sábado, 31 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,14-30


Evangelio según San Mateo 25,14-30
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: 
El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.
A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,
el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.
De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos,
pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores.
El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'.
'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.
Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'.
'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.
Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.
Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'.
Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,
tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.
Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,
porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Anteayer hacíamos memoria del martirio de Juan Bautista. Señalábamos que no fue uno de esos “perros mudos” que callan para no correr riesgos. Los evangelios no dicen que fuera un Juan sin miedo como el protagonista del cuento de los hermanos Grimm o como Juan I, duque de Borgoña, que se ganó ese apelativo por el coraje mostrado en distintas batallas. Podemos suponer que Juan Bautista sintió miedo, pero no dejó que este lo dominara; y pudo sentir la tentación de la pereza, pero tampoco cedió a su sugestión.

Y de eso se trata: el empleado al que su amo expulsó a las tinieblas exteriores no era un perfecto inútil ni un gafe. Tenía unas capacidades. Su amo las conocía y le confió la cantidad apropiada para que pudiera negociar según sus dotes. Y para poder confiarle esa cantidad tuvo que tener y depositar cierta confianza en su persona.

Sobre la base de la confianza que alguien pone en nosotros y sobre las capacidades con que contamos podemos emprender nuestra misión. Nos visitará más o menos veces el miedo; la negligencia menudeará sus llamadas a nuestra puerta. De cada uno depende el abrirla y dejar que se instalen cómodamente en él esos enemigos.

Nos han enseñado que la valentía es un miedo y otro miedo y otro miedo vencidos; y que la diligencia es pereza que nos sacudimos de encima una vez y otra y otra. Así no defraudaremos a Aquel que nos ha dado una misión en la vida y así podremos prestar servicios según nuestras capacidades.

Preguntaba Santa Teresa de Jesús: «¿Sabéis qué es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien –señalados con su hierro, que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad– los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como Él lo fue, que no les hace ningún agravio ni pequeña merced; y si a esto no se determinan, no hayan miedo que aprovechen mucho, porque todo este edificio […] es su cimiento humildad, y si no hay esta muy de veras, aun por vuestro bien, no querrá el Señor subirle muy alto, porque no dé todo en el suelo. Así que, hermanas […], procurad ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir; pues lo que hiciéredes en este caso, hacéis más por vos que por ellas, poniendo piedras tan firmes que no se caiga el castillo» (Moradas, VII, 4, 9).

Nuestro amigo
Pablo Largo

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 30 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,44-46


Evangelio según San Mateo 13,44-46
Jesús dijo a la multitud: 
"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Hay cosas que quizá no podemos prever y menos aún controlar, como ciertas catástrofes de la naturaleza; nos sobrevienen, son ajenas a nuestra voluntad. Hay otras cosas que podemos prever, pero no controlar: no dependen de nosotros la salida y la puesta del sol ni el cambio de las estaciones. Hay una tercera categoría: las que podemos prever y, siendo previsores, controlar hasta cierto punto. En España estamos todavía en verano, época en que proliferan los incendios forestales.

Podemos reducir ese riesgo o al menos el impacto del incendio si durante el año se limpian de matorrales los bosques y se abren buenos cortafuegos, y si durante el periodo veraniego se intensifica la vigilancia y se dispone de buen instrumental manejado por equipos adiestrados.

Seríamos necios si no tomáramos medidas propias de la gente previsora y, llevados de la inconsciencia y de la desgana, lo dejáramos todo al albur de las circunstancias. No tenemos un telemando que, casi por arte de magia, las cambie a conveniencia lo mismo que cambiamos de cadena de TV; pero sí tenemos cierto margen de maniobra para que los sucesos no nos pillen ni distraídos ni desprotegidos.

La parábola de las diez doncellas recordaba a los cristianos de las primeras generaciones y nos recuerda a los de toda generación que la venida del Señor es cierta, aunque desconocemos el momento. Pero si en todo momento cumplimos la voluntad de Dios, poco importa esa ignorancia. Nuestra forma de vivir la convierte en una docta ignorancia: sabe lo que no puede prever ni controlar y sabe la norma que debe seguir en toda circunstancia para no ser sorprendida con la lámpara apagada y la alcuza sin aceite.

Nuestro amigo
Pablo Largo

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 29 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 6,17-29


Evangelio según San Marcos 6,17-29
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".
Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.
En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

El 24 de junio celebrábamos la solemnidad del nacimiento de Juan Bautista; hoy es la memoria de su martirio. El martirio, y la muerte del cristiano, es el segundo y definitivo dies natalis (día natalicio). En este recuerdo no se trata, pues, de necrofilia, sino de esperanza, de celebrar a Dios, que es Dios de vivos, no de muertos.

Herodes Antipas se había casado con la hija de Aretas IV, rey de Nabatea, región situada al sur de Perea (donde estaba la fortaleza de Maqueronte) y cercana al lugar en que Juan predicaba y bautizaba. Aquel matrimonio fue bien visto, pues sellaba la paz entre ambas regiones. Pero al cabo de cierto tiempo Herodes repudió a su legítima y se casó con Herodías, la mujer de su hermanastro Filipo.

Juan criticó públicamente este matrimonio, contrario a la Ley. El historiador Flavio Josefo comenta: «Herodes temió que la gran influencia de Juan en la población provocara una especie de revuelta… y consideró preferible eliminarlo antes que afrontar una situación difícil con la revuelta y lamentar la indecisión». Aretas IV, agraviado, declaró la guerra a Herodes y le infligió una seria derrota. En el pueblo corrió la opinión de que era un justo castigo a Herodes por haber ajusticiado a Juan.

Juan era un profeta, no uno de esos “perros mudos” (cf. Is 56,10) que se ponen una mordaza para salvar el pellejo. Llamaba a Israel a la conversión, a entrar de nuevo en la tierra como pueblo fiel a la Alianza, a ser bautizado en el Jordán para recibir el perdón de sus pecados, a servir por fin al Señor “con santidad y justicia”. También a Herodes lo alcanzó su denuncia, porque el tetrarca no estaba por encima de la Ley. Juan se jugó la cabeza. La Iglesia lo celebra como el testigo de la luz, como el amigo del esposo, como el mayor de los nacidos de mujer, como el vindicado y vivificado por Dios.

Nuestro amigo
Pablo Largo

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 28 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 23,27-32


Evangelio según San Mateo 23,27-32
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre!
Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos,
diciendo: 'Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas'!
De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas.
¡Colmen entonces la medida de sus padres!

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

«¡Qué buen aspecto y color tienes!» –decimos a un conocido–. «No me quejo del aspecto, sino del mal que llevo dentro» –responde–. A veces las apariencias engañan y hay enfermedades traidoras que no se delatan. Otro ejemplo: actualmente, está muy de moda la tanatopraxia: consiste en embellecer el cadáver, devolverle el aspecto natural, dar la impresión de que está vivo. Hay cursos de maquillaje que adiestran en esa operación. Claro, no se le devuelve la vida, sino solo, fugazmente, el buen aspecto; no es una victoria sobre la muerte, sino sobre su apariencia.

Nos gusta que los demás tengan una buena imagen de nosotros y piensen que somos gente honrada, personas fiables, profesionales competentes y esmerados, compañía grata. La buena imagen y la buena fama son un bien, aunque no un bien absoluto.

Pero ¿de qué le sirve al cadáver su envidiable aspecto? ¿De qué valen las apariencias o la buena impresión que podamos dar ante los demás? San Pablo quería que se le tuviera por ministro de Cristo, porque esta apreciación era correcta y contribuía a la difusión del evangelio. Pero añadía: «En cuanto a mí, bien poco me importa el ser juzgado por vosotros o por cualquier tribunal humano; ni siquiera yo mismo me juzgo. Mi conciencia no me reprocha nada, pero no por eso me considero inocente. El que me juzga es el Señor» (1Cor 4,4). Al margen de la opinión que se forjen los otros sobre uno, lo decisivo es ese juicio del Señor. Ante él no valen la simulación ni el disimulo; solo nuestra verdad. Si somos esclavos de la imagen que los demás se hagan de nosotros e incluso recurrimos a la simulación, corremos el riesgo de perder el sentido de la verdad.

Nuestro amigo
Pablo Largo

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 27 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 23,23-26


Evangelio según San Mateo 23,23-26
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!
¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Hoy nos fijamos en el primero de los ayes de este fragmento. Dejamos el segundo ay, pues viene a coincidir con el primero de mañana, que será objeto del comentario.

Sabemos que hay gente minuciosa, detallista; quizá lo eres tú mismo. La hay también en el cumplimiento de normas. Así, en una comunidad religiosa en que se detallan las prácticas de cada momento de la jornada, podemos encontrar personas que las realizan de forma impecable. Ese estilo de vida, más en otros tiempos que en los que corren, deparaba a la persona una excelente imagen pública. Se la podía presentar como modelo de observancia. Incluso su modo de vida podía darle al individuo notable tranquilidad de conciencia.

Pero una persona cumplidora, quizá encaramada en la autosatisfacción de su disciplina, puede ser a la vez inmisericorde con los que la rodean: blande contra ellos el látigo de su observancia. Y puede también permanecer ciega para las situaciones de injusticia que hay intramuros o que se dan en la sociedad y que claman al cielo. Uno vive encerrado en su pequeño mundo, en el que su vida discurre con perfecto orden, y permanece ajeno a los desórdenes que se dan al otro lado de los muros de su casa. Corre el riesgo de perder el sentido de la realidad.

El evangelio de hoy nos invita a mirar al corazón de Dios, al de Jesús, y a preguntarnos: ¿Cómo es tu corazón? ¿Cuál es la mirada que diriges a la realidad que está a este o al otro lado de los muros de tu casa? ¿Cómo te dejas afectar por ella? ¿Qué respuesta das?

Nuestro amigo
Pablo Largo

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 26 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 23,13-22


Evangelio según San Mateo 23,13-22
"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: 'Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale'!
¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro?
Ustedes dicen también: 'Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar'.
¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.
Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.

RESONAR DE LA PALABRA 

Queridos amigos:

Todos recordamos las bienaventuranzas del evangelio de Mateo. Son un buen comienzo del discurso del monte. En cada una se designa una categoría de personas y luego se aduce el motivo por el que tales gentes son acreedoras a la dicha.

Probablemente nos gustaría más reflexionar sobre esos macarismos en vez de tener que hacerlo sobre las malaventuranzas; estas parecerán antipáticas, pero el caso es que también ellas forman parte de la “Buena Noticia” y que se escribieron para nuestra instrucción. Si contienen avisos saludables y señalan direcciones prohibidas, son una ayuda para nuestro camino cristiano. Toca, pues, “resignarse” a considerar este capítulo de Mateo, jalonado por siete (ocho) ayes contra escribas y fariseos. Hoy nos detenemos en el segundo ay (por devorar los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos), que solo se encuentra en algunos manuscritos, pero que el Leccionario ha mantenido.

Solemos decir que el fin no justifica los medios. Así, la educación y enseñanza de un niño no se consigue a fuerza de palizas; es verdad que se requiere inculcar disciplina, pero se nos antoja demasiado brutal el principio “la letra con sangre entra”; ganar una partida de cartas es bueno, pero no se debe conseguir haciendo trampas; es deseable aprobar un examen, pero no es justo copiarlo; no es moral dar falso testimonio ni siquiera para salvar a un inocente.

Podemos dar la vuelta a esa sentencia sobre la relación fin-medios y proponer: “los medios no justifican el fin”. Los rezos son, en principio, buenos; pero no es de recibo emplearlos para expoliar a la gente y saquearle sus bienes, más que más a la gente necesitada. El buen medio no cohonesta el mal fin; al contrario, es este el que pervierte al primero. A buen fin, buenos medios; a buenos medios, buen fin.

Nuestro amigo
Pablo Largo

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 25 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 13,22-30


Evangelio según San Lucas 13,22-30
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?". El respondió:
"Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.
En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son ustedes'.
Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas'.
Pero él les dirá: 'No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!'.
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.
Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos".

RESONAR DE LA PALABRA

La fraternidad, condición de salvación

Aquel hombre que se encontró con Jesús estaba preocupado por el número de los que se iban a salvar. Si el cupo de los que van a entrar en el cielo es limitado, es de suponer que las pruebas de acceso serán más complicadas. Para entrar en el cielo tendríamos que pasar por una prueba como la que se hace para entrar en la Universidad. Sólo los mejores lo lograrían. 

Pero la respuesta de Jesús no indica eso. No habla de que sea necesario un grado de santidad especial para entrar en el cielo. Por la respuesta de Jesús diríamos, más bien, que el que preguntaba no indagaba por el número sino por quiénes serían esos pocos. Y de alguna forma daba por supuesto que los que se salvasen serían los miembros del pueblo elegido: el pueblo judío. Entendiendo así la pregunta, se comprende perfectamente la respuesta de Jesús. Nadie puede dar por supuesto que está salvado por pertenecer a un determinado grupo. Hay que esforzarse por la salvación. Como se nos dice en la parábola del tesoro escondido en el campo, hay que vender todo lo que se tiene para obtener la salvación. Según Jesús, la puerta de la salvación es estrecha y vendrán muchos, de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur. Muchos que quizá no crean tener derecho, entrarán los primeros. Y muchos de los que se creen con derecho, se quedarán fuera.

¿Qué significa esto para nosotros? En principio, no pertenecemos al pueblo elegido. Somos de esos que vienen “de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur”. Pero también es verdad que somos cristianos ya de muchas generaciones. Podemos pensar que tenemos derecho a la salvación por la sencilla razón de que ya nuestros abuelos y bisabuelos eran cristianos, iban a misa todos los domingos y cumplían los mandamientos. Jesús nos dice hoy que la salvación, nuestra salvación, depende también de nuestro esfuerzo personal, que no podemos dormirnos en los laureles. Pero sobre todo nos dice que no podemos excluir a nadie de la salvación. Esto es muy importante. En la salvación entramos en cuanto nos hacemos hermanos de todos. Si el mensaje fundamental de Jesús es decirnos que todos somos hijos de Dios, ¿cómo podemos pretender excluir a nadie de esa fraternidad? En la medida en que excluyamos a alguien, nos excluimos a nosotros mismos. No es que Dios nos cierre la puerta del cielo. Nos la cerramos nosotros mismos. 

La puerta del cielo es estrecha. Para pasar por ella hay que cumplir con una condición obligatoria: vivir la fraternidad en el día a día de nuestra vida. Es lo que hacemos en la Eucaristía, donde nos juntamos y compartimos el pan como hermanos. Es lo que deberíamos hacer todos los días: vivir como hermanos. 

Para la reflexión

¿Estamos preocupados por nuestra salvación o nos sentimos muy bien como estamos y no necesitamos de la salvación de Dios? ¿Qué significa vivir la fraternidad en nuestra vida diaria? ¿Qué detalle de fraternidad puedo tener esta semana con mi familia y amigos?
Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 24 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,45-51


Evangelio según San Juan 1,45-51
Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret".
Natanael le preguntó: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?". "Ven y verás", le dijo Felipe.
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez".
"¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera".
Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel".
Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees . Verás cosas más grandes todavía".
Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Y acabamos la semana vestidos de rojo, celebrando con el color de los apóstoles y de los mártires; un color que nunca ha abandonado la vida de la Iglesia y que sabemos especialmente presente en muchas regiones del mundo: el color de la valentía con la que cientos de nuestros hermanos sostienen la fe en todos los continentes. Unos lo hacen acosados por la persecución de gobiernos totalitarios, casi a escondidas; otros tratando de que los dioses del bienestar, la corrupción y el abuso del prójimo no les ganen la batalla, demostrando que se puede ser servidor público, empresario, trabajador de banca e incluso político, siendo justo y honrado; otros acogiendo con ánimo y humor las cruces de cada día…

¡Qué sabiduría la de la Iglesia al proponernos diversos colores litúrgicos! ¡Y todos son nuestros! Nuestro es el verde de la vida cotidiana, que para un cristiano nunca puede ser tiempo ‘ordinario’ (en el sentido de vulgar). Nuestro el morado, que nos recuerda la contingencia y nuestras componendas con el pecado. Nuestro el rojo, del testimonio y el esfuerzo por la fe. ¡Y nuestro, por Gracia, el blanco de quienes ya comparten la gloria del Resucitado y los planes del Padre!

Afirmamos con gozo y razón que nuestra fe se levanta sobre el testimonio de los apóstoles como Bartolomé. Y es verdad, y sobre el de un número difícil de contar de mujeres, que con valentía siguieron a Jesús y acogieron su Palabra, entre las que destaca sobre todo María que -como ha recordado hace poco el Papa Francisco- es mucho más relevante en la Iglesia que papas, presbíteros y obispos.

Poco sabemos de Bartolomé. Llevamos siglos identificándolo con Natanael, aunque sin certezas absolutas. Pero nos consta lo fundamental: su condición de discípulo (como nosotros), y de discípulo pecador, perdonado y coherente al final de su camino (ojalá también como nosotros). Pero esa falta de datos no le hace menos apóstol, ni menos relevante que Pedro, Santiago o Juan. Nuestra unidad -tan importante, querida por Dios y objeto de la oración de Jesús- se expresa en diversidad, en variedad de dones, sensibilidades, biografías. Se trata de otra lección que hemos de seguir aprendiendo.

Bartolomé, enséñanos a nacer de nuevo, a dejar que el Espíritu vaya haciendo su labor en nosotros. Fortalece nuestra fe; alienta nuestra coherencia en el amor. Ayúdanos a vivir intensamente unidos al tiempo que acogemos cada día con más gratitud los dones de cada uno.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 23 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 22,34-40


Evangelio según San Mateo 22,34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él,
y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?".
Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Este es el más grande y el primer mandamiento.
El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Algunas personas, probablemente con buena voluntad, acostumbran a preguntar a los niños si quieren más a papá o a mamá, al abuelo o a la abuela. Dejando de lado esa buena intención se trata de una práctica que nunca he entendido. Me parece que hace escaso bien a los niños y que a no pocos incluso les perjudica. ¿Qué sentido tiene enfrentar a los pequeños a ese tipo de disyuntivas?

Mi comentario viene a cuenta del evangelio que hoy escuchamos. También tengo la impresión de que con demasiada frecuencia los cristianos, incluso los más ‘cultivados’, contraponemos realidades que en el plan de Dios van de la mano y las presentamos como si unas excluyeran a las otras. Eso nos pasa con binomios como gracia y esfuerzo, acción y contemplación, dedicación a lo espiritual e implicación en las cosas de cada día, inserción local y catolicidad, estudio y compromisos concretos, e incluso (y este es el caso que hoy la Palabra nos plantea) amor al Señor y amor al prójimo.

El texto evangélico ya nos advierte de que esta vez a Jesús se le cuestionó con la intención de ponerle a prueba. De todos modos la pregunta puede ser también bien intencionada: ¿cuál es el mandamiento principal?, ¿qué hay que poner por delante? Pero la palabra y el ejemplo de Jesús son bien claros: el amor al Señor y el amor a los hermanos (a sus hijos) van de la mano. Más aún, el segundo -sobre todo en lo que concierne a los más pequeños- es el mejor termómetro del primero.

Gracias a Dios no nos han faltado testigos de esa unidad: hombres y mujeres que han vivido con una enorme intensidad ambos amores, que en realidad son uno solo. Como Iglesia celebramos hoy a Rosa de Lima, un referente singular para toda América Latina y el Caribe al tiempo que ejemplo e intercesora para todos, una de las mejores aportaciones de las tantas que la familia dominicana y las mujeres han hecho a la historia de la Iglesia. Pidamos, por su intercesión, vivir cada vez más ambos amores y no disociarlos en el discurrir de cada día.

Rosa de Lima, ¡intercede por nosotros!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 22 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 22,1-14


Evangelio según San Mateo 22,1-14
Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.
Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'.
Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;
y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.
'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio.
Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'.
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

La liturgia nos ofrece a mitad de semana un bello respiro. No se trata de un recuerdo con gran relevancia litúrgica; la Iglesia no ha hecho de él fiesta ni solemnidad, pero sí nos acerca a algo singularmente hermoso: María, la madre de Cristo -el Rey-, es también Reina y participa de la soberanía de su Hijo, el Resucitado, sobre todo lo creado. La María Asunta que hemos celebrado hace una semana es también “reina de cielos y tierra”. Como recuerda hoy el Martirologio, madre del Príncipe de la Paz, madre de la misericordia.


Es probable que muchas comunidades interrumpan en este día la lectura continua de la Palabra para evocar el misterio de la Anunciación. Quien lea el texto de Mateo recordará a los invitados a la boda que encontraron excusa para no presentarse. María hizo un camino de fe, y fue también sorprendida por la voz del Padre en sus encrucijadas. Tuvo muy fácil haber tomado el rumbo de la excusa, de la objeción, pero aceptó participar con una intensidad insuperable de la cruz de su hijo.

En estas semanas se recuerda a menudo a quienes peregrinan, por ejemplo, hacia Santiago de Compostela. Quien camina cansado o despacio ve con singular cariño y gratitud al compañero de aventura que una vez que ha llegado a su destino vuelve hacia atrás para aligerar la carga de los demás. En esas personas, especialmente samaritanas, he visto muchas veces a María. Ella, llegada al final del camino, vuelve sin cesar para aligerar y acompañar el nuestro. Ella, la Reina, ha comprendido muy bien el sentido del servicio. Por eso la Iglesia la proclama “la discípula más perfecta de su Hijo”. Buen espejo para mirarse; buena escuela para aprender.

¡Gracias, María, Reina, por seguir haciendo camino con nosotros!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 21 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 20,1-16a


Evangelio según San Mateo 20,1-16a
porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

La Palabra sigue siendo provocadora. Hoy se nos coloca ante otro de esos textos evangélicos incómodos para quienes tendemos a sentirnos suficientemente buenos. No olvidemos que Jesús habló más de una vez para aquellos que “teniéndose por justos despreciaban a los demás” (Lc 18, 9). El texto de hoy puede recoger otro de esos momentos.

Pasa en muchas de nuestras familias. Los que creemos estar en posesión de la verdad y haber cumplido siempre como buenos hijos (también sobre esto hay alguna parábola evangélica) no entendemos que nuestros padres y nuestros abuelos traten a algunas personas “como si nunca hubiera pasado nada”. No es extraño que quienes han sido directamente ofendidos o sí merecerían una disculpa callen mientras otros levantamos la voz: “pero con lo que ha/han hecho”, “pero sin pedir perdón”, “¡pero cómo tienen tanta cara!”…

Sin embargo, la madre y el abuelo, como el empresario de la parábola, sin dejar de darnos a cada uno lo prometido, deciden ser singularmente generosos con “esos”. Demasiadas conversaciones entre cristianos recuerdan a aquella pregunta de Pedro: ¿y éste qué? (Jn 21, 21).

Y en ambos casos, en el del texto joánico y en el de hoy, la respuesta suena parecido: ¿y si Yo quiero hacer las cosas de esta manera qué pasa?, ¿o es que te molesta que Yo sea bueno?

¡Y nosotros seguimos empeñados en enseñar al Señor cómo ha de tratar a cada uno de sus hijos!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 20 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 19,23-30

Evangelio según San Mateo 19,23-30

Jesús dijo entonces a sus discípulos: "Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos.
Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos".
Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible".
Pedro, tomando la palabra, dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Muchos de nosotros nos hemos preguntado más de una vez cuál será ese pecado contra el Espíritu Santo al que Jesús se refirió con tanta dureza. Sería un insensato si afirmara que sé claramente a qué se quiso referir el Señor, pero el evangelio de hoy despierta en mí desde hace años una reflexión.

Jesús nos dice una vez más que para Dios nada hay imposible: el Señor lo puede todo. Y nosotros seguimos empeñados en que hay muchas situaciones personales, comunitarias, sociales, ante las que no hay nada que hacer. ¿Cómo que nada? Nosotros no podremos hacer nada. Pero, ¿y la Gracia?

Con excesiva frecuencia los creyentes hablamos de personas que “no tienen arreglo”, de situaciones en las que no merece la pena pelear… Hoy el Evangelio vuelve a recordarnos lo contrario: Dios lo puede todo. Dejemos que su Espíritu entre de verdad en esas realidades; quitemos obstáculos a su acción. No acusemos de ineficacia a las mediaciones que el Señor nos propone si no las hemos experimentado del todo.

Somos demasiados los que nos apuntamos al lamento de Gedeón: nos sentimos los más pequeños de la tribu de nuestros padres, a la que además consideramos la menos digna de todas. ¡Puede que sea verdad, pero para el Señor todo sigue siendo posible!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 19 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 19,16-22

Evangelio según San Mateo 19,16-22
Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos".
"¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio,
honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo".
El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?".
"Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.

RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Comenzamos la semana con el gozo de sabernos singularmente acompañados por los santos, por hombres y mujeres que han compartido nuestro camino de fe y participan ya de la gloria y el destino del Señor Resucitado. Reciente aún la fiesta de la Asunción de María, celebraremos su memoria como María Reina, y recordaremos a una serie de creyentes de muy diversos siglos, que dejaron que la Palabra del Señor (la que nosotros deseamos escuchar y acoger) fuera el gran criterio orientador y organizador de sus vidas. Son, como acontece a menudo, bautizados de muy diverso siglo, continente y vocación cristiana específica: desde Bartolomé, miembro del primer colegio apostólico, a Rosa de Lima, Pío X o Bernardo de Claraval. Junto a ellos, evocados con otro rango litúrgico, podremos hacer memoria de Juan Eudes, Ezequiel Moreno y cientos de cristianos de todos los tiempos. Al repasar el Martirologio de esta semana llama la atención el número de beatos que entregaron su vida confesando la fe en campos de concentración, testigos valientes del Evangelio en medio de las recientes atrocidades del siglo XX. (¡Que el Señor nos ayude a descubrir y combatir las del XXI!).

Las dos lecturas que se proclaman en la eucaristía de hoy evocan personajes que se ven en la obligación de elegir: se puede vivir acogiendo la voluntad del Señor o dándole la espalda. Se puede rendir culto a muchos dioses. Conviene tener cuidado. Alguna de las fórmulas que la Iglesia ha compuesto para ayudarnos a confesar la fe nos lo advierte: “¿renunciáis a la tentación de creer que ya estáis convertidos del todo?”. En sí el texto va mucho más a la raíz: “¿renunciáis a quedaros en vuestros métodos, instituciones, reglamentos y no ir a Dios?” Hemos de estar vigilantes: somos capaces de disfrazar de evangélico lo más sagrado. Y con frecuencia, como el joven del evangelio, nos vamos tristes porque somos muy ricos.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 18 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,49-53


Evangelio según San Lucas 12,49-53
Jesús dijo a sus discípulos: 
"Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!
Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres:
el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".

RESONAR DE LA PALABRA

Ser cristiano no siempre es fácil pero vale la pena

Parece que las personas tenemos una tendencia irreprimible a la comodidad, a buscar lo fácil. Y muchas veces es así como nos enfrentamos al Evangelio. Lo mismo que vamos a un supermercado y escogemos allí las cosas que más nos gustan, también acudimos a la Iglesia con el mismo espíritu: tratando de escoger y consumir lo que nos gusta.

Por eso, muchas veces buscamos una Iglesia donde la celebración de la Eucaristía dominical sea bonita porque hay un buen coro, porque la Iglesia está bien adornada o porque el sacerdote es ameno y breve. Mucho mejor si además nos regala continuamente los oídos con palabras que hablan de un Dios misericordioso, padre bueno, que lo perdona todo y que, casi podríamos decir, le da lo mismo que hagamos el bien o el mal porque nos ama de todas maneras y nos dará el premio de cualquier forma. Nos terminamos haciendo una religión a la carta, como cuando vamos a uno de esos restaurantes buenos en los que, al principio, el camarero nos presenta la carta de los platos y escogemos lo que más nos gusta. 

Pero el Evangelio no es así. En el Evangelio nos encontramos con Jesús y él nos habla con claridad. Si queremos salvarnos, si queremos alcanzar la verdadera felicidad, nos invita a seguirle, nos invita a vivir de una determinada manera. No nos promete que siempre va a ser fácil estar con él. Si al maestro lo clavaron en la cruz, no podemos pensar que a sus seguidores les va a ir mucho mejor. Es lo que nos dice Jesús en el Evangelio de hoy: “He venido a prender fuego en el mundo”. No dice que haya venido a poner paños calientes para que nos sintamos bien. No. Jesús pretende cambiar este mundo, revolucionarlo, ponerlo patas arriba. Eso no es fácil. A veces es causa de dolor y división. La paz llegará después. El Reino es algo que llega pero primero hay que conquistarlo, hay que esforzarse. Para conseguir la justicia es preciso luchar contra la injusticia. 

Por eso, lo más importante de la vida del cristiano no es participar en la misa del domingo. Ese es el lugar de encuentro con la comunidad. Pero donde un cristiano se juega su ser cristiano, es en su vida diaria, en la relación con su familia, sus compañeros de trabajo, sus amistades. Ahí es donde hay que vivir en cristiano. Aunque eso signifique ir en contra de la opinión de los demás o perder su amistad. Porque ser cristiano no es responder siempre con una sonrisa a todo lo que nos dicen, sino saber poner por delante, con cariño pero también con fuerza, la verdad del Evangelio. Pero no nos asustemos. Recordemos los muchos que han dado y dan su sangre en defensa de la fe. Su testimonio nos debe animar a vivir con más radicalidad nuestra vida cristiana. 

Para la reflexión

¿Hemos hecho de nuestra fe cristiana una religión a la carta? ¿Qué cosas hemos dejado de lado, que no nos gustan porque son demasiado exigentes? ¿Nos callamos ante nuestros amigos o familiares en cosas de la Iglesia que sabemos que deberíamos defender?
Fernando Torres cmf

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sábado, 17 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 19,13-15


Evangelio según San Mateo 19,13-15
Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron,
pero Jesús les dijo: "Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos".
Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Hoy miramos culturalmente a los niños con ternura. ¡Son tan indefensos, tan débiles! Y pensamos que lo que Jesús nos quiso decir fue que hay que protegerlos y cuidarlos. Nos sentimos tranquilos. Eso ya lo sabemos y lo hacemos.

Pero, en realidad, Lo que Jesús nos dice es más serio. Los niños, en aquella época, eran considerados simplemente como no personas. Carecían de cualquier derecho social hasta que llegaban a la mayoría de edad.

Como otros grupos en aquella sociedad estaban marginados. De ellos es el Reino de Dios, y de gente como ellos, es decir, de tos marginados, de los que son considerados como nada.

Para entrar en el Reino hay que hacerse como aquellos niños. De algún modo hay que marginarse de esta sociedad, salirse de sus carriles. No podemos jugar a dos barajas.

El que sigue a Jesús tiene que dejar este estilo de mundo. Hay que hacerse como los marginados, para allá. desde los márgenes y las fronteras, aprender otra forma de ser personas, un nuevo litise de vida más acorde con el Reino.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 15 de agosto de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,39-56


Evangelio según San Lucas 1,39-56
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora. 
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: 
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación 
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos 
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, 
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, 
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

No sé cuántos pueblos y ciudades celebran hoy su fiesta patronal. En la mitad de este mes caluroso y vacacional, la fiesta de la Asunción de la Virgen María marca un hito lleno de evocaciones. La liturgia se empeña en proponernos el dogma de la Asunción, pero tengo la impresión de que el sentir popular se dirige directamente a la figura de la Madre, sin detenerse mucho en el significado y en las implicaciones de este dogma. Lo siento por los predicadores que se afanan por reconducir la nave a buen puerto.

En muchos lugares de España, a esta fiesta se la denomina, sin más, “la Virgen de Agosto”. Lo más frecuente es servirse de las múltiples advocaciones que se dan cita un día como hoy.

Lo mejor que se puede decir hoy está contenido en el evangelio. Este canto de María, el Magnificat, es como su testamento: lo que Ella nos diría como compendio de su experiencia de Dios y del hombre. No tiene desperdicio:

Dios es, sobre todo, fuente de alegría y de salvación: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

Dios es amor sin límites: Su misericordia se derrama de generación en generación.

Dios da un vuelco a nuestro mundo organizado injustamente de más a menos: Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Así, y más, es el Dios de María. ¿Y el nuestro? Feliz fiesta a todos.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA