno de los motivos por los que los anuncios de la pasión y muerte de Jesús acaban siempre con el anuncio de su resurrección. Se hace así para que no vivamos sin noticias de esperanza, para que sepamos quitarnos en su momento las vestiduras de duelo.

A una religiosa que trabajaba en África le llegó la noticia de la muerte de su madre. Ella se lo comunicó a las mujeres del poblado, que la acompañaron tres días enteros en el llanto y la oración. Tiempo después una de ellas la vio apesadumbrada y le preguntó por la causa. Respondió que estaba recordando a su madre. Esta fue la réplica de la interlocutora: “¿Por qué seguir triste? ¿Es que no hemos llorado ya todas las lágrimas?”. Vivir el duelo, sí, y muy a fondo; pero no quedar atrapados por él, como le pasaba a María Magdalena, que se había quedado aprisionada por el Viernes Santo cuando ya había amanecido la luz pascual. El encuentro con Jesús le hizo poner el reloj biográfico en hora con el Domingo, el Día del Señor.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 26 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 24,46-53

 

Evangelio según San Lucas 24,46-53
Jesús dijo a sus discípulos: "Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,

y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.

Ustedes son testigos de todo esto."

Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto".

Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.

Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.

Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría,

y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

«Un poco y no me veréis». “Un poco”: en efecto, quedan contadas horas para la muerte de Jesús, para que no esté ya físicamente visible entre los suyos. «Otro poco, y volveréis a verme». “Otro poco”: la ausencia tiene una duración limitada. Podrán sobrellevarla.

Pero prestemos atención sobre todo al verbo “ver”. No podemos resbalar sobre él. Porque aquí no se trata solo de percibir algo o alguien que entra en el campo visual del sujeto o de dejar de percibirlo porque queda fuera de ese campo. El “no me veréis” nos hace barruntar la crisis de fe por que pasan los discípulos cuando Jesús es detenido y sufre la pasión; nos hace pensar en su desconsuelo, y también quizá en el desaliento y la retirada, en el desplome de las expectativas que la comunión con Jesús habían generado en ellos. ¿Se quedaría todo en el recuerdo nostálgico de una experiencia demasiado bella y fugaz?

Y el “me veréis” no se refiere simplemente a que, pasados unos días (“un poco”) lo van a tener de nuevo al alcance de la vista. Ver es gozar la gracia indecible de una presencia, es saberse tocado por ella y llenarse de alegría, es sentirse conquistado de nuevo, es sentirse confirmado, ahora definitivamente, por la verdad y la vida de Jesús. Es vivir un encuentro imborrable que dará pulso e impulso a la misión.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 25 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,12-15

 

Evangelio según San Juan 16,12-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

"Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.

Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.

El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.

Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

Ya recordábamos ayer una de las actividades del Espíritu: habilitar a los discípulos para perdonar los pecados. Quienes han recibido esa unción pueden llevar a cabo la misión de perdonar en el nombre del Señor. Y a través del perdón recibido entramos de nuevo en el orden del amor.

Pero no se agota ahí la obra del Espíritu. Don suyo es conducir a la verdad plena. Es el pedagogo que lleva a la verdad de Jesús, a la verdad de Dios. Hagamos un breve ejercicio de memoria histórica eclesial y recordemos el montanismo, movimiento surgido en el siglo II. Su promotor, Montano, afirmaba que el Espíritu Santo descendía sobre él y sobre sus discípulos y les comunicaba nuevas revelaciones. La gran Iglesia no aceptó este movimiento: la misión del Espíritu es ser memoria de Jesús.

La verdad de Jesús y de su evangelio no es como un teorema geométrico. «No se entra en ella sino por la caridad», enseñaba san Agustín. Para entrar en la verdad, para comprenderla hasta el punto de vivir de ella, es preciso estar sensibi¬lizados para las cosas que la verdad revela, y esa es la obra del amor. El que se dirige al museo sin experimentar el menor amor por el universo del arte, no comprenderá nada de las obras expuestas. Con más razón hemos de decirlo cuando se trata de la Pala¬bra de Dios: el Espíritu Santo, que es amor, modela la sensibi¬lidad de que estamos necesitados para penetrar en el mundo desde el que habla el que es la Palabra de Dios, el que revela a Dios y las cosas de Dios. Esto es obra del Espíritu. No estorbemos su misión.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 24 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,5-11

 

Evangelio según San Juan 16,5-11
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

"Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde vas?'.

Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido.

Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré.

Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio.

El pecado está en no haber creído en mí.

La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán.

Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado."


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:.

Todo tiene su orden. Así sucede en el proyecto de Dios. Si lo propio del sabio es ordenar, con cuánta más razón cabe decirlo de Dios, infinitamente sabio y fuente de toda sabiduría. Todo tiene su orden: primero, la partida de Jesús; luego, el don del Espíritu. Jesús lo revela en este pasaje: «Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré».

Primero, la partida del Maestro, a cuya muerte va unido el don del Espíritu. Jesús, al morir, «inclinando la cabeza, entregó el espíritu/Espíritu» (Jn 19,30). San Hipólito lo expresa con una bella imagen: «Igual que cuando se rompe un frasco de perfume, su olor se difunde por todas partes, al romperse el Cuerpo de Cristo en la cruz, su Espíritu, que mientras estuvo vivo había poseído en exclusiva, se derramó en los corazones de todos».

Luego, la resurrección de Jesús, a la que de nuevo va unido el don del Espíritu. El mismo evangelista lo había indicado páginas atrás: «No había sido dado el Espíritu porque Jesús no había sido resucitado de entre los muertos» (Jn 7,39). El mismo día de su resurrección Jesús se aparece a los discípulos y, después de saludarlos, sopla sobre ellos y les dice: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados». Es la gran obra del Espíritu: difundir por el mundo el perdón que Dios nos otorga por el Cordero degollado. Sí, todo tiene su orden y todo tiene su tiempo.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 23 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 15,26-27.16,1-4a

 

Evangelio según San Juan 15,26-27.16,1-4a
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

«Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.

Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.

Les he dicho esto para que no se escandalicen.

Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios.

Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho.»


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

Comenzamos una nueva semana y seguimos en tiempo de Pascua, un periodo más largo que el de Cuaresma pues necesitamos rumiar, tomar conciencia e interiorizar el acontecimiento central de nuestra fe: la Resurrección. Me da la impresión de que la Pascua no la vivimos con la misma intensidad que la Cuaresma, porque quizá nos resulta más fácil sintonizar con el sufrimiento y el dolor y no tanto con el gozo y la alegría. Y a esto precisamente estamos invitados a vivir en este tiempo: la resurrección de Jesucristo es también la nuestra, su gozo y su alegría es su regalo para nosotros.

Los discípulos necesitaron su tiempo de escuela con Jesús para asimilar este misterio que al final transformó radicalmente sus vidas y, cuando lo hicieron, el Maestro ascendió a los cielos, acontecimiento que celebraremos el próximo domingo. Durante esta semana el Evangelio de Juan se hace eco de este anuncio de Jesús: Él se va, pero no nos deja huérfanos; el Defensor, el Espíritu Santo estará siempre con nosotros.

Precisamente este Espíritu es el que impulsa a Timoteo, Pablo y Silas en la primera lectura de hoy a embarcarse rumbo a la provincia romana de Macedonia para anunciar a Jesús resucitado en Filipos, primera ciudad europea que visitan, conquistada por el padre de Alejandro Magno (Filipos) en el año 355 a. C. Allí nadie nunca ha oído hablar de Jesús, pero la fuerza, el coraje y la audacia del Espíritu Santo, lleva a estos misioneros a anunciar a Cristo en la orilla de un río donde Lidia, primera creyente de Europa, acogió el mensaje de salvación con el “corazón abierto”.

Jesús nos promete hoy su Espíritu, el Espíritu de la verdad. Nos estamos solos. Jesús nos dice hoy “desde el principio estáis conmigo”. Este espíritu Defensor, nos cuida, nos protege, nos ayuda a dar testimonio, a no tener miedo, a ser valientes como Timoteo y Pablo, a tener el corazón abierto como Lidia. Hay una condición: hay que estar receptivos y atentos para dejar al Espíritu posarse sobre nosotros, y para ello necesita su espacio en nuestro interior. Pídele hoy al Señor que te ayude a vaciarte de todo aquello que estorba en el trastero de tu corazón para que su Espíritu pueda acampar a sus anchas. ¡Ven Espíritu Divino!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 22 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 14,23-29

Evangelio según San Juan 14,23-29
Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.

El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.

Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.

Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»

Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !

Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.

Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.


RESONAR DE LA PALABRA


LAS NUEVAS PRESENCIAS DEL RESUCITADO

«Ahora que estoy a vuestro lado»... Jesús les da sus últimas recomendaciones y también algunos regalos como despedida. «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Ciertamente que es una despedida enigmática: «Me voy y vuelvo». Seguramente que en aquellos momentos no entendieron nada de nada. «Me voy al Padre», pero vuelvo a vuestro lado». Lo entenderían mucho después.

Jesús les explicó distintos modos de su nueva presencia. Estará junto al Padre, pero a la vez estará con sus discípulos, nosotros. Podríamos decir: a partir de ahora vais a experimentar en vosotros mi presencia, pero de otra manera. Y también: vosotros vais a ser «el lugar» donde los hombres podrán encontrarme. Ambas cosas. ¿Dónde o cómo será esto? Nos interesa mucho, porque esto es lo que llamamos fe: la experiencia viva de la Presencia del Señor que se encuentra conmigo... sin dejar de estar con el Padre.

Enumero estas presencias, sin orden de prioridad. No se trata de «alguna de ellas», sino de todas juntas, complementándose entre sí, sin excluir ninguna:

+ Primero: Jesús les ha anunciado que «cuando dos o más de ellos se reúnan en su nombre allí estará en medio de ellos». Quiere decirse que la comunidad fraterna, el grupo de apóstoles que se aman entre sí, que se reúnen en su nombre, que dan testimonio del Resucitado, que oran juntos, que comparten sus bienes, que meditan y disciernen juntos, que parten juntos el Pan... es el «lugar» de su presencia, donde acudiremos para encontrarle.

+ Segundo: La Eucaristía. Sobre todo se refiere a celebrar juntos la Cena del Señor. Los hermanos compartiendo el mismo pan y la misma mesa, con un solo corazón y una sola alma, unidos entre sí. A ello se refiere insistentemente usando el verbo «permanecer». El que permanece en mí, el que está unido a mí como la vid a los sarmientos, el que come de este pan...

+ Tercero: El pobre, el enfermo, el hambriento, el emigrante, el preso son también sacramentos de Jesús. Son lugares sagrados donde, al acogerlos estamos acogiendo al mismo Jesucristo. Recordáis, ¿no? Tuve hambre, sed, estuve enfermo... y me acogisteis. La caridad como atención, servicio, atención, compañía, alivio... son la ocasión de poder encontrarnos con él. Algunos preguntarán «cuándo te vimos en esa situación»? Pero los suyos sí que lo sabemos. «Cada vez que... conmigo lo hicisteis».

+ Cuarto: «Haremos morada en él». El interior de cada uno es el lugar habitado por el Espíritu de Jesús. En lo más profundo de ti mismo, en lo mejor de ti mismo, en el fondo de tu ser, de tu conciencia... puedes experimentar su presencia vivificadora, luminosa, fortalecedora. La oración personal, cerrando la puerta de tu cuarto y escuchando en silencio, te permitirá escuchar su voz. Somos templos de Dios, como dejó dicho San Pablo.

+ Y quinto: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él». La Palabra de Jesús guardada en el corazón. Precisamente el Evangelio de hoy insiste en ello.

Los católicos tenemos bastante clara la presencia de Cristo en la Eucaristía, y nos provoca sincera devoción y para muchos es el centro de su vida espiritual. Sin embargo, debiéramos profundizar y dar mayor relevancia a las otras presencias indicadas. En particular voy a referirme a la última, ya que nos ha dicho hoy Jesús: «El que me ama guardará mi palabra». El Concilio Vaticano II, citando a San Jerónimo, nos recuerda: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo»y añade: «Recuerden que a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras».

Os aliento a que acerquéis a vuestra vida la Palabra de Dios. Es Dios mismo quien nos habla. Todos los días, en el inicio del día, en medio o por la noche, leamos, escuchemos y meditemos un texto de la Palabra de Dios, pues no solo experimentaremos cómo Dios habla, sino que encontraremos esa Palabra que todos necesitamos para hacer el camino de nuestra vida y que viene de Dios mismo, que es Palabra hecha carne. Cuando nos acercamos a la Palabra, nos acercamos a Cristo. Todos los seres humanos están deseosos de una palabra que les dé salidas y ofrezca caminos, ¿cómo no desear que Cristo nos hable, si Él es la Palabra definitiva, clara, contundente, viva, que Dios dice a toda la humanidad? (+Carlos Cardenal Osoro, arzobispo de Madrid, 23 Mayo 2019)

No podemos escuchar o leer la Escritura como un libro más. No. Es Palabra de Dios, en la que Él comienza un diálogo con nosotros en lo más profundo del corazón. Como escribía san Agustín después de una larga vida de búsqueda: «he llamado a la puerta de la Palabra para encontrar finalmente lo que el Señor me quiere decir».

No tardaremos en celebrar la fiesta grande de los Hijos del Corazón de María. Ella, como amaba tanto a Jesús, guardaba su Palabra, meditándola en lo más profundo de sí misma. Demos a la Palabra de Jesús el lugar que se merece: leámosla en nuestra oración personal, preparemos la Misa leyendo antes las lecturas, estudiémosla (no es un libro fácil)...

Termino con unas palabras de un santo padre de los primeros siglos de la Iglesia:

Lo mismo que prestamos atención para que no se nos caiga al suelo nada de nuestras manos cuando se nos entrega el Cuerpo de Cristo, así tenemos que prestar atención, a fin de que no caiga de nuestro corazón la palabra de Dios que generosamente se nos da, lo cual sucede si pensamos en otra cosa o nos ponemos a hablar (en vez de escuchar). Quien oyese con negligencia la palabra de Dios, no sería menos culpable que el que hiciese caer por tierra, por negligencia, el Cuerpo de Cristo. (Cesáreo de Arlés, † 543)

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf .

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 21 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 15,18-21

 

Evangelio según San Juan 15,18-21
Jesús dijo a sus discípulos:

«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.

Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.

Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes.

Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»


RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

Parece que la lectura de Hechos de hoy da un giro a las decisiones tomadas por los apóstoles. Sorprende que Pablo hiciera circuncidar a Timoteo. Al margen de la intencionalidad de este dato -considerado poco probable históricamente- que seguramente quiere subrayar la cercanía entre Pablo y la Iglesia de Jerusalén, cuando veíamos lo contrario, podemos pensar en la importancia de la flexibilidad. Que alguien que ha defendido una postura, tenga la capacidad de hacer una excepción, en una circunstancia justificada, y ponerse al lado de sus oponentes, es un gesto que puede crear comunión.

La comunión no es algo sencillo. Hay que saber ceder y ayudar a otros a que cedan también. Las posturas rígidas e inamovibles pueden mantenerse en ciertos momentos de confusión, pero no perpetuarse por encima de todo. Jesús no se pasó la vida echando a los mercaderes del templo o insultando dirigentes. Lo hizo, cuando tuvo que hacerlo. Pero Él no fue odiado por eso.

Jesús fue odiado -como lo seremos nosotros, tal y como Él predice- por transmitir un nuevo modo de comprender el mundo y la vida, desde un Dios que se va descubriendo: cercano, misericordioso, entregado, amable, amante. Un Dios que encontró en el ser humano una joya de incalculable valor. Una joya, que ni el propio ser humano es capaz de descubrir sin Él.

Jesús fue odiado porque demostró que el ser humano puede amar sin límites, aprendiendo a amar como el Padre ama al Hijo.

Jesús fue odiado porque enseñó que todas las personas -no sólo unas pocas elegidas- pueden aspirar a la plenitud de la vida humana y más allá, a la vida eterna.

Si hemos de ser odiados y perseguidos, que lo seamos porque entendemos y vivimos a Jesús, el Cristo Resucitado. Es decir, porque, a pesar de todo, Él vive en nosotros. Y, en definitiva, Él sigue siendo el perseguido. No nosotros.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 20 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 15,12-17

 

Evangelio según San Juan 15,12-17
Jesús dijo a sus discípulos:

«Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado.

No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.

Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.

Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.

No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.

Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

Según hemos leído los dos últimos días en el libro de los Hechos los apóstoles van haciendo un proceso de discernimiento. En la lectura de hoy (Hch 15, 22-31), podemos decir que está el desenlace, la conclusión del discernimiento, que ya ayer se veía. Y el mensaje que se transmite a los paganos convertidos es el de “no imponer más cargas que las indispensables”.

Tuvieron que ser momentos difíciles, los de aquella comunidad, para ir desentrañando el condensado mensaje de Jesús, sobre todo entre quienes habían sido fieles a la ley de Moisés y tenían que entender y asumir la plenitud que Jesús quería dar a esa ley. Pablo fue afortunado con el impacto que recibió camino de Damasco, pero no todos tuvieron esa gracia. La mirada benévola sobre la responsabilidad y el discernimiento de esta primera comunidad, creo que nos puede ayudar a ser pacientes para construir Iglesia en nuestros días. Al mismo tiempo, nos puede animar a ser exigentes, recordando a quien no lo recuerde, que los apóstoles no “liaron pesados fardos” a quienes abrazaban la nueva fe y contribuían a la extensión del mensaje de Jesús, confiando en la salvación que llega por la gracia.

Quizá este discernimiento de los apóstoles estuvo alentado por el mandamiento del amor de Jesús. Jesús, que considera amigos a quienes conocen al Padre por Él. Jesús, que ha dado la vida por los amigos fuertes de Dios y por todos los hombres. No hay, ni habrá, amor más grande.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 19 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 15,9-11

 

Evangelio según San Juan 15,9-11
Jesús dijo a sus discípulos:

«Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.

Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

La alegría que nace de quien camina en verdad, está llamada a plenitud. Como sarmientos vivos, que recordábamos ayer, queremos permanecer en el amor de Dios, mostrado en Cristo Jesús.

Muchos cristianos llevamos una vida de mucha actividad. Además, el ritmo social de estos tiempos es acelerado, pretende abarcar mucho: muchas relaciones sociales, muchas reuniones sociales, muchos compromisos sociales, muchos aprendizajes sociales...

Estar de un lado para otro, de una actividad a otra, puede desorientarnos y nublar la experiencia de permanecer unidos a Cristo, de durar en su amor, de perseverar en nuestra comunión con Él, y, a través de Él, con nuestros hermanos. Por eso, en medio de unas cosas y otras, no podemos perder la perspectiva que nos nutre. Conviene que miremos y cuidemos, con frecuencia, las raíces que nos alimentan y dan vida, para que la savia del Resucitado fluya con todo su vigor hacia nuestras ramas, para que siempre tengan vida en abundancia.

La permanencia en Él -que el texto evangélico de hoy nos dice que es permanencia en su amor- se proyecta sobre la alegría de lo que somos –su alegría está en nosotros y así nuestra alegría llegará a plenitud-, y no de lo que hacemos, aunque no podamos dejar de hacer, y nuestras acciones también nos traigan contento, un tímido reflejo del júbilo final.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 18 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 15,1-8

 

Evangelio según San Juan 15,1-8
Jesús dijo a sus discípulos:

«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.

El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.

Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié.

Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.

Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer.

Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.

Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.

La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

Sin Cristo, no hay camino que nos lleve a la verdad, no hay vida que nos lleve a plenitud. Permanecer en Él es la clave y el reto del cristiano. Y en este desafío resuenan aquellas palabras, cuando, en soledad, toma conciencia del Cáliz que ha de beber: “¿Duermes? ¿No has podido velar ni siquiera una hora? Velad y orad…” (cf. Mc 14, 37b-38a).

Velar es permanecer en Él, es dejar que Él permanezca en nosotros; saber ver que está ahí contigo. O que, al menos, al despertar de nuestros despistes cristianos, podamos decirle: “Perdona, no me había dado cuenta de que estabas ahí”. Velar es permanecer en el camino, no cesar en la búsqueda de la verdad, comprometerse para que triunfe en este mundo la vida. Y para velar, para permanecer en Él, es necesario orar. Orar para conservar en el corazón sus palabras y pedir, alabar, adorar, agradecer, conversar… lo que deseemos, de forma que se haga la voluntad del Padre y abunden los frutos del Reino.

Así, si vivimos injertos en la vid de Cristo, cualquier “altercado”, “discusión” o “tensión” que se manifieste en la comunidad cristiana, en la familia o en la comunidad religiosa, podrá encaminarse hacia su superación, como sugieren los Hechos de los Apóstoles en la primera lectura de hoy. Con Él es posible. No nos “durmamos”, ni un segundo, pensando qué ocurriría si lo intentáramos sin Él.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 17 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 14,27-31a

 Evangelio según San Juan 14,27-31a


Jesús dijo a sus discípulos:

«Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !

Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.

Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.

Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí,

pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

De “dioses con figura humana” a “apedreados”. Continúa la persecución de los apóstoles. Como antes del encumbramiento. Pero, fijaos bien, la valoración de la misión es positiva. Al volver a Antioquía y “evaluar” con la comunidad lo que habían hecho, se fijan no en los inconvenientes, sino en el logro de la puerta de la fe abierta a los gentiles.

Con frecuencia, nuestras evaluaciones actuales, sofisticadas y bien elaboradas, se fijan más en los inconvenientes, en las dificultades, para ser conscientes, para buscar soluciones... Y, so capa de humildad, no dan mucha importancia a los logros. Que también los hay. Y sí, somos conscientes de las dificultades, pero no parece que sepamos encontrar soluciones satisfactorias en la misión que cada uno tiene encomendada.

¿No nos tendría más cuenta fijarnos en lo conseguido, en los éxitos, por pequeños que nos parezcan, en la bondad y el triunfo de una misión que es del Señor y que, por tanto, él cuida, guía y hace fructificar a su manera?

Confiemos en quien nos da y deja su paz, no como la da el mundo. Confiemos en quien nos invita a la valentía y a la firmeza, estando a nuestro lado para que no tiemble nuestro corazón. Confiemos en quien ama al Padre y se sabe amado por el Padre, en una comunión que orienta y da la victoria a nuestra misión. Digamos no al temor, venga de donde venga; digamos sí a la paz de Jesús.

Padre Bueno y Misericordioso,
que sin méritos nuestros nos envías,
como enviaste a tu Hijo Jesús.
Danos tu Espíritu de Paz,
tu Espíritu de Amor,
tu Espíritu de Fortaleza,
para que seamos
astutos, confiados y fieles
colaboradores de tu misión.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 16 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 14,21-26

 

Evangelio según San Juan 14,21-26
Jesús dijo a sus discípulos:

«El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él".

Judas -no el Iscariote- le dijo: "Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?".

Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.

El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.

Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.

Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

¡Feliz lunes de la quinta semana de Pascua! Deseo que este tiempo te esté regalando experiencias pascuales para actualizar la fe y resucitar el amor y la esperanza.

Y, para tener más vida, ya está aquí y resuena la promesa del Espíritu Santo. Es hora de ponerse a al escucha del Paráclito. Él es quien actualiza la palabra de Jesús, su enseñanza, el sendero que lleva a acoger el amor del Padre. Él prepara la morada humana que recibe al Dios uno y trino. Él nos va haciendo conscientes del Evangelio entre líneas que escribió Jesús con su vida, muerte y resurrección.

Este es el Evangelio que predican Pablo y Bernabé. Aunque la predicación les juega malas pasadas. En este caso un modo de persecución no de las personas, sino del mensaje. Considerar a Bernabé y a Pablo “dioses en figura de hombres” destruye el mensaje que quieren transmitir los apóstoles. Es una tentación que se da no pocas veces. No sólo en quien predica, sino en cualquier cristiano que se preocupa sanamente por trasmitir su fe: “si me consideran ‘el mejor’, ‘el más comprometido’, ‘el más inteligente’, ‘el más brillante’, ‘el de más talento’ o ‘el más sencillo y humilde’ podré dar buen testimonio de Jesús y llegar a mucha gente”. Poned estas palabras u otras parecidas. Hay que reconocer que es una miel tentadora. Pero sería como quedarse en los hosannas de la entrada de Jesús en Jerusalén, sin leer el resto de los relatos de la pasión-resurrección. Y todos sabemos que los hosannas callan pronto –además provocan adicción- y que lo que permanece es la vida nueva en la resurrección, para lo cual hay que pasar por la cruz. No queramos ser más que nuestro Maestro, para que Dios se digne morar en nosotros y seamos asamblea de vida.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 15 de mayo de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 13,31-33a.34-35

 

Evangelio según San Juan 13,31-33a.34-35
Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.

Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.

Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'.

Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.

En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros".


RESONAR DE LA PALABRA

EL AMOR,
MANDATO Y SEÑAL


El Verbo de Dios es quien nos revela que Dios es amor (1Jn 4,8), a la vez que nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, es el mandamiento nuevo del amor. Así, pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles (Gaudium Spes 38)

Después de una vida como la suya, tan llena de gestos, de compromisos, de opciones valientes, de renuncias... Una vida en la que fue dejando amigos por doquier, con momentos de intensa alegría; con espacios de silencio para contemplar, descubrir, sorprenderse, profundizar en los acontecimientos y reposar las cosas delante del Padre; con buenos recuerdos compartidos o saboreados a solas... cabría esperar de Jesús un «testamento» largo, profundo, denso...

Pues cuando Judas -símbolo del desamor, de la traición, de la incapacidad para crear comunidad, para acoger el amor gratuito- sale... Jesús sabe que su Hora está cerca y es cuando nos deja su último mensaje, su Testamento.

Habla principalmente de dos cosas: De «mandamiento» y de «señal».

En este momento no sugiere, ni propone, ni invita: MANDA.
- Manda porque parece la única forma de que se nos quede grabado en nuestra conciencia.
- Manda porque sabe lo débiles que somos, y las simples «invitaciones»... no solemos tenerlas muy en cuenta.
- Manda porque sabe que nos atrapan los mil y un «mandamientos indiscutibles» de la sociedad y de la cultura en que nos movemos: Gasta, disfruta, no te fíes, esconde, disimula, sube, vence, destruye, acapara, aparta, descarta, y tantos otros, etc (todos «imperativos», mandatos).
Manda algo que, a primera vista, «no se puede mandar», porque nuestros sentimientos son lo más caprichoso, inconstante, cambiable, y rebelde que puede sentir el ser humano. No los elegimos, y no depende de nosotros tenernos o no tenerlos. Es imposible, a base de voluntad y de esfuerzo sentir cariño por personas que nos resultan indiferentes, que no nos «caen», con las que tenemos poco en común o que directamente no tragamos... Esto no se puede mandar, porque no está en nuestra mano obedecer.
 ¿Cómo podemos mostrar amor por los «Judas» de nuestra vida, que nos han hecho tanto mal? ¿Cómo podemos amar a esas «personas tóxicas», cuya presencia nos daña, nos desgasta, nos hace perder la paciencia y los nervios, nos fastidian...?
¿Cómo puede mandarnos que arranquemos de lo más profundo de nuestro corazón la rabia, el rechazo, el odio, la venganza o la simple indiferencia? Ya quisiéramos, pues lo cierto es que estamos convencidos que se es más feliz sin almacenar tanta basura en el corazón... pero pocas veces somos capaces de reciclarla o eliminarla por nosotros mismos.
Y resulta que aquello que sólo haríamos por una persona muy especial para nosotros... nos MANDA hacerlo con todos y cada uno de los que encontramos en el camino. Nos manda amarnos unos a otros. No se trata de ser educados y correctos o amables (que no sería poco). «Como Yo os he amado». Es decir: nos MANDA amar hasta dar la vida. ¿No es demasiado? Nos manda/reta a la transformación más radical y profunda. Se trata de un «MANDAMIENTO» muy especial por lo difícil, porque es imposible.

Pero hay que tener muy en cuenta que Jesús les dice todo esto «al final», cuando se está despidiendo de sus discípulos. Jesús durante toda su vida les ha estado enseñando, acompañando, ayudando, corrigiendo, haciendo crecer... sin ponerles condiciones. Ellos han sido los primeros en experimentar personalmente los «efectos» de un amor así. Y por lo tanto, parece lógico CORRESPONDER a ese amor, tratar de amarLE del mismo modo. Pero Jesús hace un desplazamiento impresionante, sorprendente: Que el amor que sentiríamos por él, el agradecimiento y la acogida de todo lo que él es y hace por nosotros... lo volquemos sobre los hermanos, sobre la Comunidad de Discípulos. "Si me amas".... "amaos".

Todos florecemos cuando nos sentimos amados porque “el amor echa y nos invita a echar raíces en la vida de los demás. Nos pertenecemos los unos a los otros y la felicidad personal pasa por hacer felices a los demás. Todo lo demás es cuento. Cuando las personas no amen más, será verdaderamente el fin del mundo, porque sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra (Papa Francisco en Rumanía, 2019)

Y sólo sería «mandamiento» en la medida en que hayamos experimentado la 2ª parte de la frase «como yo». Cuando alguien se siente amado, se sabe amado... se hace capaz de amar, desborda sobre otros su amor. Y en el caso de Jesús muchísimo más. Esta es la clave de su «mandamiento»: TRANSMITIR LO QUE HAYAMOS RECIBIDO Y EXPERIMENTADO DE ÉL. Si nos hemos sentido acompañados, sanados, perdonados, regalados, etc por él... seremos capaces de hacerlo con los otros. Será su Amor en nosotros el que sea capaz de amar así.

 Luego asocia el «mandamiento» con una «SEÑAL». Una señal que hemos de ser nosotros. La señal de que somos de los suyos y que hemos aceptado como Padre a su mismo Padre y hemos experimentado su amor... está en el trato hacia los hermanos, en que nos pongamos a amar. También lo podemos decir al revés: Si no amamos, no podrán reconocer quién es nuestro Padre ni nuestro Maestro.
Para que otros sepan que somos discípulos, amigos de Jesús, no podemos presentar ningún carnet, ni vale el certificado de bautismo, ni recitar de memoria el catecismo entero (que ya es difícil)... ni que demos la lata a familiares y conocidos diciendo que lo somos... En el empeño y en el estilo de amar es donde podrán detectar quiénes somos realmente.

Como somos débiles, a veces seremos señal y otras dejaremos de serlo, y puede que incluso seamos un anti-signo. Puede que alguna vez seamos una potente antorcha, y y otras una humilde cerilla en medio de la noche. Nos amaremos unos a otros como buenamente podamos, poniendo en ello alma, corazón y vida.A veces puede ser suficiente con una sonrisa, y otras con el cansancio a flor de piel, a veces con esfuerzo y a veces con desesperanza. Pero nunca amaremos todo lo que podemos, ni tal como él nos amó. Nos reconocerán como discípulos suyos en que nunca nos cansemos de intentarlo.

Y cuando ya no podamos, cuando nos resulte imposible, acudiremos a Él, para pedirle que nos haga experimentar con más fuerza ese mor suyo. Ese Amor que llamamos ESPÍRITU SANTO y que él nunca niega a quienes se lo piden. Esta ha de ser nuestra oración principal e incansable. Sólo el Espíritu nos hará ser lo que realmente somos: hijos, hermanos y discípulos.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA