martes, 31 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 4,38-44

 


Evangelio según San Lucas 4,38-44
Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella.

Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.

Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba.

De muchos salían demonios, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.

Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos.

Pero él les dijo: "También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado".

Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.


RESONAR DE LA PALABRA


Asombro ante Jesús

Cambiamos de escenario. Dejamos Nazaret donde Jesús es despreciado por los suyos, y lo encontramos hoy en Cafarnaún, junto al lago. Aquí todo es distinto: solo el asombro llena esta escena. Escuchamos: “Quedaban asombrados”, “Hablaba con autoridad”, “¿Qué tiene su palabra?”, “Comentaban estupefactos”, “Da órdenes a los espíritus inmundos”, “Noticias de él iban llegando a todos los lugares”. En el centro, la curación de un hombre aquejado por un espíritu inmundo, presente en la sinagoga.

Aquí aparece la respuesta a las preguntas, ¿no es el hijo del carpintero? ¿De dónde le viene tal autoridad? Le viene de su coherencia de vida. Une bien todos los puntos que dan unidad a su persona. Predica la doctrina y libera a la gente del mal, anuncia y hace lo que anuncia, siente lo que dice y dice lo que siente, sana el mal físico y aleja el mal del espíritu, cura los males que le presentan y da la salvación al que se siente pecador. Es decir, en Jesús, todo suena a verdadero y auténtico -¡como que él es la Verdad!- su vida resulta convincente, su persona rezuma credibilidad.

¿Y nosotros? Como a discípulos de Jesucristo, nos toca salir a los caminos a curar, a sanar, a liberar de inmundos espíritus. Eso sí, siempre, “en nombre de Jesús”, como Pedro y Juan con el paralítico del Templo. Con fervor, celebramos los sacramentos; con pasión anunciamos el Evangelio; con audacia, luchamos contra los males de tanta gente que sufre.

Y, ¿cuáles son los males que encontramos en este mundo que habitamos? ¿De qué personas, como Jesús, sentimos lástima? Y nos topamos con enfermos de larga duración, incurables; personas hundidas en soledad; familias abrumadas, porque sienten que pende sobre ellos la espada del desahucio; parados sin trabajo y sin esperanza; cristianos llenos de temores morales, víctimas de un pésima formación religiosa;grandes extensiones geográficas sobre las que se cierne la epidemia del hambre. Y tantos, tantos excluidos, que no cuentan en la sociedad, maltratados.

Los hombres y mujeres de la Iglesia hemos de esforzarnos –sin voluntarismos, porque contamos con Jesús- esforzarnos para que nuestras palabras, gestos y obras susciten en los demás una “aceptación cordial” del Evangelio, y den gloria al Padre. Esta es la autoridad moral que debe presidir en nosotros, los seguidores de Jesús; no, la autoridad mundana envuelta en poder, dominio o pompa. Importa menos que las flaquezas y fragilidades nos atosiguen; pero es necesario que el mundo nos vea, a los que nos decimos cristianos, como personas auténticas, no hipócritas, que sentimos lo que decimos, que queremos obrar según decimos, que aspiramos a ser santos y, por lo menos, nos ponemos en camino de Evangelio. En fin, que en nosotros, a pesar de todo, resuene Dios.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 30 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 4,31-37

 

Evangelio según San Lucas 4,31-37
Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados.

Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.

En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza;

"¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios".

Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño.

El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: "¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!".

Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.


RESONAR DE LA PALABRA


Asombro ante Jesús

Cambiamos de escenario. Dejamos Nazaret donde Jesús es despreciado por los suyos, y lo encontramos hoy en Cafarnaún, junto al lago. Aquí todo es distinto: solo el asombro llena esta escena. Escuchamos: “Quedaban asombrados”, “Hablaba con autoridad”, “¿Qué tiene su palabra?”, “Comentaban estupefactos”, “Da órdenes a los espíritus inmundos”, “Noticias de él iban llegando a todos los lugares”. En el centro, la curación de un hombre aquejado por un espíritu inmundo, presente en la sinagoga.

Aquí aparece la respuesta a las preguntas, ¿no es el hijo del carpintero? ¿De dónde le viene tal autoridad? Le viene de su coherencia de vida. Une bien todos los puntos que dan unidad a su persona. Predica la doctrina y libera a la gente del mal, anuncia y hace lo que anuncia, siente lo que dice y dice lo que siente, sana el mal físico y aleja el mal del espíritu, cura los males que le presentan y da la salvación al que se siente pecador. Es decir, en Jesús, todo suena a verdadero y auténtico -¡como que él es la Verdad!- su vida resulta convincente, su persona rezuma credibilidad.

¿Y nosotros? Como a discípulos de Jesucristo, nos toca salir a los caminos a curar, a sanar, a liberar de inmundos espíritus. Eso sí, siempre, “en nombre de Jesús”, como Pedro y Juan con el paralítico del Templo. Con fervor, celebramos los sacramentos; con pasión anunciamos el Evangelio; con audacia, luchamos contra los males de tanta gente que sufre.

Y, ¿cuáles son los males que encontramos en este mundo que habitamos? ¿De qué personas, como Jesús, sentimos lástima? Y nos topamos con enfermos de larga duración, incurables; personas hundidas en soledad; familias abrumadas, porque sienten que pende sobre ellos la espada del desahucio; parados sin trabajo y sin esperanza; cristianos llenos de temores morales, víctimas de un pésima formación religiosa;grandes extensiones geográficas sobre las que se cierne la epidemia del hambre. Y tantos, tantos excluidos, que no cuentan en la sociedad, maltratados.

Los hombres y mujeres de la Iglesia hemos de esforzarnos –sin voluntarismos, porque contamos con Jesús- esforzarnos para que nuestras palabras, gestos y obras susciten en los demás una “aceptación cordial” del Evangelio, y den gloria al Padre. Esta es la autoridad moral que debe presidir en nosotros, los seguidores de Jesús; no, la autoridad mundana envuelta en poder, dominio o pompa. Importa menos que las flaquezas y fragilidades nos atosiguen; pero es necesario que el mundo nos vea, a los que nos decimos cristianos, como personas auténticas, no hipócritas, que sentimos lo que decimos, que queremos obrar según decimos, que aspiramos a ser santos y, por lo menos, nos ponemos en camino de Evangelio. En fin, que en nosotros, a pesar de todo, resuene Dios.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 29 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,44-46


Evangelio según San Mateo 13,44-46
Jesús dijo a la multitud:

"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.

El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;

y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."


RESONAR DE LA PALABRA

Para anunciar Buenas Noticias

“Con los ojos fijos en él”, en Jesús, como los judíos en la sinagoga de Nazaret. Así estamos nosotros hoy. Es sábado, y Jesús, judío devoto, acude a leer y comentar la palabra en comunidad. Así comienza, en su propio pueblo, su misión evangelizadora. Aquí, el hijo del carpintero tiene la osadía de aplicarse a sí mismo el pasaje de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí,porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de Gracia del Señor”. Es el programa marco que aparece al inicio de su ministerio,émulo de la ley fundamental que son Bienaventuranzas

Jesús se autodescribe como el enviado, el Ungido por el Espíritu del Señor. Es su definición, su ser cabal. Por eso, luego, hará obras como Mesías, Hijo de Dios, Hijo del Hombre, Maestro. Los destinatarios de su programa son los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. Sobre ellos quiere actuar anunciando la Buena Noticia, anunciando libertad, dando libertad, dando luz a los ojos, anunciando la Gracia de Dios para los hombres. Ahora cabe preguntarse, ¿cómo es posible que, pregonando cosas tan buenas, Jesús sea rechazado por sus paisanos?

Somos y nos llamamos cristianos, seguidores de Cristo. Cristo es la palabra griega de Ungido. Somos ungidos, empapados por el Espíritu en el Bautismo. Y robamos la exclamación a San León Magno: “Reconoce, oh cristiano, tu dignidad”.

Y el cristiano sale a la palestra del mundo con el mismo programa de Jesús. ¿Cómo? Anunciando y siendo la Buena Noticia para todos. Ya hemos apuntado que, desde el texto de Isaías, estamos en la misma línea programática de las Bienaventuranzas, de las razones grandes por las que somos llamados dichosos. Si el mundo, si la gente no nos ve como señales vivas de Buena Noticia, ¿qué pintamos? ¿Cómo podremos presentarnos como predicadores del Evangelio de Jesús? Nuestras palabras y gestos han de brillar desde esos motivos de esperanza que nos marca Jesús: libertad, gracia, luz, noticia grata para todos. Lo contrario serán anatemas, fama de gruñones, instalarse en sesudos documentos que no llegan o en liturgias formales y barrocas. Algunos, también de los nuestros, hablarán de buenismo o de estilo ligt. ¿Sí? Pues volvamos, detenidamente y con corazón abierto, al evangelio de hoy.

Y en el centro, los pobres, los sufrientes. Es Jesús quien lo clarifica en el evangelio; no, el Vaticano II que acuñó la expresión “Iglesia de los pobres”, ni Pablo VI que clamaba por una Iglesia “servidora de la humanidad”, ni Francisco que repite “quiero una Iglesia que sea hospital de campaña para tantos heridos”. Nos preocupamos de los pobres, no porque sean más buenos sino porque son más necesitados. Esta será la prueba del algodón. El programa de Jesús habla de sanar; no, de estructuras, de ritos, de estrategias en las que gastamos tantas energías. Por aquí va el Espíritu de Jesús, esto es ser espirituales. Hacer otras cosas sería un espiritualismo. Y los “ismos” no suelen ser muy buenos.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 28 de agosto de 2021

RESONAR LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 7,1-8.14-15.21-23

 

Evangelio según San Marcos 7,1-8.14-15.21-23
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús,

y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.

Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados;

y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.

Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?".

El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos.

Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres".

Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien.

Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.

Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,

los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.

Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.


RESONAR LA PALABRA


A VUELTAS CON LAS LEYES Y TRADICIONES

“Las instituciones, las leyes, los modos de pensar y sentir heredados del pasado ya no siempre parecen adaptarse bien al actual estado de cosas.” (Gaudium et Spes 7)

 Cuando Dios sacó a Israel de la esclavitud de Egipto, del sometimiento a los caprichos del poderoso y endiosado Faraón, para enseñarles a ser libres, y a convivir en fraternidad y justicia, les ofreció una «carta de la libertad», lo que se llamó los «Diez Mandamientos». Una especie de «Constitución» básica que garantizaba esa libertad y esa convivencia justa y sana, y que tenía como fin primordial el bien del pueblo. Ese era el deseo y el proyecto de Dios.

No hará falta decir que Dios nunca «dictó» literalmente cada una de esas normas, ni las escribió con su dedo en unas tablas de piedra... sino que Moisés y los Ancianos, con la ayuda de Dios, y con la experiencia de los conflictos vividos durante aquella larga peregrinación por el desierto... acertó a recoger en aquellas diez claves lo que ayudaba a que se hiciera posible y se cumpliese esa voluntad de Dios: un pueblo libre, responsable y unido. En ese sentido se puede decir con toda verdad que eran «diez palabras de Dios», porque el Dios de Israel es el que va hablando en la historia, en los acontecimientos... leídos desde la fe.

Cuando las circunstancias sociales cambiaron y tuvieron que enfrentar la dura realidad de cada día... se presentaron nuevas situaciones. y muchas dudas sobre lo que era o no correcto hacer en cada caso. Las autoridades religiosas del pueblo se encargaron de concretar y aterrizar aquellas diez normas generales con otras leyes auxiliares: prohibiciones, leyes, ritos, mandatos etc. La Biblia recoge cómo fueron evolucionando y adaptándose muchos de aquellos preceptos, según lo iban requiriendo las nuevas circunstancias y la maduración cultural de Israel.

Sin embargo, este proceso tan humano y tan necesario... se convirtió en un problema cuando todos aquellos preceptos humanos (lo que el Evangelio llama la «tradición de los mayores») se empezaron a poner a la misma altura que los Mandamientos, sacralizándolos y convirtiéndolos en «intocables».

Esto trajo consigo algunas consecuencias:

+ Quienes interpretaban y actualizaban las leyes se convirtieron en «portavoces» de Dios y de su voluntad (a pesar de que el segundo mandamiento manda: «no tomarás el nombre de Dios en vano», es decir, no te servirás de la autoridad de Dios (el Nombre) para imponer cosas que no son de Dios.

+ Y es que en no pocas ocasiones, aquellas «adaptaciones» no eran según la mentalidad de Dios... sino conforme a otros intereses, que llegaron a dejar la auténtica voluntad de Dios en segundo plano. «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

+ Y además empezó a extenderse la «mentalidad de mínimos» (lo mínimo que hay que hacer, y lo que hay que evitar para «estar en regla con Dios»), numerosas minucias para «cumplir» lo que correspondía a un buen israelita. Así la relación personal y social con Dios quedaba convertida en normas y prohibiciones... Tantas, que sólo estaban al alcance de unos pocos selectos que podían dedicarse a estudiarlas y aprenderlas, de manera que otros muchos quedaban casi «excluidos» de la buena relación con Dios.

A Jesús le entristece y le enfada esa mentalidad rígida y legalista, y que usen el Nombre de Dios y las tradiciones de los mayores para atacarle personalmente y descalificarle. Les reprocha que cumplan escrupulosamente mil condiciones para participar en los ritos religiosos... pero su culto estaba vacío, pues el corazón (el centro espiritual de la persona, la conciencia, las opciones de vida) estaba muy lejos de Dios. Era un culto separado de la vida, que no tocaba/cambiaba la vida, simples ceremoniales aunque fueran tan solemnes... como si eso fuera lo que a Dios le importara más. Y no era eso lo importante. A Dios le importa el pobre, el huérfano, la viuda, el emigrante... la justicia, la misericordia (Segunda Lectura de hoy). Jesús les reclama contar con la propia conciencia y el estilo de vida (el corazón), como criterios de moralidad. Y no las normas externas ni los cumplimientos mínimos, ni las prácticas religiosas.

Intentando trasladar a nuestra realidad eclesial de hoy la escena del Evangelio... pues también tenemos muchas tradiciones, normas, ritos, obligaciones, mandatos... Son necesarios por nuestra condición humana. Pero:

+ No se puede identificar «lo que siempre ha sido así» con la voluntad de Dios. Las leyes humanas y eclesiásticas no son «sagradas», y tienen que adaptarse continuamente, buscando siempre el bien y la dignidad del ser humano. “Las instituciones, las leyes, los modos de pensar y sentir heredados del pasado ya no siempre parecen adaptarse bien al actual estado de cosas.” (Gaudium et Spes 7, Vaticano II)

+ No se pueden confundir las «mediaciones» con lo esencial. A veces pierde uno la paciencia cuando algunos defienden y confunden como algo «fundamental e intocable, que siempre se ha hecho así» con la voluntad de Dios, o la fidelidad a la Iglesia/fe: que si se comulga en la mano o en la boca, que si hay que arrodillarse o ponerse de pie, que si estas palabras las dice solo el cura o también las pueden decir los fieles, que si comemos carne en cuaresma o la sustituimos por una buena merluza fresca, que sea más importante faltar a misa un domingo que faltarle el respeto a tu pareja o pagar en dinero negro a un trabajador... Que si no he podido comulgar porque me faltaban 10 minutos para cumplir el ayuno eucarístico, que si los seglares no son dignos para dar la comunión, que si tocar la Eucaristía con las manos (al comulgar) es una falta der respeto a Dios... Uuuuuffffff

• Una persona de fe puede no ser fiel a todo lo que esa misma fe le reclama, y sin embargo puede sentirse cerca de Dios y creerse con más dignidad que los demás. Pero hay maneras de vivir la fe que facilitan la apertura del corazón a los hermanos, y esa será la garantía de una auténtica apertura a Dios. (Fratelli tutti, 74). Para orientar adecuadamente los actos de las distintas virtudes morales, es necesario considerar también en qué medida estos realizan un dinamismo de apertura y unión hacia otras personas (Fratelli tutti, 91)

• Otra cosa que nos impide avanzar en el conocimiento de Jesús, en la pertenencia de Jesús es la rigidez: la rigidez de corazón. También la rigidez en la interpretación de la Ley. Jesús reprocha a los fariseos, los doctores de la ley por esta rigidez. Que no es la fidelidad: la fidelidad es siempre un don para Dios; la rigidez es una seguridad para mí mismo. Rigidez. Esto nos aleja de la sabiduría de Jesús; te quita la libertad. Y muchos pastores hacen crecer esta rigidez en las almas de los fieles, y esta rigidez no nos deja entrar por la puerta de Jesús». (JBergoglio. en Santa Marta, 5 de mayo de 2020).

 No se pueden confundir las tradiciones eclesiales y las normas eclesiásticas... con la voluntad de Dios. Pretenden orientar, ayudar, pero todas esas cosas no son «Dios». Y si se cambian no afectan a lo esencial de la fe cristiana. Decía el gran San Agustín: «En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad».

+ Lo de «doctores tiene la santa madre Iglesia», o «lo que diga el padre, o el Papa o el Obispo, o el Catecismo... se queda corto para los cristianos maduros. Hay que «recuperar el corazón», como indicaba Jesús, la propia conciencia, la responsabilidad personal, sin dejarlas cómodamente en las manos de otros. Sí que nos pueden orientar/ayudar para formarnos, para discernir, para buscar la verdad, lo moralmente bueno... pero la decisión y la responsabilidad es nuestra.

+ La fe tiene que ser vivida en las circunstancias culturales de hoy, no de otra época. Y por eso conviene hacer las adaptaciones que sean necesarias. Las Tradiciones y la Memoria merecen un gran respeto, pero no pueden ser la razón para «momificar» nuestra fe, nuestro culto, nuestras creencias. Creo que el gran poeta uruguayo Eduardo Galeano lo decía muy bien:

A orillas de otro mar, un alfarero se retira en sus años últimos años. Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan: ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia. Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge sus pedacitos y los incorpora a su arcilla.

Benditos pedacitos. Y bendita la ayuda de nuestro Alfarero, que no se va nunca del todo.... y nos ayuda a hacer las mejores vasijas para cada momento de la historia.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 27 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,14-30

 


Evangelio según San Mateo 25,14-30
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.

A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,

el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.

De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos,

pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.

Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores.

El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'.

'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.

Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'.

'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.

Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.

Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'.

Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,

tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.

Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,

porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.

Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

El empleado al que su amo expulsó a las tinieblas exteriores no era un perfecto inútil ni un gafe. Tenía unas capacidades. Su amo las conocía y le confió la cantidad apropiada para que pudiera negociar según sus dotes. Y para poder confiarle esa cantidad tuvo que tener y depositar cierta confianza en su persona.

Sobre la base de la confianza que alguien pone en nosotros y sobre las capacidades con que contamos podemos emprender nuestra misión. Nos visitará más o menos veces el miedo; la negligencia menudeará sus llamadas a nuestra puerta. De cada uno depende el abrirla y dejar que se instalen cómodamente en él esos enemigos.

Nos han enseñado que la valentía es un miedo y otro miedo y otro miedo vencidos; y que la diligencia es pereza que nos sacudimos de encima una vez y otra y otra. Así no defraudaremos a Aquel que nos ha dado una misión en la vida y así podremos prestar servicios según nuestras capacidades.

Preguntaba Santa Teresa de Jesús: «¿Sabéis qué es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien –señalados con su hierro, que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad– los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como Él lo fue, que no les hace ningún agravio ni pequeña merced; y si a esto no se determinan, no hayan miedo que aprovechen mucho, porque todo este edificio […] es su cimiento humildad, y si no hay esta muy de veras, aun por vuestro bien, no querrá el Señor subirle muy alto, porque no dé todo en el suelo. Así que, hermanas […], procurad ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir; pues lo que hiciéredes en este caso, hacéis más por vos que por ellas, poniendo piedras tan firmes que no se caiga el castillo» (Moradas, VII, 4, 9).

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 26 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,1-13

 


Evangelio según San Mateo 25,1-13
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.

Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.

Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,

mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.

Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.

Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'.

Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.

Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'.

Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'.

Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.

Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos',

pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'.

Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

Hay cosas que quizá no podemos prever y menos aún controlar, como ciertas catástrofes de la naturaleza; nos sobrevienen, son ajenas a nuestra voluntad. Hay otras cosas que podemos prever, pero no controlar: no dependen de nosotros la salida y la puesta del sol ni el cambio de las estaciones. Hay una tercera categoría: las que podemos prever y, siendo previsores, controlar hasta cierto punto. En España estamos todavía en verano, época en que proliferan los incendios forestales.

Podemos reducir ese riesgo o al menos el impacto del incendio si durante el año se limpian de matorrales los bosques y se abren buenos cortafuegos, y si durante el periodo veraniego se intensifica la vigilancia y se dispone de buen instrumental manejado por equipos adiestrados.

Seríamos necios si no tomáramos medidas propias de la gente previsora y, llevados de la inconsciencia y de la desgana, lo dejáramos todo al albur de las circunstancias. No tenemos un telemando que, casi por arte de magia, las cambie a conveniencia lo mismo que cambiamos de cadena de TV; pero sí tenemos cierto margen de maniobra para que los sucesos no nos pillen ni distraídos ni desprotegidos.

La parábola de las diez doncellas recordaba a los cristianos de las primeras generaciones y nos recuerda a los de toda generación que la venida del Señor es cierta, aunque desconocemos el momento. Pero si en todo momento cumplimos la voluntad de Dios, poco importa esa ignorancia. Nuestra forma de vivir la convierte en una docta ignorancia: sabe lo que no puede prever ni controlar y sabe la norma que debe seguir en toda circunstancia para no ser sorprendida con la lámpara apagada y la alcuza sin aceite.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 25 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 24,42-51

 

Evangelio según San Mateo 24,42-51
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.

Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.

Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.

¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno?

Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo.

Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.

Pero si es un mal servidor, que piensa: 'Mi señor tardará',

y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos,

su señor llegará el día y la hora menos pensada,

y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos

Los textos de hoy, pertenecen al quinto y último gran discurso del evangelio de Mateo: es el discurso escatológico, completado con distintas recomendaciones que llaman a la vigilancia.

Decía Theodor Adorno «los hombres de nuestro tiempo son capaces de todo, incluso del amor, pero no de la fidelidad». Parece que acertaba. Uno de los personajes de la novela y la película “El Diario de Brigitte Jones”, de Helen Fielding, venía a decir lo mismo: vivimos “en la cultura de los tres minutos”, y lo refería a la crisis de las relaciones amorosas de larga duración. Años antes que Fielding, el dibujante Romeu presentaba una tira de viñetas alusivas al nomadismo religioso de los jóvenes: abandonaban su tradición católica, se dejaban atraer por el budismo, luego se asomaban a cultos sincretistas y así mariposeaban de religión en religión, sin “atarse” a ninguna.

El evangelista lanza un aviso a los dirigentes de las comunidades cristianas y a todos en general: nos llama a la fidelidad al Señor plasmada en la constancia en un servicio solícito. La erosión del tiempo, la aparición de problemas, la indiferencia de muchos, la oposición de otros, la sensación de que no se avanza ni se mejora y, en fin, las tensiones en el seno del grupo ponen a prueba la solidez de nuestras adhesiones y la tenacidad en el cumplimiento de nuestros compromisos. ¿Salimos airosos de estas pruebas?

La Madre Teresa de Calcuta decía lo siguiente: “Lo que a nosotros se nos pide no es éxito, sino fidelidad. Si en esa fidelidad nos tenemos que desvivir, habremos aprendido la verdadera sabiduría de la vida”. ¡Ojalá podamos decir: “soy fiel, luego existo”!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 24 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 23,27-32

 

Evangelio según San Mateo 23,27-32
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre!

Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos,

diciendo: 'Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas'!

De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas.

¡Colmen entonces la medida de sus padres!


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

«¡Qué buen aspecto y color tienes!» –decimos a un conocido–. «No me quejo del aspecto, sino del mal que llevo dentro» –responde–. A veces las apariencias engañan y hay enfermedades traidoras que no se delatan. Otro ejemplo: actualmente, está muy de moda la tanatopraxia: consiste en embellecer el cadáver, devolverle el aspecto natural, dar la impresión de que está vivo. Hay cursos de maquillaje que adiestran en esa operación. Claro, no se le devuelve la vida, sino solo, fugazmente, el buen aspecto; no es una victoria sobre la muerte, sino sobre su apariencia.

Nos gusta que los demás tengan una buena imagen de nosotros y piensen que somos gente honrada, personas fiables, profesionales competentes y esmerados, compañía grata. La buena imagen y la buena fama son un bien, aunque no un bien absoluto.

Pero ¿de qué le sirve al cadáver su envidiable aspecto? ¿De qué valen las apariencias o la buena impresión que podamos dar ante los demás? San Pablo quería que se le tuviera por ministro de Cristo, porque esta apreciación era correcta y contribuía a la difusión del evangelio. Pero añadía: «En cuanto a mí, bien poco me importa el ser juzgado por vosotros o por cualquier tribunal humano; ni siquiera yo mismo me juzgo. Mi conciencia no me reprocha nada, pero no por eso me considero inocente. El que me juzga es el Señor» (1Cor 4,4). Al margen de la opinión que se forjen los otros sobre uno, lo decisivo es ese juicio del Señor. Ante él no valen la simulación ni el disimulo; solo nuestra verdad. Si somos esclavos de la imagen que los demás se hagan de nosotros e incluso recurrimos a la simulación, corremos el riesgo de perder el sentido de la verdad.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 23 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,45-51

 

Evangelio según San Juan 1,45-51
Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret".

Natanael le preguntó: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?". "Ven y verás", le dijo Felipe.

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez".

"¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera".

Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel".

Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees . Verás cosas más grandes todavía".

Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos

Hoy nos vestimos de rojo, para celebrar el color de los apóstoles y de los mártires; un color que nunca ha abandonado la vida de la Iglesia y que sabemos especialmente presente en muchas regiones del mundo: el color de la valentía con la que cientos de nuestros hermanos sostienen la fe en todos los continentes. Unos lo hacen acosados por la persecución de gobiernos totalitarios, casi a escondidas; otros tratando de que los dioses del bienestar, la corrupción y el abuso del prójimo no les ganen la batalla, demostrando que se puede ser servidor público, empresario, trabajador de banca e incluso político, siendo justo y honrado; otros acogiendo con ánimo y humor las cruces de cada día…

¡Qué sabiduría la de la Iglesia al proponernos diversos colores litúrgicos! ¡Y todos son nuestros! Nuestro es el verde de la vida cotidiana, que para un cristiano nunca puede ser tiempo ‘ordinario’ (en el sentido de vulgar). Nuestro el morado, que nos recuerda la contingencia y nuestras componendas con el pecado. Nuestro el rojo, del testimonio y el esfuerzo por la fe. ¡Y nuestro, por Gracia, el blanco de quienes ya comparten la gloria del Resucitado y los planes del Padre!

Afirmamos con gozo y razón que nuestra fe se levanta sobre el testimonio de los apóstoles como Bartolomé. Y es verdad, y sobre el de un número difícil de contar de mujeres, que con valentía siguieron a Jesús y acogieron su Palabra, entre las que destaca sobre todo María que es mucho más relevante en la Iglesia que papas, presbíteros y obispos.

Poco sabemos de Bartolomé. Llevamos siglos identificándolo con Natanael, aunque sin certezas absolutas. Pero nos consta lo fundamental: su condición de discípulo (como nosotros), y de discípulo pecador, perdonado y coherente al final de su camino (ojalá también como nosotros). Pero esa falta de datos no le hace menos apóstol, ni menos relevante que Pedro, Santiago o Juan. Nuestra unidad -tan importante, querida por Dios y objeto de la oración de Jesús- se expresa en diversidad, en variedad de dones, sensibilidades, biografías. Se trata de otra lección que hemos de seguir aprendiendo.

Bartolomé, enséñanos a nacer de nuevo, a dejar que el Espíritu vaya haciendo su labor en nosotros. Fortalece nuestra fe; alienta nuestra coherencia en el amor. Ayúdanos a vivir intensamente unidos al tiempo que acogemos cada día con más gratitud los dones de cada uno.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 22 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 23,13-22

 

Evangelio según San Mateo 23,13-22
"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!

¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: 'Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale'!

¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro?

Ustedes dicen también: 'Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar'.

¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?

Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.

Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.

Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

Todos recordamos las bienaventuranzas del evangelio de Mateo. Son un buen comienzo del discurso del monte. En cada una se designa una categoría de personas y luego se aduce el motivo por el que tales gentes son acreedoras a la dicha.

Probablemente nos gustaría más reflexionar sobre esos macarismos en vez de tener que hacerlo sobre las malaventuranzas; estas parecerán antipáticas, pero el caso es que también ellas forman parte de la “Buena Noticia” y que se escribieron para nuestra instrucción. Si contienen avisos saludables y señalan direcciones prohibidas, son una ayuda para nuestro camino cristiano. Toca, pues, “resignarse” a considerar este capítulo de Mateo, jalonado por siete (ocho) ayes contra escribas y fariseos. Hoy nos detenemos en el segundo ay (por devorar los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos), que solo se encuentra en algunos manuscritos, pero que el Leccionario ha mantenido.

Solemos decir que el fin no justifica los medios. Así, la educación y enseñanza de un niño no se consigue a fuerza de palizas; es verdad que se requiere inculcar disciplina, pero se nos antoja demasiado brutal el principio “la letra con sangre entra”; ganar una partida de cartas es bueno, pero no se debe conseguir haciendo trampas; es deseable aprobar un examen, pero no es justo copiarlo; no es moral dar falso testimonio ni siquiera para salvar a un inocente.

Podemos dar la vuelta a esa sentencia sobre la relación fin-medios y proponer: “los medios no justifican el fin”. Los rezos son, en principio, buenos; pero no es de recibo emplearlos para expoliar a la gente y saquearle sus bienes, más que más a la gente necesitada. El buen medio no cohonesta el mal fin; al contrario, es este el que pervierte al primero. A buen fin, buenos medios; a buenos medios, buen fin.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 21 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,60-69

 


Evangelio según San Juan 6,60-69
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?

¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?

El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.

Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".

Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.

Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA


¿TAMBIÉN VOSOTROS QUERÉIS MARCHAROS?

 ♠ Contexto de la primera lectura. Según el parecer de los entendidos sólo dos de las tribus de Israel (Efraim y Manasés) hicieron el recorrido del desierto (éxodo), desde Egipto, tal como lo tenemos recogido en los libros sagrados. Otras tribus habrían llegado por diversos medios hasta la Tierra Prometida. A todas ellas las ha convocado Josué en el santuario de Siquem, para que tomen una decisión importante: ¿Están dispuestos a participar de su misma fe, la que han ido descubriendo y puficando por el desierto? ¿Quieren dejarse proteger por el Dios del Sinaí, dar un sentido a sus vidas desde Él, desde sus leyes y valores?

Josué es un hombre valiente, y respeta profundamente la libertad de sus hermanos: «Escoged a quien servir, a los dioses falsos o al Dios que nos ha salvado de la esclavitud, el Dios de la libertad». Y él es el primero en pronunciarse: «Yo y toda mi casa serviremos al Señor».

♠ Últimamente no está de moda creer. Nuestra manera de comportarnos está muy lejos de la de Josué. Por una parte nos ha entrado una especie de complejo de llamarnos cristianos. El entorno social nos está haciendo creer que ser cristiano es una cosa trasnochada, es ir contra corriente, no es moderno o progresista... Por otra parte, un cierto número de personas han optado por vivir sin Dios, o tal vez sea mejor decir por servir a otros dioses más cómodos, inventados por nosotros mismos, dioses a la carta que tranquilizan conciencias, dioses de los que acordarse cuando haga falta. "Algo debe haber", dicen algunos. "No necesito a Dios, son cosas del pasado", dicen otros. Y algunos siguen creyendo, pero sin saber muy bien en qué, sin saber explicarse demasiado en qué consiste lo de «ser creyente». Y se autodefinen como "creyentes no practicantes" (dos conceptos, por cierto, incompatibles entre sí).

♠ Los que todavía creen. Sin embargo, hay otros que aún se mantienen. A menudo desconcertados porque los amigos, los parientes, los compañeros de trabajo ya no creen. Y lo llevan un poco a escondidas. Llegan a cansarse o desmotivarse para hacer el bien, defender el verdad y la justicia, y el amor no es criterio de sus opciones... al ver cómo los «valores» a su alrededor son otros. Y, casi sin darse cuenta, van poco a poco perdiendo su identidad cristiana.

Pero, ¿qué es eso de la fe? Se han dado definiciones muy abstractas como lo de "creer lo que no vimos", o "cumplir los mandamiento de Dios y de la Iglesia", o "practicar una serie de ritos, obligaciones y cultos". Ciertamente que estas definiciones están alejadas de la experiencia de Israel. Si nos fijamos en las palabras de Josué en la primera lectura:"Serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios". Está proclamando sobre todo un estilo de vida: Creer es servir al Señor, es escucharle y poner en práctica sus mandatos,

♠ El fragmento del Evangelio de hoy es la conclusión del discurso del Pan de Vida, que venimos meditando estos últimos domingos. Es el último de los siete discursos de Jesús, en los que ha ido explicando a modo de una larga catequesis el sentido de la Eucaristía, en la que no han faltado frases bien exigentes y de denuncia: "Vosotros estáis conmigo porque habéis llenado el estómago, no porque os interese mi mensaje", "si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis la vida eterna"...

Claro que Jesús no estaba hablando en este momento de "comulgar", tal como lo entendemos nosotros ahora, aunque nos ayude a darle su auténtico sentido. En su Última Cena, antes de darles a comer su carne y sangre, les pidió: "Haced esto en memoria mía", es decir: Convertíos vosotros mismos en pan para que otros se alimenten, haceos migas por los demás; sed capaces de derramar vuestra vida como el vino de este cáliz; sed capaces de ir hasta la muerte por poner en práctica la tarea del Padre para hacer un mundo mejor... En una palabra: sed como yo. Este es el significado y la condición para comulgar realmente, con verdad: vivir como él, totalmente para Dios y para los hombres. Hace mucho más explícita y comprometida la opción de Josué.

Y a esto se refería cuando hablaba de una Alianza nueva y eterna: participar en la Eucaristía cada vez es sellar una Alianza Nueva con Dios, por la cual nos comprometemos a acoger su amor, recibir su perdón y a asumir hasta la muerte el estilo de vida de Jesús, resumido en el mandamiento del amor: Amar como él... hasta la cruz.

 ♠ Aquí tenemos, por tanto, la clave de lo que es «tener fe»: haber hecho una opción de vida, por la que nos iremos configurando, identificando, haciendo nuestro el estilo de vida de Jesús: sus palabras, sus preferidos, su modo de situarse ante el poder, el dinero, la política, la injusticia, la pobreza, etc. Por tanto no se puede «creer» sin poner en práctica, sin «hacer», sin irse transformando (convirtiendo). Ciertamente que la cosa es bien difícil y exigente. Dice Jesús: «sin mí no podéis hacer nada», Por eso lo necesitamos como Pan de Vida, para tener vida en nosotros. Por eso comulgamos los que hemos querido sellar esa Alianza de Vida con él.

Jesús no se andaba con paños calientes. "Muchos discípulos de Jesús se echaron atrás y no volvieron a ir con él". Les parecía demasiado exigente, se escandalizan... ¡y se van!. Está claro que habían «comprendido» lo que suponía ser discípulo. No tengo tan claro que bastantes de los que hoy se echan atrás sea por este mismo motivo. Me parece más bien que muchos ni siquiera han llegado a enterarse de lo que significa «creer», y "dejan" lo que nunca asumieron.

Hoy Jesús nos plantea a nosotros la misma pregunta que a sus discípulos: ¿También vosotros queréis marcharos?. Nos coloca ante una alternativa: la valentía de decirle que no y ser coherentes con ese no... o hacer nuestras las palabras de Pedro: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? En tus palabras hay vida eterna y nosotros creemos".

Y Pedro fue coherente, como el resto de sus compañeros, y tantos otros después de ellos, ¡hasta derramar su sangre! No era fácil creer entonces: las arenas del circo, los leones, la cárcel, las palizas, lapidaciones... Y tampoco es fácil creer hoy, porque no es fácil vivir una vida con sentido, una vida de entrega, una vida de exigencias. Pero entonces ¿a quién iremos? ¿quién guiará nuestros pasos? ¿quién nos ofrecerá una vida que merezca la pena?

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

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viernes, 20 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 23,1-12

 

Evangelio según San Mateo 23,1-12
Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:

"Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;

ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen.

Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.

Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos;

les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas,

ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente.

En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.

A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial.

No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.

Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros,

porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos,

Los discípulos de Jesús tendríamos que ser gente de pocas palabras y muchos hechos. Ya es conocida la historia de san Francisco de Asís, cuando mandó a dos de sus frailes a evangelizar a los musulmanes que ocupaban entonces Tierra Santa. Dicen las crónicas que, al momento de partir, les dijo: “Evangelizad siempre, hablad sólo cuando sea necesario.” Debe ser que lo de evangelizar no significa necesariamente hablar mucho, predicar, dar doctrina o estudiar teología.

Digo esto porque el Evangelio de este día parece más que una indirecta, una directa para todos los que se dedican mucho al “bla, bla, bla” pero luego se olvidan de llevar a la práctica lo que predican. Jesús critica duramente a escribas y fariseos –rompiendo la idea de los que piensan que Jesús era toda dulzura, suavidad... parece que también tenía su genio y que lo dirigía a aquellos que terminaban usando a Dios y a la religión para su propio servicio y prestigio–. Eran dos grupos que se erigían a sí mismos en el tiempo de Jesús como los portadores de la verdad con respecto al culto a Dios. Se auto-proclamaban intérpretes oficiales de lo que era bueno y era malo, de las normas y leyes. Pero parece ser que en muchos casos era más pose que realidad, más imagen que testimonio auténtico. Mucho hacer penitencia en público y arrodillarse y rezar muchos rosarios delante de todo el mundo pero luego la vida iba por otro lado. Es terrible lo que Jesús dice de ellos: “Lían fardos insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.”

Jesús viene a decirnos que no hay que tener respeto a esos “maestros”, que aquí somos todos hermanos y peregrinos, que caminamos juntos, que compartimos miserias. Pero que también compartimos la fuerza y la gracia que nos hacen seguir trabajando por el Reino. Que lo nuestro no es dominar sino servirnos unos a otros.

Conviene que todos los que tenemos alguna autoridad en la Iglesia, desde el catequista hasta el Papa, leamos con atención esta lectura y hagamos revisión de nuestra vida. No vaya a ser que seamos de esos que “liamos fardos insoportables y luego no movemos un dedo para ayudar.”

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 19 de agosto de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 22,34-40

 

Evangelio según San Mateo 22,34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él,

y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?".

Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.

Este es el más grande y el primer mandamiento.

El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos,

La primera lectura nos hace recordar la hermosa historia de Rut y, en ella, se ofrece una manera concreta de vivir la propuesta del Evangelio sobre cuál es el mandamiento mayor. El autor de la historia de Rut nos presenta a una familia de emigrantes destrozada por el hambre y por la muerte. Tres mujeres viudas, una anciana y dos jóvenes, son capaces de reaccionar en positivo ante el sufrimiento que parece haberse instalado en sus vidas. Lejos de entregarse a lamentaciones por sus desgracias, intentan comprender la acción misteriosa de Dios, incluso en medio de su tragedia. Son mujeres audaces y llenas de valor. No se dejan vencer por la triste realidad que las rodea. La historia de la humanidad está llena de esta clase de mujeres. Sin salir del anonimato, supieron dar sentido a sus tragedias familiares y personales.

Noemí, ya de edad avanzada, tiene un gran respeto por la libertad. Aunque su nuera Rut es la única compañía que le queda, desea que busque su propio camino. Pero el amor de Rut por Noemí no tiene límites y toma una decisión digna de ser imitada: desea compartir la suerte de su suegra. Sus palabras nos llenan de emoción: desea compartir la vida y la muerte de Noemí, de su pueblo y de su Dios. El sí de Rut a Noemí hace que Rut entre con luz propia en la historia de salvación del Pueblo de Israel, en los designios salvíficos de Dios, a pesar de ser una extranjera. Rut es un hermoso modelo de lo que debería ser la amistad y el amor para todas las personas.

¿Qué podemos hoy aprender de este relato? En primer lugar, a descubrir la presencia de Dios en medio de nuestras tragedias. Y en segundo lugar, que la solidaridad con las personas frágiles y vulnerables es una valor que va más allá de los hechos concretos de la historia.

No hay duda de que la historia de Rut se repite en todos aquellos que se ven obligados a emigrar a otros países, a dejar su cultura, sea por causa del hambre o de la política, la religión o la guerra. Emigrar a otras regiones o países es un derecho de las personas, especialmente cuando los sistemas de muerte, impuestos por los poderosos, castigan a los pueblos a la miseria y la huida es la única alternativa. ¿Cómo tratamos a los extranjeros que están entre nosotros? ¿Reconocemos sus derechos y les ayudamos a conseguir una vida mejor? ¿Aceptamos sus valores?

Si miramos a nuestro alrededor, seguro que vemos a muchas “Noemí” abandonadas y necesitadas de ayuda. También veremos a muchas “Rut”, personas capaces de renunciar a sus proyectos personales y ponerse a cuidar y amar a los más frágiles. En cierta medida, todos compartimos la fragilidad de Noemí y el amor de Rut.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA