lunes, 31 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 5,21-43

 

Evangelio según San Marcos 5,21-43
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.

Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,

rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".

Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.

Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.

Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.

Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,

porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".

Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.

Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".

Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".

Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.

Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.

Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".

Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?".

Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".

Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,

fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.

Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".

Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.

La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".

En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,

y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.


RESONAR DE LA PALABRA

El otro lado

"Jesús cruzó entonces al otro lado del lago". Es en esta "otra orilla" donde se encuentra con Jairo, resucita a su hija y cura a la mujer que sangra. George Valliant, un psiquiatra, escribe en su libro Spiritual Evolution: "Todas las formas de curación espiritual tienen en común la empatía, la curación dentro de un círculo de personas solidarias, el permiso para sentir y expresar la emoción, la responsabilidad compartida por el dolor y la reverencia por la vida más que por el yo".

Sólo la empatía puede cruzar al "otro lado" y conectar con los que viven allí. Mediante la empatía, ampliamos nuestro círculo del yo para incluir al otro como parte integrante de nuestro propio ser. Sin empatía, separamos, excluimos, deshumanizamos y demonizamos a los del otro lado. Por eso, cuando sus militares, instruidos en el arte de la alteridad, se alegraron de la eliminación de Absalón, David se afligió, pues veía a Absalón como una extensión de sí mismo.

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 29 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 4,21-30

 


Evangelio según San Lucas 4,21-30
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".

Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".

Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún".

Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.

Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.

Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.

También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".

Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron

y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.

Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.


RESONAR DE LA PALABRA


TE NOMBRÉ PROFETA DE LOS NACIONES

Me resulta admirable, a la vez que digno de compasión el protagonista de la primera lectura de hoy. ¡Vaya historia la de Jeremías hace una barbaridad de años! Admirable e incluso me atrevo a decir que «envidiable» que el Señor se dirigiera a él de forma tan clara, con palabras tan bellas y llenas de ánimo! Aunque también le avisa de que lo va a pasar mal. ¡Vaya con los elegidos del Señor! Te elegí antes de que nacieras, te constituí profeta de las naciones... pero.... lucharán contra ti los reyes y príncipes, los sacerdotes y el pueblo. ¡Menudo plan! No podrán con él, le promete Dios, pero... lo pasará fatal y Dios seguirá insistiendo en que no renuncie, que no se canse, que siga....

Y ¿qué tiene que ver lo que le pasó a aquel admirable y sufrido profeta tan lejano, con lo que me pasa a mí? ¿Para qué me sirve la historia de Jeremías? La Biblia nos enseña, entre otras cosas, que cuando Dios se acerca al hombre, su Palabra pretende cambiarnos y prepararnos para la lucha/misión: cambiarnos a nosotros, así como nuestras relaciones y e incluso situaciones concretas de nuestro mundo. Y cuando Dios nos sale al encuentro, lo hace teniendo en cuenta el contexto personal, social, político y religoso, para poder plantear sus planes y propuestas. Es decir: Dios busca, elige, se acerca a personas concretas... para ofrecer caminos a su pueblo. Así lo decía Jesús: "el Espíritu de Dios está sobre mí y me ha ungido para...".

El relato de la vocación del profeta comenzaba así: «En tiempos (en los días) del rey Josías»... Es probable que no sepamos casi nada de las circunstancias de aquel rey ni de la situación del pueblo por aquel entonces. Baste decir que el pueblo lo estaba pasando mal: había muchos problemas, se habían desanimado, cada cual se buscaba la vida como podía ("sálvese quien pueda"), y se consolaban y entretenían con falsas esperanzas y con cantos de sirena de sus dirigentes políticos y religiosos: pero no enfrentaban su situación con valentía. Derrotismo, comodidad, confusión y desesperanza. Ahí se presenta Dios llamando a Jeremías.

Quizá sea bueno recordar qué entendemos por «profeta». No se trata de un tipo extraño con habilidades de adivinación sobre el futuro. No solían ser personajes de prestigio o con grandes dotes de convencimiento ni oratoria. En nuestro caso, Jeremías debía tener problemas de dicción: era tartamudo. El profeta es, ante todo, una persona muy sensible a lo que está ocurriendo en medio de su pueblo. Y es alguien con una profunda experiencia de oración, alguien reflexivo y consciente de sus propias limitaciones y... ¡poco más!

El día en que fuimos bautizados, y nos ungieron con el «Aceite/Óleo Sagrado», el sacerdote pronunció sobre nosotros estas palabras:

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que te ha liberado del pecado y dado nueva vida

por el agua y el Espíritu Santo,

te consagre con el óleo de la salvación

para que entres a formar parte de su pueblo

y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey.

Es decir: que todo bautizado ha recibido una llamada de Dios para que sea su profeta, su portavoz, su mensajero. Y por lo tanto podemos aplicarnos nosotros lo mismo que escuchó Jeremías: «antes de formarte en el vientre, te escogí, antes de que salieras del seno materno, te consagré, y te nombré profeta». Nada menos que Dios soñando desde toda la eternidad contigo, para encomendarte una tarea: comunicar a «alguien» lo que Él nos diga. Todo un Dios esperando tu respuesta, que acojas su Palabra, que la hagas palabra tuya, y que la anuncies, aunque tengas que ir contracorriente, y te veas viviendo de distinta manera a como vive todo el mundo... más que nada, porque el mundo no va como Dios quiere. Y seguramente tampoco como queremos muchos. No es necesario repasar nuestras circunstancias sociales, económicas, educativas, políticas, o insistir en los grandes retos de la ecología, de los refugiados, de los descartados por el sistema.... Creo que ya los conocemos, al menos en teoría. Pero sí que me parece oportuno traer aquí unas palabras de ese gran Papa que fue Pablo VI:

Debemos dar un tono de valentía a nuestra vida cristiana, tanto a la privada como a la pública, para no convertirnos en seres insignificantes en el plano espiritual, e incluso en cómplices del hundimiento general. ¿Acaso no buscamos, de manera ilegítima, en nuestra libertad personal, un pretexto para dejarnos imponer por los otros el yugo de opiniones inaceptables? «Sólo son libres los seres que se mueven por sí mismos», nos dice Santo Tomás. Lo único que nos ata interiormente, de manera legítima, es la verdad. Ésta hará de nosotros hombres libres (Jn 8, 32). La actual tendencia a suprimir todo esfuerzo moral y personal no presagia un auténtico progreso verdaderamente humano. La cruz se yergue siempre ante nosotros. Y nos llama al vigor moral, a la fuerza del espíritu, al sacrificio(Jn 12, 25) que nos hace semejantes a Cristo, y puede salvarnos, tanto a nosotros como al mundo. (Pablo VI, Audiencia General 21/03/1975)

Pues ya que todos hemos sido consagrados como profetas por nuestro bautismo, y debiéramos «vivir con valentía nuestra vida cristiana» para no ser hoy «insignificantes», o espiritualistas que viven en las nubes, y no tienen nada que aportar al mundo de hoy, e incluso «cómplices»... me propongo y os propongo brevemente, y sin entrar en detalles, algunas posibles llamadas:



Ø Sin miedos y sin nervios. Cuando la situación política y económica es confusa, insegura, cuando las cosas no van como deseamos... no podemos entrar en agresividades, descalificaciones, burlas, insultos y desprecios de «los otros». Nos toca dar un testimonio de serenidad, diálogo, respeto, encuentro, pacificación y reflexión. Nuestra fuerza, nuestros criterios y nuestros valores... están en la Escritura, en Dios. Seamos, pues, personas de reflexión, oración y discernimiento.

Ø Cuando hay tanta corrupción, tanto enchufismo, tanto bulo , tanta irresponsabilidad en el ejercicio de la política, la economía y el mundo laboral... nosotros ofreceremos: Transparencia, honestidad y justicia, y nos pondremos al lado de quienes la defiendan y promuevan. Sin caer en el fácil «y tú más» o el «todos son iguales», «o los otros lo harían peor», o en fanatismos de cualquier color...

Ø Cuando la casa común que es este planeta Tierra está tan deteriorada, y cuando el consumismo como estilo de vida nos ha vuelto egoístas, mientras tantos se aprietan el cinturón hasta la asfixia, a la vez que otros multiplican sus ingresos... nosotros optaremos por la austeridad, por la solidaridad, por el consumo responsable.

Ø Cuando hay tantas personas heridas, descartadas, des-terradas, ignoradas, abandonadas a su suerte... nosotros elegimos ser hospital de campaña, y tender puentes, y ser acogedores, y ejercitar la misericordia del buen samaritano que se detiene, que cura y venda y acompaña al que está al borde del camino.

Ø En este tiempo de relaciones «líquidas» como se llaman ahora, pasajeras, poco comprometidas, poco cuidadas, bastante superficiales, pasajeras... y andamos demasiado saturados con las relaciones «virtuales», a la vez que poco atentos a las relaciones reales, presenciales y cercanas... cuidar la ternura, el diálogo, la escucha, la compañía, la presencia, los detalles, la atención a los otros... empezando por los más cercanos.

Poniendo en práctica algunas de estas claves... probablemente nos sintamos incomprendidos, cuestionados, criticados. Podremos tener la tentación de que esto no es más que una gota de agua en la inmensidad del mar. Podremos sentirnos solos e incomprendidos, especialmente por los más cercanos, por los de «dentro», por los nuestros... ¡Pero si eso mismo le pasó a Jesús en el Evangelio de hoy! Y antes a Jeremías y a tantos otros después que él. Si el Evangelio, por medio de sus seguidores no somos levadura, sal, palabra profética, propuesta alternativa de vida... no habría servido de nada la venida de Jesús, su mensaje, ser discípulos suyos. Seríamos simplemente «una pieza de museo» de otro tiempo... perfectamente inútil y prescindible. Pero si ponemos en el centro el Amor... Todo será distinto. Ser PROFETAS DEL AMOR. Suena bien, aunque seguramente nos duela.

“Se ríen de mí porque soy diferente; me río de ellos porque son todos iguales” (Kurt Cobain)

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 28 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,35-41

 

Evangelio según San Marcos 4,35-41
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".

Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.

Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.

Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".

Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Hoy cambiamos de sección en la secuencia de Marcos; en los últimos días le hemos visto como maestro, enseñando; a partir de hoy le contemplaremos actuando, y actuando con poder. Viene una serie de milagros, uno de cada clase: sobre la naturaleza (la tempestad), de curación psíquica (el poseso de Gerasa), de curación física (la hemorroísa) y de resurrección (la hija de Jairo); es un muestrario completo. Y conviene notar ya algunas características de los milagros de Jesús: no hay ninguno punitivo, sino que todos son benéficos; y los realiza con la máxima sencillez, sin rituales mágicos o misteriosos, sino con una palabra, un mandato, un dar la mano… Jesús es diferente de todos los taumaturgos de la antigüedad.

La escena de calmar la tempestad tiene un modelo indiscutible: la leyenda de Jonás, que duerme tranquilo en la bodega mientras la tripulación se atemoriza ante la galerna. Los tripulantes invocan al Dios de Jonás… y llega la calma. Pero los narradores cristianos tienen también otros puntos de referencia para construir su relato. Según Salmo 107,29, Dios “redujo a silencio la borrasca, y las olas callaron, y así los sacó de sus angustias”; y según Job 38,11, Dios dijo al mar: “hasta aquí llegarás, y no más allá; aquí se estrellará el orgullo de tus olas”. Por otro lado, Jesús increpando al mar recuerda “la voz de Yahvé sobre las aguas… Yahvé sobre las aguas torrenciales” (Sal 29,3), pues él “surca el mar con sus caballos” (Habacuc 3,15). Todo ello habla del Dios creador y señor de sus criaturas, y de Jesús “sentado a su derecha”, compartiendo de su omnipotencia.

Quizá no sea difícil reconstruir la evolución de la narración. Como núcleo histórico estará el hecho de que Jesús y los discípulos atravesaron en barca con frecuencia el lago de Genesaret; alguna vez el mar se revolvió y pasaron angustia, pero Jesús los calmó con palabras de confianza en el Padre providente, y quizá les reprochó su poca fe. Todo ello, contemplado tras la pascua y a la luz de pasajes veterotestamentarios adquiere características nuevas: Jesús, el que muchas veces increpó a los malos espíritus, es realmente el Señor, capaz de realizar las proezas del éxodo, de dar órdenes al mar...

La narración se irá convirtiendo en una gran confesión de fe en la persona de Jesús: “¿Pero quién es este?” En el pasaje emparentado de Mc 6,45ss (Jesús caminando sobre las aguas) los discípulos gritan turbados, y él les dice: “no temáis”. Este estremecimiento de los discípulos, junto a Jesús y en medio del mar, recuerda relatos de aparición pascual, donde la turbación es una constante (Lc 24,38; cf. Mt 14,26), ya que en el Resucitado se manifiesta plenamente lo divino; ante la pesca milagrosa (Lc 5,7ss, retroproyección de Jn 21,6ss), visto el poder de Jesús, “el temor se apoderó de todos”. En la proximidad de Jesús surge, junto con la confianza, la conciencia de pequeñez, de criatura ante su creador.

A lo largo de su historia, la Iglesia ha leído esta narración a su propia imagen: ella camina entre dificultades, a veces con la impresión de que Jesús está “ausente”. Pero él, antes o después, aparece siempre como el salvador y el Señor, y a ella le toca adorarle con un gozo entremezclado con sobrecogimiento reverencial: “¿quién es este?”

Nuestro hermano,
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 27 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,26-34

 

Evangelio según San Marcos 4,26-34
Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:

sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.

La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.

Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".

También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?

Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,

pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".

Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.

No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

En la época de Jesús la esperanza en la llegada del Reino de Dios revestía formas muy variadas. Algunos pretendían implantarlo con la lucha armada, con sus propias fuerzas (zelotas); otros, más moderados, pensaban que lo establecerían con la práctica de la virtud (fariseos), y con el consiguiente menosprecio y alejamiento de quienes no actuasen así; y no faltaban grupo de descreídos o escarmentados (tal vez los saduceos), que se fijaban demasiado en pasadas esperanzas y experiencia fallidas.

El grito programático de Jesús es que llega el Reino de Dios (Mc 1,15). Él es el ungido para anunciarlo y establecerlo, con sus múltiples manifestaciones: consuelo para los afligidos, alimento para los hambrientos, luz para los ciegos, libertad para los cautivos… (Lc 4,18). Pero su forma de presentarlo es original: el Reino es don de Dios, y sus promesas son irrevocables; el Reino se implantará, pero no por la violencia ni como fruto del esfuerzo humano: “Dios lo da a sus amigos mientras duermen”. En Is 5,1-5 y en Mt 21,33 se habla del viñador diligente, que planta cepas, construye la tapia, excava el lagar... En nuestra parábola el campesino parece más bien un holgazán despreocupado. En cada momento Jesús recalca una enseñanza: la diligencia es necesaria en la vida, pero la autosuficiencia humana está reñida con el establecimiento del Reino; esto es asunto del amor gratuito del Padre, siempre dispuesto a acabar con las situaciones de sufrimiento.

La segunda parábola, del grano de mostaza, acentúa especialmente el contraste entre el comienzo insignificante y el final grandioso; en Mt y Lc va unida a la de la levadura, que expone el mismo pensamiento. Jesús invita a percibir que en lo más pequeño está ya virtualmente lo más grande, con lo cual interpreta su vida y, en cierto modo, la nuestra. Él no es un poderoso socialmente influyente, pero su sencilla enseñanza cotidiana, sus gestos de comer con marginados, declarar el amor de Dios a los pecadores, curar a algunos enfermos… son signos de que el Reino está irrumpiendo. Poco importa que sus discípulos sean tardos para cambiar de mentalidad, o que Herodes Antipas le tenga entre ceja y ceja (Lc 13,31); no hay fracaso que anule su esperanza en el Dios que no defrauda. Reafirmando el desarrollo indiscutible y sorprendente de las semillas, Jesús combate el escepticismo de los discípulos, que quizá le ven como ingenuo o “iluminado”.

“¿Por qué vienen tan contentos los labradores… que cuando vienen del campo vienen cantando?” En la experiencia popular, también en la bíblica, la siega es tiempo de fiesta, de recogida de frutos. Y Jesús describe así el final, la plenitud del Reino: meter la hoz, ponerse a segar, porque la espiga ya pesa por el grano. Y el hombre de la antigüedad, poco conocedor e interesado por las leyes de la naturaleza, contemplaba en la recolección un milagro: la maravilla de la aparición de lo grandioso a partir de… casi nada.

Acojamos hoy la llamada de Jesús a contemplar la gratuidad del don de Dios, a vivir con sencillez, renunciando a todo asomo de autosuficiencia, a mantenernos en la esperanza inconmovible, a contemplar las cosas pequeñas, los gestos diminutos, con mirada penetrante, que vea más allá de la superficie y capte que allí se está gestando el Reino de Dios en todo su esplendor.

Nuestro hermano,
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,21-25

 

Evangelio según San Marcos 4,21-25
Jesús les decía: "¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero?

Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse.

¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!".

Y les decía: "¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía.

Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Hoy el evangelio nos habla a base de dichos sapienciales o refranes originariamente independientes entre sí. Posiblemente Jesús dice cosas que decían otros muchos. Él se encarnó en la cultura de su pueblo y acogió la sabiduría tradicional, dándole quizá algún nuevo matiz, según oyentes y situaciones. Fue una pedagogía inteligente.

Estos dichos de Jesús –y de sus contemporáneos– admiten muchas aplicaciones; no hay más que notar que los evangelistas los utilizaron en contextos distintos, intentando siempre sacarles la máxima “utilidad”. En Lc 12,2 el refrán acerca de “la manifestación de lo oculto” significa que es difícil, o incluso inútil, fingir, ya que el hipócrita acaba siendo descubierto; pero el mismo refrán en Mt 10,26 significa que el evangelio no puede quedar oculto ni siquiera por temor a las persecuciones que la predicación suscite. En Lc 6,38 la “aplicación a nosotros mismos de la medida que apliquemos” es una llamada a la benevolencia con el hermano, no juzgándole ni condenándole, tema absolutamente ausente del pasaje marquino que hoy nos ocupa. Y en Mt 25,29 el dicho sobre “dar más al que ya tiene” se aplica al buen administrador de los talentos que se le han confiado.

Todo indica que los diversos adagios circularon aislados, sin contexto fijo; y hasta es posible que Jesús los haya pronunciado repetidas veces, en distintas situaciones, para corroborar enseñanzas también distintas. Luego la predicación cristiana y la redacción de los evangelios exploró diversas posibilidades de darles significatividad; hubo diversas opciones, como acabamos de ver. Por ello nuestra pregunta sería qué ha querido decirnos el evangelista Marcos al situar esos refranes en el lugar que hoy ocupan en su escrito.

El evangelista los sitúa a continuación de la parábola del sembrador y de la interpretación alegórica que le ha dado la tradición catequética eclesial. Con la distancia cronológica y geográfica, muchas enseñanzas de Jesús fueron perdiendo claridad, significatividad; y los evangelistas intentan rescatarlas. La parábola del sembrador era originariamente una llamada a la esperanza: las sementeras frustradas no debían hacer perder de vista el éxito final; el sembrador impertérrito es modélico en esto. Jesús es como ese sembrador: invita a tener una mirada esperanzada a pesar de aparentes fracasos. Pero pasada la coyuntura escatológica en que él lo desarrollaba, la Iglesia se centró en las causas del fracaso de la predicación, pasando así de lo kerigmático a lo moral. No fue puro error, el fracaso de Jesús también tuvo sus causas.

Según Marcos, Jesús explica las parábolas a los discípulos en particular (4,34), y así ellos captan “el misterio del Reino de Dios” (4,11). De ese modo la luz del evangelio no queda oculta, lo oscuro se vuelve claro para quien quiera oír (4,23). Los discípulos son “los que ya tienen”, porque desde el principio se han abierto a la Palabra, han manifestado incluso el deseo de que se les explique mejor (4,10), pero ahora van a tener mucho más. Dios se rige en su dádiva por la medida que el hombre ofrezca para acogerla: donde hay apertura, Dios se vuelca, con superabundancia, con una meda sin medida.

En Prov 9,9 se dice: “Enseña al sabio y se hará más sabio todavía”. Jesús nos quiere “ávidos” de evangelio, dispuestos a asimilar, a profundizar en ese peculiar saber.

Nuestro hermano,
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 25 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 10,1-9

 

Evangelio según San Lucas 10,1-9
El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.

Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.

¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.

No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.

Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.

Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.

Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.

En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;

curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

A los santos Timoteo y Tito la liturgia los empequeñece al darles el título anacrónico de “obispos”; no lo fueron como lo es el nuevo obispo de Solsona o el cardenal arzobispo de Milán. Ellos recogieron la herencia apostólica con total inmediatez; les tocó conservar, quizá darle el último toque, el “depósito” recién elaborado. Se aproximan más a la figura del apóstol itinerante que al futuro obispo residencial.

Pablo designa a Timoteo como isópsykhos: “de espíritu idéntico” al mío (Flp 2,20), como “nuestro hermano [suyo y de Silas] y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo” (1Tes 3,2), que “trabaja en la obra del Señor igual que yo” (1Co 16,10). En cuanto a Tito, “Dios ha puesto gran diligencia en su corazón”; “¿no hemos procedido él y yo según el mismo espíritu, caminando por las misma huellas?” (2Co 8,16; 12,18). Por lo mismo pide: “A este tipo de personas tenedlas en gran honor” (Flp 2,29). Hasta aquí son datos históricos; una tradición posterior presenta a Timoteo y Tito como destinatarios de cartas de Pablo (1-2Tim; Tito); es otro modo de afirmar su categoría irrepetible, su papel singular, en cuanto depositarios inmediatos y transmisores fieles del legado apostólico.

Estos personajes significan mucho para la Iglesia de hoy. Ante todo, el auténtico apóstol, como Pablo, no trabaja en solitario, sino en equipo; busca colaboradores con quienes compartir tarea y vivir en comunión; y cuando tiene oportunidad elogia su trabajo, no tiene celos de ellos, sino agradecimiento y hasta auténtico orgullo por su valía. Por otro lado, la Iglesia es “tradición”, es decir, “transmisión”; en el credo confesamos que pertenecemos a la Iglesia apostólica; somos los mismos, ellos como modeladores y nosotros como receptores y también transmisores. Tito y Timoteo eran los que habitualmente recibían encargos y los comunicaban fielmente a las comunidades en formación. Una vez conquistados por Pablo, sobre todo en el caso de Timoteo, no hubo otro horizonte en su vida que el de trabajar por la difusión del evangelio.

En 1Tim encontramos todavía una serie de consejos que admiten actualización. Los bautizados y confirmados somos invitados a refrescar el don recibido; la imposición de manos del obispo (o del presbítero) nos confirió una capacitación “apostólica”, para tomar parte en los duros trabajos del evangelio, que hoy, como entonces, encuentra resistencias para implantarse; el inocente “cachete” en la mejilla nos quiso definir como adiestrados para la lucha, para el combate en favor de la causa de Dios, con un espíritu enérgico y no cobarde…

Actualmente existe en los viejos países de cristiandad mucha propaganda anticristiana; se habla de “cristofobia”. A veces se rechaza el pasado creyente, y la fe es tildada de obscurantismo y de perjudicial al pleno desarrollo humano. Hacen falta “luchadores” por el evangelio, como los quería Pablo en su tiempo, como Timoteo y Tito; luchadores no agresivos, sino practicantes convincentes y testigos no acomplejados. Estamos llamados a pasar por el mundo con la frente alta y con palabra persuasiva, sin encogimiento.

Nuestro hermano,
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 24 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,15-18

 

Evangelio según San Marcos 16,15-18
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;

podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

La fiesta de hoy tiene un título inadecuado: Ni en sus cartas ni en el libro de los Hechos se aplica Pablo a sí mismo el término “conversión” o se pone por sujeto del verbo “convertirse”. Si alguien le hubiese preguntado si él era un converso, seguramente lo habría negado con rotundidad: su vida estuvo siempre, antes y después de lo de Damasco, entregada con pasión a la causa de Dios, primero a la del Dios de la alianza con Abrahán, luego a la del Dios que resucitó a su hijo Jesús, que es el mismo Dios. “En cuanto a la búsqueda de la justicia que viene por la Ley [en el judaísmo] era intachable” (Flp 3,6); “lo tengo todo por basura en comparación con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por el cual he dejado todo” (Flp 3,8). Pablo fue siempre fiel.

Pero en su vida hubo un antes y un después, y tuvo que vencer resistencias que le impedían avanzar. No es tampoco exacto que Pablo haya perseguido a la Iglesia, aunque él usa esa expresión; él persiguió a un sector del judaísmo que se había hecho cristiano, y que, por ese motivo, buscaba ser salvado por la fe en Jesús y no por determinadas prácticas legales antiguas. Esto Pablo lo vio como menosprecio del tesoro religioso de Israel, y su fidelidad a Dios le obligó a intervenir, incluso quizá violentamente. Su deseo era purificar la propia religión judía, aparentemente maltratada por algunos. Pero Dios le abrió los ojos, como ya se los había abierto a aquellos supuestos trasgresores, y Saulo se unió a ellos, a la nueva forma de culto a Yahvé según lo realizado por él en su hijo Jesús. Pablo percibió que el judaísmo había “crecido”, en cierto modo había alcanzado su meta, pues ya se dejaba guiar por el Mesías en quien había esperado. El judío Saulo, con la fuerza de Dios, se incorporó a ese “crecimiento”, al movimiento mesiánico, a vivirlo y a fomentarlo.

Seguramente no todos nosotros estamos llamados a dar pasos tan espectaculares, pero sí a dejarnos iluminar por Dios para avanzar en el camino de la fe. Y podemos encontrarnos con impedimentos semejantes a los de Pablo: él era el religiosamente autosatisfecho, quizá un tanto orgulloso de su fidelidad; era el que, en los asuntos de Yahvé y su Ley, se las sabía todas. Solo una convulsión por obra de Dios mismo le permitió preguntar “¿Qué debo hacer, Señor?”, ¡él, que lo tenía todo tan claro, desde siempre!

El autor de Hechos expone bien los pasos:
”Dios te ha elegido”. Es una nueva elección sobre la que ya gozaba como israelita; una elección dinámica, que no lo da todo de una vez: irá descubriendo el camino.
”Dios te ha hecho ver y oír a Jesús”. Un encuentro en profundidad: experiencia de cumplimiento de la esperanza judía, vivir la gran novedad, gozar del cambio de época.
”Dios te hace una encomienda”: trabajar por que todos le conozcan, no solo los judíos.

A ello responderá con agradecimiento: “por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí” (1Co 15,10); y con entrega: “desde Jerusalén hasta la Iliria, y en todas las direcciones, lo he llenado todo del Evangelio de Cristo” (Rm 15,19). Un discípulo lo reformulará en su nombre: “He combatido el buen combate, he completado la carreara, me he mantenido fiel” (2Tim 4,7).

Nuestro hermano,
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 23 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,22-30


Evangelio según San Marcos 3,22-30
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios".

Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: "¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás?

Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir.

Y una familia dividida tampoco puede subsistir.

Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin.

Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.

Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran.

Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre".

Jesús dijo esto porque ellos decían: "Está poseído por un espíritu impuro".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

En el ministerio de Jesús hubo momentos mejores y peores. La primera época es llamada por algunos “primavera galileana”: Jesús percibe el alborear del Reino de Dios y felicita a los pobres, hambrientos y afligidos porque se ha cumplido el tiempo y Dios va a dar un vuelco a la situación. De mil maneras da a entender que los tiempos mesiánicos han llegado. Y muchos de los oyentes se sitúan en esa onda: le siguen con entusiasmo gentes de Galilea, Judea, Idumea, de la Transjordania, de Tiro y de Sidón… (Mc 3,7s).

El entusiasmo es tal que algunos le confunden con un líder político y pretenden hacerle rey. Pero Jesús es un mesías extraño; ante tales éxitos y aclamaciones, despide y disuelve a la multitud, obliga a los discípulos a marchar, y él se va solo al monte, a orar (Jn 6,15; Mc 6,45s). Pretendiendo deshacer malentendidos, crea quizá mayor confusión.

Progresivamente, ante la libertad y originalidad de Jesús, muchos se plantean la cuestión de si será el mesías o un falso mesías, un profeta o un pseudoprofeta. Las curaciones son signos del Reino, del Dios salvador; pero siempre hubo magos y brujos que pretendieron hacer prodigios invadiendo el campo de lo divino; los signos pueden resultar ambiguos, al mismo tiempo consoladores e inquietantes. En los líderes religiosos crece la duda y el desconcierto en relación con Jesús. Quizá de aquí surge la petición de signos legitimadores, petición que Jesús interpreta como desafío o como señal de impenitencia: “dando un profundo gemido en su interior dijo: no se dará un signo a esta generación” (Mc 8,12).

El actúa con una gran sencillez, con claridad, y ofrece signos espontáneamente, como volcar una mesa en el templo; pero los signos no sirven para los “ciegos voluntarios”. Tras el signo de templo, le interrogan los “sumos sacerdotes, escribas y ancianos” (Mc 11,27), los “entendidos”, los intelectuales… Jesús pudo recordar aquello de “buscar al Señor con sencillez de corazón, que se deja hallar de los que no exigen pruebas, pero los razonamientos retorcidos alejan de él” (Sab 1,1-2).

Particularmente fustiga Jesús a quienes, por comodidad e inmovilismo, malinterpretan su actuar y se resisten a dejarse interpelar. Mientras que él lo explica como signo de la vuelta del Espíritu de Dios a la tierra, señal de estar en los tiempos mesiánicos, los opositores lo atribuyen a connivencia con Satanás, que es tanto como nigromancia, hechicería… siempre prohibidas en Israel e incluso castigadas con la muerte (Deuteronomio 18,10s). Jesús reduce al absurdo la acusación que le hacen los escribas y aduce una parábola muy en sintonía con la visión del mundo de entonces, sometido a las potencias del mal. La aplicación de la parábola queda implícita: Jesús es “el más fuerte” que ata al fuerte, a Satanás. Él introduce la salvación en el mundo; pero quien opte por la ceguera voluntaria y no se acoja a su acción benéfica está destruyéndose a sí mismo.

Pidamos hoy a Jesús unos ojos limpios, un espíritu sencillo para acoger su presencia como una hermosa primavera que rejuvenezca nuestro pensar y actuar.

Nuestro hermano,
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 22 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,1-4.4,14-21

 

Evangelio según San Lucas 1,1-4.4,14-21
Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros,

tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra.

Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado,

a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.

Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región.

Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.

Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos

y proclamar un año de gracia del Señor.

Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.

Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".


RESONAR DE LA PALABRA


El Espíritu de Dios "hoy" está sobre mí, Domingo de la Palabra de Dios 

El Papa Francisco instituyó el ‘Domingo de la Palabra de Dios’ con la intención de que se celebrara todos los años el tercer domingo del Tiempo Ordinario, como respuesta a un deseo del Pueblo de Dios trasladado al Papa de muchos modos. El hambre de la Palabra que experimenta el Pueblo de Dios no ha disminuido, como tampoco lo ha hecho el anhelo de trascendencia de la humanidad. Se trata de dejarnos transformar por el Espíritu para que emprendamos acciones que ayuden a transformar el mundo. La Palabra de Dios debería arder en nuestros corazones (Lc 24, 32) y llevarnos a vivir más cerca de nuestros prójimos y cuidando más nuestra casa común. Al mismo tiempo debería erradicar todo aquello que aleja la vida de nuestras comunidades y del mundo, sea en forma de injusticia, individualismo, indiferencia… La Palabra debería estimularnos a emprender nuevos caminos de compartir y solidaridad. (Henry Omonisaye, CMF)

El cuarto Evangelio que meditamos el pasado domingo, nos presentaba como pórtico de la tarea misionera de Jesús unas bodas, con las que nos hablaba de la Hora de Jesús, la Nueva Alianza y la necesidad de un Vino nuevo. Lucas, sin embargo (al que seguiremos el resto del año) ha elegido otra escena, en clave profética, donde la Palabra de Dios da pie a Jesús para describir las claves de su programa misionero.

En primer lugar se nos indica que "Jesús volvió a Galilea". El lugar que escogió Jesús para desempeñar su actividad es significativo. Allí se daba en tiempos de Jesús, un doble cautiverio: el de la política del gobierno de Herodes Antipas (4 a.C.-39 d.C.) y el de la religión oficial. A causa de la explotación y de la represión política de Herodes Antipas, mucha gente quedaba marginada y sin empleo (Lc 14,21: Mt 20,3.5-6). Y la religión oficial llevada a cabo por las autoridades religiosas, en vez de fortalecer la comunidad para que pudiera acoger a los excluidos, usaba la Ley de Dios para justificar la exclusión de muchos: mujeres, niños, samaritanos, extranjeros, leprosos, posesos, publicanos, enfermos, mutilados, parapléjicos... ¡Todo lo contrario de la fraternidad que Dios soñó para todos! Así pues, la situación política y económica, así como la ideología religiosa contribuían a debilitar la comunidad local impidiendo así la manifestación del Reino de Dios. Por tanto, el contexto, la situación real de las gentes, su sufrimiento, etc... le hace optar por Galilea. Ahí es donde quiere Jesús hacer presente a Dios, donde Dios tiene algo que decir y hacer, ahí precisamente quiere lanzar su propuesta para tantos que estaban mal. Allí llega «con la fuerza del Espíritu».

El «instrumento» del que se ha servido para discernir su misión y su mensaje es la Palabra de Dios. Formaba parte de su espiritualidad y de su oración... y la fuerza del Espíritu le había hecho sentirse personalmente interpelado por ese pasaje de Isaías, hasta el punto de asumirlo y ponerlo en el centro de todo. Así había ido descubriendo su vocación. Por eso lo «busca» al desenrollar la Escritura, para presentarse a sí mismo y para compartirlo con la gente: es la lectura comunitaria, tan importante y habitual, tal como nos lo ha descrito también la primera lectura. Lectura que le posibilita dar su testimonio personal.

Por eso necesitamos nosotros cuidar, conocer, meditar, escuchar personalmente y juntos la Palabra de Dios. Es imposible que la fe se mantenga fuerte, fresca, viva, sin desgaste sin acudir frecuentemente a ella, tal como hacía Jesús. No podemos ser seguidores suyos si no conocemos su Palabra, si no nos dejamos transformar por ella, si no dialogamos, si no damos ocasión a que el Espíritu nos revele la voluntad de Dios por medio de ella.

La Celebración de la Eucaristía es un todo con dos partes inseparables e indispensables: Palabra y Pan de Vida. Por eso sería muy conveniente acudir a las celebraciones habiendo leído y meditado personalmente las lecturas que serán proclamadas. Quizá no las entienda, o tenga dudas. Es verdad que no es un libro fácil. Por eso el sacerdote, u otros hermanos con preparación y experiencia, como hizo Esdras podrán ayudarme y acompañarme.

Siguiendo con nuestro relato, Jesús lee: «el Espíritu de Dios está sobre mí». También el Espíritu sobrevolaba antes de que Dios comenzara la Creación. Algo nuevo y lleno de vida va a dar comienzo también ahora por medio de Jesús. Era el Espíritu el que, en forma de nube, acompañaba, guiaba y protegía al pueblo del Éxodo por el desierto y que ahora «cubre» y acompaña a Jesús al frente de un nuevo Pueblo. Ese Espíritu que había descendido sobre él en el Bautismo, a la vez que el Padre proclamaba que era el Hijo Amado. Ese mismo Espíritu que invadió a David al ser ungido por Samuel, y que permaneció con él en adelante, capacitándolo para su misión (1Sm 16, 12-13). Así es también nuestro Bautismo. Es ese Espíritu que recibimos y que hace decir a San Pablo: «hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Vosotros sois el cuerpo de Cristo». Esto es: la misión de la Iglesia (la de Jesús) es «corporativa», «sinodal», sin que sobre absolutamente nadie, sin que nadie quede excluido ni autoexcluido. Así lo quiere el Espíritu... desde tiempos de San Pablo. Y seguramente ahora con más razón.

El mensaje de Jesús es totalmente positivo y esperanzador, viene en el nombre de Dios para dar ánimo. Por eso, su lectura se detiene y no lee lo que venía en el mensaje de Isaías: "el día del desquite de nuestro Dios". También en esto coincide con Esdras, cuando el pueblo llora al verse denunciado por la Palabra que ha sido leída: «No hagáis duelo ni lloréis (porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley)». Y es que en tiempos de desánimo, de crisis, de desesperanza... la opción de Dios es levantar, liberar, animar, empujar, despertar la esperanza... ¡No pretende que surjan sentimientos de culpa, sino deseos de cambio!

En cuanto a sus objetivos prioritarios, a lo que va a dedicar alma, corazón y vida son éstos: pobres, cautivos, ciegos y oprimidos. En definitiva: los sufrientes, los que «carecen de» lo que sea. El Espíritu le ha ungido/consagrado/elegido y enviado precisamente para ellos. Con obras y palabras. Y por tanto éstas han de ser las señas de identidad de los suyos: «armados» con la Palabra, formando Cuerpo con Cristo, teniendo en cuenta las situaciones vitales de los destinatarios... y anteponiéndoles a cualquier otra tarea, opción o prioridad, por muy «santa y sagrada» que nos parezca. Tenemos que ser capaces de decir con verdad que «hoy» se cumple la Escritura por medio de todos y cada uno de nosotros.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 21 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,20-21


Evangelio según San Marcos 3,20-21
Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer.

Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: "Es un exaltado".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos, paz y bien.

Cuesta mucho ser profeta en la propia tierra; y en la propia familia, a veces, más difícil todavía. Su propia familia quiere llevárselo, porque les parecía que se había vuelto loco. 
En esta ocasión, al leer este fragmento del Evangelio, me han llamado la atención las palabras “no le dejaban ni comer”. Una total entrega a la Misión. En la vida de los evangelizadores hay momentos en los que entra la pereza. No apetece mucho contestar al teléfono, o abrir la puerta cuando llaman a horas intempestivas. Que llaman. A los laicos también les pasa. “Otra vez domingo, otra vez a Misa”.

Jesús no distinguía días ni horas. Todo Él era entrega a la tarea que Dios, su Padre, le había encomendado. Esa dedicación a tiempo completo no todos la entendían. A los que vivimos la fe a medio gas, nos parece imposible vivir permanentemente en las cosas del Padre. Encontramos justificación para no hacer lo que sabemos que debemos hacer. “No es lo mío”, “no hoy”, “no sé cómo se hace”, “no me atrevo…”
Este Evangelio nos da una nueva oportunidad para revisar el estado de nuestra disponibilidad. Entiendo que no podemos siempre responder, como la Virgen María, “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”. Pero ojalá estemos en el camino de incrementar cada día, un poco más, nuestra entrega al Señor. Él sabe cómo hacer fructificar todos nuestros empeños. Aunque no lo entendamos. Aunque no nos entiendan.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 20 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,13-19

 

Evangelio según San Marcos 3,13-19
Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él,

y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar

con el poder de expulsar a los demonios.

Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro;

Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno;

luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo,

y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos, paz y bien.

A Jesús le hacían falta colaboradores. La tarea es muy grande, anunciar el Reino de Dios por todas partes. Y anunciarla a todos, a los que quieran escucharlos y a los que no quieran, también. Que la salvación es gratis y universal.

Nos encontramos en camino hacia el “sínodo de la sinodalidad”, que ha convocado el Papa Francisco. Nos recuerda que todos tenemos una tarea y un sitio en la Iglesia. Cada uno en su lugar. Algunos amigos de Jesús recibieron un encargo especial, para estar con Él más cerca e ir por todas partes, anunciando que Dios es amor.

Es fácil comentar la lista de Discípulos, diciendo que podemos añadir al final, cada uno de nosotros, su propio nombre. Sabiendo lo que eso significa. Vivir con Jesús, con su estilo, cerca de Él, para poder aprender de sus palabras y tratar de imitarle en la oración y en la entrega a los demás.

El Maestro sigue mirándonos a cada uno de nosotros, con esa mirada amorosa que invita a seguirle. Lo hace, sabiendo que ninguno es perfecto, que entre ellos hay de todo, desde gente un poco “torpe para entender” hasta un traidor. Eso significa que no hay excusas. Los Discípulos pudieron, con mucho esfuerzo, con muchas lágrimas superar todas sus debilidades, hasta llegar al fin del mundo. También nosotros también podemos, si queremos, convertirnos en seguidores cercanos de Jesús. Su llamada está siempre ahí. Muchos la hemos sentido en algún momento de la vida. Tú también, quizá. La cosa es, ¿cómo has respondido? ¿Cómo vas a responder?

Saúl se arrepintió del mal que quería hacer a David. Nunca es tarde para arrepentirse. Si sientes que no le has dado a Jesús todo lo que te pide, repite con el salmista “misericordia, Dios mío, misericordia”, dile que quieres ser de los suyos y empieza a hacer el bien. Sin prisa, pero sin pausa.

Hoy la Iglesia celebra la memoria de santa Inés, virgen y mártir. Aquí puedes leer algo sobre su vida. Muy interesante.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

miércoles, 19 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,7-12


Evangelio según San Marcos 3,7-12
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea.

Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.

Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.

Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.

Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!".

Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos, paz y bien.

En el Evangelio de Marcos hay muchos momentos en los que Jesús prohíbe que los demonios expulsados lo diesen a conocer. Es que en Jesús hay que creer después de un encuentro personal con Él, y no solo por los milagros. Vivir según el Evangelio significa participar en una maratón que dura toda la vida, y no sólo correr 100 metros y luego parar. Hace falta un convencimiento profundo, y no solo un “atontamiento” para poder perseverar. Se trata de una cuestión de amor. El que ha visto a Cristo, no puede quedarse indiferente.

Porque es una cuestión tan importante, de vida o muerte (eterna), no puede basarse en una simple impresión. Está claro que los milagros ayudaron a algunas personas a creer en Jesús, pero no es lo más importante hoy para nosotros. Los que leemos este comentario sabemos que el milagro más grande lo hemos celebrado hace menos de un mes, la Navidad, el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre.

Me gusta pensar que tenemos mucha ventaja sobre los contemporáneos de Jesús. Veintiún siglos de reflexión teológica nos han dado un gran conocimiento sobre Dios. Ahora, cuando decimos “Tú eres el Hijo de Dios”, lo hacemos con plena consciencia. Me pregunto si lo repetimos con frecuencia, o, como ha sucedido con tantas otras cosas, nos hemos acostumbrado.

El salmo de hoy nos invita a repetir “En Dios confío y no temo”. Yo os invito, a lo largo del día, a repetirlo muchas veces, conscientemente, sabiendo que el que dominó a los demonios entonces sigue a nuestro lado, llevándonos de la mano por el camino correcto. Como sucedió con David, cuando Saúl, que debía de ser ciclotímico, buscaba acabar con él. La envidia es muy mala. Ojalá podamos ver los éxitos y logros de los demás con alegría, alegrándonos con ellos, cuando les vaya bien.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 18 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,1-6

 

Evangelio según San Marcos 3,1-6
Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada.

Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.

Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante".

Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron.

Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada.

Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos, paz y bien.

Está visto que hacer el bien no siempre se entiende. En el Evangelio de Juan, recuerdo, hay un momento cuando Jesús, con mucha sorna, dice que ha hecho entre los judíos muchas obras buenas, y pregunta por cuál de ellas quieren arrestarle.

No me extraña que Jesús se enfadara. Que le doliera la cerrazón de esa gente que ponía por encima de la curación de un enfermo el precepto sabatino. Pocas veces Jesús se “pone bravo”. Pero cuando lo hace, es con razón. Como en el caso del templo, al expulsar a los vendedores. O en el texto que hoy escuchamos en la liturgia. La opción de Jesús por la persona es muy clara. Devolver la plena dignidad a ese inválido es lo primero. Y si hay que ir contra todos, se va.

Me puedo imaginar la alegría del curado. Fue a la sinagoga, a ver qué había de nuevo, y se encontró con Jesús, Vaya encuentro. La vergüenza de estar en el centro, siendo mirado por todos, dejó paso, seguro, al regocijo. Poder vivir como todos, independiente, sin tener que recurrir a otros. En estos momentos me acuerdo de agradecer a Dios por poder andar, por ver, por tener todos los miembros de mi cuerpo…

En tu vida, como en la mía, seguro que ha habido momentos en los que hemos sentido que la parálisis nos invadía, no nos dejaba ir hacia delante. Cuando vuelva a suceder, cuando te parezca que estás paralizado en el camino espiritual, busca a Jesús. Extiende tu mano delante de Él, y desea de todo corazón que te sane. Él lo puede todo.

Hay batallas que parecen perdidas de antemano, pero que se resuelven en una décima de segundo. Goliat parecía invencible, pero David pudo derrotarlo, con la ayuda de Dios. Leí hace mucho una historia de ciencia ficción, en la que dos bandos, enemigos desde hacía mucho tiempo, se encontraban dispuestos para la guerra. Los ordenadores de ambos grupos habían decidido cuál de los dos debía ganar, según la disposición de las naves sobre el terreno. Pero, cuando todo parecía perdido, un piloto anónimo salió de la formación, atacó por el centro y provocó la derrota del enemigo. Aunque los ordenadores habían decidido el ganador, un hombre pudo labrar su destino y cambiar el curso de la historia.

Puede que este relato sea una versión moderna de la lucha de David contra Goliat, pero me recuerda que cada una de nuestras acciones puede ser decisiva para nosotros o para los demás. Que podamos tenerlo en cuenta, cuando decidamos actuar. Que actuemos siempre pensando en Dios y en los demás, para que nuestro Padre celestial se sienta orgulloso, y para que nosotros podamos mirarle a los ojos con confianza.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 17 de enero de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 2,23-28

 

Evangelio según San Marcos 2,23-28
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar.

Entonces los fariseos le dijeron: "¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?".

El les respondió: "¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre,

cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?".

Y agregó: "El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.

De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos, paz y bien.

Seguimos asistiendo al asombro que produce la actitud de Jesús en sus contemporáneos. Acostumbrados a hacer siempre lo mismo, en la calle, en la familia, en la sinagoga, la libertad de Jesús les parecía libertinaje. No podían creer lo que veían.

Jesús sabe siempre poner en primer lugar las necesidades de las personas con las que se encuentra. Y cuando hay hambre, se come. Lo hizo con las multitudes que le seguían, multiplicando los panes y los peces. Y permitió que los Discípulos hicieran lo que no estaba permitido.

Los que “somos de Misa”, los que estamos cerca de la Iglesia, solemos mirar con desconfianza las prácticas que no encajan en lo que siempre se ha hecho. Puede ser nuestra dificultad, cuando nos enfrentamos a los nuevos aires que el Espíritu va suscitando. Después del Concilio Vaticano II, se han abierto muchas posibilidades para vivir la fe, dentro de la Santa Madre Iglesia. Es bueno dar gracias por los diversos dones y carismas que conviven a nuestro lado. No todos, quizá, encajen con nuestra espiritualidad, con nuestra experiencia o con nuestros gustos. Lo principal es caer en la cuenta de que esas formas de vivir la fe ayudan a alguien a ser santo, o lo que es lo mismo, a ser feliz. Y si la iglesia las reconoce, “adelante con los faroles”.

“El sábado para el hombre y no el hombre para el sábado” no puede ser una excusa para hacer lo que queramos. Hay normas que realmente nos ayudan a ser mejores. Por eso siempre debemos tener en cuenta la dignidad de la persona. Todo lo que respeta o desarrolla la dignidad de cada ser humano podemos y debemos aceptarlo. Para eso existe el Magisterio de la Iglesia, que nos va orientando por el buen camino.

“Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.” En la primera lectura se nos recuerda que los criterios de Dios no son nuestros criterios. Es buen tenerlo en cuenta, cuando pensemos en nuestra opción de vida. No hay que ser el más alto o el más guapo o el más fuerte para ser seguidor de Cristo. Basta con creer que Dios ve todo lo bueno que hay en ti. Y confiar en Él. Atrévete a seguirle.

Comienza hoy la semana de la oración por la unidad de los cristianos. Vamos hacia los mil años de división con los ortodoxos. Con los luteranos, hemos “celebrado” ya los quinientos años. Recemos para que podamos dar un testimonio creíble al mundo. En este enlace puedes encontrar materiales para la reflexión.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA