domingo, 31 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 4,25.5,1-12


Evangelio según San Mateo 4,25.5,1-12
Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él.

Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Con la solemnidad litúrgica de todos los santos la Iglesia proclama la santidad anónima, pero no por ello menos eximia, de tantos hombres y mujeres que forman el séquito de Cristo. Esa gran muchedumbre que -según el vidente del libro del Apocalipsis- nadie podía contar. Pertenecientes a todas las razas y tribus y pueblos y lenguas: apóstoles, mártires, vírgenes, confesores, doctores, pastores, santos varones, santas mujeres (según la terminología del santoral)... Y aún podríamos añadir nombres de los diversos oficios y condiciones de vida, y la lista de santos y santas sería interminable.

Los santos y santas anónimos son esos que nos han precedido en la tierra llevando una “vida corriente”, que nos estimulan con su ejemplo y que ahora interceden ante Dios por nosotros.

“¿Será difícil ser santo?”, se preguntan algunas personas. La verdad es que lo difícil, difícil, es que la santidad -de existir- sea reconocida oficialmente. Para eso, debe producirse algún que otro milagro, además de requerir un papeleo interminable y el empleo de no pocos recursos económicos. Así van las cosas de palacio... Pero ser santo o santa -según el caso-, que eso es lo importante, está al alcance de nuestra mano, contando siempre con la gracia de Dios.

Alguien dijo que, para ser santo, no hay que hacer nada extraordinario. Basta con hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias. ¡Eso es nada! En el cielo -cuando vayamos- nos encontraremos con mucha gente sencilla que estará rodeada de un halo de santidad esplendoroso porque aquí, en la tierra, realizaron a la perfección sus deberes familiares, cívicos y religiosos sin llamar la atención: padres y madres, abuelos y abuelas, vecinos, colegas de profesión y cientos de miles de seres anónimos, a algunos de los cuales conocimos algún día o nos cruzamos con ellos en la calle, en el metro, o coincidimos con ellos en el ascensor de nuestra casa, etc.

Seamos santos porque santo es el Señor. Eso va por todos.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 30 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 12,28b-34

 

Evangelio según San Marcos 12,28b-34
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».

Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;

y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.

El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".

El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él,

y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".

Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


RESONAR DE LA PALABRA

ESCUCHA Y AMA

¡Escucha, Israel. Escucha, pueblo de Dios, escucha bautizado!

Esto lo primero de todo: que escuches la voz de tu Dios.

Tu Dios te habla en cada celebración, cuando se proclama la Palabra, y quiere dialogar contigo.

«Escucha Israel", «y que las palabras que yo te dirijo hoy queden grabadas en tu corazón».

Como enseñó el Sacerdote Elí al joven Samuel que "oía" aquella desconocida voz: «cuando te sientas llamado, responde: Habla Señor, que tu siervo escucha».

Y si te cuesta escuchar la voz, ora como el rey Salomón, cuando siendo aún joven le dijo Dios: «pídeme lo que quieras que te dé». Y Salomón respondió: «Concede a tu siervo un corazón que escuche». Agradó tanto al Señor aquella petición, que le respondió: «Cumplo tu ruego y te doy un corazón sabio e inteligente».

Cada mañana, al estrenar el día, podemos recordar las palabras de Isaías: «El Señor me ha dado lengua de discípulo, y mañana tras mañana despierta mi oído para que escuche como un discípulo. El Señor me ha abierto el oído».

En la primera plegaria del día, Laudes, a menudo repetimos: «¡Ojalá escuchéis hoy su voz! No endurezcáis vuestro corazón» (Salmo 5, 7,8).

En el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, se nos dice: «El que tenga oídos que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (2, 7.11.17,29). Porque el Espíritu de Dios habla también hoy a la Iglesia, invitándola a la renovación y a la fidelidad.

Y nos animan las palabras de Jesús: «en verdad, en verdad os digo: el que escucha la voz del Hijo de Dios ha pasado de la muerte a la vida» (Jn 5, 25).

Tu Dios te habla en el fondo de tu corazón/conciencia, empujándote siempre hacia el bien y el amor. Allí en tu corazón resuenan muchísimas voces. Algunas de ellas encienden tus más bajos instintos: la rabia, el rechazo al que es distinto, la comodidad, el egoísmo, la agresividad, la venganza, la búsqueda de ventajas personales por encima de los otros, el dejarte llevar por lo que hace todo el mundo, el no complicarte la vida... Pero junto a ellas también está la voz de Dios. ¿Cómo distinguir una de otras?

«El Señor, nuestro Dios, es solamente uno». Los otros nunca deben ser tomados como dioses, porque no lo son. Al único Dios lo reconocemos porque nos saca de la tierra de la esclavitud para darnos la libertad. Los otros «dioses» nos atan, nos someten, nos manejan. A este único Dios le mueve el clamor del pobre, del necesitado, del más frágil, del que sufre, del más pequeño. Los otros «dioses», en cambio, los silencian, sólo dejan oír la voz del egoísmo. Este único Dios quiere hacer de nosotros un gran pueblo, una gran comunidad de hermanos, y solo nos ofrece una Ley importante: la Ley del amor, con ella, busca hacer de ti una persona «grande» y fraterna pues tendrás un corazón enorme lleno de amor.

Me ha ayudado meditar este testimonio personal:

En cierta ocasión le pregunté a Dios qué deseaba decirme o pedirme. Era un momento de ardiente fervor en el que me sentía preparado para escuchar cualquier cosa. En un momento de tranquila escucha, oí interiormente las siguientes palabras: «te amo». Y me sentí desilusionado: ¡ya lo sabía! Pero Él volvió a mí de nuevo con esas mismas palabras. Y de repente, me di cuenta con mucha claridad de que nunca había aceptado e interiorizado realmente el amor de Dios por mí. En ese instante lleno de gracia, vi que «yo sabía» que Dios había sido paciente conmigo y me había perdonado muchas veces. Pero me asombró no haberme abierto nunca a la realidad de su amor. Lentamente caí en la cuenta de que Dios tenía razón. Nunca había escuchado realmente el mensaje de su amor. Cuando Dios habla, siempre habrá «algo sorprendente, distintivo y duradero». (John POWELL, Las estaciones del corazón. Sal Terrae)

Por eso sólo a él le darás «todo tu corazón». Porque sólo él te ha amado tanto, tanto, tanto... y su amor no te ata nunca, no te domina ni te impone, ni te maneja, sino que te hace ser más tú. Sólo te pide esto: «ama». Y entonces, toda voz que no te ayude a ser más libre, más responsable, más generoso, más dispuesto, más acogedor, más atento, más justo. menos individualista... no es la voz de Dios.

Tu Dios te habla también en la voz de los hombres que necesitan algo de ti. Ha escrito don Santiago Agrelo, un pastor excepcional y obispo emérito de Tánger:

Aceptamos que el "amar al Señor Dios con todo el corazón" es el primer mandamiento de la ley; pero no hay razón para que pensemos que ese mandato tenga algo que ver con unos extranjeros vigilados, controlados, desplazados, deportados en nombre de nuestro bienestar; podemos amar a Dios y desentendernos de esos hijos suyos que, por no tener papeles, han dejado de ser hijos suyos. Ocuparse de ellos sería ‘buenismo' indigno de personas razonables.

Aceptamos eso de "amar al prójimo como a uno mismo"; pero es evidente que unos extranjeros sin dinero no son "prójimo" nuestro, y mucho menos son "nosotros mismos": gentes así son sólo una amenaza para nuestro trabajo, para nuestra identidad, para nuestra seguridad; y como una amenaza han de ser apartados de nuestra vida. Cualquier otra disposición sería mero sentimentalismo.

Puede que bosques, fronteras y pobres nada tengan que ver con el evangelio de nuestra eucaristía. Puede que consigamos amar a Cristo sin amar su cuerpo que son los pobres. Puede que consigamos comulgar con Cristo y subvencionar a quienes añaden sufrimientos atroces a su pasión. Si así fuese, si nuestra misa nada tiene que ver con los caminos de los pobres, mucho me temo que tampoco tenga algo que ver con el camino que es Cristo Jesús.

 Jesús unió inseparablemente el amor de Dios y al prójimo en un solo mandamiento. Y el modo de comprobar que amamos a Dios como único Dios, por encima de todas las cosas es el amor al prójimo. No es posible amar a Dios... si nos desentendemos de los que él ama más: de cada hijo/hermano sin exclusión. El amor, los demás, y el mundo creado son temas principales para revisar nuestra conciencia y crecer, procurando concretar: ¿A quién, cómo y cuándo debo expresar mejor mi amor (y mi escucha)?

En este contexto se entiende mejor que el Papa desee una Iglesia de la escucha, a la escucha: «El tiempo de Sínodo en el que estamos nos ofrece una oportunidad para ser Iglesia de la escucha, para tomarnos una pausa de nuestros ajetreos, para frenar nuestras ansias pastorales y detenernos a escuchar. Escuchar el Espíritu en la adoración y la oración... Escuchar a los hermanos acerca de las esperanzas y las crisis de la fe en las diversas partes del mundo, las urgencias de renovación de la vida pastoral y las señales que provienen de las realidades locales».

Escuchar es el camino para poder amar: escuchar sin estar pensando lo que vamos a responder, escuchar sin hacer juicios, escuchar con atención las palabras, los gestos, los sentimientos, la situación vital. Escuchar dejando que me afecte lo que escucho, que me toque por dentro. Escuchar para discernir. Escuchar para acompañar y caminar juntos (=Sínodo) Escuchar, como María, guardando la Palabra y las palabras en el corazón. Escuchar comprendiendo y amando.

Termino con estas palabras del Papa Francisco: "Escucha también la melodía de Dios en tu vida, y no limitarte a abrir los oídos, sino abrir el corazón. Y es que, quien canta con el corazón abierto toca el misterio de Dios, incluso sin darse cuenta. Un misterio que es, en definitiva, el amor que despliega su maravilloso, pleno y único sonido en Jesucristo".

Que el Señor nos afine el oído y nos dirija para interpretar y cantar juntos la partitura del Amor.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 14,1.7-11

  Evangelio según San Lucas 14,1.7-11

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente.

Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:

"Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú,

y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: 'Déjale el sitio', y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.

Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: 'Amigo, acércate más', y así quedarás bien delante de todos los invitados.

Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridas amigas y amigos:

El evangelio de hoy parece centrarse en la humildad como culmina el relato. Pero Jesús no define ni describe esta virtud. Sirviéndose de parábolas dibuja con honda sencillez su perfil. Partamos del hecho de que, a cada uno, se nos valora y clasifica por lo que hacemos, por lo que parecemos, por lo que decimos y por la manera en que lo decimos. Jesús se fija en lo primero –la conducta externa- para ofrecer tres enseñanzas concatenadas sobre la humildad.
La humildad de aceptar el propio lugar. La humildad va referida a la opinión que tenemos sobre nosotros mismos y sobre los demás. Es una facultad que nos permite reconocer cuál es nuestro verdadero lugar y situarnos en él. Es una forma de autoconocimiento (conocernos) que desemboca en la autoaceptación (amarnos). Observamos, no obstante, que hay algo en lo que cada persona supera a todas las demás. Por tanto, todos merecemos el primer puesto y, a la vez, nadie lo merece. Ese principio evita tanto la autoglorificación como el autodesprecio.
La humildad de ocupar el último puesto. En algún lugar de nuestro ADN llevamos inscrita la tendencia indómita a ser los únicos o, cuando no, los primeros. El primer puesto es un imán que seduce y arrastra a costa de lo que sea. Lo vemos todos los días en el mundo de la política, del deporte, de la economía, de la vida académica... y de la misma familia, o de la comunidad cristiana. La existencia de envidias y complejos lo muestran fehacientemente. Pues bien, Jesús nos enseña a afrontar esa tendencia y a ocupar “nuestro” lugar con dos máximas: Una es activa: ceder el primer lugar a otro, dejar que sea otro quien ocupe el primer lugar. La segunda es pasiva: dejar que otros nos indiquen nuestro verdadero lugar. Para ello hay que conjugar el verbo “bajar”. Como dijo bellamente el poeta: «Baja y subirás volando / al cielo de tu consuelo, / porque para subir al cielo / se sube siempre bajando».
La humildad de ocupar el primer puesto. Los primeros puestos son muy apetecibles; pero también peligrosos. No debemos idealizar las cosas. Esos lugares llevan aparejadas muchas preocupaciones y embrollos. Por esa razón muchos se mantienen alejados de los primeros puestos. Tal actitud puede ser catalogada como prudente, pero no necesariamente como cristiana por el egoísmo que suele esconder. El amor a Dios y al prójimo deben llevarnos a sacrificar humildemente la propia paz cuando se nos requiere para un servicio abnegado y difícil. De hecho muchos quieren mandar, pero son muy pocos los que con un corazón magnánimo se muestran disponibles para lavar humildemente los pies de los hermanos, como hizo Jesús. Hoy como siempre, los primeros puestos exigen una sobredosis de humildad.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 28 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 14,1-6

 

Evangelio según San Lucas 14,1-6
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente.

Delante de él había un hombre enfermo de hidropesía.

Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: "¿Está permitido curar en sábado o no?".

Pero ellos guardaron silencio. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió.

Y volviéndose hacia ellos, les dijo: "Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca en seguida, aunque sea sábado?".

A esto no pudieron responder nada.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridas amigas y amigos:

Es discernimiento es como una lupa que permite ver con más detalle. El evangelio de hoy nos permite discernir tres rasgos farisaicos que a menudo se esconden tras una máscara de honestidad. Los encontramos en los comensales presentes en aquella casa de uno de los principales fariseos que invitó a Jesús a comer. Sus actitudes aparentemente eran correctas, pero escondían veneno. Con dos preguntas, Jesús las desmontó. No les dio ocasión de réplica, al evidenciarlas. Contemplemos esas actitudes ocultas bajo una misma conducta.
Jesús distingue entre cautela y prejuicio. Es de sabios y prudentes no confiar inmediatamente en un desconocido, sobre todo si se tratan cosas de capital importancia. Se requiere una verificación previa antes de dar crédito a un mensaje novedoso. Conducirse por este criterio no debe ser reprobado, en principio, como algo perverso.

Pero no es éste el caso de aquellos fariseos: Sus pérfidas intenciones desacreditaron las reservas. Partían de una actitud presuntuosa de saberse dueños de la verdad y buscaban atrapar a Jesús en cualquier desliz para descalificarlo y hundirlo. Su maldad estaba en haber emitido un juicio demoledor antes de haber conocido el mensaje. Jesús supo diferenciar tal prejuicio malvado de la prudente cautela.
Jesús tampoco confunde la observancia con el legalismo. Es legítimo y obligado el hacer respetar y cumplir la Ley. La Ley es buena con tal que proteja valores auténticos, libere de subjetivismos arbitrarios y ayude a las personas en su humana debilidad. Por ello, el mismo Jesús aclaró fehacientemente que no había venido a derogar la ley ni a abolirla, sino a darle un cumplimiento completo.

Pero la Ley puede ser utilizada como arma de ataque para eliminar al adversario. El bien se puede utilizar así para el mal. Ocurre cuando el odio se agazapa detrás de la defensa ardiente de las causas más nobles. Sin amor al prójimo y sin limpieza de corazón se contaminan los más bellos ideales. Como hicieron los comensales del relato de hoy.
Jesús diferencia el silencio de la mudez. Es de sabios permanecer en silencio cuando no se sabe resolver una cuestión o responder a un problema. Decía sarcásticamente Mark Twain: “Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda”. El silencio es noble si muestra modestia discipular, abierta a la verdad.

Pero la mudez de aquellos fariseos era de otro tipo. Ante la evidencia de los hechos –hacer el bien coincide con lo que la Ley promovía- optan por callar, justo para no darle la razón a Jesús. Ya le habían calificado de infame y no estaban dispuestos a renunciar a su prejuicio. ¡Cuántas veces ocurre! Se calla lo bueno de los otros -adversarios o no- si no sirve a los propios intereses. Esta mudez es otra forma de falsificar la verdad. Por ello, Jesús no la pudo pasar por alto ni excusar.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 27 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 13,18-21

 


Evangelio según San Lucas 13,18-21
Jesús dijo entonces: "¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo?

Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas".

Dijo también: "¿Con qué podré comparar el Reino de Dios?

Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa"


RESONAR DE LA PALABRA

Queridas amigas y amigos:

En la fiesta de estos dos apóstoles (muy desconocidos a pesar de la extendida fama que san Judas Tadeo tiene en América como patrono de las causas perdidas) resaltamos tres detalles del evangelio que hoy nos brinda la liturgia: Jesús sube a la montaña a orar (oración), elige a los doce apóstoles de entre sus discípulos (elección) y prosigue después su trabajo misionero (misión).
Jesús fue un hombre de oración. Era a la ver el hombre-para-los-demás y el hombre-para-Dios. Antes de sus acciones más importantes se retiraba a orar largamente. Es una buena costumbre, recomendada por muchos santos y cultivada por muchos cristianos, la de rezar antes de comenzar un trabajo, aunque sea con una breve jaculatoria o con una señal de la cruz. Con ello, se expresa la confianza en la protección de Dios al iniciar una obra. En efecto, Él bendice y sostiene toda buena obra humana... Pero, ¿cómo saber con seguridad si una obra es realmente buena o no? Es buena si concuerda con su plan de salvación. Pero no es algo que sepamos de antemano. Por eso los santos, al orar largamente antes de iniciar algo importante, buscaban ser iluminados en su decisión.
La elección de los apóstoles es uno de los momentos centrales de la historia. Casi nadie se enteró, pero aquel puñado de hombres normales fue la chispa que más tarde se convirtió en fuego que hizo arder al mundo. Elegir y llamar fue una importante praxis de Jesús. Pero ese servicio es hoy olvidado por muchos. Lo confunden con el proselitismo (propio de fariseos y no de seguidores de Jesús) y, además, resulta frustrante los frecuentes rechazos y resistencias que encuentra. Por esas y otras razones, muchos justifican su inhibición y no llaman a otros a encontrarse con Jesús. Muchos no serán sus discípulos si nadie se atreve humildemente y con mucha valentía a llamarles.
Observemos, finalmente que el ministerio apostólico de Jesús no fue, propiamente hablando, un “trabajo en equipo”: Ni planificaban juntos las acciones, ni acordaban a quiénes preferir ni a dónde ir; ni siquiera se distribuían cargos u oficios, ni votaban las decisiones, ni evaluaban... El ministerio apostólico de Jesús con los suyos era otra cosa. Se trataba de un grupo plural que acompañaba a un Maestro que enseñaba y curaba. Jesús, sólo Él, era el protagonista y agente único. Él mantenía unido al grupo, pero sin “socializar” y “democratizar”. Tal vez haya quien no lo llegue a entender. Pero cuando se olvida que Jesús es el centro, el sólo conseso pastoral o los acuerdos pactados pierden toda su garra. Sin Jesús –Palabra, Eucaristía, Comunidad, Pobres- no hay misión que valga.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 26 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 13,22-30

 


Evangelio según San Lucas 13,22-30
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.

Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?". El respondió:

"Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.

En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son ustedes'.

Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas'.

Pero él les dirá: 'No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!'.

Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.

Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.

Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

¿Cuántas veces hemos escuchado frases del tipo: "Este no es de los nuestros" aplicada a inmigrantes que aparecen en nuestra ciudad, a cristianos que no son de nuestra parroquia o movimiento, a hombres y mujeres que escriben en periódicos que no son de nuestra devoción?

El "otro", en cuanto extraño, siempre nos produce desconcierto y a veces temor. Instintivamente tendemos a estar con "los nuestros", con los de nuestra cuerda. Pero eso, que es tan normal, ¿qué gracia tiene? Lo igual busca a lo igual. Pero el conocimiento y el amor sólo avanzan cuando se abren a lo desigual, a lo otro. Así ha hecho Dios queriéndonos a nosotros. Si no reflejamos esto mismos, vendrán "otros" que se sentará a la mesa en el Reino de Dios y nosotros seremos "echados fuera".

¿Serán pocos los que se salven? Jesús no responde a esta pregunta de un periodista aficionado que encontró de camino hacia Jerusalén. Quien se cierra en lo suyo, en lo seguro, se pierde a sí mismo, renuncia a aceptar la gracia que viene de fuera. Esta cerrazón es una condena.

Jesús, miembro de un pueblo que tendía a considerarse el elegido y a cerrarse en su propio orgullo, siempre invita a abrir las puertas. Los que se abren a lo nuevo, a veces, sin caer en la cuenta, pueden recibir a ángeles en su propia casa.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 25 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 13,18-21

 

Evangelio según San Lucas 13,18-21
Jesús dijo entonces: "¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo?

Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas".

Dijo también: "¿Con qué podré comparar el Reino de Dios?

Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa".

 

RESONAR DE LA PALABRA

Queridas amigas y amigos:

Jesús explica hoy cómo “funciona” el Reino sirviéndose de dos breves parábolas. Su predicación es kerigma, anuncio de una llegada. No remite al futuro, sino que abre los ojos de sus oyentes para que reconozcan que lo que anuncia, se está haciendo presente. Y se vale aquí de dos comparaciones tomadas de la vida ordinaria: el grano de mostaza y la levadura. Su pedagogía se basa en la sencillez (las entiende cualquiera), la brevedad (no requieren explicaciones), la belleza (gustan por ser agudas) y la evocación (dan que pensar y que hacer). ¿A qué alude Jesús con ellas? Advirtamos, entre otras posibles, estas dos lecciones más inmediatas que se desprenden de ellas:
El reino de Dios es una realidad que crece. El Reino de los cielos, aun cuando aparezca con aspecto insignificante por ser la más pequeña de las semillas, e incluso despreciable, por dentro contiene una arrolladora vitalidad. Para desplegarla, tiene sin embargo que caer en tierra y allí sufrir un proceso de putrefacción y muerte. Sólo genera vida si muere. Lo que hoy es un minúsculo grano llegará a ser un dia un árbol frondoso. Este árbol no es fuerte porque muchas aves aniden en sus ramas. Es fuerte si tiene raíces profundas y un tronco robusto capaz de canalizar el flujo de vida que le llega y, a la vez, resistir las circunstancias adversas.
El reino de Dios transforma desde dentro. Esta otra imagen de la levadura utilizada por Jesús no es menos sugerente. La levadura, a semejanza de la semilla, es un elemento vivo que se activa cuando se mezcla con la masa. La levadura es la fuerza interior capaz de transformar el mundo y de invertir sus valores. Contemplamos la misteriosa virtualidad que posee la levadura. Su fuerza oculta y silenciosa es, a la vez, activa y contagiosa. Aunque no todo el pan se convierta en levadura, todo él tomará el sabor del fermento.

Ambas parábolas, a pesar de su brevedad, son sumamente provechosas. Nos invitan a dejarnos impulsar por un doble dinamismo: Uno interior, crecer desde la entrega (no desde la vanidad de la apariencia) y otro, exterior y dirigido hacia fuera: transformar el ambiente (irradiar e influir). No son opciones alternativas, desechable la una por la otra. Deben ser simultáneas y responden a dos urgencias de hoy: la formación (no entendida solo como capacitación sino como crecimiento) y la misión (que no se reduce a una transmisión de ideas, sino al contagio de vida). Recordar estas cosas nos hace bien, porque “repetir es persuadir con más detalle”.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 24 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 13,10-17


Evangelio según San Lucas 13,10-17
Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.

Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.

Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad",

y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado".

El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber?

Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?".

Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.


RESONAR DE LA  PALABRA


Queridas amigas y amigos:

En el evangelio de hoy, como en otros pasajes del evangelio, Jesús se presenta en combate contra el mal. Éste toma posesión del ser humano de diversas maneras; en este caso como una enfermedad que lastima a una mujer en su cuerpo y en su alma.
El mal es una como una maligna enfermedad. Jesús se encuentra con una mujer que llevaba encorvada dieciocho años, posiblemente a causa de una escoliosis, enfermedad de la columna vertebral. Además de doloroso, su padecimiento era demasiado prolongado. Tal dolencia le impedía mantenerse erecta, postura propia del ser humano creado, dueño del mundo, a diferencia de los animales. Lo primero que hace Jesús es señalar que, en el origen de esa enfermedad, está el pecado. Por su causa, aquella mujer vivía doblegada. Las fuerzas del mal son “espíritu de esclavitud” (Rom 8,15) que aplastan. El Señor la sana y le impone las manos. Y aquella mujer bendice y alaba a su salvador. La curación le hace saltar de la esclavitud a la alabanza.
El mal es como una mentalidad torcida. Pero el mal impregna también otros territorios más hondos del ser humano como era la mentalidad legalista y absurda del jefe de la sinagoga. Este personaje echa en cara a la gente –no a Jesús- una violación de la Ley, por transgredir el sábado. Por el contrario, no otorga valor alguno al irrebatible milagro que acaba de suceder ante sus propias narices. A esa retorcida mentalidad Jesús la llama “hipocresía”, que es una mirada mezquina además de ciega. Usa una doble moral. Confunde, distorsiona y enfrenta. No admira ni alaba, sólo desprecia y acusa. Alega razones tan desafortunadas que reciben la reprobación unánime del auditorio. Con sólo dos preguntas consigue Jesús refutar los fatuos argumentos de este líder de la sinagoga.
Jesús se enfrenta al mal. Y porque no lo soporta, lo combate. Jesús no era un anarquista dispuesto a dinamitar la Ley. Era un hombre libre. No prescindía de la Ley sino que la orientaba hacia su fin verdadero: el bien de la persona. Por eso, hay algo en esta curación que la hace distinta a otros milagros. Normalmente, el que quiere ser curado se acerca hasta Jesús y le pide la sanación. En este caso no. Es Jesús quien abiertamente toma la iniciativa de curarla, de luchar contra el mal que se manifiesta bajo la enfermedad de la mujer y bajo la hipocresía del jefe de la sinagoga. Los sencillos se admiran y se alegran... mientras que los ciegos de corazón quedan abochornados porque son incapaces de abrirse a la verdad. De ahí que las gentes querían a Jesús, pero también le temían: Le querían porque le sabían bueno; le temían porque les desbordaba, porque no repartía monedas como un ricachón, sino que a cambio pedía, nada menos, que un cambio de vida.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 23 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 10,46-52

 

Evangelio según San Marcos 10,46-52
Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino.

Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!".

Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!".

Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Animo, levántate! El te llama".

Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.

Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver".

Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.


RESONAR DE LA PALABRA


PARA QUE UN CIEGO ECHE A ANDAR
(Domund: "Cuenta lo que has visto y oído")
 Todo lo que los evangelistas recogieron, elaboraron y redactaron de la vida de Jesús no tiene como fin «informarnos» de lo que pasó (como haría, por ejemplo un periodista), sino ayudarnos a leer nuestra realidad de hoy para iluminarla. Es decir: este relato tiene que ver conmigo, está pensado para mí, quiere decirme algo para mi vida, espera dialogar conmigo y ayudarme a cambiar en algo. Y debemos leerlo partiendo de nuestras circunstancias concretas.

Veamos a quién representa este ciego y cuáles serían las cegueras que nosotros necesitamos curar o ayudar a curar:

UN CIEGO TIRADO AL BORDE DEL CAMINO:

Ø Bartimeo es alguien que vive «dependiendo» de los demás, sus circunstancias personales le impiden valerse por sí mismo y vive de lo que le quieran dar los otros. No tiene derechos, no puede exigir nada.

Ø Es alguien que no «ve» su futuro. Su situación no tiene salida. Nada le motiva a levantarse y «moverse» en alguna dirección. Se trata de un «descartado», tirado al borde del camino. Su «sentido de la vida» no es otro que sobrevivir lo mejor posible. ¡Tiene tantas carencias y limitaciones...! «Los demás son mejores que yo, pueden más que yo, tienen más posibilidades que yo....»

Ø ¿Podríamos hablar también de la «ceguera» de la gente y de los discípulos? Unos y otros no se dieron por enterados de aquel ciego allí tirado, no captaron su soledad y su dolor, porque «iban a lo suyo», aunque en este caso sea magnífico que estén pendientes del Maestro. Y sienten que Bartimeo más bien les estorba con sus quejidos y voces. La ceguera de no ver a los que tenemos tan cerca.

Ø Por otro lado, tendríamos la «ceguera» de la fe. Muchos «no ven» al Señor Jesús, a pesar de tenerlo tan cerca, aunque les hayan hablado de él. Parece que de oídas, Bartimeo sabía algo de Jesús, lo suficiente como para atreverse a pedirle algo. Pero no puede verlo. Por eso le llama, y por dos veces pide «compasión». También podríamos hablar de que la gente y los discípulos que acompañan y van escuchando a Jesús... no han «captado» todavía su mensaje o no han sintonizado bien con él. Andan escasos de sensibilidad ante el pobre, escasos (todavía) de compasión.

EL CIEGO GRITABA:

Hay muchos modos de gritar, de llamar la atención:

- Hay quienes lo hacen con la «violencia oral»: gritan, hacen ruido, protestan, reclaman... Y a veces pasan de la violencia oral a la violencia de los hechos.

- Hay quienes, en cambio, optan por un estruendoso y total «silencio», ya no saben qué decir o cómo decirlo... y guardan silencio.

- El «grito» de otros consiste en no estar cuando se les espera. A ver si les echan de menos y les hacen caso.

- Algunos gritan a través de las redes sociales, con sus mensajes y sus imágenes de denuncia, y la esperanza de que otros se solidaricen con ellos, o se difunda determinada situación injusta.

- Hay por fin, quienes gritan, como Bartimeo, pidiendo ayuda a Dios. Es lo que se llama con todo sentido «oración». Reclamar, a Dios, quejarse a Dios, esperar de Dios, pedir e incluso literalmente gritarle a Dios. Quizá lo hagan en el silencio de una capilla, en la cama de un hospital, en un banco solitario del parque, haciendo botellón o durmiendo en cualquier sitio... con una lágrima o un torrente de ellas, de rodillas, o con las manos juntas, o de pie con la cabeza agachada, o con la mirada hacia la cruz, o con la mirada perdida...

¿Qué nos enseña Marcos sobre la actitud y reacción de Jesús ante cegueras como éstas?

JESÚS SE DETUVO:

Ø Jesús es alguien capaz de mirar, de oír, de darse cuenta... aún en medio de todo el jaleo que le envuelve. Es una persona atenta, concentrada en lo importante: atento a las personas. No se deja arrastrar, es dueño de sí mismo. Eso es algo que podemos y debemos aprender, entrenar, está en nuestra mano conseguirlo.

Ø En segundo lugar, «llama», se interesa, se acerca, no se informa a distancia (esa "cercanía" a la que tanto nos llama hoy el Papa). Y además dialoga: ¿qué quieres que haga por ti? No da por supuestas las cosas, no «adivina» lo que le pasa. Prefiere que aquel hombre ponga nombre a sus sufrimientos, a sus deseos, a su inquietud. Le ayuda a expresarse. Es una condición esencial para salir de su situación. No todos saben o quieren hacerlo. Jesús le hace una pregunta oportuna para que cuente, para que reconozca su dolor, su deseo, su esperanza: ¿Qué quieres que haga por ti? Es una pregunta muy misionera: preguntar... y escuchar la respuesta como interpelación personal. No le ha pedido de entrada un milagro, ni nada material: sólo «ten compasión de mí». Luego, ya en la conversación que entablan ambos, le pide lo más necesario: recobrar la vista (¿quiere decir que antes la tuvo?).

Ø Cuando Jesús le hace llamar da un «salto», a la vez que se «desprende» de su manto (sus seguridades, lo que parece protegerle...). Son signos de «CONFIANZA». Bartimeo se ha abierto a Jesús, se ha sentido «atendido», importante», acogido.

Ø Marcos no cuenta que Jesús «haga» nada por el ciego. Sólo unas palabras (es la fuerza que tiene la Palabra de Dios escuchada con fe): «Anda» (curiosamente también, la invitación no es a «ver» o «mirar», sino a moverse, a dejar de estar sentado...), que se traduce en un «seguirle por el camino». La Palabra de Jesús ha servido para que el ciego«vea» que tiene que «seguir a Jesús», y ha descubierto también que en él hay «fuerza», «fe», lo que necesita para dejar el manto y el borde del camino. Jesús no le ha dado «las cosas hechas», le ha «empujado» a caminar por sí mismo. Y a ser discípulo.

CONCLUSIONES: En el contexto del DOMUND que hoy celebramos, bajo el lema «Cuenta lo que has visto y oído», podemos subrayar:

- Detectar nuestras propias cegueras (y sorderas), tal como hemos indicado antes, porque si no vemos/oímos bien...

- Ser mediadores (misioneros) y no estorbos ante tantos que están al borde tantos caminos. Lejos... o en casa. E invitar: «Ánimo, levántate, que te llama».

- Como el Maestro, ofrecer nuestra «compasión», que no es lástima ni pena... es la compasión de Jesús que «conecta» con la situación vital del que está tirado, descartado, «ciego». Hacernos cargo. Y atrevernos luego a preguntarle: «¿Qué quieres que te haga?».

- ¿Qué tenemos que contar? (Lema): Cómo el Señor nos ha hecho mirar las cosas de manera más profunda y con sentido. Las Palabras que escuchamos y que nos ayudan a ser más personas e iluminan nuestros pasos. Cómo sigo al Señor por el camino y cómo experimento su presencia en mí. No se trata de contar lo que pienso, lo que he leído, lo que dicen otros, lo que está escrito, lo que hay que hacer o ser... sino lo que yo he visto y oído: Mi experiencia de vida, la acción de Dios en mí.

- Por último: la razón, la fuente, la raíz, la fuerza, el «cómo» de la tarea misionera no es otra que la fuerza del amor de Dios. Como dice el Papa «Hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor y cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído».

Por eso concluyo con una plegaria de San Antonio María Claret (hoy día 24 es su/nuestra fiesta):

Fuego que siempre ardes y nunca te apagas,

amor que siempre hierves y nunca te entibias: Abrásame para que te ame.

Te amo, Jesús, con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas.

Quisiera amarte más y que todos te amen.

Quisiera amarte por mí y por todas tus criaturas

Haz, Padre, que te ame como me amas Tú y como tú quieres que yo ame.

Padre mío; de sobra sé que no te amo lo que debiera,

pero estoy seguro que llegará el día en que te amaré como deseo

porque Tú mismo me concederás este amor que te pido

por medio de María y de Jesucristo nuestro Señor. Amén

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 22 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 13,1-9

 

Evangelio según San Lucas 13,1-9
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios.

El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?

Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.

¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?

Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera".

Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.

Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'.

Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.

Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Pilatos mandó matar a unos galileos mientras cumplían los actos de culto en el templo. Jesús contesta a quienes le informan: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así?

¿O que los que fueron aplastados por la torre de Siloé al caer eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?

Es muy común la creencia de que Dios castiga quien hace algo malo. Y el castigo es más duro cuanto más grave es el pecado cometido. Las desgracias serían fruto de pecados cometidos personalmente o por los parientes. Esta creencia aparece en el evangelio de hoy y en otros pasajes, como el del ciego que nos narra san Juan. Sus discípulos, al verlo, le preguntaron: “Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿Fue por un pecado suyo o de sus padres?” (Juan 9,2).

Las desgracias nos hacen pensar en los peligros que nos rodean y en ese sentido son un aviso que no hay que despreciar. Son ciertamente un castigo cuando esas desgracias ni siquiera nos hacen pensar y ordenar lo mejor posible nuestra vida. Es la inconsciencia del que vive los acontecimientos de la vida como si fueran una película de cine fantástico que nada tienen que ver con su vida y la de sus prójimos. Hay que abrir los ojos a la realidad y no vivir en una “burbuja”.

La vida no dura siempre y si no la sabes aprovechar hoy, mañana no sabes si la tendrás. Es lo que nos enseña la parábola de la higuera, que nos narra a continuación el texto evangélico.

El cristiano ha de vivir en actitud constante de producir buenos frutos. Dios nos ha dotado a cada uno con la capacidad de hacer el bien, de cultivar la justicia y de mantener unas relaciones sanas con los demás y con Dios mismo; pero como dueño y Señor de esas higueras, que somos nosotros, puede exigirnos y pedirnos los frutos correspondientes.

En la lectura de Rm 8, 1-11 encontramos palabras de aliento para seguir este camino de fecundidad espiritual, porque el “Espíritu de Dios habita en vosotros”.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 21 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,54-59

 

Evangelio según San Lucas 12,54-59
Jesús dijo a la multitud:

"Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede.

Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede.

¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?

¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?

Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel.

Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Dice Jesús: “Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?”

Los contemporáneos de Jesús no saben interpretar sus palabras y milagros como el signo de que ha llegado el reino de Dios. Juzgan desde sus propios criterios y tienen los ojos cerrados a los signos de los tiempos.

Cristo quiere que escrutemos el tiempo, y el tiempo para Él consiste en que con su venida hemos llegado a la plenitud: «la plenitud de los tiempos”. Es una plenitud real, no imaginaria, que no hay que confundir con el fin del mundo, sino con la manifestación más clara y plena del amor de Dios por los hombres. El primer acto de amor de Dios al hombre ha sido la creación.

¿Puede el hombre pedir algo más? Lo inteligente en el hombre es ser consciente del tiempo en que vive y saber decir cada día: «gracias, Padre Dios, por tu amor tan presente y cercano».

Hoy es un buen día para contemplar sin más el amor de Dios que se nos manifiesta en los más pequeños, en los que necesitan comprensión, una caricia. Como sabiamente decía una amiga mía: Nos podemos equivocar en muchas cosas en nuestra vida, pero en lo que nunca nos equivocamos es si hacemos el bien a quien necesita ayuda. Ella decía con mucha convicción: “el que ayuda a un pobre no se equivoca”.

Siguiendo el texto del evangelio de hoy nos dice Jesús: “Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino”.

Esta comparación ilustra la urgente necesidad de reconciliarse con Dios antes de que llegue el juicio y al mismo tiempo la importancia de esta reconciliación entre las personas. El perdón que doy al hermano es el perdón que Dios me da a mí. Sólo el perdón nos lleva a la paz.

En la primera lectura san Pablo nos confía con gran sinceridad sus experiencias en la lucha por seguir a Jesús cada día y nos dice: “El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago”. Él sabe por propia experiencia que sólo la misericordia nos abre a la esperanza: “¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias”.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 20 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,49-53

 

Evangelio según San Lucas 12,49-53
Jesús dijo a sus discípulos:

"Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!

Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!

¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.

De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres:

el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Recuerdo haber escuchado decir en cierta ocasión a Jon Sobrino –un gran teólogo, sin duda- que el hecho de no definirse era ya una forma de definirse. No tomar una opción, decía él, es ya una opción. Jesús es, a todas luces, una de esas grandes banderas discutidas capaz de polarizar en torno a sí opciones de vida contrapuestas. Ante Él el hombre se sitúa a favor o en contra. A él tampoco parecen gustarle las medias tintas. Su mensaje y su fuerza siguen interpelándonos, de forma que nadie queda indiferente. Su vida, su muerte y su resurrección se han convertido en un verdadero aguijón que sigue sacudiendo a la humanidad desde hace más de dos mil años.

Acercarse a Jesús es acercarse a una fuerza abrasadora. El evangelio apócrifo de Tomás pone en labios de Jesús una conocida frase: “Quien está cerca de mí está cerca del fuego; quien está lejos de mí está lejos del Reino”.

Acercarse a Jesús es acercarse al Reino, a una experiencia inigualable, capaz de encender el corazón humano para siempre. Vivir esta incombustible experiencia nos hace capaces de abrasar y encender otros corazones y nos convierte en misioneros evangelizadores. Así se transmite la fe y se contagia la pasión por el Reino. Y esta pasión se traduce indefectiblemente en pasión por los demás, por los últimos, por aquellos por los que Dios se apasiona y se compadece. No hay otro camino para la nueva evangelización de la que tanto hablamos en los países de vieja cristiandad. Sin Jesús y su reino no hay evangelización posible. No hay otro camino. El mundo de hoy quiere vivir nuevamente esa experiencia abrasadora capaz de encender de nuevo el corazón de la humanidad y llevarla hacia cotas más altas de justicia. Acerquémonos al fuego, sin miedo. Tomar partido por Jesús es agarrarse a la mejor bandera. 

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,39-48

  Evangelio según San Lucas 12,39-48

Jesús dijo a sus discípulos: "Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.

Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada".

Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?".

El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?

¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!

Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.

Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse,

su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.

El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.

Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Si leemos atentamente el evangelio de hoy veremos que a Pedro no le quedó claro si la parábola se aplicaba solamente a todos los discípulos o más bien a los líderes de la comunidad. Por eso viene la segunda parábola que transporta la misma exigencias del “¡Estad preparados!” en el asumir las responsabilidades típicas de un animador de la comunidad, a quien Jesús llama “el administrador fiel y prudente” y que se aplica a todos los que sirven a la comunidad.

Cristo nos presenta la vida como una misión: «estar al frente de la servidumbre para darle a tiempo su ración». Venimos a la tierra para algo, y ese algo es tan importante que de él depende la felicidad eterna nuestra y de otras personas; o dicho de otro modo, la felicidad de otros será nuestra felicidad.

En el cristianismo no rige eso del «come y bebe que la vida es breve», ni el «vivir a tope», entendido como aprovechar cada instante para conseguir más placer y más bienestar egoísta.

La característica del administrador “fiel y prudente” es que sabe que los bienes no son suyos, no es tacaño ni rígido, sabe hacer que alcance para todos la comida. Éste recibirá la “bienaventuranza” de su Señor y se le concederán funciones de mayor responsabilidad en la comunidad.

Las características del administrador “infiel”: primero se descuida en la vigilancia, se da buena vida, se aprovecha de las circunstancias; luego, ya no sabe dirigir la comunidad, se pone agresivo y se olvida de los demás. Primero se olvida de sí mismo y luego de los demás. El castigo es todavía mayor.

CR

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lunes, 18 de octubre de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,35-38


Evangelio según San Lucas 12,35-38
Jesús dijo a sus discípulos: "Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.

Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.

¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo.

¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!"


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos

Estos cuatro versículos subrayan en su brevedad una actitud espiritual no siempre fácil de mantener como es la virtud de la vigilancia.

Esta llamada a la vigilancia se funda en el hecho de que la hora del retorno de Jesús es imprevisible. Un elemento constitutivo de esta espera vigilante es la actitud de servicio, especialmente para aquellos a quienes se ha confiado el cuidado de la comunidad. El amo valora tanto la vigilancia de sus criados que “se ceñirá las ropas de servicio, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles”, reconociendo así que no sólo son dignos de confianza sino que se han convertido en su familia por su fidelidad.

Hoy día la “vigilancia” tiene especiales connotaciones sociales a las que no se refiere el texto del evangelio, pero que vale la pena tener en cuenta. De hecho las “cámaras de vigilancia” están a la orden del día para disuadir a ladrones y estafadores y cualquier contravención de la ley en el tráfico y en cualquier otra actividad social.

Ya nadie duda de que todos estamos vigilados, observados y fichados. En el paseo, en el mercado, en el autobús, en el banco, en el metro, en el estadio, en el aparcamiento, en las carreteras... alguien nos está mirando por el ojo de las nuevas cerraduras digitales. Cada uso del ordenador, de Internet o de la tarjeta de crédito deja huellas imborrables que delatan nuestra identidad, nuestra personalidad, nuestras inclinaciones. Evidentemente no nos sentimos cómodos con tanto control.

En antiguos catecismos se presentaban estampas con el “ojo escrutador” de Dios que nos controlaba: “mira que te mira Dios, mira que te está mirando”, decía el versito.

Jesús no nos habla así del Padre. El santo temor de Dios no depende de cámaras de vigilancia sino que brota de un amor tierno y filial y expresa una confianza absoluta en la misericordia del Padre.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA