viernes, 31 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,26-34


Evangelio según San Marcos 4,26-34
Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,
pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Ignoramos el criterio seguido por Jesús al buscarse discípulos y seguidores. Lo que tenemos claro son sus “desaciertos” (¿?), pues no llamó al mejor de cada casa: uno le venderá, otro le negará, otros, a la hora de la verdad (la del proceso), le abandonarán y huirán cobardemente (Mc 14,50). Desde nuestros cálculos, habríamos esperado más perspicacia. Pero Jesús no vino precisamente a llamar a los justos, sino a los pecadores (Mc 2,17). La suya es una “política peculiar”: no es un Mesías justiciero, sino que se fía de los pecadores y comparte con ellos su tarea, los hace “pescadores de hombres”.

Pero esto no era nuevo. Ya entre los elegidos por Yahvé en el AT para ser sus grandes mediadores hubo de todo. Junto al intachable Samuel, y profetas heroicos y mártires, encontramos a Moisés y Aarón castigados a no entrar en la tierra prometida por no haber sido modelos de confianza en el Dios que los guiaba (Nm 20,12). ¿Y qué decir de David? Se afirma que Dios le eligió fijándose en su corazón (1Sam 16,7), pues “se había buscado un hombre según su corazón” (1Sam 13,14; Hch 13,22); será el gran depositario de las promesas mesiánicas. Pero la Biblia no disimula su condición de pecador; y no la afirma de pasada, sino en detalle. Dios elige lo que no cuenta para humillar a lo que cuenta, dirá S. Pablo (1Co 1,28); y esto se aplica incluso en el campo de lo moral, de la virtud y del pecado, para que no quede resquicio a la autosuficiencia humana o religiosa. David, encargado de guiar al pueblo elegido, es adúltero y asesino.

Cambiando de tema, el evangelio nos presenta a Jesús afanado en infundir esperanza en sus adeptos. Estamos seguramente en la primera época de su ministerio, la “primavera galileana”, la de las Bienaventuranzas, cuando aún apenas hay signos de oposición. Pero los seguidores van cayendo en la cuenta de sus propias ruindades y rencillas. ¿Tiene sentido que Jesús anuncie que llega el Reino de Dios? ¿Que, a partir de aquel grupito de miserables, pueda siquiera despuntar algo grandioso? Ante tales dudas, él los invita a creer en el Dios que, según una oración que ellos conocen, “lo da a sus amigos mientras duermen” (Sal 127,2). Deben confiar en la acción, callada pero eficaz, del Padre, en “su gran amor que todo lo engrandece”, como dice un himno de vísperas. ¡De una semilla imperceptible hace surgir todo un árbol! Es algo superior a cualquier esfuerzo o poder humano; falla toda comparación o cálculo.

A veces nos falta profundidad en la mirada. Jesús, perspicaz y reflexivo, se fijaba en los pequeños detalles, e invitaba a sus seguidores a mirar así. Debían intuir lo contenido potencialmente en una semilla minúscula, en un poquito de levadura…, quizá también en pequeños actos de servicio entre sus discípulos, en gestos de perdón, en sentimientos de compasión. Eso era ya el despuntar de un mundo nuevo y grandioso, gracias a los corazones de los discípulos ya renovados por la palabra de Jesús mismo.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 30 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,21-25


Evangelio según San Marcos 4,21-25
Jesús les decía: "¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero?
Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse.
¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!".
Y les decía: "¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía.
Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Los recuerdos de Jesús, de sus hechos y palabras, no se transmitieron inicialmente como una biografía estructurada y compacta, sino en anécdotas sueltas y dichos aislados, que se mencionaban o repetían cuando venían a cuento, cuando podían iluminar situaciones comunitarias concretas. Más tarde la catequesis eclesial, y luego los evangelistas escritores, fueron creando conjuntos temáticos más o menos unitarios: colecciones de parábolas, de milagros, de dichos de sabiduría popular, incluso “discursos” aparentemente homogéneos, como el sermón del monte. Pero Jesús no había sido un catedrático, sino un maestro popular y espontáneo. En sus supuestos “discursos” percibimos que cada frase es autónoma, “suelta”, inteligible sin el contexto.

Hoy nos encontramos con tres de esos dichos de Jesús apenas ensamblados entre sí. Quizá alguno de ellos ya estaba en uso, como refrán popular; pero Jesús lo “recrea” o actualiza, o le da un sentido nuevo. Cada uno de ellos se merece su propia reflexión.

a.- Ser luz. Los seguidores de Jesús han sido iluminados con el conocimiento de este Maestro del todo singular, con su anuncio esperanzado del Reino que Dios quiere establecer, reino de justicia y de felicidad. Los que lo han recibido deben sentir la necesidad de comunicarlo, de llamar a sus familias, vecinos, amigos… para que los feliciten por haber aprendido a contemplar la vida con ojos nuevos. No pueden ocultarse [hay quien cree que el dicho, en su origen, era un reproche a las autoridades religiosas judías por no haber guiado correctamente al pueblo; también serviría como advertencia a los pastores del nuevo Pueblo de Dios].

b.- No condenar. Existe en el hombre un curioso instinto justiciero, tendencia a “medir” a los demás, y, llegado el caso, a condenarlos. Jesús fue modelo de comprensión, misericordia; fuel el primero en practicar lo de “el amor todo lo excusa” (1Co 13,7). A la adúltera le dijo: “tampoco yo te condeno”. Él intentó profundizar el antiguo precepto de “no matarás”, indicando que hay “otras formas” de matar: menospreciar, insultar, estar enemistado, condenar. Los discípulos de Jesús percibirán dónde está el mal, para evitarlo, rechazarlo. Pero nunca conocerán a fondo el interior de quien lo comete; por lo cual se abstendrán de juzgar, de “medir” negativamente, para que Dios no los “mida” así a ellos. En la carta de Santiago se nos expresa esto en una frase graciosa: “la misericordia (del hombre) se ríe del juicio (de Dios)” (Sant 2,13).

c.- Quitar lo que no se tiene. Seguramente era ya un refrán popular, en sí mismo absurdo, con juego de palabras e hipérbole oriental. No sabemos en qué situación lo usó Jesús, lo cual dificulta nuestra comprensión; pero algo podemos intuir. Hay existencias centradas y existencias despistadas; están los que han aceptado la luz del Reino de Dios y los que, escépticos ante la palabra de Jesús, se han quedado a distancia (lo veíamos anteayer). El tesoro de los primeros aumentará desmesuradamente (ellos entienden las parábolas), mientras que la suerte de “los de fuera”, ¡que quizá se tenían por sabios!, es caminar sin luz, con una carencia cadavez mayor, hacia el sinsentido de la nada.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 29 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,1-20


Evangelio según San Marcos 4,1-20
Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla.
El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:
"¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar.
Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron.
Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda;
pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó.
Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto.
Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno".
Y decía: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!".
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas.
Y Jesús les decía: "A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola,
a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón".
Jesús les dijo: "¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?
El sembrador siembra la Palabra.
Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.
Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría;
pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.
Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra,
pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.
Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Como en días anteriores, el libro de Samuel nos ofrece cristología davídica. Jesús, el definitivo heredero de David, o David en su plenitud, será el auténtico hijo de Yahvé y el que reúna en torno a sí a muchos hermanos, los hijos en el Hijo. Ese conjunto de los hermanos será el auténtico templo de Dios, el ámbito donde se experimente su presencia. La tarea histórica de Jesús fue la de “reunir a los hijos de Dios dispersos” (Jn 11,52).

Jesús comienza por convocar un grupo de seguidores y seguidoras que quiere esperanzados, llenos de ilusión, acogedores de los pequeños signos del Reino que despunta. La parábola del sembrador impertérrito perteneces a las denominadas de contraste: a una serie de fracasos parciales (siembras malogradas) sigue una cosecha muy superior a lo que se esperaría.

Sin duda, alguna vez los discípulos trataron a Jesús de ingenuo: estaba viendo cuántas miserias y envidias se daban entre ellos y seguía convencido de que, a pesar de todo, los valores del Reino de Dios se implantarían y de que ellos mismos serían luz del mundo y sal de la tierra. Con las parábolas de contraste (la insignificancia de la levadura, del grano de mostaza…) intentaba despertar en ellos altura de miras.

En el conjunto de la narración encontramos sin embargo algo aparentemente escandaloso: al parecer, Jesús hablaría en parábolas ininteligibles para cortar a algunos el acceso a la salvación. Nada más lejos de su intención; las parábolas son el lenguaje más sencillo y pedagógico, “según podía entenderle” (Mc 4,33). Quizá la traducción que tenemos no es la mejor; quizá debiera decir: “así se cumple la Escritura (que dice): ven pero no entienden, salvo que se conviertan y se les conceda el perdón”.

Probablemente el dicho “problemático” originariamente no se refiere solo a las parábolas, sino a toda la acción y predicación de Jesús: a quienes la contemplan solo a distancia, en actitud escéptica, situándose deliberadamente fuera (¿con aire de superioridad?), “todo les resulta un enigma” (mejor que “todo se les da en parábolas”). Jesús lamenta las reservas de los sabios frente a él, la posición de los que solo optan por la crítica o por un descomprometido “ya iremos viendo”. Él desea corazones sencillos, abiertos a su novedad; y, una vez renovados, tendrán que estar vigilantes: que ni las zarzas, ni los cardos, ni la sequedad del terreno (y todo esto recibe nombres muy concretos: los afanes cotidianos, amor al dinero, cobardía ante rechazos) ahoguen la semilla, que está llamada a crecer lozana y frondosa en sus corazonwes.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 27 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,22-30


Evangelio según San Marcos 3,22-30
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios".
Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: "¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás?
Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir.
Y una familia dividida tampoco puede subsistir.
Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin.
Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.
Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran.
Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre".
Jesús dijo esto porque ellos decían: "Está poseído por un espíritu impuro".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Posiblemente una de las primeras confesiones de “fe” en Jesús fue la de “Hijo de David”. San Pablo le designa como “nacido del linaje de David según la carne” (Rm 1,3). Las genealogías de Mt 1 y Lc 3, a falta de mejor recurso, hacen a Jesús descendiente “legal” de David, en cuanto hijo “legal” de José. Pero no es imposible que María fuese de una rama davídica siquiera muy colateral. Los cristianos de primera hora, judeocristianos, difícilmente habrían aceptado como mesías a un no davídida.

Pero estos judeocristianos, en su lectura del AT, iban más allá; David era para ellos figura histórica y simbólica, gran destinatario de las promesas de Yahvé: no conocería la corrupción del sepulcro (Sal 16,10), tendría un trono asegurado a perpetuidad (Sal 45,7), y traería prosperidad y paz para los suyos, en un reinado universal y “hasta que falte la luna” (Sal 72,7). Por ahí percibieron pronto que tales promesas solo se cumplían en el Resucitado (cf. Hch 2,30), el “verdadero David”. Al leer pasajes veterotestamentarios como el que nos ocupa hoy, debieron de exclamar: “ahora ya sabemos de quién hablaba la Escritura”. Jesús proporciona unas gafas nuevas, diferentes, para leer el AT. Y los cristianos de hoy no debiéramos decir jamás que el AT no nos dice nada: en Jesús casi todo queda aclarado. Hoy se nos invita a que, como los hombres de Hebrón a David, nosotros digamos a Jesús: “tú serás nuestro pastor”.

El pasaje evangélico de Jesús exorcista podría haberse escrito en estos términos: David venciendo a Goliat se llama ahora Jesús venciendo a Satanás por el poder del espíritu; Jesús es “más fuerte” que el mal, lo desarma y nos libera del temor a sus amenazas. Pero, ahora como entonces, puede haber personas tercas, endurecidas. Dado que Jesús removía muchas cosas, y en ese sentido resultaba “incómodo”, algunos prefirieron pecar contra la luz, interpretando torcidamente sus acciones. El misterioso dicho de Jesús sobre el pecado imperdonable, quizá hasta hoy no satisfactoriamente descifrado, algo deja claro: la libertad permite al ser humano cerrarse a la salvación; puede empecinarse en su ceguera, negándose a reconocer y aceptar lo evidente.

Esto puede darse en cosas pequeñas, pero también en relación con la globalidad del mensaje cristiano. Tal vez la petición del Padre Nuestro “no nos dejes caer en la tentación” tendría aquí su explicación: que no caigamos en el error radical de cerrarnos a la acción salvífica de Dios, ni a sus pequeñas manifestaciones cotidianas.

Nuestro hermano
Severiano Blanco cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 26 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 4,12-23


Evangelio según San Mateo 4,12-23
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.



RESONAR DE LA PALABRA

El primer anuncio del Evangelio

El Evangelio de hoy nos recuerda el momento en que Jesús comenzó a predicar. El evangelista Mateo nos lo presenta como el momento en que se cumple una antigua profecía de Isaías: “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”. Pero para ser sinceros, las palabras son mayores que la realidad. Lo que sucedió fue algo muy sencillo. En una esquina del mundo de aquel tiempo, lejos, muy lejos, de Roma, que era el centro de aquella civilización, un hombre salió a los caminos y comenzó a predicar. Su mensaje era muy sencillo: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”. Al principio casi nadie le hizo caso. Apenas unos pocos pescadores --los últimos de la sociedad--, algunas mujeres –igual de mal valoradas– y gente por el estilo. Jesús no era más que un judío marginal y sólo los marginados le hicieron un poco de caso. 

Si ése fue el modo como Dios quería presentar su salvación a todo el mundo, desde nuestra cultura actual, le diríamos que se equivocó de medio a medio. Hoy hubiésemos planteado toda una campaña en los medios de comunicación, de lanzamiento simultáneo en los países más ricos y desarrollados del mundo (en los países pobres se lanzaría más tarde), que ofreciese con claridad los contenidos más importantes y orientados ante todo a captar la atención de los destinatarios. Para ello, se trataría de ofrecer en primer lugar los aspectos más suaves, fáciles y gratificadores del mensaje. Con suficiente antelación se habría preparado a un gran número de predicadores, conferenciantes y escritores que se entregarían a la tarea de presentar el mensaje de un modo más cercano a la gente. Pero Dios no hizo eso. Más bien lo contrario. En Jesús se acercó a los últimos. Nunca estuvo muy preocupado por el número de sus seguidores ni por su nivel social. Ni siquiera les puso las cosas fáciles. Sus primeras palabras, ponen frente al oyente una exigencia radical: “Convertíos” o lo que es lo mismo, “cambiad de vida”. Pero algo encontraron en él aquellas gentes sencillas y humildes que le siguieron. Con dudas y vacilaciones, pero le siguieron. 

Hoy, también nosotros somos una pequeña comunidad. No ocupamos el centro del mundo. No tenemos los medios de comunicación a nuestro alcance. Ni falta que nos hacen. Apenas tenemos el Evangelio en medio de nosotros y la fuerza de Jesús para hacer lo que él hizo. Primero, escuchar su mensaje y tratar de convertirnos, de comenzar a vivir de acuerdo con el Evangelio. Y, segundo, ser portadores de ese Evangelio para todos los que nos rodean. No hay que temer porque seamos pocos o pobres. Así es como Dios quiere hacer presente su mensaje en el mundo. En nuestras manos está.

Para la reflexión

Hemos escuchado a Jesús que nos llama a convertirnos, ¿qué significa eso para nosotros? ¿Qué tengo que hacer para convertirme y vivir como cristiano? ¿Qué deberíamos hacer como comunidad para ser testigos de Jesús en nuestro barrio?
Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 25 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,15-18


Evangelio según San Marcos 16,15-18
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."
El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;
podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".


RESONAR DE LA PALABRA

Conversión de San Pablo

Queridos amigos

El evangelio de esta fiesta ha comenzado diciendo: “Jesús se apareció a los once y les dijo: id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”, es decir el mandado de la misión universal, ya que todos los hombres y todos los pueblos tienen que descubrir el amor salvador de Dios, la máxima felicidad para la que hemos sido creados. San Pablo dice que “Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. De ahí que ningún hombre ni pueblo puede quedar al margen del anuncio del Evangelio. Ya dice el Papa Francisco que está todavía lejos que el Mensaje de Jesús sea conocido por todos. De ahí la importancia de la evangelización hoy.

El anuncio del Evangelio surge cuando uno se ha sentido tocado interiormente, ha tenido una experiencia profunda de Jesús, se ha sentido atraído y fascinado por el mismo Señor. La fe nace de un encuentro, no de una idea. Anunciamos lo que antes hemos oído, visto y experimentado en la oración íntima con Jesús. Cuando hablamos sin antes haber meditado en el corazón, como María, somos como una campana que suena o un címbalo que retiñe sin influir en nadie. Los cristianos de hoy, los cristianos de las prisas, tenemos que detenernos y buscar esos momentos de paz, silencio y oración con el Señor para luego poder decir una palabra que llegue al corazón de los demás. Y entonces se cumplirá el Evangelio de hoy: “les acompañarán signos” que son las obras del Espíritu Santo que vence al mal, inmuniza contra las toxicidades del mundo e inspira los lenguajes nuevos para transmitir el Evangelio.

Pablo es un buen ejemplo de todo esto que acabamos de decir: él no conoció a Jesús con los ojos del cuerpo, lo conoció con los ojos de la fe. El encuentro con Jesús Resucitado camino de Damasco transformo completamente su vida y la orientó definitivamente. En la vida de Pablo –como en nuestra vida- hubo un antes y un después de su encuentro con Jesús. En Damasco Pablo se sintió renacer –nacer de nuevo- que le convirtió en un instrumento fecundo al servicio del Evangelio. Él dirá: “para mí la vida es Cristo y ¡ay de mi si no evangelizare !”. Identificarse con Jesús y darlo a conocer –evangelizar- eran una misma cosa y una misma pasión en él; eran la razón y el sentido de su nueva vida.

El ejemplo de Pablo es fuente de inspiración constante para todos los cristianos de todos los tiempos. No podemos concebir la vida cristiana sin ser misioneros, sin dar a conocer lo que nosotros hemos recibido, sin que nos preocupe el que haya tantos millones de personas que no conocen todavía a Dios. Los cristianos de hoy ya no podemos pensar salvarnos solos, nos salvamos todos juntos y en comunidad, y lo hacemos ayudándonos mutuamente. Pablo tuvo que romper con muchas costumbres judías que no encajaban ya con el Mensaje de Jesús; dejar atrás viejas prácticas religiosas que no tenían nada que ver con la novedad traída por Jesús. Así lo repite constantemente en sus cartas a los gentiles convertidos al Evangelio. Igual nos recuerda a nosotros hoy: necesitamos cambiar formas de pensar y vivir la fe y estar más abiertos y dóciles a los nuevos aires del Espíritu que sopla en la Iglesia. El Papa Francisco ha traído un nuevo estilo de entender el Evangelio y de vivirlo. Los buenos cristianos son los que no ponen resistencias y, aunque cueste cambiar, intentan escuchar la voz del Papa y ponerlo por obra.

José Luis Latorre, Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 24 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,13-19


Evangelio según San Marcos 3,13-19
Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él,
y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar
con el poder de expulsar a los demonios.
Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro;
Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno;
luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo,
y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.


RESONAR DE LA PALABRA

Llamados y enviados

Queridos amigos

Marcos nos narra hoy que Jesús escogió entre sus discípulos a un grupo de doce para que estuvieran con Él y enviarlos a anunciar el Reino de Dios. Es un grupo bastante plural por lo que podemos saber, pero unido por una misma llamada y una misma misión recibidas de Jesús. Recibieron una invitación a dejar un estilo de vida y elegir otro; tuvieron que dar un paso adelante y desprenderse de una vida hecha, confortable y cómoda. Pasaron de ser simples discípulos a vivir la maravillosa experiencia de estar siempre en la compañía de Jesús, vivir la cercanía continua con el Maestro y experimentar la ternura y amistad del amigo que está totalmente pendiente de ellos.

La comunión en el grupo de los Doce seguramente no debió ser nada fácil. Tuvieron que aprender del Maestro el respeto, el amor desinteresado, el perdón, el servicio, la aceptación mutua. Para los apóstoles el compartir la vida con Jesús día a día fue la escuela donde fueron profundizando e interiorizando el sentido de sus vidas; la experiencia del día a día fue el aprendizaje donde los Doce fueron descubriendo a qué les había llamado el Maestro. En el contacto personal con Jesús los apóstoles se fueron afianzando en su seguimiento y en qué consistía la misión a la que les había llamado. Esta experiencia de los Doce con Jesús es un modelo excelente para los cristianos de todos los tiempos: vivir la comunión en la diversidad y construirla día a día, vivir la propia vocación como una llamada de Jesús a la misión de anunciar el Evangelio en el día a día y en la situación concreta que vive cada uno, darse cuenta de que la comunión y la amistad con Jesús es imprescindible para luego poder hablar de Él; reconocer que hay que evangelizar “con autoridad”, es decir desde el testimonio de una vida vivida con coherencia y honestidad, y en comunión con los hermanos. Allí donde no hay unidad y comunión no puede fructificar la Palabra de Dios que se anuncia; los cristianos hoy tenemos que actualizar las palabras del libro de los Hechos: “en el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo; no había más que un solo corazón y un alma sola”.

El Señor nos invita a redescubrir nuestra vocación cristiana y la belleza de haber comprometido toda la vida por Él y por los valores que nos propone en el Evangelio. Pero es muy importante que no olvidemos que el encuentro con Él es fundamental pues nadie da lo que no tiene. Sentir y experimentar la presencia de Jesús en nuestra vida nos impele a compartir con los demás lo vivido. Como dice San Juan en su primera carta: “lo que hemos visto, lo que hemos oído, lo que palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida, os lo damos a conocer para que vuestra alegría sea completa”. Como nos recuerda el Papa Francisco “cristianos con Espíritu”, hombres y mujeres con profunda experiencia de Jesús, hombres y mujeres de oración, de Eucaristía, de lectura orante de la Palabra; personas forjadas junto al Sagrario y en horas de Adoración.

José Luis Latorre, Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 23 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,7-12

Evangelio según San Marcos 3,7-12
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea.
Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.
Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.
Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.
Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!".
Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.


RESONAR DE LA PALABRA

Una multitud sedienta

Queridos amigos

El evangelista nos presenta a Jesús entre una multitud de gente de muchos lugares diferentes que han venido a verle, escucharle, tocarle… En el fondo hay un deseo de conocer a este personaje que está en boca de todos. Es una multitud sedienta de Jesús. Las multitudes son volubles –hoy desean una cosa y mañana la contraria-, pero Jesús no renuncia a evangelizarlas y anunciarlas el Reino de Dios. Entre esa multitud hay un gran grupo de enfermos que buscan en Él la curación y el poder vivir dignamente.

Con esta escena el evangelista parece decirnos que es toda la humanidad –multitud- la que necesita luz y salvación. Y es en Jesús donde puede encontrarla. Él la ofrece a todos con su cercanía amorosa, su palabra iluminadora y su gesto liberador. “Él es el camino, la verdad y la vida”, dice San Juan. Y Él ha venido para salvar al mundo, no para condenarlo. Él ha venido a este mundo “lleno de gracia y de verdad”. “En Él está la plenitud de la salvación”. “Él es el Redentor del hombre” (S. Juan Pablo II). La humanidad no tiene otro camino de salvación que Jesús; no hay otro Salvador ni Liberador. Él es el único que puede sanarnos de todo mal. Y Él es el único que nos ofrece la salvación definitiva y plena.

Nosotros, los cristianos, estamos inmersos en una humanidad sedienta de Dios y necesitada de sanación física y espiritual. ¿Con qué ojos la miramos? ¿Tenemos el mismo sentimiento de compasión que Jesús sentía por la multitud que le buscaba? ¿Nos preguntamos también cómo hacer presente a Jesús a través de nuestras personas? ¿O por el contrario decimos “no se puede hacer nada”, “es muy difícil hablar de Jesús hoy pues te miran como un bicho raro”? ¿No sería mejor hacer lo que dice San Pablo “vence al mal con el bien”?, es decir primero mirar la realidad con los ojos de Jesús y luego actuar como hizo Él intentando llevar esperanza y optimismo, porque Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Es muy importante hoy el testimonio y el talante de los cristianos. “Los cristianos somos como el alma en el cuerpo”, decía la carta a Diogneto del siglo II. El alma da vida al cuerpo, lo mueve, lo empuja, lo ilusiona por algo, lo empuja hacia adelante, evita que sea inoperante y se muera. Pues igual los cristianos en el mundo. Ese es nuestro papel no otro.

José Luis Latorre, Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 22 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,1-6


Evangelio según San Marcos 3,1-6
Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada.
Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.
Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante".
Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron.
Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada.
Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.


RESONAR DE LA PALABRA

“Levántate y ponte en medio”.

Queridos amigos

El evangelista nos narra una nueva controversia de Jesús con los fariseos: el hombre de la mano paralizada. Ante esta situación Jesús le dice al hombre “levántate y ponte en medio”.

-Levántate: En otros muchos relatos de curaciones se repite esta indicación de Jesús. Él tiene otra mirada sobre estas personas: son hijos de Dios necesitados que esperan ser liberados y curados. Y los hijos de Dios necesitados deben ser atendidos ya. El evangelista dice que Jesús lo curó en sábado, precisamente el día en que los judíos celebraban al Dios creador y liberador. ¿Hay otra forma mejor de honrar a Dios que salvar una vida, puesto que en su nombre siempre se debe hacer el bien? ¿No dice el primer mandamiento que hay que amar a Dios y al próximo, y que no hay mandamiento mayor que éstos?

Por eso Jesús se indigna y entristece cuando ve que a los fariseos no les importa el sufrimiento de aquel hombre de la mano paralizada y que interpretan y utilizan las normas según sus conveniencias e intereses. So capa de religiosidad ocultan sus malas intenciones de utilizar el sufrimiento ajeno para salvar la sacralidad del sábado y poder acusar a Jesús de quebrantarlo.

-Ponte en medio: Para Jesús colocar a la persona vulnerable en el centro no quiere decir ponerla en el centro geográfico del lugar, sino en el centro del corazón. Con este gesto Jesús instaura una nueva sacralidad: la persona y sus necesidades. Ya no importa el día, el lugar y la hora que necesite ayuda. La persona es lo más valioso e importante de todo. Y hay que dejarlo todo –aunque sea la oración y la Misa- por ayudarle si así lo precisa. El Papa Francisco dice: la casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre el respeto a la sacralidad de cada vida humana.

Con este gesto –levántate y ponte en medio- Jesús nos desafía a hacer lo mismo con nuestros hermanos necesitados. Muchas veces se echa a un lado a los que sufren: viven solos su dolor, en silencio, lejos de la vista de los demás, se les deja solos. Jesús, por el contrario, les hace sentir que están en el centro de su misericordia y compasión, que son tan importantes como los demás que no necesitan ser sanados o liberados, pues Jesús vino a buscar al que estaba perdido, la oveja descarriada, el ladrón arrepentido…

José Luis Latorre, Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 21 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 2,23-28


Evangelio según San Marcos 2,23-28
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar.
Entonces los fariseos le dijeron: "¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?".
El les respondió: "¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre,
cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?".
Y agregó: "El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.
De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado".


RESONAR DE LA PALABRA

“El sábado es para el hombre, no el hombre para el sábado”

Queridos amigos

Esta es una de las frases redondas de Jesús. Seguramente quedó muy gravada en la memoria de sus discípulos y orientó con claridad la vida y el comportamiento de las comunidades cristianas que vivían inmersas en el judaísmo y el paganismo, y que ha orientado el devenir de la Iglesia a lo largo de los siglos. Un pensamiento que ayudó –y nos ayuda hoy también- a no absolutizar normas, leyes, costumbres, ritos… sino ponerlos siempre al servicio de la norma suprema: el bien y la vida de la persona. Tanto para David como para Jesús dar de comer al que lo necesita está por delante de todo; solo el amor a Dios y al próximo es lo principal y primero; no hay otra norma suprema.

Hay personas tan obedientes a Dios que al final van contra su voluntad más clara. Son tan estrictas en el cumplimiento de las normas y leyes de la Iglesia que dejan en segundo lugar el amor, la misericordia, el perdón, la comprensión y el respeto a la persona. Son como los fariseos que daban más importancia a la Ley que a sus valores, porque para ellos lo escrito y mandado era lo que había que hacer y cumplir olvidando la Palabra del Señor: “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. La Ley y sus valores están al servicio de la persona, la libertad, la alegría y la comunidad. ¡Cuidado con los fundamentalismos, moralismos y ritualismos! Todos los extremos son peligrosos; de ahí la importancia de este gran principio de comportamiento de Jesús.

Jesús encarnado procuró el bien, la felicidad, la alegría, la paz para todos, y la unidad de la comunidad. Él mismo dice: “Yo he venido para que tengan vida y ésta en abundancia”. Jesús privilegia siempre la vida e insiste en el valor de la persona; un valor que es preciso recuperar hoy, primero frente a una religión tan organizada que sea una máquina de exclusión, y segundo frente a una sociedad que privilegia a los fuertes y excluye a los débiles.

Si este principio de Jesús orientó la vida de los primeros cristianos en una sociedad y religión excluyente, también hoy debe orientar la vida de los cristianos en nuestras comunidades y sociedades. No podemos quedarnos tranquilos viendo cómo niños, jóvenes, adultos y ancianos son marginados, excluidos, maltratados e ignorados. Un cristiano y una comunidad cristiana debe alzar la voz y actuar en consecuencia con la Palabra de Jesús: “El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado”.

José Luis Latorre, Misionero Claretiano

fuente de comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 20 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 2,18-22

Evangelio según San Marcos 2,18-22
Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?".
Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo.
Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!".


RESONAR DE LA PALABRA

ODRES NUEVOS

Queridos amigos

El evangelio de hoy nos habla de la novedad que la presencia de Jesús entre los hombres supuso para la humanidad. Su palabra y su estilo de vivir llamó mucho la atención entre los judíos; su mensaje y su vida cuestionó muchas viejas costumbres, tradiciones y prácticas religiosas; a nadie dejó indiferente Todos se preguntaban quién era Jesús y por qué hablaba y actuaba así. Jesús decía que los tiempos nuevos requieren actitudes y gestos nuevos; no se puede poner parches de novedad a lo viejo y caduco, ni repetir “siempre se ha hecho así”: “a vino nuevo, odres nuevos”. Determinados ritos y normas del pasado nos dan seguridad, pero no se corresponden ya con la novedad de Jesús y nos dejan atrapados en el inmovilismo.

Cada uno de nosotros y la comunidad cristiana está llamada al discernimiento continuo sobre lo que es compatible con la novedad traída por Jesús y la permanencia en lo antiguo. El mundo evoluciona y las personas evolucionamos también. Como dice San Pablo: “cuando era niño hablaba como un niños, pensaba como un niño… cuando me hice un hombre halaba y razonaba como un hombre”. Así también en nuestra vida espiritual: continuamente estamos llamados a tomar decisiones nuevas y dar pasos nuevos. Para no equivocarnos es necesario discernir a la luz de la Palabra y la vida de Jesús; cada año que pasa es una invitación a seguir creciendo y madurando como persona y creyente; los acontecimientos personales, eclesiales y sociales son una llamada personal y comunitaria a seguir a Jesús que está en medio de nosotros y que nos repite constantemente: “no tengas miedo, ven conmigo”.

Samuel le ha recordado a Saúl: “la obediencia vale más que el sacrificio, y la docilidad más que la grasa de los carneros”. Los ritos y las prácticas religiosas tienen valor cuando nacen de un corazón bueno y dócil; los actos externos jamás pueden suplir a la actitud interior del corazón. La obediencia a la voluntad de Dios vale más que todos los sacrificios y ayunos. San Juan habla de un culto “en espíritu y verdad” y Marcos de “odres nuevos”. Por eso la relación con Dios solo es auténtica cuando se fundamenta sobre la obediencia y la docilidad. Ser obediente es estar con la mente y el corazón abiertos y dispuestos a vibrar con cualquier soplo del Espíritu que continuamente nos invita a ir hacia delante sin volver la vista atrás. Es el Espíritu el que continuamente nos repite como a Abraham: “Sal de tu tierra”, deja tus seguridades y vete donde yo te mostraré.

“Odres nuevos”: es una forma de pensar y vivir al estilo de Jesús; es estar atento al paso de Dios por mi vida y la vida de la comunidad; es no atarse a nada que me impida avanzar; es dejar atrás el inmovilismo, la rutina, la pereza… y caminar siempre hacia adelante. Es vivir cada día lo que Pedro dijo de Jesús: “pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal”, es decir amar y servir a toda persona sea de la condición que sea.

José Luis Latorre, Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 19 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,29-34


Evangelio según San Juan 1,29-34
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel".
Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'.
Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA

Somos un pueblo santo

La segunda lectura tomada de la primera de Corintios nos da hoy la clave para comprender la Palabra de Dios. Nos dice Pablo que escribe su carta “a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo”. Eso es exactamente lo que ha hecho de nosotros el bautismo: un pueblo santo, un pueblo de consagrados. 

¿Por qué? Porque en el bautismo nos hemos hecho uno con Jesús, su vida se ha hecho nuestra. Y él es el consagrado del Padre. Para entender quién es Jesús, y nosotros al habernos bautizado con él, nos sirven la primera lectura del profeta Isaías: “Tú eres mi siervo”, “Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra” y el Evangelio en el que Juan el Bautista da testimonio de Jesús: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Juan vio como el Espíritu descendía sobre Jesús y se dio cuenta de que Jesús era “el que ha de bautizar en el Espíritu Santo” y da testimonio de que “es el Hijo de Dios”.

Jesús es el elegido de Dios para traer la salvación a todos los pueblos. El amor y el perdón de Dios no se destinan de forma exclusiva a una raza, a un pueblo o a una cultura. Es para todos sin excepción. Para esa misión, Jesús está ungido por el Espíritu Santo, por el Espíritu de Dios. Ese Espíritu es el que le convierte en Hijo de Dios. Esa misión se centra en el perdón de los pecados, en la reconciliación, que abre las puertas a una vida más plena. Jesús nos invita a la conversión porque en él tenemos una oportunidad real de comenzar una nueva vida. 

Al ser bautizados en Jesús, somos incorporados a él. Por eso, podemos decir con seguridad que somos un pueblo santo, que estamos llenos del Espíritu Santo y que tenemos la misión de ofrecer el amor y la salvación de Dios a todos los que nos rodean. Porque ese amor de Dios no es para nosotros en exclusiva. Es para todos. Sería bueno que nos mirásemos unos a otros. En los bancos de nuestra iglesia vemos gente normal. ¿Seguro? Sí, gente normal, pero también “pueblo santo”, “pueblo consagrado”, “testigos del amor de Dios en medio del mundo”. Cuando salimos cada domingo de la misa, debemos saber que se nos ha dado la misión de ser testigos del amor de Dios. La gracia y la paz de Dios están con nosotros. Su Espíritu nos llena. Hoy es tiempo de levantar la cabeza y sentirnos orgullosos de lo que somos. Somos el pueblo de Dios y tenemos una misión que cumplir: mostrar al mundo con nuestra vida, con nuestra forma de ser, actuar y hablar, que Dios está con nosotros y que nos ama, que no hay pecado que no merezca el perdón, que Dios siempre nos espera para devolvernos la vida y que este mensaje es para toda la humanidad. 

Para la reflexión

¿Cómo actuó Jesús para dar testimonio del amor de Dios a los hombres y mujeres con que se encontró? ¿Nos sentimos orgullosos de ser cristianos, de participar en la misión de Jesús? ¿Cómo damos nosotros testimonio de ese amor de Dios en nuestra vida diaria?
Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 18 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 2,13-17


Evangelio según San Marcos 2,13-17
Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían.
Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?".
Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos, paz y bien.

¡Cómo consuelan las palabras de Jesús! “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.” Se ve en sus palabras, y se ve en sus gestos. En sus aproximaciones a la gente. En Jesús sí que no hay acepción de personas.

Para su tarea evangelizadora, para anunciar el Reino de Dios, llama a los que considera apropiados. Sabe mirar al corazón de cada hombre, despertar esa semilla del Reino que se encuentra dentro de cada uno. Y Mateo, un hombre que también estaba mal visto en su ambiente, acusado de colaborar, de repente ve que se le devuelve su dignidad de hijo de Dios. Un “apestado”, apóstol del reino.

La alegría de Mateo se contagia, y en la fiesta en la que celebra su elección, se le unen un montón de “apestados”. Que también se sienten llamados de nuevo a la vida. Y eso no les gusta a muchos. Que siempre andan pendientes de los demás, para criticar los hechos, o, si no pueden, criticar la intención. Y Jesús les cierra la boca con una respuesta contundente. Con unas palabras que cómo consuelan. Nos podemos sentir entre los enfermos, a los que el Maestro ha venido a buscar.

A lo largo de la semana, hemos visto a gente que venía buscando a Jesús, que eran llevados a la presencia de Jesús, y, al final, el mismo Jesús que viene al encuentro. En cada momento, en cada situación, en cada vuelta de la vida, Cristo está cerca. Necesitamos la fe, para verlo, para sentirlo presente en nuestras vidas. Esa fe que nos permite acercarnos a Él, para sentir su perdón, para que nos sintamos otra vez amigos de Dios. Es tu opción. De parte de Jesús la puerta está siempre abierta. La línea siempre está libre, para que hagas la llamada. Y la contraseña no es difícil, basta decir “Ayúdame”.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro Carbajo Olea, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 17 de enero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 2,1-12

Evangelio según San Marcos 2,1-12
Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa.
Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.
Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados".
Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior:
"¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?"
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando?
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'?
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados
-dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

“Hay que tener amigos hasta en el infierno”, dice el refrán. Y el paralítico de la historia de hoy nos lo confirma. Y es mucho mejor si tus amigos comparten tu fe. Quieren que Jesús se compadezca de su amigo, porque saben que Él lo puede todo. No les importa que la multitud no les permita el paso. Había muchos deseosos de ver, escuchar y ser sanados por Jesús. Pero nada les detiene.

¡Qué amor más grande se necesita para arriesgar la vida por un amigo! Bien nos lo demostró Jesús. Estas cuatro personas se suben al tejado, abren un agujero y descuelgan al amigo paralítico. Todo por la fe.

Y fe no le faltaba tampoco al mismo enfermo. Que, seguro, miraba con los llenos de esperanza al Maestro, en cuanto le dejaron con la camilla a los pies de Cristo. Y recibe no solo la sanación física. Antes de eso, le son perdonados sus pecados. Todo por la fe que tenían. La fe es la clave de todo.

Como siempre, algunos reaccionan mal ante Jesús. A pesar de que ven con sus propios ojos lo que ha sucedido, no acaban de creer. Les falta fe. Porque la fe es la clave de todo.

El exparalítico se levantó, cogió su camilla, y se fue, dando gloria a Dios. Seguro que él y sus amigos fueron magníficos heraldos del Evangelio. Otros, no solo los escribas, rechazan ese testimonio. Porque, como hemos escuchado en las recién terminadas Navidades, “la Luz vino a los suyos, y los suyos no la recibieron”. Ahí entra nuestra tarea. Decidir si queremos ver a Jesús a toda costa, o si nos dejamos vencer por las dificultades, y nos quedamos a la puerta. La clave es la fe.

Que nuestra fe nos lleve a superar todas las dificultades para ver a Jesús. Que sepamos encontrar un resquicio para colarnos, y que podamos sentir la mirada compasiva de Jesús. Lo decíamos ayer, y se puede repetir hoy. Si hace mucho que no te acercas al sacramento de la Penitencia, hazlo hoy. Coge tu camilla, donde yaces con tus pecados, y sal andando, erguido, como un verdadero hijo de Dios. Pues lo eres. Y que el Señor sea el Rey de tu vida.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro Carbajo Olea, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA