miércoles, 31 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,44-46


Evangelio según San Mateo 13,44-46
Jesús dijo a la multitud: 
"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

No, el reino de Dios, las cosas de Dios, no son cantidades despreciables. Ni son como materia desdeñable, bisutería, baratijas. Son lo más valioso. Ningún precio es demasiado alto para obtenerlas, hay que venderlo todo. Recordamos el proverbio: «Quien quiere comprar a Dios y se guarda el último céntimo, es un tonto, porque a Dios solo se le compra con el último céntimo».

A esto se lo llama “el principio del todo” (G. Lohfink) o la norma de la totalidad. Los santos lo han vivido. Basta espigar unos pocos ejemplos: «mi Dios y mi todo» (San Francisco de Asís, y lema de los franciscanos); «ámalo totalmente» (Clara de Asís); «tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer; vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta» (Ignacio de Loyola, cuya memoria celebrábamos ayer); «Ya toda me entregué y di / y de tal suerte he trocado / que mi Amado es para mí / y yo soy para mi amado» (Teresa de Ávila); «A Dios toda la gloria, al prójimo toda la alegría, a mí todos los sacrificios» (María Bertila Boscardin).

¿Estamos dispuestos a vivir la economía del todo? ¿Nos asusta ese principio?

CR

fuente del comentario CIUDAD RESONDA

martes, 30 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,36-43


Evangelio según San Mateo 13,36-43
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo".
El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,
y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,
y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!"

RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

«Mío es el juicio» –dice el Señor–. Es un mensaje que libera: te exime de la imposible tarea de meterte a juez definitivo de la gente. Es un mensaje que está en su sitio: solo Dios escruta las conciencias. Tú, sin duda, harás tus apreciaciones sobre las personas, valorarás conductas, te mostrarás conforme o contrario a leyes humanas; pero el juicio definitivo sobre la realidad moral y teologal del otro es competencia de Dios.

Albert Camus escribió en La caída un texto que J. Ratzinger citaba en su libro Fe y futuro. Decía un personaje a su interlocutor: «Créame, las religiones se equivocan a partir del momento en que hacen moral y fulminan con mandamientos. No se necesita a Dios para crear culpables y castigar. Nuestros semejantes bastan, ayudados por nosotros mismos. Usted ha hablado del Juicio Final. Permítame que me ría respetuosamente. Le estaba esperando a pie firme: he conocido algo mucho peor, que es el juicio de los hombres. […] ¿Y entonces? Entonces la única utilidad de Dios sería garantizar la inocencia y yo más bien vería a la religión como una gigantesca empresa de lavandería, algo que por otra parte ya fue brevemente, durante solo tres años, y no se llamaba religión». Y añadía Ratzinger: «La fe en el futuro, de la que hablamos al afirmar que la fe de Abrahán es perfeccionada en Jesús, solo es promesa, solo es esperanza, solo es realmente ofrecimiento de futuro porque simultáneamente promete la tierra del perdón».

La Iglesia no es aquí y ahora una Iglesia de los puros e impecables. Es una Iglesia de pecadores en que cada uno estamos llamados a llevar la carga del hermano, si bien, para brillar como el sol del futuro Reino de Dios, hemos de ser luz ahora y aquí, y Jesús nos espolea a que secundemos las llamadas que nos dirige en su evangelio, en particular en su discurso del monte.

Podemos, pues, juntar, estos dos mensajes: uno, el de no juzgar, y aceptar pertenecer a una Iglesia que no es la de los sin pecado; dos, responder nosotros a la llamada del Señor a ser justos. Así, teniendo para los demás entrañas de misericordia y con nosotros un corazón no complaciente ni autosatisfecho, nos reiremos del juicio.

CR


fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 29 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 11,19-27


Evangelio según San Juan 11,19-27
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".
Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Santa Marta se ha convertido en una santa todavía más popular de lo que ya era, gracias a la residencia abierta en tiempos de san Juan Pablo II en el territorio vaticano, y en la que, además, el Papa Francisco, renunciando a sus apartamentos en el Palacio vaticano, se estableció llí para vivir menos aislado, más en comunidad. Santa Marta, que representa en los Evangelios la acogida amistosa de Cristo, quiere simbolizar hoy en día una renovación de la Iglesia, en la línea de una vida más simple y austera.

Todos conocemos la suave reconvención que Cristo dirigió a Marta cuando ésta exigía que su hermana María, embelesada por la Palabra del Maestro, le ayudara en sus tareas cotidianas. Y es que se puede acoger a Cristo materialmente (declarándose cristiano, frecuentando la Iglesia y trabajando con diligencia en ella), pero sin que eso suponga una actitud de verdadera escucha y acogida de su palabra, que significa acogerle con el corazón. Todos comprendemos que si alguien nos invita a su casa, y se pasa el tiempo haciendo cosas para que estemos a gusto, pero no nos dedica ni un minuto de tiempo, ni se sienta a conversar con nosotros, todas las otras ocupaciones resultan inútiles, incluso molestas. Acoger materialmente (declararse cristiano, frecuentar la Iglesia y trabajar en ella) es importante, pero para que todo eso dé frutos de verdadera vida cristiana es preciso saber pararse, perder el tiempo, orar, contemplar y escuchar la Palabra del que ha venido a nuestra casa a estar con nosotros.

Marta es hermana de María: la acción y la contemplación no son enemigas, sino hermanas de una misma familia, la que está basada en el amor de Dios, del que nos habla Juan en la primera lectura. Y aunque en ocasiones salten chispas entre ellas, Jesús nos enseña que hay que aprender a armonizarlas y establecer prioridades. Marta aprendió bien la lección. En el Evangelio de hoy es ella la que le dirige un suave reproche a Jesús. Es el que todos le hacemos a Dios cuando perdemos a un ser querido, sobre todo si creemos que todavía no había llegado su hora. El reproche de Marta está, sin embargo, impregnado de confianza. Y es en el precioso diálogo con Jesús donde comprendemos hasta qué punto Marta, sin dejar su talante activo (es ella la que se adelanta a acercarse a Jesús), ha aprendido la lección de la acogida con el corazón, que no es una acogida meramente sentimental, sino en fe. Marta confiesa que el amigo que les ama y al que aman es además el Mesías, que no sólo retrasa la muerte inevitable unos cuantos años, sino que la ha vencido definitivamente, porque Él mismo ha entregado su vida por amor para librarnos definitivamente del pecado y de la muerte.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 28 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,1-13

Evangelio según San Lucas 11,1-13
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".
El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino;
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".
Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes,
porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle',
y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'.
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.
Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente?
¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!".

RESONAR DE LA PALABRA

Defensores de nuestros hermanos

El Evangelio de este domingo tiene para los creyentes una importancia especial. Recoge el momento en el que Jesús enseña a los discípulos la oración que hoy en día seguimos rezando y que nos identifica como discípulos de Jesús: el Padrenuestro. Es importante subrayar el contexto en el que el evangelio sitúa esta oración. La acompaña de una catequesis en la que Jesús ilumina a los discípulos sobre la insistencia en la oración. Por eso la parábola o el cuento del señor que va a pedir pan a su amigo porque ha tenido una visita. Y sobre la confianza con que debemos rogar a Dios. Por eso la parábola que compara entre la bondad de un padre de los nuestros y la bondad del Padre celestial.

Además la Iglesia en su liturgia hace que este Evangelio esté precedido por la lectura del Génesis en la que Abrahán intercede ante Dios por los habitantes de Sodoma y Gomorra a los que Dios quiere castigar por sus iniquidades. Ahí diría que está la clave en la que nos podemos fijar este domingo. La oración que nos plantea Jesús no es la del que pide de forma egoísta por su propio bien sino la del que intercede por sus hermanos. Abrahán participa en esa especie de subasta a la baja con Dios para intentar encontrar una razón que salve a sus hermanos, los habitantes de Sodoma y Gomorra, del castigo y la muerte que se les avecina. En principio, Abrahán no tiene nada que ver con ellos. En Sodoma tiene un sobrino pero ése va a ser salvado por Dios. Con el resto de los habitantes de esas ciudades no le une ningún lazo más allá de pertenecer a la misma humanidad. Ellos son malos, por eso van a ser castigados, y él es el elegido de Dios para ser padre de un pueblo y depositario de la promesa. Abrahán podía haberse dado la vuelta y no mirar a lo que iba a suceder. O haber comentado con Dios cómo es necesario, aunque triste, tomar decisiones radicales y extirpar el mal de la sociedad humana. Pero hace exactamente lo contrario. Trata desesperadamente de salvar a los que se habían condenado por sus propias acciones. Y Dios cede ante él. La cifra de justos necesaria para salvar la ciudad baja de 50 a 10 ante la insistencia de Abrahán. Algo parecido se puede decir del Evangelio, donde el que va a pedir los panes no lo hace para sí sino para dar de comer a un amigo que le ha llegado a casa. 

Podríamos decir que la clave de la oración está en la intercesión. Pedir a Dios por nuestros hermanos y hermanas. Para ello hemos de sentir una gran solidaridad. Es que realmente somos hermanos y hermanas. Su muerte o su fracaso es nuestra muerte y nuestro fracaso. Oremos intercediendo por ellos y ellas porque, si nosotros que somos malos damos cosas buenas a nuestros hijos, cómo no nos va a dar el Espíritu de Vida el Padre del cielo que tanto nos ama. 

Para la reflexión

¿Oramos alguna vez? ¿Lo hacemos con las palabras del Padrenuestro? ¿Tenemos en mente las necesidades de nuestros hermanos y hermanas? ¿Siento que son de verdad mías sus necesidades? ¿O acaso sólo miramos por “mis” necesidades?
Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 27 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,24-30

Evangelio según San Mateo 13,24-30
Jesús propuso a la gente otra parábola: 
"El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'.
El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'.
'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Terminamos la semana escuchando otra de las llamadas parábolas del Reino que el evangelista Mateo ofrece agrupadas. En los próximos días, fortalecidos ya por la celebración del domingo, se nos proclamarán más.

Nos encontramos hoy ante el trigo y la cizaña, que crecen mezclados en el campo; en un campo en el que los enemigos del Reino han ido haciendo también su trabajo. Muchos de nosotros pertenecemos a generaciones educadas en la contemplación de la misericordia de Dios, en la conciencia de su deseo de salvar a todos y de su infinita paciencia. Corremos el peligro (y a veces hemos caído en él) de minusvalorar la fuerza del mal, del que está sembrado en el campo del mundo y del que anida dentro de cada uno de nosotros. Con frecuencia, con el paso de los años, hemos ido poniendo palabra a esta experiencia: el mal existe; el mal tiene fuerza; el mal pelea dentro de cada uno de nosotros, a veces incluso con procedimientos muy sibilinos; el Reino tiene enemigos, y nosotros a veces bailamos a su ritmo.

Por eso la parábola suena tan bien y nos invita gozosa y confiadamente a la esperanza. La fe nos invita a ser lúcidos, a vivir en sencillez, pero también en astucia, a calcular bien el peso, la medida y el coste de la torre antes de edificarla. Hay cizaña; y de vez en cuando colaboramos con ella. No caigamos en ingenuidades que Dios no desea.

Pro al tiempo se nos ofrecen mil ayudas para que el trigo termine con la cizaña en nosotros, para que el bien venza claramente la batalla al mal, para que el Reino pueda seguir abriéndose camino con nuestra ayuda.

Hoy es sábado. María de Nazaret camina con nosotros todos los días del año, pero hoy podemos invocarla de modo especial, unidos a los millones de creyentes que lo hacen: María, madre y hermana, ayúdanos a dar buen fruto, a acoger mejor la Palabra, a proclamar con nuevo entusiasmo que viviremos como quiere el Señor. Santa María, ruega por nosotros.

¡Buen fin de semana, hermanos! ¡Que el Señor nos conceda un buen domingo!

Pedro Martinez

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

viernes, 26 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,18-23


Evangelio según San Mateo 13,18-23
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,
pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Todos nos hemos puesto más de una vez ante textos de la Escritura que no logramos entender. La asistencia del Espíritu se hace en esos momentos especialmente necesaria: el magisterio de la Iglesia, la sabiduría de los santos, la palabra de los teólogos y sobre todo de quienes viven llenos del Espíritu del Señor se convierten para nosotros en una ayuda imprescindible.

Pero también hay casos, como el de hoy, en que el mismo texto incluye suficientes pistas o aclaraciones. De modo más evidente que otros días, hoy es Jesús en persona quien no deja sombra de duda y desgrana él mismo la parábola del sembrador que se nos proclamaba el pasado miércoles. Prolongando la mejor tradición de la Iglesia, hoy es un buen día para que nos preguntemos con qué disposiciones recibimos la Palabra del Señor: ¿ponemos medios suficientes para entenderla?, ¿nos hemos preocupado de dotar de raíces a nuestra vida de fe?, ¿no estaremos permitiendo que los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahoguen la acción de la Palabra en nosotros?...

Hoy se nos concede una buena oportunidad, sobre todo si disponemos del sosiego suficiente para respondernos a la luz del Espíritu.

No nos engañemos; siempre podemos dejar que la Gracia actúe con más fuerza en nosotros. Si nos parece que estamos suficientemente abiertos al Espíritu, dudemos de nosotros mismos; no nos limitemos a escuchar a aquellos que nos alaban o tranquilizan; busquemos la ayuda y el contraste de quienes nos invitan a remar más adentro.

La Escritura nos previene: el Señor no se manifiesta sobre todo en lo espectacular. Al contrario. La asamblea del sínodo de los obispos de 2013, centrada en la nueva evangelización para el anuncio de la fe, llegó a hablar de Cristo como “el señor de nuestra vida cotidiana” y nos insta a cultivar momentos de contemplación insertados en nuestro acontecer más ordinario.

Los santos de hoy, discretos pero importantísimos (tanto que a través de ellos vino al mundo María, la madre del Señor), pueden ayudarnos en este camino de acogida de la Palabra.

Amigos Joaquín y Ana, enseñadnos a hacer nuestra la Palabra del Señor. Educadnos, como a María, en la docilidad y en la respuesta generosa a su voluntad. Pedid al Señor que nos infunda la sabiduría de sus pobres.

Pedro Martinez

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 25 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 20,20-28


Evangelio según San Mateo 20,20-28
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
"¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".
"No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron.
"Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre".
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo:
como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Todos tenemos nuestros santos preferidos. Uno de los míos es Santiago. Lo siento; quizá se note demasiado en mi comentario.

Santiago es para muchas personas, especialmente jóvenes y no muy cercanas a la fe, más un lugar, una ciudad, que una persona. El atractivo que durante siglos ejerció Compostela, acreditado ya hace tiempo, se ha intensificado en los últimos años, y son miles quienes de modos muy diversos (en bicicleta, a caballo, a pie…) se dirigen a la ciudad del Norte de España. Pero Santiago es -sobre todo- un apóstol, un discípulo del Señor. Un discípulo tan recordado que se apela a él desde grafías muy diversas: Jaime, Jacobo, Yago…

Santiago es uno de los apóstoles de los que tenemos más datos bíblicos. Hermano de Juan, es uno de los elegidos para ser testigos de acontecimientos bien importantes: la curación de la suegra de Pedro, la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración, la oración en el huerto… Santiago es también el primero de los apóstoles en derramar su sangre por Cristo, como atestigua la primera lectura de hoy (Hch 12, 2).

Llamado por el mismo Jesús ‘hijo del trueno’ (Mc 3, 17), las Escrituras nos hablan del carácter impetuoso del apóstol, de su deseo de que caiga fuego del cielo sobre quienes niegan hospedaje a Jesús, de su cobardía inicial a la hora de acompañar al Señor que caminaba hacia la cruz… El episodio que el evangelio de hoy nos narra, en el que quizá Mateo trata de esconder a los Zebedeos tras su inocente madre, habla también de ese carácter.

Debemos muchas cosas a Santiago. La historia de la fe de quienes oramos en español está llena de su presencia y de frutos de su intercesión. Pero también debemos agradecer que su sinceridad abriera la puerta a que Jesús nos dejara una enseñanza tan hermosa como la que hoy se nos proclama: ¿para qué vivimos?, ¿quién es el verdaderamente grande entre nosotros? Leamos con calma el evangelio de hoy sin dejar de interceder por los jóvenes reunidos en Río.

Gracias, hermano Santiago, por tu continuo velar sobre nuestra fe. Gracias por tu ejemplo y coherencia. Gracias por haber dejado que el Evangelio modelara tu carácter. Gracias por avivar en tantos el deseo de bondad, de belleza, de paz. Condúcenos a todos al que es la Verdad.

Pedro Martinez

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 24 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,1-9


Evangelio según San Mateo 13,1-9
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar.
Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.
Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron.
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda;
pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡El que tenga oídos, que oiga!".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

“¡Por fin un día de feria!”, pensarán algunos hermanos. Es verdad; las fiestas nos agradan, pero al mismo tiempo pueden llegar a cansarnos. Hoy, de todos modos, la Iglesia recuerda también a algunos santos que podemos venerar. Les invito a fijarse en uno: el presbítero Sarbelio (Chárbel) Makhluf, de la orden de los maronitas libaneses, que vivió de 1828 a 1898, beatificado en 1965 y canonizado en 1977. Su condición de cristiano de Oriente recuerda la universalidad de nuestra fe y la coexistencia al interior de nuestra Iglesia católica de diversas tradiciones, ritos y sensibilidades. El Espíritu del Señor sigue usando mil caminos para hablarnos; no nos empeñemos en ponerle barreras y fronteras.

La figura del P. Chárbel evoca también la pasión por descubrir la voluntad del Padre que hemos contemplado ayer y anteayer en Brígida y María Magdalena, y pone ante nuestros ojos la importancia del desierto, de la dedicación en profundidad a la oración y de que no concedamos en nuestras vidas a los ajetreos del mundo un lugar que no merecen.

En el desierto encontramos en la lectura del Éxodo al pueblo de Israel. Como tantas otras veces sus actitudes se parecen mucho a las nuestras. Quienes han sido singularmente amados por Dios, quienes son objeto de su preocupación y cariño, quienes han sido librados de la mano opresora del Faraón, añoran las ollas de Egipto y tiempos pasados que parecen mejores. (¡Cuántas veces hemos vivido episodios semejantes en el caminar postconciliar de la Iglesia!; ¿creemos de verdad que es el Señor quien guía su barca?). El desierto no se presenta atractivo, como tampoco lo son a primera vista muchas de las puertas estrechas que nos invita a cruzar el Señor.

Pero su fidelidad brilla sobre todo y en toda circunstancia: “haré llover pan del cielo”, “al atardecer comeréis carne y a la mañana os saciaréis de pan”. Dios Padre sigue ofreciéndonos de muchos modos pan del cielo. Y uno de esos modos por excelencia es su misma Palabra, esa palabra que tantos desconocen y que nosotros tenemos la gracia y el privilegio de escuchar; esa palabra que el Sembrador sale a diario a sembrar encontrando acogidas tan diferentes: Santos y santas de Dios, ayudadnos a ser tierra buena que acoge la Palabra. Enseñadnos a preparar nuestro corazón para que el Señor pueda darnos cada día la ración de verdadero pan del cielo que nos convenga.

Pedro Martinez

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 23 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 12,46-50


Evangelio según San Mateo 12,46-50
Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él.
Alguien le dijo: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte".
Jesús le respondió: "¿Quién es mí madre y quiénes son mis hermanos?".
Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: "Estos son mi madre y mis hermanos.
Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Seguimos caminando ayudados por mujeres. No está mal que tomemos conciencia de ello (bastantes varones lo olvidamos con frecuencia). María Magdalena ha pasado el testigo a Brígida de Suecia, una mujer que vivió en el siglo XIV y que supo del matrimonio, de la maternidad (¡la historia le consigna nada más que ocho hijos!) y de una vida retirada en austeridad y penitencia. Brígida fue, además, una gran peregrina, que recorrió buscando al Señor los caminos de Europa, y ha pasado a la historia creyente -como recuerda la oración colecta del día- por la hondura de su contemplación de la pasión de Cristo. Seiscientos años después, en los albores de este siglo, en 1999, Juan Pablo II la proclamó patrona de Europa; todos, vivamos donde vivamos, tenemos en ella una intercesora singular.

La Iglesia nos propone para la eucaristía de hoy un texto de la carta a los Gálatas y los primeros versículos del capítulo quince del evangelio según san Juan. Quizá muchos cristianos de nuestros días tengamos poca experiencia de vid y sarmientos, pero sabemos de sobra qué supone que nuestros artilugios (móviles, celulares, ordenadores…) tengan o no cobertura o acceso a la red. Dan igual la relevancia de lo que queramos comunicar y la modernidad tecnológica del último aparato que hayamos comprado; sin acceso a la red ya podemos hacer filigranas. La comparación bíblica es sin duda mucho mejor, pero lo importante es que tomemos conciencia: sin Él no podemos hacer nada; sin Él no somos nada; sin sus dones no vamos a ninguna parte.

Los textos joánicos dan un significado crucial al término ‘permanecer’, que aparece varias veces en el fragmento que hoy se proclama. Como el papa Francisco recuerda frecuentemente a quienes se plantean seguir a Jesús, la perseverancia y la constancia, el permanecer, tienen una trascendencia de la que no podemos prescindir. Un obispo español bien agudo, Mons. Alberto Iniesta, lo advertía hace años: dos novios no pueden mantener su amor limitándose a guiñarse el ojo cuando casualmente se cruzan; una relación seria exige más hondura y duración, “permanencia”. También la nuestra con el Señor: Brígida, tú que conociste tantas formas de vida cristiana, ayúdanos a aprender y a ser buenos discípulos. Danos luz para comprender y acoger los momentos de pasión y cruz que tanto rechazamos.

Pedro Martinez

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

lunes, 22 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18


Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo".
Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!".
Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Hay realidades que nos acompañan durante todo el año, pero no siempre se perciben igual; en determinados momentos se hacen especialmente visibles, aunque estén siempre ahí. Algo de eso pasa con los santos, con aquellos hermanos y hermanas que han recorrido ya el camino de la fe y, tras hacer suyo el Evangelio, comparten la gloria del Padre. Siempre están ahí, caminando a nuestro lado y velando por nosotros, aunque haya fechas del año en que tomemos conciencia de su presencia de un modo singular.

En este año litúrgico 2019 esta semana (la decimosexta del tiempo ordinario) se presenta llena de santos y además (¡que me perdonen otros!) de santos de primera. Nuestra lectura continua de la Palabra se va a ver interrumpida, y hasta quizá algún día oigamos proclamar lecturas que no esperamos, pero la incomodidad merece la pena. Este Año de la Fe es una buena ocasión para profundizar en el lugar de los santos en nuestra vida. Una lectura afectuosa de la constitución Lumen gentium puede ayudarnos: en estos discípulos del Señor el Padre nos revela su rostro y muestra caminos seguros que llevan a él. Nosotros, peregrinos, podemos acogernos a su intercesión, protección y socorro. Si la presencia del Espíritu nos garantiza que nunca caminamos solos, la cercanía de los santos lo confirma claramente. La Eucaristía es, además, el lugar por excelencia para que, junto a María, nos encontremos con ellos.

Y para iniciar la semana nuestra primera compañera es ni más ni menos María Magdalena, llamada apóstol de los apóstoles. Las dos lecturas de la eucaristía insisten en el amor; el Cantar de los Cantares resalta sobre todo la búsqueda apasionada de la que dan fe el salmo y el texto evangélico. También las oraciones de la liturgia nos invitan a fijarnos en la “gran ofrenda de amor” de “la que se entregó a Jesús para siempre”: María, contágianos tu amor por Jesús. Enséñanos a buscarle sin desfallecer, a no dejar jamás de anunciarle y de transmitir la alegría que Él siembra entre nosotros. Magdalena, ayúdanos a no despreciar nunca a nadie. Y mucho menos a los que parecen amar con exceso.

Pedro Martinez

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

domingo, 21 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 10,38-42


Evangelio según San Lucas 10,38-42
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude".
Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas,
y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".

RESONAR DE LA PALABRA

De la desconfianza a la hospitalidad

Nuestra cultura es cada vez más desconfiada. Todo lo que sea extraño nos resulta una amenaza. En algunos barrios de las grandes ciudades se ven letreros en las casas donde se avisa de que se llamará a la policía si se ven extraños caminando por la calle. Nuestras casas son cada vez menos abiertas pero también lo son nuestros barrios y nuestras ciudades y nuestros países. La llegada de inmigrantes en busca de trabajo crea desconfianza e inseguridad entre los que ya viven en el país. En general, todo lo que sea extraño y que se salga de lo habitual nos hace sentirnos inseguros y amenazados. Por eso, y no por otra razón, es por lo que aumenta la violencia. A esa violencia se responde con más violencia –aunque en algún caso sea defensiva– y así va creciendo la espiral de la desconfianza, la violencia.

La propuesta de las lecturas de hoy es otra bien distinta. En línea con el mensaje evangélico del Reino de Dios. Se nos habla de la hospitalidad. La primera lectura, del libro del Génesis, nos muestra a Abrahán, el patriarca, que no sólo acoge a los que le piden hospitalidad sino que suplica a aquellos tres hombres que se queden en su casa y que coman de su mesa. La hospitalidad para aquellos pueblos era un deber sagrado y al visitante se le debía todo el respeto del mundo. Era como si fuera el mismo Dios el que visitaba la casa. Al texto del Evangelio se le han dado muchas explicaciones, pero generalmente se nos ha olvidado la más sencilla: Marta y María acogieron al Señor en su casa. Ese es el punto de partida sin el que aquel pequeño rifi-rafe entre Marta y María nunca habría sucedido. 

Hoy tendríamos que recuperar la virtud de la hospitalidad. Frente a los vecinos del piso o apartamento de enfrente. Pero también frente a los vecinos del sur que llaman a las puertas de nuestra nación pidiendo un trabajo que les asegure el pan y el futuro a ellos y a sus familias. También frente a los que no creen en nuestra misma religión y frente a los que no pertenecen a nuestra raza ni hablan nuestra lengua. Todos somos hermanos y hermanas. Todos pertenecemos a la familia de Dios. La encarnación de Jesús ha convertido a cada hombre y mujer en el mejor y más pleno sacramento de la presencia de Dios entre nosotros. Acogerlo, compartir con él o con ella lo que tenemos significa acoger al mismo Dios que nos viene a visitar, hacer realidad el Reino en nuestro mundo, dar cumplimiento a la voluntad de Dios que quiere que todos nos sentemos a la misma mesa para compartir la vida que él nos ha regalado. Sólo la hospitalidad, la acogida sincera y abierta, la mano tendida, logrará unir un mundo roto y dividido que parece que sólo es capaz de generar desconfianza y violencia.

Para la reflexión
¿Cómo miras y valoras a los que no pertenecen a tu familia, a tu nación, a tu raza? ¿Das por sentado que son peores que los tuyos? ¿Qué valores positivos encuentras en ellos? ¿Qué podrías hacer para establecer relación o amistad con algunos de ellos? ¿Crees que te ayudaría a romper la desconfianza y vencer los prejuicios?
Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 20 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 12,14-21

Evangelio según San Mateo 12,14-21
En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él.
Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos.
Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer,
para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías:
Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones.
No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas.
No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia;
y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.

RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

¿Qué ha hecho Dios por ti? ¿Serías capaz de hacer una lista de todas aquellas acciones amorosas de Dios a través de las cuales te ha ido cuidando desde el seno materno? No. De todas no puedes porque no eres consciente. ¿Serías capaz de recordar algunos acontecimientos de salvación, de traer a la memoria a algunos ángeles (personas) que han sido mensajeros de Dios y que te ayudaron a encontrarte con Él, que fueron guías y luces en tu vida? Estoy seguro que si te pusieras en oración prolongada, un día de retiro, de desierto y orases con esta intención: “Señor ayúdame a ser consciente de todo aquello que has hecho por mi”, te llevarías alguna sorpresa agradable.

Fíjate en el salmo 135 que nos propone hoy la liturgia de la Palabra. Va enumerando los distintas situaciones en las que Dios ha sido amoroso con su pueblo: En nuestra humillación se acordó de nosotros; nos libró de nuestros opresores; con mano poderosa, con brazo extendido… Y la antífona va contestando: Porque es eterna su misericordia. Te propongo que en tu oración de hoy escribas tu propio salmo trayendo a la memoria y al corazón las acciones amorosas que Dios ha ido haciendo en ti desde que tienes uso de razón, y alábale orando con la antífona del salmo … porque es eterna su misericordia.

La lectura del Éxodo es lo que hace, recordar la acción amorosa de Dios para con su pueblo al liberarlo de la esclavitud. Y el Evangelio nos recuerda la última y mayor acción amorosa que Dios nos ha hecho: darnos a su Hijo. Así reza el evangelista Mateo parafraseando al profeta Isaías: Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.

Hoy es sábado. Que María Madre de Jesús y Madre nuestra interceda por nosotros para que tengamos un corazón agradecido que sepa cantar las maravillas del Señor en nuestra vida como ella hizo en el Magníficat.

Nuestro hermano en la fe: 
Juan Lozano, cmf.

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viernes, 19 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 12,1-8.


Evangelio según San Mateo 12,1-8.
Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas.
Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado".
Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,
cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes?
¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?
Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo.
Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.
Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".

RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a

En una conciencia rectamente formada siempre existirá algún momento de tensión entre optar por el cumplimiento de la ley o el uso correcto de la libertad. En nuestro modo de proceder honesto, cuando actuamos con buena intención y rectitud de corazón, no faltan momentos de duda entre realizar lo establecido, lo mandado, lo legal o lo que la conciencia nos dicta para alcanzar un bien. En ocasiones chocan. ¿Qué hacer en caso de duda? ¿Ser estrictamente legalistas con el riesgo de obedecer la ley injusta? ¿Ser puramente relativistas interpretando la ley a mi manera con el riesgo de hacer de mi capa un sayo? ¿Obedientes o laxos? El que siempre obedece nunca se equivoca, dicen algunos. Pero obedecer ¿a quién, a qué?

Ni fariseos ni anárquicos. En los momentos de mi vida en los que ante una elección dudo entre cumplir lo mandado o lo que creo que es lo correcto, Jesús nos ofrece un criterio de discernimiento que nos da luz para decidir, porque el ser humano va configurando su vida tomando decisiones constantemente, unas de mayor importancia y otras no tanto. Nos guste o no, tenemos que elegir con mucha frecuencia. El criterio de discernimiento que nos ofrece Jesús es la misericordia, o dicho de otro modo, el bien de la persona.

En la secuencia evangélica de hoy Jesús es recriminado por los fariseos por hacer una cosa no permitida en sábado: arrancar espigas (trabajar) para comérselas. Para Jesús, la satisfacción de una necesidad como el hambre está por encima de la ley, pues el bien de la persona, la misericordia, es el criterio de discernimiento: quiero misericordia y no sacrificio.

Jesús fue un hombre libre, ni anárquico ni esclavo de la ley. Esa libertad quiere para ti y para mi. La primera lectura nos recuerda la liberación de Egipto a través de la Cena de Pascua. Es lo que Dios ha ido haciendo a través de la historia de salvación y lo que quiere seguir haciendo en cada corazón humano y en cada momento de la historia: liberar. En nuestra oración de hoy le pedimos al Señor que nos ayude a crecer en la libertad de los Hijos de Dios, libertad que da paz a nuestra vida, que nos permite dormir tranquilos y vivir la vida con frescura y alegría.

Nuestro hermano en la fe: 
Juan Lozano, cmf.

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jueves, 18 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 11,28-30


Evangelio según San Mateo 11,28-30
Jesús tomó la palabra y dijo: 
"Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."

RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a

El cansancio físico es fácil de restablecer; después de una jornada agotadora de trabajo, un buen sueño reparador, una mañana de relax y una sana comida nutritiva, reponen nuestras fuerzas. Pero existen cansancios que son difíciles de descansar: los cansancios del alma, los cansancios espirituales, interiores. Estos no se reponen fácilmente. Están formados por la suma de heridas afectivas, decepciones con otras personas, insatisfacciones personales, injusticias acumuladas, sueños frustrados… El cansancio del alma es duro, arrastra por el suelo toda nuestra existencia, por mucho que cerremos los ojos, no podemos huir de sus secuelas. Es necesario tratarlo.

Jesús, el sanador de Nazaret, cura este cansancio. Los creyentes, a menudo tenemos la ocasión de dejarnos curar por este médico. El sacramento de la reconciliación, el retiro espiritual, la oración meditativa, los ejercicios espirituales, el acompañamiento personal…, son algunos de los mecanismos al alcance de nuestra mano, a través de los cuales el Espíritu Santo actúa sanando. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré, nos dice Jesús en el evangelio de hoy.

Jesús invita a todos los cansados, a todas las personas agobiadas por los múltiples mecanismos de represión y les propone llevar otro yugo, otra carga: la de la libertad, que exige al mismo tiempo humildad y mansedumbre, es decir, honestidad personal y capacidad de diálogo y tolerancia para poder ser curados; porque la soberbia y la violencia cierran la puerta a toda posible sanación. Mientras que en la libertad que nace de la paz interior y sinceridad, el corazón humano puede descansar. Es la libertad que podemos conquistar en Jesús, si nos abrimos a Él a través de los mecanismos que citábamos antes.

Déjate querer hoy por Jesús y ofrécele aquellos cansancios de tu alma que necesitan ser tratados por Aquel que puede dar paz a tu corazón.

Nuestro hermano en la fe: 
Juan Lozano, cmf.

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miércoles, 17 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 11,25-27.

Evangelio según San Mateo 11,25-27.
Jesús dijo: 
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."

RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

Una de las mayores búsquedas del ser humano es la del sentido de su vida. Si no fuéramos capaces de contestar vitalmente a la pregunta ¿para qué estoy aquí? ¿Cuál es el sentido de mi vida? no encontraríamos la auténtica felicidad. El ser humano no se llena ni se conforma con cualquier cosa. No somos fáciles de contentar. Si llenamos nuestra vida de experiencias superfluas sin escuchar la voz interior que habla en nuestro corazón, tarde o temprano nos damos cuenta de que todo eso no nos satisface y nos impide caminar felices.

Los creyentes en Dios tenemos una ventaja respecto a los no creyentes; podemos preguntarle al Padre, cuál es nuestra misión. Podemos encontrar en Él el sentido de nuestra vida. Lo podemos hacer porque Él es nuestro creador, nos conoce muy bien, mejor que nosotros mismos. Y precisamente porque estamos en la mente de Dios, Él tiene una propuesta de vida para cada uno de nosotros. Podemos preguntarle: “Señor, ¿qué quieres de mí?”

En la primera lectura de hoy, el Libro del Éxodo nos narra la vocación de Moisés. Dios llama a Moisés a una misión, le ofrece un plan que da sentido a su vida. Esto es tan grande que lo llamamos sagrado. El Señor advierte a Moisés que lo que está aconteciendo, su llamada, y ante quien está presentándose es importantísimo: quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado. Y es que, nuestra vida, como la de Moisés y la de otros hombres y mujeres que han sido y son llamados por Dios a una misión, es algo sagrado. Yo estoy contigo, le dice Dios en la zarza ardiente. Sagrada es nuestra vida, es decir, digna de mucho respeto y cuidado; por ello buscar y encontrar qué hacer con la vida que nos ha sido dada, es lo más importante que tenemos que hacer. Y en Dios, podemos y debemos encontrar el sentido a nuestra vida confiando en que quiere lo mejor aunque a veces no lo comprendamos o nos desconcierte en un primer momento.

Este misterio no es conocido por muchos, por ello Jesús da gracias al Padre: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. A través de Jesús, en Dios, encontramos y reafirmamos nuestra vocación, el sentido de nuestra vida. Vocación y sentido que no es sólo para nosotros, sino que repercute positivamente en el mundo si dicha vocación y sentido vienen de Dios. En tu oración de hoy da gracias a Dios por la vida sagrada que te ha sido regalada y pídele que confirme su llamada sobre ti, tu vocación.

Nuestro hermano en la fe: 
Juan Lozano, cmf.

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martes, 16 de julio de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 11,20-24

Evangelio según San Mateo 11,20-24
Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido.
"¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".

RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

No hay pecado, por muy grave que sea, del que no pueda haber arrepentimiento, conversión y perdón. Lo peor es no querer arrepentirse, no querer convertirse, no querer cambiar, no querer crecer. Veámoslo en la liturgia de hoy.

En la secuencia del Libro del Éxodo de hoy, Moisés, el gran libertador de Israel, comete un pecado mortal, nada menos que un homicidio; mata a un egipcio que a su vez estaba maltratando a un hebreo. Sus ansias de justicia, en el ambiente de opresión en que vivía, no han madurado y no comprende que la liberación no puede conllevar la muerte, pues la violencia sólo genera más violencia. Temeroso de ser descubierto huirá al desierto de Madián donde tendrá ocasión de orientarse, meditar y arrepentirse (el desierto es el lugar de encuentro con la Palabra).

Jesús hoy alza su voz contra las ciudades que no se han convertido, pues a pesar de haber recibido profetas y mensajeros que les han animado a ello, todo ha sido inútil. Jesús no pone el acento en el pecado, sino en los duros de corazón, en los que no quieren escuchar ni convertirse. Esto me lleva a pensar ¿y yo? ¿Cuántas oportunidades, llamadas al crecimiento, al cambio, a la conversión he recibido de Dios a través de múltiples canales de comunicación, señales, guiños, mediaciones a lo largo de mi historia? ¿Me hago cargo? ¿Las escucho? ¿Dejo que el Señor tenga una palabra que decir sobre mi vida? ¿O soy como las ciudades de Corozaín, Betsaida o Cafarnaún, más duro que una piedra? Hagamos hoy nuestra la antífona del salmo 68 que rezaremos en la eucaristía: Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Hoy la liturgia también nos invita a mirar a su Madre, hoy en la festividad de Nuestra Señora del Carmen que se celebra en algunas latitudes como patrona de los marineros y trabajadores del mar. Ella supo abrir su corazón a Dios sin reservas, y desde la sencillez y humildad de su vida fue la primera discípula de su hijo Jesús.

Nuestro hermano en la fe: 
Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA